Norberto Ovando

Experto Comisiones Mundial de Áreas Protegidas (WCPA) y, Educación y Comunicación (CEC) Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN)

El humo de los incendios forestales aumenta el riesgo de padecer artritis reumatoide

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Un nuevo estudio revela un vínculo importante entre la exposición a contaminantes del aire, específicamente el humo de incendios forestales, y el riesgo de desarrollar artritis reumatoide AR y otras enfermedades.

Los incendios forestales, también denominados incendios rurales y/o incendios de matorrales, son incendios difíciles de controlar que se propagan rápidamente a través de la vegetación, cuya incidencia y gravedad han aumentado globalmente debido al calentamiento global, prácticas inadecuadas de gestión del suelo y diversas actividades antropogénicas.

El humo de los incendios forestales puede causarle daños de muchas maneras.

El humo de los incendios forestales está compuesto por una mezcla de gases y partículas pequeñas que son emanados por la vegetación, los materiales de construcción y otros materiales al quemarse. El humo de los incendios forestales puede hacer que cualquier persona se enferme.

Los investigadores liderado por la Dra. Vanessa L. Kronzer, MSCI, de la División de Reumatología de Mayo Clinic, realizaron un estudio de casos y controles utilizando datos del conjunto de datos del Departamento de Asuntos de Veteranos de EE. UU. (VA, por sus siglas en inglés), (tiene carácter de nivel gabinete dirigido por el gobierno estadounidense que se encarga de gestionar el sistema de beneficios a veteranos militares de ese país).

Las investigaciones entre octubre de 2009 a diciembre de 2018, analizaron 9701 pacientes junto con 68 851 individuos de control emparejados sin AR, para determinar la asociación entre la exposición al humo de incendios y otros contaminantes con el riesgo de desarrollar artritis reumatoide (AR) y enfermedad pulmonar intersticial asociada a AR (AR-ILD) en los años posteriores.

Los contaminantes atmosféricos evaluados incluyeron partículas finas en suspensión de 2.5 micras (PM2.5) es decir equivalente a 0.0025 mm, o aproximadamente un diezmilésimo de pulgada; el origen secundario de estas partículas se ocasiona a partir de reacciones químicas en la propia atmósfera que, generalmente, están provocadas por gases como el monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno (NOx), dióxido de azufre (SO2), ozono (O3) y partículas más grandes de diámetro aerodinámico igual o inferior a los 10 µm o 10 micrómetros (1 µm corresponde a la milésima parte de un milímetro) se las denomina PM10.

Resultados

“Se observó que la exposición al humo de incendios en los 1 a 3 años previos al diagnóstico de AR se asoció con un incremento en el riesgo del 12 %. Un hallazgo importante del estudio fue que la exposición al humo de incendios con PM2.5 casi duplicó el riesgo de AR-ILD”.

Los niveles elevados de óxido de nitrógeno se asociaron con un aumento del 16% en el riesgo de AR.

El estudio revela un vínculo importante entre la exposición a contaminantes del aire, específicamente el humo de incendios forestales, y el riesgo de desarrollar AR y AR-ILD.

En contraste, el monóxido de carbono, el PM2.5 en general y el dióxido de azufre no mostraron una relación clara con el riesgo de AR.

Aunque la relación entre la exposición al humo de incendios y AR en general no fue fuerte, los hallazgos en cuanto a AR-ILD son de gran relevancia, dada la complejidad de esta condición y su impacto significativo en la morbilidad pulmonar.

En pacientes predispuestos o vulnerables, los resultados sugieren que la exposición a PM2.5, especialmente en los años previos al diagnóstico, podría desempeñar un papel importante en el desencadenamiento o la exacerbación de la AR.

Un número creciente de estudios sugieren que las partículas finas también pueden afectar al cerebro, dando como resultado dolor de cabeza y un mayor riesgo de demencia, accidente cerebrovascular y hasta provocar disminuciones en ciertos tipos de funciones cognitivas, como la atención.

“Muchos pacientes con enfermedades reumáticas comparten comorbilidades, lo que presumiblemente también los pondría en alto riesgo de malos resultados” opina en Dr. Thomas Bush del Centro Médico del Valle de Santa Clara en California, EE.UU.

“El cambio climático provocado por el hombre juega un papel en la desecación de los bosques, la reducción de los niveles de nieve y el aumento de las temperaturas, estamos viendo un aumento en la frecuencia e intensidad de los incendios forestales y, como resultado, un aumento del humo de los incendios forestales”, dijo Stephanie Cleland, PhD, MSPH, profesora adjunta en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Simon Fraser.

“Hay cada vez más evidencia de que los sobrevivientes de cáncer representan un grupo vulnerable a los efectos adversos para la salud causados ​​por el humo de los incendios forestales”, aseveró Shehnaz Khursheed Hussain, PhD, del Centro Oncológico Integral Davis de la Universidad de California en Sacramento.

Conclusión

La exposición al humo de los incendios forestales se ha convertido en un problema de salud pública cada vez mayor, en particular a medida que la frecuencia e intensidad de los megaincendios y los incendios en la interfaz entre zonas urbanas y forestales siguen aumentando.

Estar expuesto al humo de los incendios forestales supone un riesgo significativo para la salud humana, que se extiende más allá de los sistemas respiratorio y cardiovascular e incluye profundos efectos en el sistema inmunitario. Tanto la exposición aguda como la crónica pueden provocar una desregulación inmunitaria y una mayor susceptibilidad a las infecciones, lo que podría contribuir al desarrollo de enfermedades autoinmunes como la artritis y alergias.

Comprender estos efectos multifacéticos es crucial para desarrollar estrategias eficaces de salud pública que mitiguen los efectos adversos para la salud asociados con la exposición al humo de los incendios forestales. Esto incluye la implementación de alertas oportunas sobre la calidad del aire, la sensibilización comunitaria sobre las medidas de protección y la mejora de los recursos sanitarios en las zonas afectadas.

Fuente MSP/AAPN

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Los incendios forestales degradan los bosques y selvas

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La degradación forestal es notoriamente difícil de definir debido a las diferentes percepciones sobre qué atributos forestales son los más importantes.

La medición de la degradación forestal requiere métodos que puedan distinguir las fluctuaciones de corto plazo debido al cambio de estaciones o perturbaciones naturales, como incendios, inundaciones y sequías, de las tendencias persistentes que son más probablemente indicativas de degradación a largo plazo.

“La degradación forestal afecta la capacidad de un bosque para almacenar y secuestrar carbono, sustentar la biodiversidad y regular los ciclos del agua, y puede eventualmente conducir a la pérdida permanente del bosque”, aseveran Michelle Sims investigadora asociada y Elizabeth Goldman directora de investigación de SIG en Global Forest Watch (GFW)

Sus indicadores sobre  la condición forestal “consideran que la calidad de los bosques en pie, pueden disminuir a través de la degradación y fragmentación forestal. La condición forestal puede variar porque los bosques experimentan diversos grados de degradación a causa de las actividades humanas; por ejemplo, las actividades dentro de los bosques, como la tala selectiva y la caza, a menudo conducen a la degradación de los bosques en pie”.

“Cuando los bosques están fragmentados por actividades humanas como la agricultura o la expansión de infraestructura como las rutas, una mayor superficie forestal queda expuesta como bordes. Esto puede conducir a una mayor accesibilidad y exposición a amenazas como la propagación de incendios a causa de las actividades agrícolas, tala selectiva, especies invasoras y contaminación, así como cambios en la temperatura, exposición al sol, viento y humedad que pueden aumentar la mortalidad de los árboles”.

Bosques afectados por los incendios

Los incendios pueden afectar la capacidad de los bosques para realizar servicios ecosistémicos clave como el control de la erosión, la regulación de la calidad del agua o el almacenamiento de carbono durante un período de tiempo mientras los bosques se recuperan.

La duración de estos impactos en los bosques depende de la gravedad, frecuencia y extensión de los incendios, así como de otras condiciones ambientales, así como de si un ecosistema forestal está adaptado al fuego. En los casos más graves, los bosques pueden experimentar cambios ecológicos a largo plazo que impactan permanentemente la provisión de servicios ecosistémicos.

Por ejemplo:

A nivel mundial, entre 2001 y 2023 se perdieron 138 Mha (millones de hectáreas) de cobertura arbórea por incendios.

En los trópicos húmedos entre 1990 y 2023, 153,2 Mha experimentaron perturbaciones temporales durante este período de tiempo.

La pérdida de bosques debido a los incendios ha aumentado desde 2001, impulsada en parte por el cambio climático, ya que las condiciones cada vez más cálidas y secas incrementan la actividad de los incendios en algunas partes del mundo.

Sólo cinco países (Australia, Brasil, Canadá, Estados Unidos y Rusia) representaron casi el 90 por ciento de toda la pérdida de cobertura arbórea debido a los incendios a nivel mundial.

Los efectos del cambio climático, el calentamiento global y la sequía han contribuido a aumentar la frecuencia, la duración y la gravedad de los incendios, lo que en algunos casos limita la capacidad de estos bosques para regenerarse y conduce a cambios en la composición de las especies arbóreas o a la pérdida permanente del bosque.

Los incendios más severos y frecuentes amenazan las grandes reservas de carbono de los bosques boreales, almacenados principalmente en su suelo, y podrían amenazar con convertir eventualmente estos bosques de un sumidero de carbono a una fuente de carbono.

Los bosques templados representaron aproximadamente 11 Mha de pérdida de cobertura arbórea debido a incendios entre 2001 y 2023, mientras que los bosques subtropicales representaron 9 Mha; en conjunto, representan el 15 por ciento de toda la pérdida de cobertura arbórea debido a incendios. Al igual que en los bosques boreales, los incendios desempeñan un papel importante en muchos ecosistemas forestales templados. Sin embargo, los efectos del cambio climático combinados con otros impactos humanos han provocado un aumento de los incendios forestales graves y devastadores.

Estos incendios forestales extremos tienen efectos perjudiciales para la salud humana y amenazan la vida y los hogares de las personas, un riesgo que aumenta a medida que el desarrollo continúa expandiéndose cerca de áreas forestales, como sucede en El Bolsón, provincia de Chubut, en el Parque Nacional Lanín, provincia de Neuquén y en la Selva Paranaense en Misiones.

Los bosques tropicales también se han visto gravemente afectados por los incendios en los últimos años: entre 2001 y 2023, se perdieron 21 Mha de cobertura arbórea debido a los incendios, es decir, el 15 por ciento de toda la pérdida de cobertura arbórea debido a los incendios. Los incendios en los bosques tropicales húmedos son provocados principalmente por los seres humanos y, a diferencia de los bosques boreales o templados, no son una parte natural de la dinámica de los ecosistemas.

Debido a que los bosques tropicales húmedos no están adaptados a los incendios, estos pueden causar impactos negativos duraderos que impiden la capacidad de los bosques para recuperarse después del incendio.

Además, los efectos biofísicos de la deforestación, incluidos los ciclos hidrológicos alterados y el aumento de las temperaturas locales, combinados con los efectos del cambio climático, pueden provocar un mayor riesgo de incendios y una menor resiliencia en estos bosques.

Conclusión

Las actividades humanas y los fenómenos naturales en selvas y bosques pueden provocar perturbaciones temporales, que pueden considerarse una forma de degradación y, por tanto, pueden tener consecuencias importantes para la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y el almacenamiento de carbono.

Los conflictos ambientales ocurren en países de ingresos altos, medios y bajos, los más directamente asociados con la pérdida de bosques (conservación, biomasa, tierra) representan más del 50 por ciento de los conflictos en los países de ingresos bajos.

Se necesita recopilar más datos socioeconómicos nacionales, como la dependencia de los productos forestales para la seguridad alimentaria o los medios de vida, que ayudarían a identificar qué comunidades dependen más de los bosques.

En un momento en que el mundo se enfrenta a una “advertencia final” sobre la crisis climática, reducir la deforestación es una de las medidas terrestres más rentables para mitigar el cambio climático.

Fuente: GFW/AAPN

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Debemos encontrar nuestro equilibrio con la naturaleza

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La economía mundial podría enfrentar una pérdida del 50% del Producto Bruto Interno (PBI) entre 2070 y 2090, a menos que se tomen medidas políticas inmediatas para hacer frente a los riesgos que plantea la crisis climática. Las poblaciones ya se ven afectadas por las perturbaciones del sistema alimentario, la inseguridad hídrica, el estrés térmico y las enfermedades infecciosas. Si no se toman medidas, se volverán más probables la mortalidad masiva, los desplazamientos masivos, la contracción económica grave y los conflictos, opina el profesor Tim Lenton, presidente de Cambio Climático y Ciencias del Sistema Terrestre de la Universidad de Exeter y coautor del informe.

El cuarto informe centrado en el riesgo climático del Instituto y Facultad de Actuarios (IFoA) y la Universidad de Exeter ‘Planetary Solvency – finding our balance with nature’ (‘Solvencia Planetaria: en busca del equilibrio con la naturaleza’), destaca cómo las técnicas de gestión de riesgos, basadas en los últimos avances científicos, pueden ayudar a orientar las decisiones políticas para respaldar la prosperidad futura. También muestra cómo la falta de mensajes realistas sobre los riesgos para orientar las decisiones políticas ha llevado a una acción más lenta de lo necesario.

La solvencia planetaria se define como “la gestión de la actividad humana para minimizar el riesgo de perturbaciones sociales derivadas de la pérdida de servicios de apoyo críticos de la naturaleza”, es decir, el de seguir disfrutando de los beneficios de un sistema terrestre estable.

La actividad humana tiene una profunda influencia en los sistemas naturales de la Tierra. Esta interacción está teniendo un impacto negativo significativo, ya que provoca fenómenos meteorológicos extremos y pérdida de hábitat, y corre el riesgo de llevar a nuestro planeta a un estado mucho menos habitable.

El informe propone un nuevo tablero de control de riesgo de solvencia planetaria, para brindar información de riesgo útil para la toma de decisiones que ayude a los responsables de las políticas a impulsar la actividad humana dentro de los límites finitos del planeta en el que vivimos.

“No puede haber una economía sin una sociedad, y una sociedad necesita un lugar donde vivir. La naturaleza es nuestra base, nos proporciona alimentos, agua y aire, así como las materias primas y la energía que impulsan nuestra economía. Las amenazas a la estabilidad de esta base son riesgos para la prosperidad humana futura y debemos tomar medidas para evitarlos, asevera Sandy Trust autor principal, líder de Investigaciones del Instituto y Facultad de Actuarios (IFoA).

“Las evaluaciones del impacto económico del cambio climático, ampliamente utilizadas pero profundamente erróneas, muestran un impacto insignificante en el PBI, lo que ciega a los responsables de las políticas al inmenso riesgo que nos plantean las trayectorias políticas actuales. La metodología basada en el riesgo, expuesta en el informe, muestra una contracción del 50% del PBI entre 2070 y 2090 a menos que se establezca un rumbo alternativo”, agregó.

El creciente riesgo de una “insolvencia planetaria” para 2050 subraya la urgencia de adoptar medidas políticas inmediatas. Si no corregimos el rumbo, nos enfrentaremos a graves consecuencias climáticas y naturales, que van desde una contracción económica catastrófica hasta una mortalidad masiva, migraciones generalizadas y crisis sociopolíticas. Estos riesgos podrían amenazar no solo la estabilidad de los ecosistemas globales, sino también nuestros sistemas económicos y sociales.

Para evitarlo, el informe pide que se adopten algunas medidas urgentes:

En primer lugar, es necesario realizar evaluaciones anuales del riesgo de solvencia planetaria para controlar y responder a las amenazas crecientes. 

En segundo lugar, la creación de un organismo central, como el FMI o la OCDE, que dirija y gestione estas evaluaciones será fundamental para alinear las respuestas políticas globales, y

En tercer lugar, la integración de funcionarios encargados del riesgo sistémico a nivel nacional e internacional mejorará la coordinación y la aplicación de estrategias de reducción del riesgo.

Esperamos, dicen los autores, que esto sea eficaz para comunicar a los responsables de las políticas los riesgos catastróficos que podríamos experimentar si no cambiamos el rumbo en materia de cambio climático, naturaleza y riesgos sociales.

Para los líderes empresariales y los profesionales del riesgo, el mensaje es claro: la solvencia planetaria es crucial para la prosperidad futura. El momento de actuar es ahora.

Conclusión

Las evaluaciones científicas de la salud planetaria muestran que hemos superado seis de los nueve límites planetarios, incluidos el cambio climático, el uso del agua y la contaminación.

Dependemos de la estabilidad del sistema terrestre para obtener elementos esenciales como los alimentos, el agua, el aire, la energía y las materias primas que son insumos fundamentales para nuestra economía.

Debemos exigir una acción política inmediata, evaluaciones de riesgos realistas y la aplicación de los principios de resiliencia para gestionar las actividades humanas dentro de los límites planetarios.

Un sistema solvente de la Tierra es aquel que sigue prestando los servicios esenciales de los que dependemos.

Fuente IFoA/Exe/AAPN

*  Experto Comisiones Mundial de Áreas Protegidas (WCPA) y,

   Educación y Comunicación (CEC)

   Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN)

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Las Islas Malvinas rodeadas de fitoplancton

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Desde hace varios meses, deslumbra la proliferación de organismos microscópicos flotantes en las productivas aguas del Atlántico Sur frente a las costas argentinas.

El fitoplancton es la base de la cadena alimentaria marina, por lo que las regiones en las que prospera suelen albergar una amplia diversidad de vida.

El fitoplancton es uno de los organismos más pequeños del océano.

El fitoplancton son organismos marinos microscópicos similares a las plantas que utilizan la clorofila para aprovechar la luz solar y obtener energía de la misma manera que lo hacen las plantas terrestres. Cuando las condiciones son adecuadas, estos diminutos organismos flotantes pueden multiplicarse exponencialmente y extenderse por cientos de kilómetros cuadrados de la superficie del océano.

El fitoplancton absorbe dióxido de carbono de la atmósfera y lo convierte en carbohidratos durante la fotosíntesis. Cuando el fitoplancton (o los animales que lo comen) muere, algunos de sus restos se hunden hasta el fondo del océano, transportando el carbono al fondo del océano.

Desde la primavera austral de 2024 una floración de fitoplancton frente a las costas de Argentina y alrededor de las Islas Malvinas tiñó las aguas de azul y verde.

Cuando sus poblaciones aumentan, las floraciones pueden extenderse por miles de kilómetros cuadrados, lo que las hace visibles desde el espacio. La floración se extiende de este a oeste sobre la plataforma patagónica y se extiende más de 1.000 kilómetros al norte de las Islas Malvinas.

La corriente de Malvinas debe su existencia a innumerables organismos microscópicos. El fitoplancton (organismos marinos similares a plantas que convierten la luz solar en energía) prospera en las frías aguas ricas en nutrientes de la corriente de Malvinas. La floración sigue el curso de la corriente de agua se extiende hacia el norte alrededor de las Islas Malvinas y a lo largo de la costa este de América del Sur. Esta corriente, una rama de la Corriente Circumpolar Antártica, es fuerte y fría y está cargada de nutrientes.

Las floraciones en esta región son estimuladas por los complejos patrones de circulación del océano. Por ejemplo, el agua que sube a lo largo del frente de la plataforma continental patagónica lleva nutrientes a la superficie, donde el fitoplancton prospera con la luz solar de primavera y verano. Las corrientes y los remolinos también agitan el agua horizontalmente, creando patrones superficiales que se vuelven aún más visibles en las observaciones de clorofila. Otros nutrientes pueden provenir de sedimentos fluviales y polvo arrastrado por el viento desde la Patagonia.

Los estudios muestran que las diatomeas y los dinoflagelados tienden a estar presentes aquí en la primavera austral. Las diatomeas, una forma microscópica de algas, tienen caparazones de sílice y mucha clorofila que puede hacer que el agua parezca verde. Los cocolitóforos, que tienen placas calcáreas de carbonato de calcio (cocolitos) que reflejan la luz y hacen que el agua parezca azul brillante, tienden a aparecer en verano.

La floración de cocolitóforos que surge cada año frente a la Patagonia es parte del llamado Gran Cinturón de Calcita. Se cree que la región, que se extiende alrededor del planeta en las aguas del sur, desempeña un papel importante en el ciclo del carbono del planeta.

Los distintos colores visibles en la imagen probablemente reflejan una mezcla de comunidades de fitoplancton. Las proporciones de estas comunidades cambian a lo largo de los meses de floración en función de la disponibilidad de nutrientes y otros factores ambientales.

El fitoplancton es la principal fuente de alimento para el zooplancton, los mariscos, los peces y las criaturas marinas de mayor tamaño. Con sus intensas floraciones de fitoplancton, la zona que rodea la plataforma continental patagónica sustenta una rica diversidad acuática y una vasta pesca.

El fitoplancton es el responsable del 50% de la producción del oxígeno en el planeta.

Conclusión

Las intensas floraciones de fitoplancton en el Frente de la Plataforma Patagónica en el sudoeste del Océano Atlántico (35 °S–55 °S) son responsables de hacer de este gran ecosistema marino uno de los más productivos y ricos en recursos y biodiversidad de los mares globales.

El frente de la plataforma continental patagónico es un foco de vida marina vulnerable, con pesquerías asociadas y un uso intensivo por parte de aves y mamíferos marinos incluidas especies carismáticas de pingüinos, albatros, focas y ballenas.

El calentamiento global forzado por el hombre, pero también el conflicto de soberanía sobre el Archipiélago de las Malvinas, plantean desafíos considerables sobre el impacto de las pesquerías realizadas por flotas de países distantes sobre la biodiversidad.

Fuente NASA/AAPN

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2025 Año Internacional de la Conservación de los Glaciares

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Las Naciones Unidas han designado “2025 Año Internacional de la Conservación de los Glaciares” para destacar la importancia fundamental que desempeñan las regiones montañosas como fuente clave de agua dulce y servicios ecosistémicos a escala mundial

la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), pretenden dar prioridad en la opinión pública mundial sobre el papel fundamental de los glaciares, la nieve y el hielo en el sistema climático y el ciclo hidrológico, así como sobre las repercusiones económicas, sociales y medioambientales de los cambios inminentes en la criosfera de la Tierra (partes de la superficie de la Tierra donde el agua se encuentra en estado sólido, como el hielo de mares, ríos y lagos, glaciares, etc.).

Glaciares

Un glaciar es una gran acumulación de hielo y nieve, que se origina en la tierra. Los glaciares se encuentran en todos los continentes, excepto Australia. Existen en muchas regiones montañosas y alrededor de los bordes de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida.

Hay más de 275.000 glaciares en el mundo, que cubren una superficie de unos 700.000 km². Los glaciares se consideran importantes depósitos de agua, ya que almacenan unos 170 000 km³ de hielo, lo que equivale aproximadamente al 70% del agua dulce mundial. Aproximadamente el 2,1% de toda el agua de la Tierra está congelada en glaciares.

Los glaciares son cruciales para regular el clima mundial y suministrar agua dulce, esencial para miles de millones de personas. Sin embargo, debido al el calentamiento global  un aspecto del cambio climático global, impulsado principalmente por las actividades humanas desde el siglo XIX, los glaciares se están derritiendo rápidamente.

Los glaciares son particularmente sensibles a los cambios en el clima y son indicadores muy visibles del calentamiento climático.

Retroceso de los glaciares

Desde mediados del siglo XIX, los glaciares están retrocediendo y reduciendo su espesor en todo el mundo a un ritmo sin precedentes, alterando los ecosistemas, transformando los paisajes y el mundo tal como lo conocemos.

A medida que el mundo se calienta rápidamente debido al aumento de las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero, han ido retrocediendo a un ritmo acelerado.

Sabemos que los glaciares se están reduciendo gracias a la repetición de fotografías y el análisis de imágenes satelitales que proporcionan evidencia de la pérdida de glaciares en términos de forma y área.

Argentina

La Argentina se distingue a nivel internacional por ser el primer país en sancionar una ley específica para preservar los glaciares y el ambiente periglacial. En 2010, el Congreso de la Nación aprobó por Ley N° 26.639/2010 el “Régimen de Presupuestos Mínimos para la Preservación de los Glaciares y del Ambiente Periglacial” (Ley de Glaciares).

El objetivo primordial de la Ley es “preservarlos como reservas estratégicas de recursos hídricos para el consumo humano; para la agricultura y como proveedores de agua para la recarga de cuencas hidrográficas; para la protección de la biodiversidad; como fuente de información científica y como atractivo turístico” (artículo 1).

La medida central de protección es declararlos bienes de carácter público y por lo tanto fuera del comercio; prohibiendo además “…las actividades que puedan afectar su condición natural o las funciones señaladas en el artículo 1º…” (Artículo 6°). Dentro de las actividades prohibidas se enuncian: a) la liberación, dispersión o disposición de sustancias o elementos contaminantes, productos químicos o residuos de cualquier naturaleza o volumen. Se incluyen en dicha restricción aquellas que se desarrollen en el ambiente periglacial; b) la construcción de obras de arquitectura o infraestructura con excepción de aquellas necesarias para la investigación científica y las prevenciones de riesgos; c) la exploración y explotación minera e hidrocarburífera. Se incluyen en dicha restricción aquellas que se desarrollen en el ambiente periglacial; y d) la instalación de industrias o desarrollo de obras o actividades industriales.

Para el caso de ambientes glaciares y/o periglaciares en Parques Nacionales, la autoridad competente es la Administración de Parques Nacionales (APN) según lo previsto en la Ley 22.351. El carácter de órgano competente implica un involucramiento directo en las regulaciones y control de las actividades que se desarrollen dentro de los Parques Nacionales que cuenten con este tipo de reservas hídricas.

Los glaciares se encuentran al oeste del país y se distribuyen a lo largo de aproximadamente 3.500 km en la Cordillera de los Andes, están presentes en 12 provincias y 39 cuencas hídricas.

En Argentina los glaciares y otras crioformas cumplen un papel trascendente en el desarrollo regional y don componentes emblemáticos del patrimonio ambiental de la Cordillera de los Andes., según el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLIA).

“Los glaciares contribuyen de múltiples maneras al bienestar de las personas. Aportan agua para el consumo humano, para el sostenimiento de la biodiversidad y para las actividades productivas. Forman parte del patrimonio natural y cultural de la humanidad, resultan de interés para estudios científicos y, en ocasiones, son también atractivos turísticos que potencian economías regionales”.

“En los Andes, la Argentina posee un sistema hidrológico de montaña reconocido como una reserva estratégica de agua de la que dependen muchas economías del oeste del territorio, principalmente agrícolas”.

El Dr. Sebastián Crespo informa que” la crisis hídrica en los Andes centrales es provocada por la disminución de las precipitaciones y aumento de temperaturas que generan retrocesos de glaciares, exigen medidas de adaptación. Mi visión es que la adaptación al cambio climático es centralmente cultural”.

“Cuando en breve la sociedad entienda más cabalmente la gravedad del cambio climático, donde uno de los componentes centralmente afectados es la disponibilidad del agua, un recurso vital en riesgo en los Andes Centrales, demandará aún más que los tomadores de decisión no intenten flexibilizar la legislación y también que escuchen más a la ciencia para la toma de decisiones”.

Inventario

Según el inventario del IANIGLIA se estableció, por primera vez, la magnitud del área englazada de la Argentina: 16.968 cuerpos de hielo que ocupan una superficie de 8.484 km2 a lo largo de más de 5.000 km de extensión, desde Jujuy a Tierra del Fuego e islas del Atlántico Sur.

Los 6 glaciares de descarga del Campo de Hielo Sur que drenan hacia la Cuenca del Río Santa Cruz representan el 70 % del volumen de hielo del país.

No olvidemos que los glaciares son vienen comunes no renovables, es decir, una vez que se pierde su masa es imposible de ser recuperada.

Conclusión

Conocer es fundamental para proteger las reservas estratégicas de agua dulce.

Los glaciares dependen de nosotros y nosotros de ellos. Su preservación es una responsabilidad de la cual como país no podemos escapar ni eludir.

Todo lo que ocurra en el entorno glacial influirá directa e ineludiblemente en los glaciares, y esto afectará a la población “aguas abajo”.

Los glaciares son un bien nacional de uso público, y no inapropiables o concesionables, porque no hay planeta B.

No proteger a los glaciares debidamente implica no estar entendiendo la magnitud de los efectos del calentamiento global.

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