Paola Czerevin

De Europa a Misiones: La Farigola un tributo a la cocina misionera

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Después de varios años en el extrajero, Maura Fuchs, una experta culinaria, decidió volver a Misiones, tierra donde la hospitalidad es virtud que se practica con amor y dedicación. La yerba mate, un tesoro cultural, que se disfruta sin cesar. Y la gastronomía, un deleite para el paladar. Dejó atrás la exuberante Europa para instalarse en la armonía y perfección que se unen al entorno natural. 

Fuchs se graduó en Buenos Aires como Técnica de Administración Gastronómica, posteriormente realizó unas pasantías y un voluntariado en Andorra, país donde conoció a su esposo Alejo Nucci, con quien formó una familia. 

Ambos argentinos, ella de Misiones y él de Bariloche, 12 años después de su estadía en Europa tenían el anhelo de volver a su tierra natal y construir una vida. “Siempre la idea mía era volver, nunca estuvo en mi imaginación tener un restaurante allá”, expresó Fuchs a Economis

Ya en suelo argentino en la ciudad de Oberá en el 2013 inauguraron su primer restaurante La Farigola, donde ofrecen una cocina fusión que invita a los comensales a disfrutar de platos frescos y de calidad con productos locales como así también una carta variada. El pescado de río es el protagonista indiscutible. 

Once años de trayectoria en el rubro, con varios proyectos exitosos y consciente de la riqueza natural que los rodea, Maura decidió apostar por un nuevo sueño e invirtió en un local tributo a la cocina misionera con productos cien por ciento regionales y autóctonos. El 13 de junio de 2024 inauguró La Farigola Mbeju con el objetivo único de reflejar la rica tradición culinaria de Misiones.

“La idea siempre fue que hubiera productos locales pero más gourmet”

Este es el cuarto negocio que Maura y Alejo logran concretar. La Farigola Mbeju, se suma al restaurante ya consolidado en la región, así como a La Farigola Express que ofrece viandas saludables para el mediodía de lunes a viernes, y al Bonus Track que es llevar la cocina misionera a eventos y ofrecer un servicio exclusivo que les permite trabajar con un público mucho más amplio. “En tiempos libres o de menos trabajo, fueron surgiendo otros negocios”. 

Ante la constante interrogante ¿por qué dejar Europa y volver a Misiones? Maura, se define como una mujer que no le convence el confort de lo rutinario, sino alguien a la que le gusta la adrenalina, que busca revalorizar la gastronomía misionera  y los productos de la zona. 

“Cuando se vive lejos uno empieza a ver el verdadero valor que tiene la tierra, nuestra provincia nos da frutas, mandioca, una gran variedad de alimentos con lo que podemos hacer tantos platos, que en el resto del mundo son productos de élite, y acá no sabemos apreciar”, expresó.  

La profesional señaló que los años que estuvo fuera de Argentina, viajó, trabajó, aprendió y conoció diferentes culturas lo que le permitió crecer profesionalmente como así también definir su rumbo. “Vivir experiencias abre mucho la mente para  saber qué es lo que uno quiere y cómo lo quiere. Veía desde afuera que en Perú y en otras provincias está mucho más arraigada las costumbres y los productos, mientras que en Misiones no se le da el valor tan importante que tiene”.

En este sentido, la carismática chef sostuvo que La Farigola, que en Catalan significa tomillo, tuvo sus dificultades al comienzo, como todo. “Oberá no es una ciudad turística, resultó difícil que la población entendiera el concepto que buscaba expresar”. 

Sin embargo a pesar de los vaivenes el negocio familiar sigue creciendo y fortaleciendo sus raíces desde hace más de una década, y aunque tener un local netamente de productos regionales, es aún más complicado, no fue impedimento para concretar la idea e implantar el concepto de revalorizar lo regional.

El nuevo local ofrece platos típicos como,  reviro, mate cocido quemado, una carta de mbeju dulces y salados, pizzas caseras, postres de frutas de estación, un verdadero festín. Además de una novedosa carta de té, que refleja el interés de la propietaria por hacer énfasis en un producto local que no tiene la visibilidad que merece. “Trabajamos mucho con el té, brindamos la posibilidad de conocer la propuesta no solo en infusión sino también en postres y salsas”. 

En tanto la decoración está ambientada con diseño local, las lámparas son de la aldea mbya. “Son muchos conceptos en un mismo lugar con el fin de que tanto locales como visitantes de otros puntos de la provincia y el país puedan ver y probar algo de Misiones”.

“No es una franquicia es un producto muy cuidado en el que trabajamos toda la familia, es nuestra forma de vida. Cuidamos o tratamos de cuidar mucho cada detalle, de estar y que la gente se sienta muy cómoda como en casa cuando viene. No es un lugar donde te vas a encontrar con unas tortas enormes de chocolate, pero sí con una tarta riquísima de rosella”, dijo la profesional. 

La Farigola además de apostar por la identidad misionera, representa también una oportunidad para los productores y artesanos de la zona, que comercializan sus productos para la cadena. “Compramos la materia prima de la feria franca o directamente de la chacra de los alrededores, hay mucha gente que tienen productos excelentes y no tienen lugares para vender”.

En cuanto al crecimiento del turismo, dijo que la provincia es relativamente nueva en las ofertas internas, por lo que motivó a que los misioneros deben ayudar a dar a conocer el interior, más allá de las Cataratas y Posadas que son lugares consolidados. 

“Misiones tiene saltos, tiene la ruta de la yerba, la ruta del té,  muchos lugares para ofrecer distintas experiencias. No todos tienen la posibilidad de ir a Iguazú, sino que se van a recorrer los alrededores y ahí debemos tener una oferta distinta. Hay que arriesgarse a hacer proyectos para que crezcan, porque es muy fácil criticar desde afuera, criticamos más de lo que hacemos”, argumentó. 

Fuchs sostuvo que la visión a futuro es seguir creciendo, buscar diferentes oportunidades, para que las personas que visiten el lugar tengan la oportunidad de probar otro tipo de comida que no sea pizza o hamburguesa, sino productos autóctonos, con el objetivo de mejorar y ofrecer un servicio de excelencia. 

Entre risas afirmó que aunque para su esposo los sueños tienen que parar, en su imaginación siempre hay cosas abiertas, como un mbeju decorado o un local en otro lugar “Podría ser uno en Andorra para viajar cada 6 meses como así sueño. En Buenos Aires, podría decirlo en Bariloche o tal vez solo nos quedemos con esto y sigamos apostando en la provincia”.

Instagram: @lafarigolambeju

                  @lafarigolarestaurante

                  @lafarigolaexpress

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Montecarlo Citrus: legado, innovación y el desafío de reinventar la yerba mate

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La industria de la yerba mate atraviesa un proceso de profunda transformación. Nuevas marcas, productos y formas de consumo están ampliando los horizontes de un mercado históricamente anclado en la tradición. Desde los paquetes clásicos hasta las presentaciones más artesanales, el mate sigue conquistando paladares, pero también se reinventa con propuestas que apuntan tanto al consumo local como a la exportación.

Entre esas iniciativas disruptivas, un nombre resuena con fuerza desde Misiones: Montecarlo Citrus. Fundada por Prin Álvaro a fines de los años 60, esta empresa familiar comenzó industrializando frutas cítricas y hoy es pionera en la producción de té y yerba mate soluble. Un giro que combina historia, ciencia y visión de futuro.

Del citrus al mate: una historia de intuición y pionerismo

Todo comenzó a orillas del Paraná, en la localidad de Montecarlo. Allí, Prin Álvaro montó una fábrica dedicada a procesar frutas cítricas para transformarlas en jugos concentrados y aceites esenciales. En pleno auge exportador, la firma se consolidó como un actor destacado. Pero a mediados de los 80, tras el declive del negocio citrícola, Álvaro vislumbró otra oportunidad.

Durante un viaje al norte de Estados Unidos, observó el crecimiento del consumo de té frío listo para beber. Entonces decidió apostar por productos que en Misiones tienen arraigo profundo: la yerba mate y el té negro. Así nació la línea de infusiones solubles, un desarrollo adelantado a su tiempo.

“La ciudad está linda, pero no enamora”, decía él. Y quizás con esa misma lógica decidió encarar un proyecto industrial que transformara la forma de consumir el mate.

Hoy, Montecarlo Citrus está en manos de la tercera generación. Matías Álvaro, nieto del fundador, cuenta que el legado se mantiene firme. “Mi abuelo falleció en 2003 y mi papá, Alfredo Álvaro, continuó con el trabajo. Hace diez años nos sumamos con mi hermano Martín, que como ingeniero impulsó una investigación más profunda sobre el producto. Yo me ocupo de la logística desde Buenos Aires”, explica en diálogo con Economis.

La marca bajo la cual desarrollan los productos solubles es KLM, sigla heredada del abuelo, resignificada como Kingdom Lift Misiones, o “reinado de hojas”, una metáfora del poder de la naturaleza misionera.

¿Qué es la yerba mate soluble?

A simple vista, podría confundirse con el mate cocido tradicional, pero es otra cosa. “Es como un café instantáneo, pero de yerba mate o de té negro”, señala Matías. Solo basta una cucharadita del polvo en agua caliente o fría para obtener una bebida de sabor intenso, sin conservantes ni agregados. El producto se disuelve por completo y tiene un altísimo rendimiento: un paquete de 100 gramos rinde 100 tazas.

El proceso de producción es complejo: la yerba mate (canchada y estacionada) se somete a una extracción acuosa, similar a preparar un “mate cocido gigante”. Luego se descartan los sólidos, se filtra el líquido, se concentra y se seca mediante tecnología spray dry, todo en condiciones de baja temperatura y vacío para preservar sus propiedades nutricionales.

“El resultado es un polvo con menos del 3% de humedad, sin aditivos ni agentes antiaglomerantes. Solo hoja, sabor y beneficios”, resume Álvaro.

Potencial de exportación

El mercado aún está en una etapa inicial, pero el interés crece. “Hoy se conoce poco, aunque genera mucha curiosidad. La mayor demanda viene de la industria alimenticia, que lo usa como materia prima”, comenta Matías.

Exportaciones ya hubo. A través de terceros, el producto llegó a Rusia, Australia, Chile y España. “Lo usan para hacer bebidas energéticas. La yerba tiene antioxidantes naturales y es ideal para eso”.

El fenómeno Messi también ayudó: “El mate se hizo global gracias a él. Es la persona más reconocida del mundo y lo toma con naturalidad. Eso nos abre puertas”.

En Argentina, el producto está disponible en dietéticas y algunos puntos de venta, pero la meta es ingresar a las grandes cadenas. “Desde nuestro depósito en Buenos Aires distribuimos a todo el país. En Misiones también usamos la planta como centro logístico”.

Desarrollar este tipo de producto exige inversión. “No es comparable con un paquete tradicional de yerba. Acá, 100 gramos rinden como un kilo, por eso la ecuación precio-rendimiento es muy buena”, sostiene.

También se requiere tiempo. “La aceptación lleva su proceso, pero tenemos fe. Su versatilidad permite usarlo en alimentos, bebidas, repostería… Lo estamos comunicando en redes y ferias para que se conozca más”.

Montecarlo Citrus no es solo yerba. En su interior conviven tres líneas productivas: la citrícola, una pequeña licorería y la de infusiones solubles. Además, industrializa frutas para terceros, como Baggio SRL, y participa regularmente en ferias como Caminos y Sabores, la Feria Internacional de Turismo o la reciente Expo APRA en Brasil, donde recibieron elogios.

“Muchas veces participamos con apoyo del Ministerio de Industria de Misiones, que nos facilita espacios. Es clave para dar a conocer lo que hacemos”, valora Matías.

Más allá del posicionamiento comercial, hay un impacto territorial. “Compramos materia prima a productores yerbateros y tealeros locales. A medida que crece la producción, crece el empleo”.

Para los Álvaro, continuar con el proyecto iniciado por el abuelo no es solo una empresa, es un legado afectivo. “Es un orgullo seguir este sueño. En su momento, era casi un invento. Y hoy, con corazón y trabajo, lo estamos llevando adelante como tercera generación”.

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Gustavo Samuelian y el regreso de Flecha: de ícono popular a símbolo de calidad

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En un rincón del mapa de la industria nacional, donde la memoria se entrelaza con la lona y el caucho, Gustavo Samuelian encarna una de las recuperaciones más singulares del diseño argentino. Con 55 años y más de tres décadas en el rubro de la moda, se propuso lo que para muchos era imposible: revivir Flecha, la primera marca de zapatillas de lona de la Argentina.

“Yo trabajo desde muy chico, empecé a los 15 en el rubro comercial y a los 18 entré en la industria de la ropa”, cuenta Samuelian, con una naturalidad que refleja su recorrido a pulso. Fue encargado, vendedor, gerente, hasta que en 2005 fundó Bolivia, la marca de indumentaria que le dio identidad a un público joven con gusto por la estética retro y urbana. “Fue la primera vez que emprendí algo propio, después de haber trabajado para otros. La inventé yo, hacía los diseños, la estética… Bolivia era mi alma”.

Pero desde hace un tiempo, su obsesión tenía nombre propio: Flecha. La marca nacida en 1962, que protagonizó una época dorada de la industria nacional y llegó a fabricar 28 millones de pares en un solo año -1978, el del Mundial-, había caído en el olvido tras sucesivos intentos fallidos de relanzamiento. “Yo siempre tuve fascinación por Flecha. La propuse mil veces. En un momento, Alpargatas me dio bola y empecé a diseñar una colección, pero en el medio se disolvió la empresa. Entonces aproveché la oportunidad y compré la marca”.

Una marca con historia… y con peso

Samuelian entiende mejor que nadie el valor simbólico de una marca con pasado. “Flecha tiene a favor su historia, pero también en contra. Porque mucha gente la recuerda como una zapatilla barata, que se usaba porque no había otra cosa”, reflexiona. 

El desafío fue, entonces, conservar la forma y el diseño que la convirtió en ícono, pero actualizando su tecnología. “La nueva Flecha es vulcanizada, como las Converse o las Vans. Nada que ver con las de antes que eran de PVC inyectado. Esto tiene otra calidad, otro confort”.

Las nuevas Flecha se fabrican en la histórica planta de Topper en Aguilares, Tucumán. “Ahí mismo se hacían las viejas Flecha. Hay gente que todavía trabaja y que tiene mucho cariño por la marca. Cuando vamos, se siente una conexión muy fuerte. Somos como primos hermanos con Topper”.

Industria nacional en tiempos de importaciones récord

A contramano de la tendencia global de tercerizar en Asia, Samuelian eligió fabricar 100% en Argentina. “Podría hacerlas más baratas en Brasil o en Oriente. Pero Flecha es la marca de zapatillas argentina, y tenía que hacerse acá. Aunque cueste más”.

Esa decisión va a contracorriente del contexto actual. Según datos del centro de estudios Fundar, las prendas importadas representaban el 7,5% del mercado argentino en 2022, y en apenas dos años duplicaron su participación: hoy abarcan cerca del 15%. La Fundación Pro Tejer eleva aún más el diagnóstico: si se suma indumentaria, telas e hilados, las importaciones ya rozan el 50% del mercado textil nacional.

La situación se volvió crítica en los primeros dos meses de 2025, cuando las importaciones de ropa aumentaron más del 135% en comparación con el mismo período del año anterior. Entre enero y febrero ingresaron al país 23,3 millones de prendas por un valor de 90 millones de dólares, frente a los 10 millones de unidades por 61,2 millones de dólares del mismo lapso de 2024.

“La industria textil está muy golpeada. A veces te llaman y te dicen: ‘La remera que me hacés a 10.000, la traigo a 4.000’. Entonces dejan de fabricar acá, y el taller cierra. No pido que nos regalen nada, pero sí que haya condiciones para competir con justicia”, advierte Samuelian.

Del recuerdo al futuro

En 2023 Flecha comenzó a insertarse en el mercado, con un crecimiento sostenido en varias provincias: Córdoba, Santa Fe, Tucumán, Salta, Buenos Aires, CABA… y pronto, también Misiones. “Queremos estar en todo el país. Y después Uruguay, Chile, Paraguay, México, Europa, Japón. El sueño es que Flecha vuelva a ser grande, pero a nivel global”.

Más allá de las zapatillas, Samuelian ya trabaja en una línea de indumentaria con la marca. “Es algo que Flecha nunca tuvo, así que es otro desafío. Como hacen todas las marcas grandes hoy: zapatillas y ropa”.

En el fondo, Gustavo Samuelian no está vendiendo zapatillas. Está vendiendo identidad. Una marca que supo acompañar generaciones y que ahora vuelve, no como un mero revival, sino como un gesto de reconstrucción.

“Flecha es historia, es Argentina, y es calidad. Mi sueño es que esté en todos lados, pero sin perder lo que la hace única: que nació acá, entre telares, máquinas de coser y mucho trabajo”.

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Tacuapí Lodge: dos décadas de turismo de naturaleza

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Enclavado en el corazón de las Sierras Centrales, sobre el Corredor Verde de Misiones, Tacuapí Lodge cumple 20 años como referente pionero del turismo sustentable en la región. Rodeado por 100 hectáreas de selva preservada y con un modelo de ocupación pensado para generar el menor impacto ambiental posible, este refugio natural conjuga experiencia, conservación y confort en estado puro.

A diferencia del turismo convencional, Tacuapí ofrece una experiencia profundamente conectada con el entorno. Sus cabañas —distribuidas con un promedio de entre 4 y 5 hectáreas por persona alojada— brindan privacidad, silencio y armonía con la naturaleza. Para celebrar sus dos décadas, el lodge ya prepara promociones especiales y descuentos de hasta el 20% para el próximo mes de agosto.

La historia comenzó en 2004, cuando Julio Benítez y su esposa Alejandra, ambos viajeros apasionados por la naturaleza, decidieron fundar un espacio de alojamiento que fuera coherente con sus ideales. Tras recorrer en travesía 4×4 destinos como Moconá, Iberá, Iguazú, el Pantanal y Machu Picchu, sintieron que era hora de crear algo propio, sin cruzar el continente: un lugar auténtico, en plena selva misionera.

“En los años 90, Misiones no ofrecía alojamientos verdaderamente inmersos en la naturaleza. Había hoteles en los pueblos, pero nada que te permitiera vivir la selva desde adentro”, recuerda Julio. Ese vacío fue el germen de un proyecto que con el tiempo se convirtió en una empresa familiar con identidad y misión clara.

Tacuapí Lodge abrió sus puertas en 2006, tras un año de construcción lleno de desafíos. Hoy, no es solo un emprendimiento turístico, sino una propuesta de vida que sus hijos también abrazaron. En 2008, su singularidad atrajo a una productora alemana que filmó allí un reality show, y desde entonces sigue siendo elegido por productores audiovisuales que buscan escenarios selváticos reales y accesibles.

El reconocimiento llegó también en 2015, con la certificación en Turismo Sustentable otorgada por Rainforest Alliance, un hito que validó su compromiso con el ambiente y la comunidad. Para alcanzarla, Tacuapí debió cumplir exigentes criterios: gestión de residuos, control de huella de carbono, vinculación con comunidades aborígenes y proveedores locales, formalización laboral y cumplimiento de todas las normativas fiscales.

“No se trata solo de estar en un lugar lindo. Hacer turismo sustentable exige mucho más: implica responsabilidad, inversión continua y un enfoque empresarial serio”, subraya Benítez. De hecho, buena parte del personal que integra su equipo fue formado localmente, con énfasis en valores, sostenibilidad y adaptación al entorno.

“Prefiero contratar a personas de la zona. Tienen sabiduría natural: saben leer el clima, entienden el ritmo del monte. Un chef local conoce los productos y sus ciclos; un guía nativo interpreta la selva de otro modo. Esa experiencia es irremplazable”, dice.

Además de generar empleo directo, el lodge también impulsa el desarrollo de la economía local a través de alianzas con pequeños productores, mujeres emprendedoras que brindan servicios como lavandería externa —una opción elegida para reducir el uso de productos contaminantes dentro de la reserva— y proveedores de insumos regionales para su restaurante.

Las propuestas para los visitantes van desde senderismo interpretativo, rappel, cascadas y avistaje de aves, hasta viajes 4×4 a destinos como Machu Picchu o el Pantanal, siempre con seguros para pasajeros y empleados, y bajo un marco de seguridad responsable.

Tacuapí también forma parte de la Ruta de las Aves, un circuito que en los últimos años ganó notoriedad, aunque ornitólogos de Alemania, Holanda y Francia ya visitaban el lodge hace más de una década. “Tenemos reservas todos los años de turistas extranjeros que vienen a observar especies específicas. La selva preservada y los registros en blogs especializados nos posicionan entre los mejores destinos para birdwatching”, apunta Julio.

A pesar del reconocimiento, señala que en Argentina aún se confunden conceptos. “Muchas veces se cree que un lodge es simplemente una cabaña más. Pero no. Un lodge es un refugio inmerso en un entorno natural, lejos de la ciudad, con servicios de alto nivel y una filosofía de sustentabilidad real. Y eso tiene un costo”, advierte.

La diferencia de Tacuapí está a la vista: cabañas construidas con maderas implantadas y nativas, diseño respetuoso del ecosistema, alimentación regional de estación, visitas a comunidades originarias, agua potable con bajo contenido de cloro, energía, internet, aire acondicionado, calefacción, piscina con jacuzzi… Todo esto en medio de una selva viva y protegida.

“Cuando logramos la certificación de Rainforest Alliance supimos que íbamos en la dirección correcta. El mundo pide esto: naturaleza, autenticidad y responsabilidad”, concluye.

Hoy, con las hectáreas propias y alianzas con vecinos de Alemania e Italia que también preservan sus tierras, Tacuapí Lodge es un escudo contra el avance de la agricultura intensiva, los desmontes y la caza furtiva. Es, en definitiva, un ejemplo de que es posible hacer turismo con conciencia, sin resignar confort ni belleza.


Contacto
🌐 Sitio web: www.tacuapi.com.ar
📸 Instagram: @TacuapiLodge
📞 Teléfonos: +54 3743 15501645 / 3743 422484

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Estancia Santa Inés, donde se abrazan la historia y el susurro del monte

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Aroma a hogar, a familia, a historia y a naturaleza. Eso se respira apenas uno ingresa a la Estancia Santa Inés. Fundada en 1903 por Pedro Núñez, esta antigua casa conserva intacta su originalidad, con una impronta única que cautiva tanto a locales como a visitantes extranjeros.

Visionario y de espíritu innovador, Pedro Núñez llegó desde España a la tierra colorada en 1887, con tan solo 21 años, tras finalizar sus estudios de teneduría de libros, lo que hoy sería contador. Fue pionero en la plantación de yerba mate en zonas rurales, y pronto comenzó a escribir su historia en la tierra que eligió como su lugar en el mundo. Sin embargo, hacia finales del siglo XIX, la yerba aún no se cultivaba de manera organizada.

Al desembarcar en Posadas, comenzó a trabajar en almacenes de ramos generales y en una compañía de vapores, y también se aventuraba río arriba a cosechar yerba silvestre. 

En un contexto donde se había perdido el secreto jesuita para germinar las semillas de yerba mate, Núñez siguió el consejo de su amigo Carlos Thays —el famoso botánico y paisajista—, quien le anticipó que en poco tiempo las plantaciones de yerba serían a gran escala. Fue entonces que compró a Narciso Chapo unas tierras ubicadas a 20 kilómetros de la capital misionera, a las que bautizó Estancia Santa Inés, en honor a su única hija mujer entre ocho hermanos.

La propiedad, de 16.000 hectáreas, fue adquirida específicamente para el cultivo de yerba mate a cielo abierto, desafiando creencias de la época e innovando con técnicas como el uso del “ponchito” para mantener la humedad en los plantines recién sembrados. Pero también se desarrollaban otras actividades: tambo, ganadería, arrozales, producción de tung y plantaciones de té.

Hoy, cuatro generaciones después, Lucía Pagliari -bisnieta del fundador– comparte con alegría y naturalidad la historia familiar, y el privilegio de formar parte de ese legado. Junto a su madre, Nanny Núñez, son las encargadas de recibir a los huéspedes con atención personalizada, haciendo que cada visita sea única. Su padre, Rubén Pagliari, se dedica al cultivo de la yerba.

Lucía es abogada, pero desde hace cinco años se dedica al turismo rural, una actividad que define como un disfrute constante. “Es un orgullo cultivar yerba mate, un producto que, a pesar de las crisis, está profundamente arraigado a nuestras raíces misioneras”, expresa.

“Cuando uno llega hoy a la Estancia, ve un poco de lo que era aquel entonces: los secaderos, los barbacuá, donde se hacía el secado, el estacionado y el proceso hasta el producto final”, relata Lucía.

Las casitas que hoy se ven al frente, en realidad eran la parte trasera de la casa. El verdadero frente da al actual patio de selva nativa, donde antiguamente pasaba un camino que conectaba Santo Tomé con Posadas. Esa era la ruta principal, que perdió protagonismo con el nuevo trazado.

Un turismo con alma

La apertura de la Estancia al turismo rural comenzó en 1997, impulsada por Nanny. La casa siempre estuvo muy habitada por amigos y familiares, y decidieron compartirla con el público. Inicialmente pensada para visitantes locales, la propuesta fue encontrando su público en el turismo extranjero, especialmente entre 1997 y 2020. Fue recién a partir de la pandemia que creció la demanda de visitantes misioneros y de otras provincias.

“Hoy tenemos un buen flujo de huéspedes tanto extranjeros como locales”, cuenta Lucía. “El turismo interno creció mucho; los misioneros empezamos a valorar lo que tenemos cerca”.

Visitantes de Francia, Inglaterra, Alemania, Suiza, Dinamarca, República Checa y Canadá llegan con reservas hechas con meses de anticipación. En cambio, el turismo interno se organiza más sobre la marcha, aprovechando programas de escapadas de un día.

Qué ofrece la Estancia

El alojamiento incluye distintas opciones: pensión completa con las cuatro comidas, media pensión o solo desayuno. Los programas de día completo incluyen desayuno, almuerzo, cena y tarde de té, y se complementan con paseos por senderos de monte, reconocimiento de flora y fauna nativa, recorridos por los yerbales, y avistaje de monos, los protagonistas más simpáticos del lugar.

Una vez al mes, organizan el encuentro de luna llena en la naturaleza, con una clase de yoga al atardecer, cena bajo las estrellas, fogón y brindis.

La pensión completa cuesta 120.000 pesos por persona. Una tarde de té, 22.000. “Son precios accesibles por la abundancia de comida y la exclusividad que se ofrece”, dice Lucía. “Nos interesa más un flujo continuo de huéspedes que disparar los precios”.

La casa se comparte, pero el objetivo es que cada huésped se sienta cómodo. Si hay niños, se los deja jugar libremente, y si hay espacio disponible, se prioriza el confort sobre la ocupación. “Queremos que el visitante se relaje, que se lleve una buena experiencia, más allá de llenarnos de huéspedes”, explica.

Recibir a los visitantes en la casa familiar de 1903, que conserva su mobiliario, decoración y pertenencias originales, es lo que le da identidad a la propuesta. “No hay muchas casas en Misiones que se conserven así. Invitamos no solo al turismo rural, sino a conocer nuestra historia, nuestra casa, y viajar un poco en el tiempo”.

Hoy, gran parte de las visitas llega por agencias de viaje o búsquedas online. El boca a boca también es clave, tanto en las redes sociales como en los medios locales, que permiten llegar a un público nuevo.

Además, la Estancia genera empleo. “Contamos con colaboradores que, en muchos casos, son hijos y nietos de quienes trabajaron aquí antes. Son esenciales. Sin ellos, sería imposible mantener este lugar”, destaca Lucía. “El equipo es misionero y está muy comprometido, conocen las historias, las comidas, las costumbres”.

Visión a futuro

“Seguir estando, seguir avanzando en la conservación, no solo de la casa, sino también de la fauna y la flora. Este pulmón verde guarda muchos animales, muchas especies. Es una gran responsabilidad mantenerlo, porque la casa exige mucho mantenimiento. Pero siempre queremos mejorar, en la atención y en todo lo que hacemos”.

“Viví toda mi infancia en la Estancia. Ver hoy lo que hacemos no me pesa: lo disfruto. Por supuesto que hay desafíos, pero tengo una familia que me apoya y acompaña. Lo vivo con gratitud. Es mi lugar en el mundo”, se emociona Lucía.

La Estancia Santa Inés guarda un legado que se mantiene vivo entre el tiempo, la memoria y la naturaleza. Aunque ya no cuenta con las 16.000 hectáreas originales, conserva parte de aquella historia que dejó huella en la región y en cada visitante que cruza su portal.

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