Bailó en la Cámara de Representantes, nunca pidió nada del Estado y por enseñar en los barrios rechazó “jugosas” ofertas laborales
A veces hay personas distintas, que parecen “químicamente puras” si cabe el término. Personas que anteponen el bien de los demás, al bienestar propio. Y en general son personas que lo hacen con hechos, no con palabras o manifestaciones por redes sociales. El posadeño Vicente Motta, de 25 años, es uno de estos ejemplos de solidaridad, humildad y también de superación personal.
Proveniente de una familia muy modesta, hace unos años aprendió a bailar hip-hop por internet, mirando videos en Youtube con la computadora que le dieron por el Conectar Igualdad. Como no tenía dinero, aprendió todo solo, mirando y copiando, fue un autodidacta que le puso mucho esfuerzo y dedicación.
Al tiempo lo invitaron a bailar en la Cámara de Representantes con su grupo “Relámpago Jackson”. Fue una escena pocas veces vista, en ese ámbito tan formal. Los chicos del barrio haciendo piruetas como Michael Jackson frente a los diputados de impecable traje que seguían tímidamente el paso de la música. Cuando terminó el baile, el presidente de la Cámara, Carlos Rovira lo felicitó y le preguntó si necesitaba algo.
Vicente podría haber dicho que le venía bien un espacio para dar sus clases o un cargo como profesor en alguna escuela o instituto dependiente del Estado. O tantas otras cosas. Pero él fue a la Cámara a ofrecer su danza sin pedir nada a cambio. Al contrario, quedó agradecido con la oportunidad.
Cuatro años después, Vicente sigue siendo el mismo chico humilde que ayuda a los demás sin pedir nada para él y dejó pasar otras oportunidades para progresar en lo personal porque tiene como meta ayudar a los demás. Esta mañana visitó la redacción de Economis trayendo pastelitos para vender. “Estoy contento porque pudimos juntar la plata y hoy partimos a Buenos Aires”, explicó.
Un grupo de chicos que no conocen Buenos Aires
Esa noche Vicente sale a Buenos Aires para participar de una exhibición en Tigre con 18 chicos del barrio, la mayoría no conoce Buenos Aires ni salió de la provincia. Y Vicente lo logró sin ayuda de nadie, vendiendo pollo, pastelitos, tortas, haciendo changas o presentaciones. Sus alumnos (de las chacras 181, 187 y 193) le dan una mano, porque la mayoría no tiene plata para costear el viaje. El tampoco pidió nada, sólo un cajón de pollo para poder vender.
En estos últimos años siguió mejorando en su danza y recibió muchas invitaciones para hacer giras, participar en capacitaciones o dar clases en academias. Fueron invitaciones que declinó con educación. “Es que me invitan a mí solo y yo a donde voy quiero llevar a los chicos”, explica.
Vicente podría haber puesto sus habilidades al servicio de su progreso económico. Pero por ahora, sigue apostando a ayudar a los chicos de los barrios, que casi no pueden pagar por sus clases. “Me conformo con que los padres los dejen venir y puedan permitir que sus hijos bailen, esta es una actividad que ayuda a los chicos a alejarse de muchas cosas malas”, señala.
Y se va contento a seguir vendiendo los últimos pastelitos que quedan. No le sobra un peso, todo lo que recaudó fue a parar al hotel de Buenos Aires donde se hospedarán estos chicos, que fue recibiendo transferencias por adelantado. Pagos de a 500 o 1000 pesos hasta completar la estadía.
Hay mucha gente que ayuda, pero hace de esa ayuda un trabajo bien pagado, como los empleados de una ONG o una Fundación o profesores de gimnasia que trabajan con chicos del barrio. Y no está mal, al contrario.
Hay gente que se la pasa hablando de ayudar a los pobres y publicando su solidaridad en las redes sociales, pero vive del Estado (es decir, de todos nosotros) en un cargo que le garantiza un buen pasar.
Y también está la gente como Vicente Motta, que ayuda a los demás y -pudiendo- no pide nada para él. Y lo hace con modestia, sin levantar la voz, sin hacerse “autombombo”. Contento con la forma de vida que eligió, poniendo primero al prójimo. Historias para destacar.