Celular en el aula: el 54% de los chicos admite distraerse con su uso en horario escolar

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El debate sobre el uso del celular en el aula volvió a ocupar el centro de la escena educativa. Varios colegios de Misiones -tanto de gestión pública como privada- adoptaron en los últimos meses una medida clara: prohibir el uso de teléfonos móviles durante las clases, salvo con fines pedagógicos y bajo la autorización del docente. La decisión, respaldada por el Servicio Provincial de Enseñanza Privada de Misiones (SPEPM), apunta a priorizar los objetivos formativos y restablecer un clima de aprendizaje basado en la atención, el diálogo y la participación activa.

El celular puede ser una herramienta valiosa, siempre y cuando su uso esté orientado al aprendizaje y se realice de forma responsable”, sostiene el SPEPM en su pronunciamiento, donde enfatiza que la escuela es, antes que nada, un espacio de comunicación educativa. El organismo advierte que el uso indiscriminado de los dispositivos se ha convertido en un factor de distracción que “afecta la concentración y el rendimiento académico de los estudiantes”, y subraya la necesidad del acompañamiento familiar para consolidar hábitos saludables de estudio y convivencia escolar.

Distracción récord y aprendizaje en riesgo

Los datos recientes del informe “Celular en la escuela: uso, distracción y aprendizajes” del Observatorio de Argentinos por la Educación son contundentes: el 54% de los estudiantes argentinos de 15 años declaró distraerse con el celular durante las clases, y otro 46% se distrae por el uso que hacen sus compañeros. Ambos porcentajes son los más altos entre los 80 países evaluados por la prueba PISAcelular aula.

Argentina también encabeza la lista regional en otro indicador preocupante: más de un tercio de los estudiantes (37,6%) nunca desactiva las notificaciones de redes sociales durante la clase, lo que los mantiene en un estado de atención fragmentada y exposición constante a estímulos externos. “Los países con mayores restricciones al uso del celular en la escuela tienden a registrar menores niveles de distracción”, concluye el estudio, que detectó una relación negativa entre la frecuencia del uso del dispositivo y el desempeño en Matemáticacelular aula.

En contraste, países como Japón, Corea del Sur y Macao (China), donde los celulares están limitados o directamente prohibidos en los establecimientos, exhiben los mejores rendimientos académicos y los índices más bajos de distracción.

Educar en la era digital, no renunciar al control

El informe, elaborado por las investigadoras Andrea Paula Goldin (CONICET – UTDT), María Sol Alzú y Leyre Sáenz Guillén, sostiene que el desafío no es excluir la tecnología del aula, sino regular su uso de modo que fortalezca la enseñanza. Goldin advierte que las pantallas activan mecanismos cerebrales que orientan la atención hacia estímulos cambiantes y ruidosos, lo que dificulta la concentración sostenida y puede aumentar la ansiedad y el aislamiento social de los adolescentescelular aula.

La evidencia respalda la posición de las instituciones que optan por restringir el uso libre del celular. El dato empírico muestra que el tiempo de exposición a las pantallas durante las clases está directamente asociado con una disminución del rendimiento. Pero el problema no es tecnológico, sino cultural: “el celular se volvió una extensión del cuerpo adolescente, un símbolo de identidad y pertenencia”, explica el informe, lo que hace más difícil establecer límites dentro del entorno escolar.

El SPEPM plantea que “la educación es una acción de comunicar”, y que los vínculos entre docentes y estudiantes deben priorizar el encuentro presencial, la escucha y la construcción colectiva del conocimiento. Por ello, apoya las decisiones institucionales que, con acuerdo de toda la comunidad educativa, delimitan el uso del celular únicamente a actividades con propósito didáctico y supervisadas.

El consenso con las familias es clave. En un contexto donde el 91% de los adolescentes argentinos posee un teléfono con acceso a internet, la responsabilidad del uso no puede recaer solo en la escuela. “El acompañamiento familiar es determinante para fortalecer la relación entre la escuela y el hogar”, remarca el organismo provincial.

Las aulas del siglo XXI no pueden ni deben renunciar a la tecnología, pero tampoco deben someterse a su lógica de inmediatez y dispersión. Los datos son claros: más control y menos distracción implican más aprendizaje. La prohibición del uso libre del celular no es un retroceso, sino una condición necesaria para recuperar la atención, la convivencia y el sentido pedagógico del espacio educativo.

La verdadera innovación educativa no pasa por tener más pantallas, sino por enseñar a usarlas con criterio, propósito y moderación. En ese equilibrio se juega buena parte del futuro de la educación argentina.

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