Colombia, una elección inédita con condimentos repetidos

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Por Marcelo Taborda, revista Mayo. Petro versus Hernández. El “exguerrillero” frente al “Trump tropical”. El economista, político y escritor que ha logrado abroquelar a la izquierda y llevarla hasta el umbral de la Casa de Nariño, contra el ingeniero y empresario de derecha que se autopromociona en las redes sociales como un outsider dispuesto a acabar con “la politiquería y la corrupción”. Son dos exalcaldes: el primero fue de Bogotá y el segundo de Bucaramanga. En extremos opuestos, ambos encarnaron el pasado 29 de mayo el voto del hartazgo por el viejo sistema de partidos y de fuerzas tradicionales del segundo país más poblado de Sudamérica.

Así se presenta en los medios el balotaje decisivo que el próximo 19 de junio animarán en Colombia Gustavo Petro, de 62 años y abanderado del Pacto Histórico, y Rodolfo Hernández, de 77 años y candidato por la Liga de Gobernantes Anticorrupción.

En la primera vuelta, Petro obtuvo una victoria clara pero insuficiente, al cosechar 8.527.768 votos, que representaron el 40,32% del total.

Hernández sorprendió a casi todos al lograr 5.953.200 sufragios (28,15%) que desplazaron al candidato oficialista Federico Gutiérrez, tercero con 5.058.010 votos y un 23,91% de preferencias, en el peor desempeño del llamado Centro Democrático que encarna hace años de manera orgánica al expresidente derechista Álvaro Uribe Vélez.

En cuarto lugar, con un 4,20% y 888.585 votos quedó relegado Sergio Fajardo, de la coalición Centro Esperanza, cuyos diferentes líderes anunciaron la libertad de acción de cada dirigente para hacer en el segundo turno lo que dicte su conciencia “a favor del país”.

Rompecabezas electoral

Los comportamientos posibles de los marginados del balotaje comenzaron a ser puestos bajo la lupa en la misma noche del 29 de mayo, cuando el escrutinio certificaba que la utopía del favorito Petro de llegar a presidente en el primer round era un deseo imposible de realizar. El sistema electoral colombiano de doble vuelta sólo proclama vencedor a quien obtiene al menos un voto más del 50%.

Con la legislación vigente en Argentina, al postulante del Pacto Histórico le hubieran bastado los más de 40% de sufragios y 12,17 puntos de diferencia sobre su rival más cercano para imponerse en primer turno y Petro sería a esta hora el presidente electo de Colombia.

Pero la implementación de balotajes puros como los que rigen en Colombia, Brasil, Bolivia, Uruguay o Chile, emulando al vigente en Francia, hacen muy difícil que alguien venza en primera vuelta y obligan a candidatos y fuerzas a establecer pactos y alianzas que a veces responden a afinidades ideológicas o programáticas, pero en muchas otras sólo persiguen el fin de doblegar al rival a cualquier precio.

Estas consideraciones no deben soslayarse a la hora de hacer números y cuentas sobre lo que puede acontecer en Colombia dentro de pocos días. Y es que si algo quedó claro tras los resultados de la primera vuelta es que la inmensa mayoría de los votantes colombianos apostó por cambiar las estructuras partidarias y de poder en el país. 

Tanto Petro, quien desde hace años batalla por abrir hacia la izquierda un esquema siempre usfructuado por conservadores y liberales de derecha, como Hernández, con su prédica tiktokera “antisistema”, capitalizaron el hartazgo ciudadano que poco más de un año atrás derivó en las protestas callejeras, el estallido social y una feroz represión que dejó más de 50 muertos y cientos de heridos.

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Paradojas y contrasentidos

La mayoría de quienes ganaron las calles contra el gobierno del uribista Iván Duque tras la fallida reforma tributaria que elevaba los precios de productos de primera necesidad y acentuaba la profunda brecha social de esta nación de unos 51 millones de habitantes, se encolumnaron detrás de la plataforma del Pacto Histórico y la candidatura de Petro.

Jóvenes, estudiantes y trabajadores que se manifestaron por una Colombia socialmente más justa y de menos privilegios, fueron las principales víctimas del Escuadrón Móvil Antidisturbios (el temible Esmad que uso Duque) en ciudades como Bogotá, Cali o Pereira. Seguramente ellos apostaron por cambiar de cuajo las estructuras que en el primer turno encarnaba “Fico” Gutiérrez y un “Centro Democrático” que, como su mentor Uribe, nunca fue plenamente ni lo uno ni lo otro.

El discurso y la trayectoria de Petro, ex miembro de la guerrilla del M-19, desmovilizada en los ’90, denunciante de los “falsos positivos” en los que militares colombianos en tiempos de Uribe abatían campesinos e indígenas a quienes vestían luego de insurgentes para ganar un ascenso en la fuerza, está en sintonía con los planteos y reivindicaciones de los movilizados de 2019 y 2021. La consigna de “no más de los mismos” parece abonada por el candidato y sus votantes.

La otra punta

No tan fácil es hallar coherencia en el discurso ni el electorado que puede encolumnarse detrás de Hernández, con chances ciertas de darle el triunfo en el balotaje del día 19.

Si bien los casi seis millones de sufragios logrados en la primera vuelta pueden atribuirse a sus pegadizas y simplistas consignas de campaña en contra de “la politiquería y la corrupción”, en las que incluyó a la derecha gobernante, este empresario -que hizo parte de su fortuna con la construcción de viviendas sociales-, sabe que allí están los votos que le faltan para llegar al poder.

“Cero alianzas, cero Uribe, cero Petro, cero todos… Mi única alianza es con el pueblo colombiano”, repitió Hernández como latiguillo de campaña.

“Yo creo que lo que pasa es que quieren votar en contra de Petro y votan a favor mío. Yo recibo esos votos pero no les cambio el discurso”, matizó días atrás el propio empresario, a poco de conocerse un par de encuestas que daban empate técnico entre él y el candidato izquierdista de cara al próximo balotaje.

No sería un escenario inédito pero sí un contrasentido, al menos en lo discursivo, que quien se jacta de enarbolar las banderas del cambio y el fin de un sistema político fustigado y corrupto acceda al poder gracias al apoyo crucial de aquellos a quienes denostó y situó en sus antípodas.

Para que la contradicción no fugue votos hacia el enemigo, algunos medios emblemáticos del establishment colombiano llevan días tratando de edulcorar la figura de Hernández ante el votante uribista. O bien intentan disimular el machismo o la misoginia destilada en campaña por el empresario, o bien buscan minimizar sus derrapes ideológicos con justificaciones tan insólitas como alegar que dispensar elogios a la figura de Adolf Hitler pensando que se trataba de Albert Einstein es un “leve desliz” (!) que le puede ocurrir a cualquiera…

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Campaña de miedo

Los focos se ponen en el histriónico ingeniero y recuerdan que aquél advirtió que pensaba apelar al estado de conmoción interior para gobernar por decreto, ya que su Liga de Gobernantes sólo conquistó dos bancas de la Cámara de Representantes. Mientras, a su rival le toca remar contra corriente.

Pese a ganar por clara diferencia el primer turno, Petro sabe que desde antes del 29 de mayo se viene gestando en Colombia una campaña de miedo en su contra.

“Hoy por hoy no se avizora un ganador claro del balotaje. Hernández fue hábil en apropiarse por ejemplo del discurso anticorrupción. Su estrategia de campaña se asienta en las redes sociales y rehúye de los debates políticos con Petro porque sabe que los perdería”, afirmó a Redacción Mayo desde Bogotá el periodista Wilson Cabrera.

Al igual que otros colegas de su país, este comunicador y politólogo cree que el factor “miedo” o las asociaciones que se hacen de Petro con Venezuela, las guerrillas o una reforma agraria, inciden en votantes conservadores. “Esa gente no vota tanto a favor de Rodolfo Hernández sino en contra de Gustavo Petro”, explica Cabrera, quien destaca que el candidato que ganó la primera vuelta busca ahora dar tranquilidad a quienes no lo votaron.

A su vez, muchos medios y encuestadores son parte de una campaña donde abundan las fake news y se multiplican las operaciones desde sectores que no están dispuestos a resignar su poder.

Fenómeno en la región

En un país donde la pandemia dejó 140 mil muertos y potenció las desigualdades y urgencias sociales el discurso antisistema gana adeptos y el equipo de campaña de Hernández ha sabido canalizar parte de ese voto bronca. En el fenómeno del “Trump colombiano” hay también componentes comunes con el de Jair Bolsonaro y su irrupción en Brasil; el del ultraderechista José Antonio Kast en Chile, y -tal vez- el del mediático Javier Milei en Argentina.

Lenguaje agresivo, mensaje de ruptura o promesas efectistas de difícil concreción; desconocimiento de cuestiones de género o de nuevos derechos; discursos de mano dura, apelaciones a invisibles derrames económicos, retracción del Estado a favor del mercado y muchas viejas recetas empaquetadas en los flamantes envoltorios de las nuevas tecnologías.

Tratándose de Colombia siempre hay que dejar margen para una sorpresa. Hace casi seis años, luego de que el entonces presidente Juan Manuel Santos firmara la paz con las Farc (la mayor guerrilla del continente), y pusiera fin a un conflicto de más de medio siglo y miles de víctimas, los votantes dieron en las urnas el triunfo a un No simbólico a esos acuerdos.

En pocos días más se sabrá si el electorado colombiano, cuya mitad se quedó en casa en lugar de votar el 29 de mayo, confirma su portazo contra el uribismo y lo que ha representado en los últimos años, o si -bajo las promesas de un anti-sistema- legitima en el poder real a los mismos de siempre.

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