“Cómo Cristo es formado en nosotros”

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El Pastor David Decena destaca en su mensaje semanal que aceptar a Cristo Jesús como Salvador y Señor de nuestra vida, solo es el inicio de un proceso de transformación, que tiene por fin una nueva manera de vivir y de comprender todo. 

“Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor…” (Efesios 4:1-7, 11-16 NVI). 

El fin de Cristo es que seamos salvos. Pero, el fin de la vida cristiana, es que Cristo sea formado en nosotros. Esto es, en otras palabras, que se desarrollen en nosotros los frutos de la vida de Cristo, que son los frutos de la salvación. Es más fácil acceder a la salvación, que cultivar los frutos de la misma. Porque, para hacerlo, Cristo Jesús debe crecer en nosotros. Qué Cristo Jesús deba crecer, significa que un día debió nacer. Pero, aceptarlo como Salvador y Señor de nuestra vida, solo es el inicio de un proceso de transformación, que tiene por fin una nueva manera de vivir y comprender todo. Lo desafiante de este proceso es desandar nuestra manera de vivir, que por tanto tiempo ató y limitó el desarrollo de nuestra vida espiritual. En Cristo somos nuevas criaturas, pero que Él tenga que crecer en nosotros significa qué debemos aprender a caminar como nuevas criaturas, y en este proceso, nuestra actitud y nuestras decisiones importan mucho. 

El Pastor David Decena resaltó algunos consejos que brindó el apóstol Pablo en Efesios 4, para que Cristo sea formado en nosotros, y podamos seguir creciendo hasta su estatura y plenitud. 

1-Vivir a la altura del llamado: 

El apóstol Pablo arranca el capítulo 4 de Efesios mostrándole a la iglesia la importancia de vivir a la altura del llamado que recibieron (vs. 1 y 2). 

Nuestro llamado ni siquiera tiene que ver con una tarea específica en la iglesia local, sino más bien en la comprensión de que Dios nos amó primero y envió a su Hijo Jesús a morir por mí. 

En palabras del apóstol: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí” (Gálatas 2:20 NVI).

Podemos vivir a la altura de nuestro llamado cuando aceptamos que ya no vivimos nosotros, sino que hemos muerto para que Cristo viva y crezca en nuestro ser. Responder al llamado tiene que ver con responder al amor y la entrega de Jesús, con amor y entrega. 

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Esto es lo que el vs. 3 describe: humildad, amabilidad, paciencia, tolerancia, amor. Todos los atributos que nacen porque estamos a la altura de nuestro llamado, y por lo tanto Cristo mismo puede crecer en nosotros. 

Si vemos con detalle, esta descripción va en paralelo a lo que Pablo llama en Gálatas 5 el “fruto del Espíritu”. Que, en otras palabras, es el carácter de Cristo Jesús que dijo “muchos son los llamados, pero pocos los escogidos” (Mateo 22:14). 

Esto significa que aquello que nos diferencia a unos de otros es la respuesta que damos a nuestro llamado. Pocos son los escogidos porque pocos responden a su llamado con dignidad. Cuando vivimos a la altura de nuestro llamado, Cristo crece en nosotros, y esto se evidencia en nuestro carácter. Porque somos transformados a su imagen. Nuestro corazón se va tornando similar a Su corazón. 

2-Amar a la iglesia local: 

El apóstol Pablo remarca el valor de la iglesia local en esta sección (vs. 3). Su llamado a la unidad no es al azar. Porque, cuando amamos a la iglesia local, algo en nosotros comienza a cambiar. 

La iglesia no es cualquier institución. Más bien es un organismo espiritual vivo, que es parte del mismísimo Cristo Jesús: “Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por ustedes, y voy completando en mí mismo lo que falta de las aflicciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la iglesia” (Colosenses 1:24 NVI). 

Pablo mostraba su amor por la iglesia local en su disposición de sufrir por ella. La iglesia es el cuerpo mismo de Cristo, y cuando la amamos y apostamos por ella, sucede lo que el apóstol dijo en los vs. 15 y 16: Como Cristo es la cabeza, nosotros podemos crecer, y todo el cuerpo crece. Por lo tanto, siendo parte del cuerpo, somos parte de Cristo mismo, y de este modo Él sigue siendo formado en nosotros. 

No cedamos ante la mentira que quiere llevarnos a pensar que es posible tener una relación con Dios quedando fuera de la iglesia. Bíblicamente esto no existe. Y lo digo con énfasis porque hoy en día es de lo más común escuchar a personas que creen el siguiente verso: “Yo no me congrego, porque sigo teniendo una relación con Dios”. ¿Cómo van a poder ver a Dios (que tan solo puede ser visto por medio de Cristo) sino es a través de su cuerpo, la iglesia? 

Entonces, cultivemos un amor profundo por la iglesia local en la que Dios nos plantó. Esa comunidad de fe nos puede parecer imperfecta, y en efecto lo es, porque todos somos imperfectos. Pero fue el diseño que Dios hizo para que nosotros crezcamos hasta la estatura de Cristo y cumplamos su voluntad sobre la tierra. 

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3-Valorar el rol de los líderes espirituales: 

En los vs. 11 y 12 el apóstol Pablo llama la atención sobre el equipo formativo que tiene la iglesia: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Esto es un diseño de equipo, que fue puesto para gobernar a la iglesia y edificarla. 

Cuando el cristiano no valora el rol de los líderes espirituales que Dios puso en su camino se encuentra con un dilema: Cristo no puede ser formado en ellos. 

Las buenas excusas que siempre encontramos son similares a las de la iglesia local: nos enfocamos en los errores, en vez de ver lo que ellos tienen de Cristo, y a nosotros nos falta. El apóstol hizo énfasis en que los líderes espirituales están para “edificar al cuerpo de Cristo” (vs. 13) mostrando como esto permitirá que el mismo se vuelva “una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo”. 

En otras palabras: si no podemos abrazar a los líderes espirituales que Dios pone en nuestro camino, tampoco Cristo va poder seguir siendo formado en nosotros. 

Encontramos también cómo los líderes tienen una carga por nosotros que quizás no solemos tener por otros: “Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes…” (Gálatas 4:19 NVI). Un líder sufre por sus discípulos, como con dolores de parto, para que Jesús sea formado en ellos. 

4-Jamás dejar de dar lo que se nos dio: 

Por último, el servicio no es un elemento menor en la manera en la que Cristo es formado en nuestras vidas. Él mismo nos dio el ejemplo en esto cuando dijo que no vino a ser servido, sino a servir a los demás (Mateo 20:28). 

Su ejemplo de servicio y entrega debería ser un norte para dar a los demás. Porque el crecimiento espiritual nos va a encontrar dando. Cuándo damos vemos nuestras propias limitaciones, y experimentamos lo mucho que nos falta por avanzar. 

Aún, cuando servimos a los demás, le mostramos a Dios que su Reino está primero, y por lo tanto le hacemos ver cuánto confiamos en que Él se ocupe de nuestros asuntos. 

En conclusión, el fin de la vida cristiana es que Cristo crezca en nosotros. Tengamos el enfoque y la actitud para que esto suceda, y podamos alcanzar su estatura y plenitud. Esto nos hará instrumentos para que el cielo invada la tierra. 

Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

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