Broken chains on the Argentine flag. Concept of revolution and national independence

Cuando el mundo se detuvo en 1810

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El mes de mayo es un mes de gran importancia para el pueblo argentino. A través de la agitada semana del 18 al 25 de mayo de 1810, Buenos Aires dio el primer paso de los procesos independentistas y emancipadores de Sudamérica. La agitación de una Plaza de la Victoria con la incertidumbre de los sectores más pudientes, como comerciantes, letrados y clérigos, fueron testigos de un cambio fundamental en la historia argentina.

A pesar de lo ya conocido en los distintos sistemas educativos, sea nivel primario, secundario, terciario o universitario, la noción de la “Revolución de Mayo” constantemente se comprende como un punto de inflexión en la historia nacional con repercusiones inmediatas en el resto del globo. Luego del pronunciamiento revolucionario de mayo de 1810, el mapa geopolítico sudamericano y europeo cambió para siempre.

La explosión de mayo 

El principio del siglo XIX fue signado por una serie de problemáticas territoriales y de soberanía del entonces Virreinato del Río de la Plata. Cabe recordar que, previo a los sucesos de mayo de 1810, Buenos Aires soportó y logró repeler una serie de invasiones inglesas dadas en 1806 y 1807. En ese momento, y a nivel comercial, el dominio del puerto de Buenos Aires era estratégicamente fundamental. Cabe recordar que el dominio virreinal de España sobre el entonces Río de la Plata era ley: Buenos Aires solamente podía comerciar con barcos de bandera española. 

Ante semejante panorama comercial y, también, en el marco de comprender que el puerto de Buenos Aires era primordial no solamente para la producción de la pampa húmeda, sino también para lo producido fronteras adentro del Virreinato del Río de la Plata, como por ejemplo gran parte de las riquezas del Alto Perú, Cuyo, Mesopotamia y Tucumán, la queja por parte de los terratenientes, ganaderos y productores era moneda corriente.

Más allá de la penetración de las ideas ilustradas, lo cual fue una realidad, uno de los ejes fundamentales para la explosión de mayo fue determinar quién debía tener el monopolio del puerto de Buenos Aires. Los criollos pujaban por una política aduanera y comercial distintas, donde pudiesen llevar adelante sus transacciones económicas con tantos países quieran, principalmente con aquellos de bandera inglesa, holandesa y portuguesa. Sin embargo, esa situación fue denegada e imposibilitada con constancia. Tal y como se tratase de la actualidad, fue el establishment económico quien comenzó a mover el termómetro del humor social a favor de Buenos Aires. 

Sin embargo, como un fenómeno a tener en cuenta, esta imposición por parte de la corona española, solo motivó al favorecimiento y afianzamiento de una práctica: el contrabando. Gran cantidad de lo producido en Buenos Aires, como carnes saladas y cuero, fueron destinadas al comercio del contrabando. Cuando los jefes aduaneros de Buenos Aires dormían o miraban para otro lado, los extranjeros se llevaban gran parte de esa producción, y el bolsillo de los hacendados engordaba. Uno de ellos fue Domingo Belgrano, padre de Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, el padre de la patria. 

Esta es una de las razones más interesantes para comprender parte del proceso de emancipación de la incipiente futura patria argentina. Las causas políticas internas, como la aceptación rotunda de las ideas de la ilustración, son generalmente conocidas, pero el ensamblaje de las causas económicas corrientemente es dejado de lado. Mayo de 1810, una explosión política y económica. 

El derrumbe español 

El Imperio de los Reyes Españoles supo ser una de las organizaciones políticas más grandes del mundo. Colonias españolas no solamente en América, sino también en Asia. Sin embargo, el devenir histórico se llevó por delante a un coloso que no supo aggionarse a los tiempos. En el año 1688 se dio la Revolución Gloriosa en Inglaterra, abriendo camino al reformismo inglés y en 1789 se da la Revolución Francesa, con sus posteriores estadios, siendo el suceso creador de época de la contemporaneidad y el Estado de Derecho. En 1799 se da el golpe de Estado llevado adelante por Napoleón Bonaparte, donde se congratula como cónsul y, posteriormente, comienza la etapa del Imperio Napoleónico que duró desde 1804 hasta 1815. 

Hablar de Napoleón es hablar de la Corona Española, por cuestiones históricas. En 1808, tuvo lugar la invasión de las tropas napoleónicas sobre la península ibérica, dando como resultado la evidente ocupación de España. Las implicancias políticas más grandes fueron la abdicación de Fernando VII y el panorama de derrumbe político y económico español cada vez mas evidente. José Bonaparte, hermano de Napoleón, ocupó el lugar de la plaza del poder real español y las noticias repercutieron en todo el mundo, sobre todo en las colonias. 

¿Qué nos dice esto? Durante la Revolución de Mayo en 1810, el poder político monárquico que monopolizaba al actual territorio argentino, se encontraba acéfalo. La figura de Napoleón triunfaba, no solo a nivel político, sino a nivel social, intelectual y carismático. Las ideas francesas no fueron frenadas por ninguna frontera, sino que fueron potenciadas a través de la figura de los letrados criollos, quienes cuestionaron el orden real del poder español.

En este apartado cabe preguntarse si realmente hubo un levantamiento rebelde contra el orden político, entendiendo que el Virrey Cisneros huyó despavoridamente ante la evidente caída de Fernando VII, sumado a grandes situaciones de crisis económicas evidenciadas por la pésima gestión de los recursos de la corona en al menos un siglo. 

En la cuestión del proceso de debilitamiento del Imperio Español, hay otra arista interesante para comprender la diferencia para con las grandes potencias de la época: la religión. España ha sido la espada del catolicismo en América desde tiempos de la conquista. Ya sea con la evangelización y la inquisición, para los españoles fue primordial la imposición eclesiástica como parte de un modelo de organización socio – político. Ante esta decisión, casi de carácter hereditario, la expansión del catolicismo en las colonias españoles, terminó siendo un revés para el mismo imperio. España, por priorizar las órdenes religiosas, no logró ver las condiciones cambiantes de la institucionalidad política y de la dinámica capitalista del momento, y lo pagó caro.

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 España no tomó nota de la incipiente formación del parlamentarismo inglés y del concepto reformista de la política que comenzó a tomar forma en Inglaterra luego de la Revolución Gloriosa. Los reyes españoles tampoco tomaron dimensión del cambio en el eje de producción de capital y de comercialización que los ingleses supieron plantear. No vieron el fin de los open fields y el comienzo de los cercamientos de terrenos. España no vio que el futuro del capital y que la figura de potencia económica estaba en la Primera Revolución Industrial iniciada en la segunda mitad del siglo XVIII. Finalmente, la “madre patria” de América Latina no aprendió de Inglaterra, que los problemas religiosos debían ser internos y no extenderse hacia las colonias. Esto último no significa que no hayan existido problemas de índole eclesiástica en colonias inglesas, simplemente evidencia donde pusieron su prioridad los españoles y marcaron su propio declive imperial. 

España tampoco miró a la rebelde Francia. La caída de la monarquía francesa en manos del Tercer Estado y de cierta sensación de mancomunión de clases sociales yuxtapuestas, tuvo que haber servido de ejemplo para España, pero no alcanzó. Los españoles no supieron frenar el avance de las ideas de la ilustración, el achicamiento del Estado déspota, la creación de los tres poderes, el gobierno constitucional y la separación de la Iglesia – Estado. El siglo de las luces oscureció al retrógrado sistema político real español. 

Francia también demostró que la lucha armada era una vía de cambio significativo en la matriz política y social, y en ese sentido, sirvió de ejemplo para los combates independentistas en Latinoamérica. En algo donde España imitó a Francia, fue en la subestimación de las clases subalternas y del devenir histórico, desde el punto de vista de sus consecuentes reyes.

El impacto en Latinoamérica 

Finalmente llegó el 25 de mayo, el primer grito de libertad tras siglos de presencia española, las antípodas de una nación gigante como Argentina, comenzaba a tomar forma. Sin embargo, no hay que dejar de lado que el Virreinato del Río de la Plata no era conformado solamente por el actual territorio argentino, sino también por Paraguay, Uruguay y Bolivia. Las repercusiones regionales fueron inmediatas.

Paraguay, de la mano de Bernardo Velasco, se opuso fervientemente a la decisión revolucionaria de Buenos Aires. La decisión inmediata de Asunción fue la de jurarle lealtad al rey de España, aunque el mismo se encontraba apresado por las tropas napoleónicas. Ante esta iniciativa, la primera lectura que se puede hacer no es solamente la de la idea de pertenencia al imperio español, sino también la oposición a formar parte de un gobierno dirigido desde Buenos Aires. Paraguay tuvo su propia Revolución de Mayo en 1811.

Curiosamente, en este apartado, Misiones toma relevancia a nivel internacional. Fue el enclave estratégico para Buenos Aires, un territorio de las antiguas Misiones Jesuíticas, ubicado entre Paraguay y Brasil. De hecho, en 1810, Misiones se transformó en la primera provincia de la actual República Argentina en acatar el pronunciamiento de la Revolución de Mayo. Esta es una de las razones por la cual se desataron tantas batallas en territorio misionero, dando como resultado las épicas actuaciones bélicas de Andrés Guacurarí, el caudillo guaraní que se transformó en el gran ícono de la historia de Misiones. 

Con mucha relación con la historia misionera, el estallido de la Revolución de Mayo en 1810, sumó a José Gervasio Artigas a la causa revolucionaria, encabezando la Banda Oriental. Esta situación socio – política esta estrechamente asociada al comienzo del proceso revolucionario e independentista en Uruguay. El caso del actual país “charrúa” es interesante. Se han dado idas y vueltas en cuanto a causa revolucionaria uno refiere, aunque es inasequible que el estallido del cabildo abierto en Buenos Aires marcó el comienzo de su era de construcción de un Estado soberano e independiente. 

Para entender a la región en 1810, es necesario un breve panorama por el contexto económico. Si bien se nombró previamente sobre la importancia del monopolio del puerto de Buenos Aires como la salida principal del Virreinato del Río de la Plata hacia el Océano Atlántico, es menester también entender que Montevideo tuvo uno de los puertos más importantes de Sudamérica. Estos puertos siempre han mantenido una cierta competencia en cuanto a mayor capacidad de materias primas y manufacturas se podían comerciar; una cuestión meramente asentada en los sectores hacendados y su método de acumulación de capital. De hecho, un gran sector del actual territorio uruguayo, no vieron con malos ojos el desapego político de Buenos Aires para con la corona española, entendiendo que esta podría haber sido una oportunidad para posicionar a su puerto como el predominante de los ex territorios coloniales de Sudamérica. Más allá de eso, Uruguay fue epicentro de disputas armadas y de utilización de enclave estratégico. Luego de un año de agitación entre Montevideo y Buenos Aires, el Grito de Asencio en febrero de 1811 se considera el inicio del proceso revolucionario en Uruguay. 

Bolivia, por su parte, tuvo su propio 25 de mayo, pero de 1809 con los levantamientos de las ciudades de Chuquisaca y La Paz. Este proceso revolucionario se vio envalentonado por el accionar de los revolucionarios de Buenos Aires exactamente un año después. Asimismo, Bolivia tuvo una situación de inestabilidad caracterizada por el choque contra los realistas que duró hasta 1825. Casualmente fue el 9 de julio de ese año, el Congreso Constituyente en Chuquisaca proclamó la Independencia de Bolivia, aunque la misma fue fechada el 6 de agosto para que coincidiera con el primer aniversario de la Batalla de Junín. Bolivia y Argentina tuvieron sus “25 de mayo y 9 de julio”; naciones hermanadas por la historia. 

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Las actuales potencias mundiales en 1810 

Si bien, con el correr de la contemporaneidad en el mundo, España y Francia siguen siendo países bien posicionados a nivel mundial, hoy los verdaderamente colosos de la política y economía global son otros.

En este sentido, se puede denotar que Estados Unidos ya había consumado su independencia en el año 1776 con su consiguiente guerra de independencia. En el caso del actual país gobernado por Joe Biden, lucharon contra los británicos. Curiosamente, la conflagración entre los incipientes estados de Norteamérica contra la realeza británica, fue un punto débil que favoreció a la Revolución Francesa. En la lucha por la geopolítica global a principios del siglo XIX, Inglaterra y Francia se disputaban la presencia en el norte de América. En ese sentido, las trece colonias atlánticas fueron apoyadas militar y económicamente, en parte, por Francia. Esto profundizó la crisis económica interna del país europeo continental, que tuvo su decante en un aumento generalizado de impuestos sobre bienes de primera necesidad, como la harina, la sal y el vino. Esta fue la gota de rebalsó el vaso y provocó el estallido sucedido en 1789.

Volviendo a Estados Unidos, luego de la Declaración de Independencia, se puede decir que, en 1810, la actual mega potencia de Norteamérica, se encontraba en la antesala de la Guerra Anglo – estadounidense en 1812. Este conflicto bélico duró hasta 1815 y significó el comienzo de la unificación de Estados Unidos. Casi como si fuese una condición sine qua non de las grandes potencias, una de las consecuencias de este enfrentamiento fue la imposibilidad de Estados Unidos de comerciar con otras naciones europeas. Un calco con el Río de la Plata. 

Rusia, actual país que se encuentra en guerra con Ucrania, casi como si estuviese en el genoma de la política rusa, en 1810 se encontraba en guerra contra el Imperio Otomano. En este enfrentamiento, el Imperio Ruso se quedó con Besarabia. Aunque, como si fuera poco, Rusia se encontraba con otro frente bélico: la Guerra ruso – persa. El resultado también fue de una victoria rusa, con el mantenimiento del dominio de los territorios en disputa y el freno a las tropas persas en Europa. Cabe recordar que, durante 1810, se llevaban adelante las batallas napoleónicas, y Rusia supo resistir a las mismas. De hecho, en 1815 y con Napoleón derrotado, Rusia fue parte del Concierto Europeo y la Paz Armada. Situación de reconstrucción del mapa político del viejo continente. 

En 1810, China se encontraba bajo un proceso de transformación social, política, económica y cultural de enormes dimensiones. Ya a fines del siglo XVIII, las fuerzas británicas buscaban a toda costa la dominación del gigante asiático, aunque nada hacia pensar que se podía corromper semejante cultura milenaria. Sin embargo, el as bajo la manga británica vino de la mano de una “droga”: el opio. La introducción de este aditivo provocó un descontento generalizado en los manejos imperiales chinos y que buscaron a toda costa el impedimento de la proliferación del opio. Esto desembocó en la Guerra del Opio entre 1839 y 1842 con la cual cayó la inmensa tradición china en manos británicas y abrieron paso a la primera etapa de occidentalización y dominio europeo de China. 

Mucho más que un feriado 

El recorrido histórico en clave de análisis geopolítico de las causas económicas y políticas, externas e internas del Río de la Plata dan una gran cantidad de respuestas a los aún más interrogantes que se plantean. Sin embargo, abrir el juego hacia el paradigma internacional genera un mayor panorama de comprensión y análisis de lo sucedido. Algunas de las reflexiones acerca de esto, es que el comienzo del siglo XIX vivió un dinámico cambio de fronteras, de poderes políticos, de dominios económicos y la paulatina caída de los regímenes monárquicos en el mundo. Indudablemente, las causas nacieron en Europa, pero Latinoamérica pudo mucho más que simplemente combatir al realismo. Buenos Aires fue artífice del proceso revolucionario integral de la Patria Grande de América Latina. Sin el cabildo rebelde de mayo de 1810, no hubiesen existido la independencia paraguaya ni la uruguaya. Bolivia no hubiese tenido una equivalencia de fuerzas para luchar en el Alto Perú contra los españoles, sin la decisión de Buenos Aires. Chile y Perú no hubiesen sido liberados tan fácilmente por la gesta patriótica, entre otras razones. 

Hoy en día, el panorama ha cambiado. Quienes supieron ser hermanos, hoy en día se encuentran amparados por una asimetría total. Cierto es que pasaron 212 años del grito de libertad de los revolucionarios de mayo y que sucedieron una cantidad de procesos históricos que han marcado el rumbo de la historia nacional. Pero esto solamente desnuda la diferencia que se mantiene hoy en día, Buenos Aires se ha posicionado como el gran centro de Argentina, y las provincias que lucharon por la causa de mayo, ven desvanecerse sus posibilidades de igualdad. Misiones fue la primera provincia en acatar la revolución, Tucumán y el norte argentino fueron grandes partícipes de la gesta independentista con la sangre de sus tropas. Pero hoy en día, la diferencia entre ellos y la capital argentina es sublime. Argentina fue tan grande en su génesis que, al mismo tiempo, las grandes potencias que llevan adelante la actual Guerra Comercial no eran ni la sombra del Río de la Plata. Estados Unidos solo era un puñado de colonias y China comenzó a ser dominada por Gran Bretaña. Un millar de palabras podrían explicar este proceso histórico, pero una frase podría resumir el origen argento: Argentina nació para ser gigante.

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