Cómo honramos el voto femenino y el legado de Evita

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En 1912 a través de la sanción de la Ley Sáenz Peña, la República Argentina alcanzó el voto secreto, obligatorio y laico, para un sector de la sociedad, los varones. Las mujeres tuvimos que esperar otros 35 años para gozar de los mismos derechos políticos que hasta entonces tenían los hombres.

Las mujeres éramos consideradas, hasta entonces, incapaces por el Código Civil de 1871. Recién en 1926, por la Ley 11.357  alcanzamos la igualdad legal con los varones aunque esa igualdad, era tan relativa que no incluía el derecho al voto ni la patria potestad compartida.

En 1932 la ley de sufragio femenino alcanzó media sanción en la Cámara de Diputados, pero el Senado de entonces, dominado por los conservadores, obstaculizaron su tratamiento en la Cámara Alta. El legislador ultra conservador Uriburu, se opuso en estos términos al proyecto: “Cuando veamos a la mujer parada sobre una mesa o en la murga ruidosa de las manifestaciones, habrá perdido todo su encanto. El día que la señora sea conservadora; la cocinera, socialista, y la mucama, socialista independiente, habremos creado el caos en el hogar”.

 Fue el Peronismo el único movimiento político que incorporó la bandera del sufragio femenino al programa de reivindicación de derechos sociales y políticos, logrando otorgarle nuevos significados a la defensa de los derechos políticos de la mujer. Liderado por Eva Perón, el justicialismo, planteó la discusión en el Senado (1946) y finalmente en Diputados (1947) a través de la sanción de la Ley 13.010 el 23 de septiembre de 1947, un día como hoy, hace 70 años, después de 22 iniciativas que se presentaron entre 1911 y la sanción de la Ley 13.010.

El 11 de noviembre de 1951, las mujeres participamos por primera vez de una elección presidencial y lo hicimos masivamente (votó más de 90 porciento del padrón femenino.

Sí es cierto que la lucha había empezado mucho antes. El 26 de noviembre de 1911 Julieta Lanteri, luego de varios intentos previos, logró votar en la ciudad de Buenos Aires, aunque no pudo lograr extender en ese momento ese derecho para todas las mujeres.

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 En marzo de 1919 lanzó su candidatura a diputada nacional por la Unión Feminista Nacional y contó con el apoyo de Alicia Moreau de Justo y Elvira Rawson. Luego de esto, se sancionó una ordenanza que prohibía explícitamente el voto femenino, con el argumento de que para empadronarse era necesario el registro del servicio militar.

 Cecilia Grierson, aquella notable mujer que había decidido estudiar medicina para curar a su amiga Amalia Koenig que padecía una enfermedad que por entonces era incurable, transformándose en la primera mujer que pudo graduarse como médica en 1889, participó en aquel mismo año en Londres del Segundo Congreso Internacional de Mujeres y en septiembre de 1900 fundó el Consejo de Mujeres.

 En 1907 la socialista Alicia Moreau de Justo creó el Comité Pro-Sufragio Femenino.

 En mayo de 1910, en pleno centenario, Buenos Aires fue elegida como sede del Primer Congreso Femenino Internacional con la participación de delegadas chilenas, uruguayas y paraguayas donde se reclamó enérgicamente el derecho de las mujeres a votar.

 En 1911 el diputado socialista Alfredo Palacios presentó el primer proyecto de ley de voto femenino en el Parlamento Nacional. El proyecto de Palacios ni siquiera fue tratado sobre tablas cuando se trató la Ley Sáenz Peña.

 Cabe recordar con profunda emoción las palabras de Evita aquel 23 de septiembre “Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo entre vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas. Por eso hay en ella crispación de indignación, sombra de ataques amenazadores pero también alegre despertar de auroras triunfales. Y eso último se traduce en la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional.”

Habiendo consagrado los derechos políticos de las mujeres, hoy nuestra lucha es otra: alcanzar la paridad de género en la representación política.

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Si bien es cierto que nuestra Constitución establece que todos sus habitantes “son iguales ante la ley y admisibles en los empleos públicos sin otra condición que la idoneidad”, la realidad que enfrentamos las mujeres que hacemos política es bien diferente. Es por ello que nuestro país fue, allá por 1991, uno de los primeros en el mundo en dictar una ley que determinó un cupo femenino del 30% para cargos electivos en elecciones nacionales.

Hoy por hoy, el Congreso de la Nación está debatiendo un proyecto de reforma electoral elaborado por el Poder Ejecutivo Nacional. El proyecto propone reemplazar el sistema de votación, y el modo de presentación y selección de los candidatos. Sin embargo, no hace referencia a la ley de cupo femenino (24.012) que actualmente rige a nivel nacional para la conformación de las listas legislativas.

 Pero el Senado le dio media sanción por 57 votos a favor y 2 en contra (Senadores Pinedo y Martínez) al proyecto de ley que obliga a presentar candidatos de distinto sexo de manera intercalada, elevando el cupo de 30% a 50% para cargos electivos y partidarios.

El Congreso Nacional es el espacio natural de la representación de la sociedad. Cuanto más representativo sea de la sociedad que representa, más democrática serán sus decisiones. Es por ello que establecer la paridad de género enriquece el debate, lo legitima, lo sensibiliza y pluraliza. Paridad de género es más democracia y más justicia.

Con profunda emoción y reconocimiento, levantando la bandera de Evita hoy reclamo:  SÓLO QUEDA QUE LO TRATE LA CÁMARA DE DIPUTADOS PARA QUE LA PARIDAD DE GÉNERO SEA LEY!

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