Dar a la gente una oportunidad justa: Políticas para asegurar la recuperación

Nos enfrentamos a la prueba más importante para nuestra generación. Nuestro trabajo conjunto para construir un mundo mejor será recordado por las generaciones futuras. Démosle una oportunidad justa.

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Nos enfrentamos a la prueba más importante para nuestra generación. Nuestro trabajo conjunto para construir un mundo mejor será recordado por las generaciones futuras. Démosle una oportunidad justa.

1 Introducción: Promesa y peligro

Gracias, Fareed, por su cálida bienvenida, y gracias a Richard Haass y el Consejo de Relaciones Exteriores por reunirnos hoy aquí.

A nuestras dos instituciones las unen la historia y los valores: ambas fueron fundadas en momentos decisivos, a raíz de conflictos mundiales; ambas defienden con firmeza un mundo más pacífico y próspero.

Hoy estamos frente a otro momento decisivo. En palabras de Franklin D. Roosevelt: «El punto de la historia en que nos encontramos está lleno de promesas y peligros» [i].

Afortunadamente, la economía global se ha afianzado. Millones de personas se están beneficiando ya de vacunas que encierran la promesa de una vida normal, de abrazos a amigos y seres queridos.

Pero también hay peligro.

El futuro económico es muy diverso. No todos los países ni todas las personas tienen ya acceso a las vacunas. Son demasiados los que siguen enfrentando la pérdida de puestos de trabajo y el aumento de la pobreza. Son demasiados los países que se están quedando atrás.

No podemos bajar la guardia.

Lo que hagamos ahora determinará el mundo de después de la crisis. Por tanto, debemos hacer lo correcto.

Esto significa, ante todo, dar a todo el mundo una oportunidad justa: vacunando por doquier para poner fin a la pandemia, y ofreciendo a personas y países vulnerables oportunidades para encarar de forma justa el futuro, preparando así el terreno para una recuperación inclusiva y sostenible.

Este será el eje central de las Reuniones de Primavera la semana próxima.

2. Perspectivas mundiales: Divergencia e incertidumbre

Fijémonos en el panorama económico.

En enero, proyectamos un crecimiento mundial del 5,5% para 2021. Ahora prevemos que la aceleración será todavía mayor: en parte gracias a las políticas de apoyo adicionales —incluido el nuevo programa fiscal de Estados Unidos—, y en parte debido a la recuperación prevista para muchas economías avanzadas más adelante en el año, gracias a la vacunación.

Esto permite revisar al alza la proyección mundial para 2021 y 2022, como verán en las Perspectivas de la economía mundial la semana que viene.

Si hemos llegado a este punto ha sido gracias a un esfuerzo extraordinario: de médicos y enfermeras por salvar vidas, de trabajadores esenciales por apuntalar los medios de vida, de científicos de todo el mundo que trabajan juntos por crear vacunas en un tiempo récord. Además, los gobiernos han adoptado medidas excepcionales, incluidos casi USD 16 billones en medidas fiscales e inyecciones masivas de liquidez por parte de los bancos centrales.

Sin estas medidas sincronizadas, el año pasado la contracción mundial hubiese sido por lo menos tres veces peor. Si nos paramos a pensar, podría haber sido otra Gran Depresión. Tampoco hemos tenido otra crisis financiera mundial, no solo gracias a estas medidas extraordinarias, sino también a que los países vienen trabajando juntos desde hace una década para aumentar la resiliencia de los sistemas bancarios.

Pero, aun así, a pesar de que en términos generales las perspectivas han mejorado, se observan peligrosas divergencias no solo a nivel nacional, sino también entre países y regiones. De hecho, estamos ante una recuperación a múltiples velocidades, impulsada cada vez más por dos motores: Estados Unidos y China. Estos forman parte de un pequeño grupo de países que a finales de 2021 habrán superado con creces los niveles de PIB de antes de la crisis.

Sin embargo, son la excepción, no la norma.

La pérdida acumulada de ingreso per cápita, en comparación con las proyecciones de antes de la crisis, será del 11% en las economías avanzadas de aquí al próximo año. En el caso de los países emergentes y en desarrollo, excepto China, la pérdida será mucho peor y alcanzará el 20%, un recorte de una quinta parte de lo que ya es un ingreso per cápita mucho menor que en los países más ricos.

Esta pérdida de ingreso significa que millones de personas caerán en la indigencia, se quedarán sin hogar y padecerán hambre.

Esto se ve claramente, pero muchas otras cosas no están tan claras. En realidad, uno de los mayores peligros es la extrema incertidumbre que nos acecha.

Mucho depende de la trayectoria que siga la pandemia, marcada ahora por los avances desiguales en la vacunación y las nuevas cepas del virus, que frenan las perspectivas de crecimiento, sobre todo en Europa y América Latina.

También podrían aumentar las presiones sobre los mercados emergentes, los países de bajo ingreso y los Estados frágiles , ya vulnerables y cuya capacidad fiscal para afrontar la crisis es ya de por sí más limitada. Además, muchos de ellos están muy expuestos a sectores muy perjudicados, como el turismo.

Ahora enfrentan un acceso menor a las vacunas y un margen presupuestario todavía inferior. Muchos de ellos ya presentan un alto riesgo de sobreendeudamiento en los sectores soberano, empresarial o bancario.

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Y a todo esto se suma la incertidumbre en torno a las condiciones financieras. Una recuperación más rápida es, en general, una buena noticia, pero también puede tener consecuencias más desfavorables. Por ejemplo, un fuerte crecimiento en Estados Unidos podría beneficiar a muchos países, al incrementar el comercio. Prevemos que la inflación se mantendrá contenida, pero una recuperación más rápida en Estados Unidos podría provocar un aumento repentino de las tasas de interés, lo cual podría traducirse en un marcado endurecimiento de las condiciones financieras, así como en importantes salidas de capital de las economías emergentes y en desarrollo.

Esto plantearía serias dificultades sobre todo apaíses de ingreso mediano con importantesnecesidades de financiamiento externo y niveles de deuda elevados. Muchos de estos países necesitarán más apoyo.

Retomar el crecimiento implicaría también una transición en las políticas y la necesidad de abordar las cicatrices duraderas de esta crisis, como son los efectos sobre el capital humano, en especial sobre los jóvenes, los trabajadores menos cualificados, las mujeres y los trabajadores informales.

Permitir que estas cicatrices perduren provocará una reducción del potencial de crecimiento, lo cual hará todavía más difícil incrementar el empleo y reducir la desigualdad.

3. Medidas de política contundentes para dar a la gente oportunidades justas

Está clarísimo: no habrá recuperación sostenible si a la gente no se les dan oportunidades justas.

¿Qué debemos hacer?

En primer lugar, debemos seguir centrados en salir de la crisis. Debemos seguir el ejemplo de los científicos redoblando los esfuerzos multilaterales y haciendo lo que sea necesario para aumentar la producción, distribución y administración de vacunas.

Una opción es poner en práctica a nivel mundial lo que ha funcionado a nivel nacional, es decir, subvencionar a los productores de vacunas, los proveedores de insumos y la distribución en la “última milla”. El mundo necesita un mecanismo justo de redistribución de vacunas de los países con superávit a los países con déficit, así como un mecanismo COVAX financiado en su totalidad para acelerar la vacunación en los países más pobres.

De esta manera, podremos proteger la salud de la gente y acelerar la recuperación. Un avance más rápido en la batalla contra la crisis sanitaria podría suponer un incremento de casi USD 9 billones del PIB mundial de aquí a 2025.

Pero la oportunidad se está desvaneciendo con rapidez. Cuanto más se tarde en agilizar la producción de vacunas y su distribución, más difícil será conseguir estos beneficios.

Evidentemente, las políticas deben adaptarse a las necesidades específicas de cada país: tanto a su exposición a la pandemia como a los factores económicos.

Mientras persista la crisis, será esencial ayudar a los hogares vulnerables y las empresas viables. Para ello se requieren medidas fiscales focalizadas —en marcos a mediano plazo plausibles— y el mantenimiento de la política monetaria acomodaticia.

En vista de las recuperaciones divergentes, es prudente vigilar de cerca el riesgo financiero, como las valoraciones sobredimensionadas de los activos. Asimismo, los principales bancos centrales deben comunicar con mucho cuidado sus planes en materia de política monetaria para evitar una volatilidad financiera excesiva, tanto en sus países como en el extranjero. Esto respaldaría los flujos de capital esenciales, en especial hacia países de ingreso mediano.

En segundo lugar, debemos salvaguardar la recuperación. Cuando la pandemia pierda fuerza, los programas públicos de apoyo y suspensión del personal deberán replegarse. No obstante, esta transición debe gestionarse con mucho cuidado para amortiguar los efectos sobre los trabajadores, mediante el apoyo a los ingresos, subsidios a la contratación focalizados, la reconversión laboral y el reciclaje profesional.

Además, se debe seguir prestando apoyo a las pequeñas y medianas empresas con viabilidad, mediante inyecciones de capital y procedimientos de quiebra más eficientes. Las pymes son el mayor empleador del mundo. Aun así, nuestro estudio muestra que la proporción de insolvencias entre las pymes podría dispararse este año coincidiendo con el repliegue de las ayudas, lo cual pondría en peligro uno de cada diez puestos de trabajo en este sector fundamental [ii].

La mayor parte de los países emergentes y en desarrollo cuentan con procedimientos de quiebra relativamente más débiles, lo que significa que se verán mucho más afectados por una ola de insolvencias. Por lo tanto, necesitamos más reformas para mitigar estas cicatrices económicas y fomentar una transición más justa.

En tercer lugar, invertir en el futuro. La crisis ha demostrado la conveniencia de prepararse para posibles pandemias y, en términos más generales, de invertir en resiliencia, en especial frente a shocks climáticos. El movimiento en favor de economías más verdes, inteligentes e inclusivas está cobrando impulso.

Por el momento, apenas una mínima fracción del estímulo fiscal se ha destinado al financiamiento climático y verde pero, con razón, se observa un cambio de tendencia.

La promoción coordinada de la infraestructura verde, combinada con un sistema de tarificación del carbono, podría incrementar el PIB mundial en un 0,7% en los próximos 15 años, además de crear millones de puestos de trabajo [iii].

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También debe tenerse en cuenta el potencial de la digitalización. En una encuesta reciente [iv], casi el 50% de los compradores afirmaron utilizar ahora los pagos digitales más que antes de la pandemia. Cada vez más bancos centrales se plantean introducir monedas digitales [v], lo cual podría transformar el sistema monetario internacional. Además, la inversión en infraestructura digital podría ayudar a transformar nuestro sistema económico, aumentando la productividad y los niveles de vida.

Para liberar este potencial, debemos combinar una mejor infraestructura y un mayor acceso a Internet con más inversiones en educación y salud de la gente. Para ello hacen falta ingresos públicos suficientes y sistemas tributarios nacionales equipados para el siglo XXI. En muchos casos, esto pasará por hacerlos más progresivos, y más justos.

Esto debe acompañarse de una modernización de la tributación internacional de sociedades mediante esfuerzos multilaterales, para lograr que empresas sumamente rentables paguen lo que les corresponde allí donde operan, lo cual contribuirá también a reforzar las finanzas públicas, sobre todo en los países más pobres.

Todo esto es esencial, pero no será suficiente.

La cruda realidad es que los países más pobres corren el riesgo de quedar excluidos de una transformación histórica que sentará las bases de una nueva economía mundial verde y digital.

Un nuevo estudio del FMI [vi], publicado hoy, muestra que los países de bajo ingreso deben desplegar unos USD 200.000 millones en cinco años solo para luchar contra la pandemia, y otros USD 250.000 millones para retomar la trayectoria de recuperación de niveles de ingreso superiores.

Estos países pueden cubrir únicamente una parte por sí solos. Para conseguirlo, el esfuerzo debe ser integral: aumentar la movilización de recursos internos, ampliar el financiamiento concesionario externo e incrementar las ayudas para hacer frente a la deuda. La Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda del G-20 y el nuevo Marco Común son un buen punto de partida.

El FMI, por su parte, ha intensificado de forma inusitada sus esfuerzos proporcionando más de USD 107.000 millones en nuevo financiamiento a 85 países y alivio del servicio de la deuda a 29 de nuestros países miembros más pobres. En África subsahariana, el financiamiento del FMI durante el año pasado fue aproximadamente 13 veces superior al promedio anual de la última década.

Me complace mucho que exista un apoyo cada vez más amplio entre los países miembros del FMI a favor de una posible asignación deDEG 650.000 millones. Esta asignación beneficiaría a todos nuestros países miembros, pero en especial a los más vulnerables,reforzando las reservas, sin incrementar la carga de endeudamiento. Será una señal clara de solidaridad multilateral que liberará recursos para programas de vacunación y otras necesidades urgentes.

Tal como hemos ayudado a combatir la crisis, ayudaremos a los países miembros a asegurar la recuperación.

4. Conclusión

Si me lo permiten, terminaré igual que he empezado, con Franklin D. Roosevelt. El 12 de febrero de 1945, Roosevelt instó al Congreso de Estados Unidos a adoptar el Acuerdo de Bretton Woods, por el cual se constituyeron el FMI y el Banco Mundial.

Estas fueron sus palabras: “El mundo o bien avanzará hacia la unidad y la prosperidad ampliamente compartida, o bien se irá alejando. Se nos brinda una oportunidad para utilizar nuestra influencia en favor de un mundo más unido y cooperante.”

Estas palabras no podrían ser hoy más oportunas, ya que nos enfrentamos a la prueba más importante para nuestra generación. Nuestro trabajo conjunto para construir un mundo mejor será recordado por las generaciones futuras.

Démosle una oportunidad justa.


[i] Mensaje dirigido al Congreso de Franklin D. Roosevelt sobre los acuerdos de Bretton Woods (12 de febrero de 1945).

[ii] Documento de análisis del personal técnico del FMI (de próxima publicación, abril 2021): Insolvency Prospects Among Small-and-Medium-Sized Enterprises in Advanced Economies: Assessment and Policy Options .

[iii] Perspectivas de la economía mundial (informe WEO), edición de octubre de 2020, capítulo 3: “La mitigación del cambio climático”.

[iv] Informe: Global Online Payment Methods 2020 and COVID-19’s Impact.

[v] Una encuesta realizada en febrero de 2021 a economistas encargados de países del FMI sugiere que en el 70% de 159 países los bancos centrales o bien están analizando las consecuencias que tendría la emisión de una moneda digital del banco central, o bien están experimentando o haciendo pruebas piloto con ella, o es probable que la emitan en el corto o mediano plazo.

[vi] Documento del Directorio del FMI, marzo de 2021: Macroeconomic Developments and Prospects in Low-Income Countries 2021 .

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