De Misiones a Brasil para seguir creciendo
Con 16 años de radicación en el país vecino, Miguel Serrano tuvo la oportunidad de hacer una maestría becada y hoy tiene su propia empresa de robótica en Porto Alegre.
Miguel Serrano es ingeniero electrónico graduado de la Facultad de Ingeniería de Oberá y considera que: “El nivel de la UNaM es muy bueno, un graduado de ingeniería está a la par de cualquier ingeniero del mundo.”
Oriundo de Eldorado, fue a estudiar al centro de la provincia una carrera con la que de algún modo estaba familiarizado y a la vez constituía un desafío para él. “De chico siempre le ayudaba en el taller a mi papá así que sabía bastante de mecánica, no así de electrónica a la que consideraba abstracta y un desafío”.
Su vida universitaria fue tranquila. En la Facultad llegó a ser ayudante de cátedra y accedió a becas. Miguel tenía una base buena ya que venía de una escuela técnica, no obstante puntualiza en la vocación y la responsabilidad: “Yo lo tomé en serio, para mí eran cinco años en que mis padres tuvieron que pagar alquiler, comida, entonces yo tenía que cumplir. Mi mamá me pudo pagar la facultad, pero con mi hermano no pasó lo mismo”.
Llegar a Brasil fue para él una transición tranquila ya que conocía a algunas personas en el vecino país que le proporcionaron información clave y mediante una beca que obtuvo de ese país pudo realizar una maestría. Su objetivo estaba puesto siempre en el exterior. Hoy reflexiona que tal vez pudo haber elegido cualquier lugar del mundo, pero en aquel momento optó por presentarse a dos universidades, Santa María y Porto Alegre.
“En mi caso yo no me considero el mejor, me consideró el más loco, porque el área en que me desempeño es un área árida, un área difícil entonces hay pocos interesados en estudiar todo lo que tiene que ver con electrónica. Tal es así que los jóvenes se reciben y ya se van a trabajar, porque hay mucho trabajo”, describe.
Cuando terminó su maestría, comenzó un doctorado y en ese momento surgió la posibilidad de abrir su propia empresa. “Y lo hice. Hoy tengo una empresa de robótica acá en Brasil, en Porto Alegre”.
Es una empresa pequeña donde trabajan cerca de 20 personas, en lo que Serrano describe como un tipo de trabajo disruptivo. “Nuestros robots son para reducir riesgos de vida humana, son robots que fabricamos para áreas complicadas, con riesgo de vida, de difícil acceso. Hemos fabricado robots para las áreas de petróleo y gas, mineración, hemos hecho para el área de salud, con el tema del COVID, para desinfección de ambientes”, detalla.
Su consejo para los/as jóvenes que quieren estudiar en la universidad es que deben elegir aquello que realmente les gusta. “Que no lo hagan por complacer a nadie o por que tal o cual carrera les va a dar mucho dinero, sigan lo que quieren hacer. Después que se gradúen se verá cómo ganarse la vida, si tienen vocación. Tuve amigos muy inteligentes para la ingeniería, pero se dedicaron a la música”.
En cuanto a sus reflexiones sobre si se hubiera quedado a trabajar en Argentina, Miguel sostiene que para él los dos países tienen similitudes. No duda que le hubiera ido bien, aunque seguramente radicado en Buenos Aires o el centro del país donde se dan las condiciones para desarrollar una empresa como la suya.
Hoy su mayor desafío está dado por mantener lo que tiene, ya que no es fácil trabajar con personas. La mayoría son ingenieros y técnicos provenientes de diversos países como Argentina, hay técnicos de Venezuela, Cuba y Colombia.