Del consumismo al consumo

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El nivel de consumo sobre producto (a precios de 1993) pasó de un promedio del 65% en la década del 80 al 70% en los 90 para terminar en torno al 75% en el final del mandato de Cristina Kirchner. Este dato no sólo representa un máximo histórico para la serie sino un máximo para la región, tomando países comparables como Brasil (66%), Chile (67%) y Colombia (65%). Para lograr esta redistribución de recursos, en favor del consumo y en detrimento de la inversión y las exportaciones, la economía Argentina sufrió una serie desbalances macroeconómicos que el Gobierno actual desea corregir de manera de encauzar un sendero de crecimiento sostenible. Estas correcciones o “ajustes” apuntan a llevar al consumo a niveles compatibles con un comportamiento macroeconómico más estable en el corto y perdurable en el largo plazo.

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El último tramo de la gestión de Cristina Kirchner se caracterizó por una configuración de variables completamente alineadas a incentivar el consumo: i) congelamiento de tarifas, ii) tasa de interés real negativa, iii) represión financiera (CEPO), iv) protección de sectores transables intensivos en trabajo, v) cuotificación sobre las exportaciones de productos agropecuarios y control de precios en el sector, vi) transferencia de recursos desde el Tesoro hacia sectores con elevada propensión a consumir (Asignación por hijo, moratoria previsional, etc.). Estas políticas llevaron a la macroeconomía Argentina a una serie de estrangulamientos (sector externo, producción de hidrocarburos, etc.), caídas en los stocks (reservas internacionales, ganado en pie, etc.) y desgaste en la infraestructura (vial, de comunicaciones, etc.) que se combinó con un gran deterioro de precios relativos (tarifas, tipo de cambio real). A todo esto hay que sumar problemas institucionales como la intervención del INDEC, el conflicto con los Holdouts y la estatización de YPF que cortaron el financiamiento externo, forzando a la monetización del déficit y los consecuentes problemas para controlar los niveles de inflación.

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Esta situación forzó a la actual administración Cambiemos a realizar un importante número de correcciones entre las que se destacan el control de la inflación, la mejora en la infraestructura y calidad institucional (INDEC, Holdouts) y la recomposición de precios relativos (tarifas, tipo de cambio y tasa de interés). Esto produce un cambio en la configuración de agregados macroeconómicos en la cual el consumo debe ceder espacio a las exportaciones y la inversión de manera de garantizar la sostenibilidad externa.

Sin embargo, el cambio ha sido gradual. La lectura del Gobierno de la situación política y social ha llevado a instrumentar estos cambios en forma paulatina y hasta profundizar algunos aspectos de la gestión anterior. El incremento de las transferencias a sectores vulnerables (como la ampliación de la asignación universal y la reparación histórica) y el consecuente deterioro de las cuentas públicas (el resultado financiero del sector público nacional pasó de 6,3% del PBI en 2015 a 6,6% proyectado a fin 2017[1]) reflejan este hecho.

En este contexto, el año que viene esperamos que continúe la corrección de las variables macroeconómicas hacia una configuración que garantice la sostenibilidad macroeconómica. Esto no sólo implica quitar regulaciones y subsidios de manera de incentivar la inversión en sectores postergados (como el energético) sino también llevar el consumo gradualmente a niveles similares a los de nuestros pares de la región. Podría pensarse entonces que la actual administración no busca eliminar las conquistas de la gestión anterior, sino hacerlas sostenibles. Vale señalar que mientras el consumo sobre PBI se ubicó debajo del 70%, hasta 2010, la economía Argentina funcionó sin CEPO cambiario y con un esquema de precios relativos (salarios en dólares, tarifas y tasas de interés) no tan desalineadas con la región. Fueron los últimos 4 años de la administración Kirchner, cuando  el consumo saltó primero al 73% del PBI (en 2011) y luego al 75% (en 2015) los que llevaron la configuración de variables macroeconómicas en general y la composición de la demanda en particular, a niveles insostenibles.

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Creemos que el 2018 será un año de transición en el que el consumo crecerá por debajo del producto para dar lugar a la recomposición de las exportaciones y la inversión; de manera de garantizar un sendero macroeconómico sustentable.

[1] Con metodología de contabilidad fiscal de Prat-Gay.

 

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