Destrucciones impiadosas

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La destrucción sistemática socio económica que en Argentina siempre fue consecuencia de la aplicación de políticas liberales a ultranza, permitiría escribir no solo un libro al respecto, sino una enciclopedia de las mezquindades oligárquicas y de las infames traiciones a la patria de las clases dominantes y de arribistas de todo tipo. Y ese concepto no se invalida con el crecimiento sin desarrollo, que se experimentó en “las épocas de vacas gordas” de la segunda mitad del siglo XIX, cuando los precios de las materias primas estaban en auge, y las producciones primarias crecían en nuestro país, al compás de la expansión de las fronteras agropecuarias de la Pampa Húmeda.
De allí los conceptos encontrados que surgen según como se analiza la realidad y los pomposos festejos del Centenario (1910), que mostraba un país aparentemente rico, con una capital fastuosa (“la París de Sudamérica” decían entonces) que escondía la miseria en los arrabales y conventillos; mientras que casi todo el interior vegetaba en el abandono y la exclusión, con la riqueza concentrándose obscenamente en medio centenar o poco más de familias del pseudo “patriciado” de la oligarquía –herederos de las apropiaciones de enormes extensiones de campos (perpetrada desde épocas de Mitre y Sarmiento, cuando mediante amañados “títulos de propiedad” acapararon la mayor parte de los muy ricos suelos de la Pampa Húmeda); todo en medio de opulentos festejos que ocultaban al pobrerío “para no dar mala imagen” a los europeos invitados al festín.
Tampoco se mostraban los indicadores sanitarios reflejados en los exámenes médicos de los convocados a la “colimba” (*), que mostraban coeficientes espantosos de desnutrición, enfermedades crónicas e infecciosas, consecuente baja estatura y reducidos físicos, analfabetismo total o funcional, y otras miserias indicadoras de profunda degradación social.
“La Argentina grandiosa del Centenario”, proclamó conceptualmente en un improvisado discurso un General, seguramente bien intencionado y buen tipo, pero muy mal informado en Historia Argentina, dando muestras de la severa confusión conceptual instalada por los historiadores mitristas, los protegidos y “bendecidos” por el academicismo complaciente. “Argentina grandiosa” que era furgón de cola del Imperio Británico.
Eran los “tiempos de la república” declamada, que apenas ocultaba la estructura semifeudal, de la democracia meramente formalista, aquella del voto cantado y de todo tipo de presiones para evitar que el poder escapara de los sectores ultra conservadores. Total la plata entraba a raudales, de la mano de crecientes cosechas y de las ampliaciones de las exportaciones cárnicas, favorecidas por las mejoras tecnológicas importadas de Gran Bretaña y EEUU. Pero así como entraba, salía para pagar deudas externas absurdas e innecesarias, para solventar importaciones de lujos y extravagancias de la oligarquía (como los grandes palacios de tipo europeo construidos en Buenos Aires, en los que todo ¡hasta los ladrillos! era importado). Cero promociones de la industria argentina, ninguna intención seria de industrializarnos y desarrollarnos tecnológicamente.
Es que en Argentina faltó y falta el sector empresario con sentido de grandeza nacional (hubo y hay excepciones); el sector que los sociólogos llaman “la burguesía nacional”. Solo está omnipresente la oligarquía, con sus facetas clasistas con profundos toques racistas, su cerrazón mental, su egoísmo de clase, su pseudo patriotismo de opereta, su subordinación explícita y gustosa a los anglosajones, a los europeos occidentales en general y al “gran país del norte”, y su profundo desprecio visceral a todo desarrollo industrial y tecnológico nacional.
Incluso muchos industriales, al crecer, adoptan las pautas mentales de la oligarquía, y en otros casos son derivaciones, llamadas con mucha propiedad “la oligarquía diversificada” (oligarcas camperos, que incursionan en actividades industriales, pero con las limitaciones y cerrazones mentales propias de la oligarquía).
Cada vez que llegó al poder formal (pues nunca dejó su poderosa cuota de “poder detrás del trono”), la oligarquía desplegó brutales acciones de industricidio, pues aborrece a la industria, en parte por cerrazón mental doctrinaria, pues se considera “heredera y merecedora” del dogmatismo liberal dieciochesco, en su versión más cruda (repiten las mentiras al cuento de Adam Smith, cuan verdades bíblicas reveladas); y en buena parte por egoísmo puro, pues como esa minoría está ahíta de riqueza y poder, no quiere que nada cambie, y le molesta y horroriza que los obreros industriales tengan buenos salarios y buenas condiciones laborales, los cuales son “malos ejemplos” para la humilde peonada de pata’ l suelo, esa buena gente que los oligarcas están habituados a tratar como a cosas, como a meros objetos desechables y despreciables, y con bajísimos salarios, entre los peores del país.
En los hechos, a la oligarquía campera y sus derivados, poco y nada le interesa la soberanía ni la dignidad nacional. Se sienten muy a gusto explícitamente subordinados a la potencia dominante de turno, tal como lo demostraron repetidamente, tal vez nunca tan crudamente como en el vergonzoso Pacto Roca – Runciman de 1933, solo igualado en infamia con las explícitas acciones actuales de entrega de soberanía en Malvinas, el Mar Argentino, la Antártida Argentina, y el debilitamiento de La Patagonia como paso previo a la mansa resignación de soberanía en esas hermosas vastedades australes de nuestro territorio, amenazadas desde varios flancos, el más explícito por las acciones británicas con el mascarón de proa de los “mapuches” –etnia y cultura no locales, pues son araucanos no originarios de suelo argentino-, a los que financian y soliviantan, incluso con agitadores extranjeros mezclados con ellos.
En ese tremendo cuadro de disgregación en marcha, el actual gobierno nacional, de neoliberalismo rampante, no solo “mira para otro lado”, sino también abona con acciones tendientes al despoblamiento patagónico, como han sido las totalmente injustificadas paralizaciones de las dos grandes hidroeléctricas en Santa Cruz; la destrucción y desmantelamiento adrede de la industria electrónica y la de otros artefactos eléctricos en Tierra Del Fuego; los despidos y achicamientos de YPF, que impactaron principalmente en el sur patagónico; las burdas acciones presidenciales de “diplomacia chabacana” intentadas nada menos que ante el ajedrecista mayor de la geopolítica mundial que hoy es Vladimir Putin, que echaron por tierra la financiación de la hidroeléctrica Chihiuido I; la quiebra intencional de los productores de manzanas y peras del Alto Valle del Río Negro (al favorecer importaciones contra toda lógica y con total falta de espíritu patriótico); las paralizaciones de otras obras públicas; y el desmadre general provocado por el aluvión de importaciones, que afectan a todo el país, pero que especialmente están provocando el despoblamiento de la poco poblada Patagonia Argentina.
El cuadro general es muy grave y preocupante, pues vastos sectores de la confusa clase media, están adormecidos por las persistentes acciones mediáticas de distracción y engaño masivo; en el ámbito académico universitario, las acciones de zapa de personeros del neoliberalismo, aliados con “progresistas” trotskistas, anarquistas y otros similares, cierran filas en contra de los que pretendemos en igualdad de condiciones abrir las mentes con espíritu crítico, para pensar fundamentadamente acerca del Pensamiento Nacional y otras escuelas económicas por fuera del liberalismo y de su derivado el marxismo; muchos de los sectores autodefinidos como “de las izquierdas” caen en las redes de falacias severas del indigenismo, del ultra ecologismo, y otras, instigadas por ONGs y Fundaciones, que por lo general siguen los discursos prearmados por bien financiadas ONGs transnacionales –en muchos casos británicas- dedicadas a promover nuestra disgregación nacional y nuestro subdesarrollo permanente; mientras amplios sectores de las FFAA y FFSS demuestran adolecer severas carencias de formación histórica y geopolítica, con lo cual caen en confusiones doctrinales y conceptuales, que no por casualidad evidencian haber sido instaladasa partir de la doctrina de la seguridad nacional, impuesta por cursos de “capacitación” (adoctrinamiento y subordinación mental) de la Escuela de las Américas y similares.
Preocupante panorama, en el que la censura de pensamiento implícita en el accionar de los medios de comunicación concentrados que responden a la oligarquía y a mandantes foráneos, pretenden amordazar a cualquier pensamiento y voz disidente, no alineada con el “pensamiento políticamente correcto”.
Y para “aplicar correctivos” están algunos sectores judiciales, prestos a acciones unidireccionales contra los díscolos, mientras sobreseen o dejan prescribir causas indefendibles de personeros del neoliberalismo, temas en los cuales el actual presidente y sus colaboradores directos evidencian tener gran experiencia. Si algún juez o fiscal no se presta a ejecutar acciones “judicialmente correctas” o a mirar para otro lado, se los persigue e incluso se los amenaza.
Para periodistas, dirigentes gremiales y políticos que no se subordinan al establishment, se constataron numerosas acciones de agresiones físicas y violencias explícitas, que tienen el sello distintivo de patotas y de cierta “mano de obra desocupada” al estilo procesero, la cual incluso incursiona en operativos de “empiojamiento” de las redes sociales, como un alto oficial retirado que comanda acciones de trols, recientemente descubierto. Personajes como ese, definen la tipología de los “patrioteros de bandera”, que suelen gritar a voz en cuello su declamado patriotismo ante el himno y la bandera, pero se prestan a colaborar gustosos con los apátridas que destruyen el tejido socio económico nacional, operando a favor de las potencias neocolonialistas y los grandes poderes financieros transnacionales…pero algunos de ellos, de tan colonizados mentales, ni se dan cuenta del triste papel de Poncio Pilatos que hacen.
Pero Argentina logró superar otros períodos nefastos de nuestra historia. Si abrimos las mentes, ablandamos algunos duros corazones, y fortalecemos espíritus creando Conciencia Nacional, podremos resurgir como Nación digna y soberana. El riesgo muy claro, de no concretarlo; es la amenazante disolución nacional y nuestra involución a un puñado de dóciles republiquetas, manejables a control remoto desde centros de poder globalizantes del exterior.

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