Economía pospandemia: hacia dónde, cómo y por qué

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Con el acaecimiento de la pandemia, muchos analistas económicos señalaron un aspecto claro que resultaba de la misma: los países no disponían de manuales guías para hacerle frente, pues la situación era única en el devenir del actual sistema social. Sin embargo, transcurrido ya alrededor de un semestre, y reflexionando sobre la economía actual y del futuro, algunas propuestas llevan al reconocimiento, quizás sorprendente, que las medidas deseables no son novedosas, sino por el contrario, se conocen ya de larga data. En el análisis que sigue, repasaremos algunas de éstas propuestas, las que provienen del análisis económico pasado y que, si ya eran necesarias antes de la pandemia, resultan ahora posiblemente indispensables. 

La formalidad económica 

La capacidad de resistencia y reacción de una economía a los shocks tiene una correlación clara con el grado de formalidad de la misma. Una mayor formalidad implica disponer de una más densa red de contención pública y privada (a través de la seguridad social y las políticas redistributivas), a la vez de permitir conocer con precisión la magnitud de los efectos económicos (disminución de ventas, cantidad de desempleados, nivel de ingresos). Por lo tanto, facilita el diseño de políticas económicas adecuadas a los mismos (subsidios y créditos, incentivos económicos sociales y reglamentaciones,). En una economía en la que alrededor del 40% de la actividad se sumerge en la informalidad, la capacidad de resistencia y reacción se encuentran sensiblemente limitados. 

Resulta urgente avanzar en una mayor formalización de las actividades económicas, lo que implica un compromiso conjunto de empleadores, empleados, sindicatos y gobiernos. Esto puede implicar mayores costos para la actividad económica, pero también el relanzamiento de un proceso virtuoso de ingreso-gasto que lleve a la economía a equilibrios más elevados y robustos. 

La pluralidad económica 

El funcionamiento de las economías de mercado se encuentra fuertemente condicionado (cuando no determinado) por lógicas precisas que lo guían. Entre éstas, la direccionalidad privada de la producción, la búsqueda del lucro y sus instrumentos -la especialización, la circulación y sus resultados en términos de acumulación incesante- resultan fundamentales. El resultado es un sistema económico donde: a. cada uno recibe (casi) estrictamente lo que surge de su 

participación en el continuo flujo de compra-venta (inclúyase la fuerza de trabajo), b. las comunidades resignan la producción de ciertos bienes y servicios, pasando a depender del intercambio con otras regiones, c. el abanico de bienes y servicios que se producen y venden no distinguen prioridades sociales y d. la desigualdad no se reconoce como un problema social, sino como una falla a nivel principalmente personal. Parte de lo antedicho resulta en lo que la economista británica Joan Robinson (discípula de Keynes) ha denominado la segunda crisis de la economía, a saber: la incapacidad de las sociedades de producir con calidad. Autores como John K. Galbraith y E. F. Schumacher, entre otros, han escrito a su vez en éste sentido, destacando las dificultades que se derivan del sistema de valoración y medición actuales (en particular, respecto a las limitaciones del cálculo del PBI). 

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Por lo anterior, resulta indispensable avanzar, al menos, en dos direcciones: 

1. Pluralizar las lógicas y reglas de funcionamiento de la economía. Podrían definirse conjuntos de bienes que pasen a producirse fuera del mercado, pudiendo realizarse en forma pública, mixta (pública/privada) o comunitarias. John Rawls señalaba la necesidad de definir cestas de consumo como bienes primarios (en un sentido abarcativo de derechos, libertades y bienes), ordenando la distribución de las rentas y riquezas en forma que otorguen el mayor beneficio a las poblaciones más desfavorecidas. 

En términos ajustados al análisis que nos ocupa, podría pensarse en un conjunto de bienes necesarios para una vida digna, que se encuentre al alcance del mayor número de personas. Estos bienes podrían ser provistos a través de lógicas productivas diversas a la actual. De éste manera, se abordaría a su vez una segunda problemática hoy acuciante: la desigualdad. 

2. Establecer prioridades productivas, promoviendo la producción de bienes esenciales y sopesando los mismos diferentemente. Para ello, es necesario reconsiderar la manera de medir y ponderar los bienes que producimos, utilizando indicadores diferentes al PBI o el Ingreso. Por ejemplo, como lo han mencionado ya algunos análisis: establecer una medida como el PBU (producto bruto útil). En los últimos tiempos, algunos países anunciaron medidas en ésta dirección. 

Estabilizando los ciclos 

Las cada vez más recurrentes crisis del capitalismo obedecen posiblemente a la aceleración del ritmo económico, y con ello, de la concurrencia de los ciclos económicos. Los rápidos crecimientos devienen en igualmente veloces y abruptas crisis. Sean económicas, sanitarias o sociales las causas, se observa que la economía se desajusta, y en éste proceso, pueden diezmarse las oportunidades de desarrollo de generaciones enteras. Por ello, resulta urgente implementar herramientas de estabilización de la economía, o de sostenimiento y contención social una vez ingresada la misma a una fase depresiva. 

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La constitución de un Fondo Soberano de Estabilización ha sido mencionada en un artículo previo. A partir de éstos, los Estados pueden actuar contra-cíclicamente en las economías, a la vez de destinar los mismos a inversiones en rubros económicos estratégicos, la seguridad social o el sostenimiento de ingresos. En ésta última dirección, la herramienta de un ingreso ciudadano ha sido rediscutida en el mundo (e introducida) una y otra vez (con diferencias) a lo largo de los últimos cincuenta años. Éste ingreso puede financiarse con el fondo soberano o con otras fuentes, pero resulta sin dudas un elemento estabilizar de la economía y de la calidad de vida de las poblaciones, reduciendo en gran medida la incertidumbre económica. 

El asociativismo económico 

Las crisis actuales son también el resultado de una crisis de solidaridad. Nuestro sistema económico actual se sostiene sobre la base de decisiones económicas individuales y (no pocas veces) confrontadas. Las crisis potencian el sentido de trabajo colectivo y solidario. Resulta un desafío sostener el mismo más allá de éstas coyunturas. 

A partir de las prácticas de una economía más solidaria se alcanzan resultados equitativos y socialmente deseables, a la vez de promoverse el desarrollo sustentable. En ésta dirección, ha de considerarse el fortalecimiento de las experiencias de asociativismo en diferentes niveles: inter-personal, inter-corporativo y entre países. Existe, sin dudas, una crisis de liderazgos económicos, políticos y sociales en la cúspide, pero también es necesario que la ciudadanía plena pueda comprometerse en la materialización de prácticas que pongan a unos y otros en una relación de entendimiento y armonía mutuos. 

La crisis del coronavirus deja al descubierto muchas de las debilidades del sistema económico actual, pero trae asimismo el desafío de enfrentar seriamente las urgencias que requiere un futuro mejor para todos los habitantes del planeta. Las propuestas enunciadas supra, han sido discutidas ampliamente en el pasado de la literatura económica. Sin embargo, a la luz de la situación en la que se encuentra el mundo hoy, parecen tan actuales como cuando fueron enunciadas.

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