El clima extremo desplazó a 2 millones de personas en América en 2022
Escribe Matias Avramow, Diálogo Chino. En 2022, se contabilizaron 31,8 millones de desplazamientos internos por fenómenos meteorológicos extremos, de acuerdo a un nuevo informe. América es una de las regiones más golpeadas, con 2,1 millones.
El último reporte del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos (IDMC) informa de un aumento significativo de los desplazamientos forzosos de personas dentro de las fronteras de sus países debido a desastres como inundaciones, tormentas, incendios forestales y sequías.
A finales de 2022, el número total de personas desplazadas internamente por catástrofes en todo el mundo casi se duplicó con respecto a 2021, en gran parte debido a las devastadoras inundaciones de Pakistán. Los desplazamientos relacionados con catástrofes durante el año también fueron un 41% superiores a la media de la última década. Las inundaciones fueron responsables de la mayoría —seis de cada diez— de estos desplazamientos forzosos, seguidas por tormentas, sequías, deslizamientos de tierras y, por último, temperaturas extremas.
América fue la cuarta región con más desplazamientos por eventos climáticos en la última década, de acuerdo al IDCM. El año pasado, Brasil fue el país de la región con más desplazamientos de este tipo, seguido de Estados Unidos, Colombia, Haití y Cuba.
Los desplazamientos climáticos son complejos, y normalmente, en la literatura científica se dividen en dos grupos: los de inicio súbito y los de inicio gradual. “Es mucho más fácil identificar los primeros por su aparición repentina: pueden ser huracanes, inundaciones, terremotos o incendios”, sostiene Pablo Escribano, especialista en migración y cambio climático en la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
“En cambio, cuando hablamos de inicios graduales como la sequía, el deshielo de glaciares o el incremento del nivel del mar, tienden a ser más difusos. Muchas veces estas personas se desplazan porque su tierra ya no es productiva o deja de haber oportunidades”, agrega Escribano.
Las conclusiones del IDMC significan una advertencia sobre los crecientes riesgos de desplazamiento en medio de una crisis climática que probablemente provocará fenómenos meteorológicos extremos más intensos, frecuentes e impredecibles. Los expertos señalaron a Diálogo Chino la urgente necesidad de respuestas para prevenir y evitar los desplazamientos en América Latina, y de aumentar el apoyo a quienes se ven obligados a reubicarse.
Las inundaciones y las respuestas en América Latina
El año pasado, tanto en Brasil como en Colombia se registraron inundaciones debido a las intensas lluvias que cayeron entre mayo y noviembre. Fueron semanas enteras de agua hasta el pecho para la población. Agregado a los derrumbes que se provocaron por la tierra húmeda, fue devastador para ambos países.
Un poco más al norte, huracanes como Ian en el Atlántico golpearon Centroamérica y también movilizaron a cientos de miles de personas en toda América. En suma, IDMC contó 1,2 millones de desplazamientos internos por estas dos razones, un poco más del 50% del total de desplazados en la región.
Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), máximo órgano científico de las Naciones Unidas sobre el clima, estos fenómenos pueden ser aún más extremos en el futuro debido a los efectos del calentamiento global. “El incremento en la temperatura del agua hace más propenso esto, también el incremento en la temperatura del aire. Son las condiciones ideales para tormentas terribles”, ilustra Matilde Rusticucci, que desde hace varios años forma parte del grupo II del IPCC.
Escribano explica que en América Latina existen múltiples respuestas ya en marcha. “Hay más conciencia de los riesgos. Por lo que varios países tienen diseñados sistemas de alerta temprana [que ayudan a prevenir tragedias] y de gestión de riesgos por desastres y protocolos de evacuación. En el caso de Cuba, por ejemplo, cuando golpea un huracán se sabe cómo desplazar a las personas afectadas”, comenta.
Además de esas estrategias, existen reubicaciones planificadas. Es decir, el gobierno, ONGs y organismos internacionales impulsan el traslado de personas que viven en zonas inundables o con algún otro tipo de riesgo a sitios seguros. “Se está avanzando mucho en ese sentido. Pero es un proceso complejo, tenemos bastantes malas experiencias”, reconoce Escribano. Un ejemplo es el de Goldney y Olivera, dos pueblos en el borde del río Luján y unidos por un camino de asfalto, a casi 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, en Argentina.
Pablo Lugones lleva la mitad de su vida viviendo en Goldney y trabaja en Olivera. Por mucho tiempo se dedicó a la venta de leche, pero en el año 2000, con su compañera armaron la Fundación Remo. “En un principio era solo un jardín maternal, pero con las inundaciones que vinieron entre el 2000 y 2016 también nos convertimos en albergue. Recibíamos a 30 personas por vez… eran los que entraban”, describe Lugones.
Durante esos 16 años, el río creció más de ocho veces a una altura de entre dos y cinco metros. Había partes del pueblo que se inundaban completamente, y con cada crecida, el río se llevaba los muebles, la ropa y las fotografías.
En su momento, el gobierno de la provincia de Buenos Aires y un grupo de ONGs construyeron 40 casas en una zona segura y lograron reubicar a las personas más afectadas por las inundaciones. Pero al cabo de un tiempo llegaron más personas a vivir en la zona que había sido desplazada, explica Lugones. “Hoy, el lugar que se inundaba está lleno de personas otra vez”, añade.
Escribano explica que esta situación se reproduce en varios sitios de la región. Para esto, se requiere avanzar en soluciones más integrales. “También surgen temas como la reconstrucción de medios de vida. ¿Cómo reconstruyes los medios de vida de la población que estás moviendo a otro lado?”, cuestiona.
Inicios graduales y desplazamientos transfronterizos
En contraste con las lluvias y las inundaciones, hay varias zonas de América Latina que sufrieron sequías históricas. “Este fue uno de los eventos más generalizados. En Argentina y Uruguay hubo casi tres años de sequía prolongada”, detalla Rusticucci. “Y si no hacemos algo para mitigar y adaptarnos, en donde llueve ahora va a llover mucho más y en donde ya hay sequías, serán cada vez más prolongadas”, añade. Tan solo el año pasado en el mundo, la sequía fue la tercera razón de desplazamiento interno relacionada al clima.
Una de las regiones más golpeadas por la sequía en América Latina es conocida como el corredor seco y comprende parte de Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica y Nicaragua. Desde hace años, en esta zona llueve cada vez menos. Y aunque en temporada de huracanes las tormentas golpean ese territorio, el resto del año no cae una gota de agua. Tan solo en el 2014, en toda esa región se perdió el 70% de los cultivos por la sequía.
A diferencia de las tormentas y las inundaciones, este fenómeno no necesariamente lleva a desplazamientos de inicio súbito. A menos de que se inicie un incendio, la sequía impulsa desplazamientos paulatinos. Esto ha provocado un abandono progresivo de las tierras. Muchas personas se van a las ciudades, o a otros países, en donde se exponen a riesgos que muchas veces las fuerza a volver a desplazarse.
“Las personas que migran por desplazamientos climáticos [desde el corredor seco] viajan hacia el norte sin ningún tipo de protección, ya que no existe una figura jurídica que identifique al desplazado climático”, asegura Adrián Martínez Blanco, director y fundador de la organización no gubernamental La Ruta del Clima.
Si bien existen marcos normativos en los que se pretende integrar a los desplazados climáticos como parte de las movilidades forzosas del mundo, como el Pacto Mundial para la Migración Segura, los mismos no son vinculantes y dependen de la voluntad de cada país. Para esto, explica Martínez, “es necesario replantear completamente la movilidad humana y adaptarla a un contexto actual, con un énfasis en el cambio climático, en los derechos humanos y en las comunidades más vulnerables”.
Legislación y monitoreo en la región
Aunque hay mucho por mejorar, para Ivana Hajzmanova, gerente de monitoreo global y autora del reporte del IDMC, se ha avanzado en materia de atención ante los desplazamientos climáticos en América Latina.
Muchos gobiernos se centran en el desarrollo de instrumentos como las visas humanitarias, en los planes de adaptación al cambio climático y en los sistemas de monitoreo. “Incluso Colombia está trabajando en una ley específica para el desplazamiento climático, y México va por el mismo camino”, explica.
Hajzmanova destaca también que hay países con sistemas de monitoreo avanzados que ayudan a prevenir los desplazamientos, como Brasil, Uruguay y Chile. Sin embargo, reconoce que esto no es homogéneo. “Enfrentamos una falta de datos en varios países de América Latina, por lo que es muy difícil evaluar realmente la magnitud del fenómeno”, comenta.
Ella espera que los responsables políticos y los tomadores de decisiones lean este informe y, en función de los hallazgos, puedan decidir dónde se necesita más financiamiento y cuáles son las crisis más agudas que deben abordarse. “Realmente es la prerrogativa de los Estados nacionales y cada uno de ellos necesita implementar sus propias políticas e instrumentos legales, que les ayudarán a hacer frente a las crisis de desplazamiento interno”, reconoce.
Para Escribano, es fundamental trabajar en un abordaje conjunto de la problemática entre los países de América Latina. “La COP28 es un espacio en el que pretendemos plantearlo”, sugiere, en relación a la conferencia de cambio climático de Naciones Unidas a desarrollarse en diciembre en los Emiratos Árabes Unidos.