El Mundial que estamos ganando

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El de Rusia fue uno de los mundiales – hablo en pasado porque para la Argentina ya terminó – en los que más se viralizaron los acosos callejos a mujeres. No en el que más acosos hubo a mujeres, sino en el que más se repudiaron estos actos machistas. Algo está cambiando. Hagamos un poco de memoria. Evento tras evento esperábamos que apareciera en las pantallas de televisión una mujer voluptuosa, llamativa con poca ropa – Larisa Riquelme por dar un ejemplo – que le pusiera color, sexo, alimentara el morbo, la burla y sirviera para llenar horas de televisión sobre sus atributos. Las transmisiones se peleaban por encontrar a la de mejor escote, la de la pollera más corta o la del pantalón más entallado. Por lo menos en la televisión argentina este año esa cosificación estuvo ausente, o quienes insistieron con esa manera de “entretener” fueron los menos.
La lucha histórica de millones de mujeres en todo el mundo, de a poco logra el rechazo de la sociedad a la cosificación. Ya no es más macho, más gracioso ni merecedor del respeto de sus pares aquel que ridiculiza a la mujer, la violenta o la abusa por el sólo hecho de sentirse superior.
Sin embargo el camino recién empieza a recorrerse. Todavía hay que luchar contra los Fernando Penovi, aquel argentino que fue vergüenza nacional por hacerle decir obscenidades en español a una niña rusa de 15 años. Su estupidez le valió el repudio del país y la prohibición para ingresar a los estadios, y aquel hombre maduro de 50 años, canchero, que se grabó con el celular para recibir las palmaditas en el hombro de sus amigos, tuvo que volver pidiendo disculpas. Pobre.


Y así unos cuántos, acá y en varios países. El acoso sexual a la periodista española María Gómez en medio del Mundial escandalizó a España: “Basta ya de pensar que somos trozos de carne”. María fue sorprendida por un fanático que le dio un beso mientras hablaba a cámara y decidió publicarlo en su cuenta de Twitter. El de María Gómez había sido, al menos hasta el momento de la publicación, el cuarto caso que se hacía viral, junto con el de las colegas Julieth González Therán (Colombia), Malin Wahlberg (Suecia), Laura Zago y Julia Guimarães (Brasil).
Las mujeres ya no se callan, las mujeres se defienden, no se convencen a sí mismas de que es sólo una broma y se ríen para complacer. Y la sociedad reacciona, las acompaña, repudia. Algo está cambiando.

En un mundo tan machista como es el fútbol, ellas dieron vuelta los tantos y se animaron a piropear y a “cosificar” al por siempre recordado 19 de Islandia. En redes sociales se leyeron algunos cuestionamientos de hombres que les advertían a ellas, “después no se quejen si las cosifican, si ustedes hacen lo mismo”. Siguen esos hombres creyendo que pueden decirles a las mujeres lo que pueden hacer o no. Siguen esos hombres creyendo que hay que ser cuidadosas al opinar sobre la raza masculina para no ofenderlos. Pensemos por un segundo que a menos de un mes del Mundial, esos hombres se sintieron incómodos, se sintieron un objeto. Las mujeres tuvieron que ser un objeto toda su vida. Cada acción genera una reacción con la misma intensidad pero en sentido contrario, dice la famosa ley física.   
Amigarse con los tiempos, aggionarse, y respetar el derecho de las mujeres simplemente por el hecho de ser personas. En ese camino estamos.

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