El paro de mujeres es económico y político: resistir para avanzar

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El 1 de marzo el presidente Mauricio Macri inauguró la Asamblea Legislativa. A lo largo de su discurso, en el que recorrió las políticas y acciones que se implementaron durante el año pasado, las mujeres tuvieron solo un instante de protagonismo. Macri mencionó el Plan Nacional contra la Violencia de género y la consigna #NiUnaMenos: “Es un desafío que tenemos que encarar juntos, poniendo fin a la violencia machista. Tenemos que terminar con los patrones culturales que naturalizan la agresión a la mujer. El elemento fundamental es la educación, desde la política, la escuela y en cada casa.” Sin embargo, el presupuesto asignado al Consejo Nacional de las Mujeres es de apenas $6,96 por mujer para 2017. Además, durante 2016 fue seriamente sub-ejecutado: solo se utilizó un 14,5% del monto destinado al organismo (datos de las economistas Magalí Brosio y Violeta Guitart). No solo este Plan es insuficiente, sino que además no toma dimensión de que esos patrones culturales que hay que cambiar afectan otros aspectos de la vida cotidiana de las mujeres, en donde la violencia de género y el femicidio son las expresiones más visibles pero no las únicas.

Este 8 de marzo, mujeres de más de 40 países se van a movilizar en cientos de ciudades con motivo del Día internacional de la mujer trabajadora. Argentina es parte de la organización de este experimento internacional, como lo llamó Cinzia Azzurra (activista estadounidense), que se inspira en una marcha que protagonizaron las islandesas en 1975, cuando más de 25 mil mujeres salieron a las calles de Reikiavik. Se trataba de una manifestación a modo de “día libre de las mujeres” y una huelga en la que participó el 90 por ciento de las mujeres islandesas: ninguna de ellas hizo tareas domésticas ese día. A los hombres les tocó estar a cargo de la casa, los niños y todas las tareas asignadas tradicionalmente a las chicas. Como resultado de este paro se cerraron bancos, escuelas y negocios. Un año después, el Parlamento aprobó una ley de pago igualitario y al poco tiempo, Islandia elegía también su primera presidenta mujer. Estas marchas simultáneas del 8M, no serán solamente en contra de la violencia de género, que en la Argentina ha recrudecido este 2017, sino también son un reclamo por igualdad. Estadounidenses, peruanas, españolas, polacas o islandesas tienen un campo de disputa en común: la desigualdad en sus economías se potencia con la desigualdad de género.

¿Cómo le decimos a una mujer que vale lo mismo que
un hombre si eso no se refleja siquiera en su salario?

En el discurso de Macri o en sus políticas públicas, nadie parece tomar nota de estos planteos. No solo escasean las mujeres en los equipos de Hacienda, Finanzas, Banco Central, Ciencia y técnica o Producción, sino que tampoco aparece la perspectiva de género a la hora de abordar una situación que es clave para transformar estos patrones culturales que abonan situaciones de discriminación y desvalorización. Las mujeres en la Argentina ganan 27% menos que los varones y la brecha llega al 40% para trabajadoras precarizadas, que a su vez son más de un tercio del total. ¿Cuál es el plan del gobierno para cerrar la brecha salarial? ¿Cómo le decimos a una mujer que vale lo mismo que un hombre si eso no se refleja siquiera en su salario? 6 de cada 10 mujeres sin hijos trabaja mientras que solo 4 de cada 10 lo hace cuando tiene 2 o más niños. Ocurre lo contrario con los varones. ¿Cuál es la política para que la maternidad no penalice a las mujeres? Más del 60% de los jóvenes llamados Ni-Ni (ni trabajan ni estudian) son chicas que si trabajan, pero en su casa: son niñeras de sus hermanitos o familiares, enfermeras de sus abuelos, limpian sus casas, hacen las compras, preparan los alimentos, son el sostén de hogares pobres.

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Las mujeres en Argentina ganan 27%
menos que los varones

Días atrás, Nancy Fraser, filósofa y politóloga feminista estadounidense, dijo que “las mujeres hoy somos la resistencia, solo si resistencia no significa que queremos volver a donde estábamos antes de Donald Trump”. Esta idea también es válida en la Argentina. Hoy las mujeres están expresando una agenda de discusiones que han sido relegadas una y otra vez. Es que el deterioro de la situación económica, algo que el presidente eludió contando solo las notas buenas y haciendo énfasis en que tenemos que esperar al largo plazo para ver resultados, ha calado hondo en la calidad de vida. En 2016 la economía argentina siguió en recesión, la inflación deterioró el poder adquisitivo del salario, de las jubilaciones, de la AUH; la industria (que no fue mencionada una sola vez en todo el discurso) cayó junto a la construcción generando un mayor estancamiento en la creación de empleo y el Estado se deshizo de miles de trabajadores. Científicos y docentes reclaman en las calles que la oda a la educación, ciencia y tecnología se convierta en salarios dignos y presupuesto. En este marco, las mujeres hoy no solo paran en contra de la violencia de género sino que incorporan demandas económicas y políticas. Son ellas quienes resisten, como dice Fraser, en solidaridad cruzando fronteras locales e internacionales y encadenando experiencias.

Y en la Argentina tampoco se trata de volver al punto anterior. El 8 de marzo es un punto de partida que sin duda va a traer una nueva agenda de debate pública, en donde las mujeres son protagonistas.

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