Geopolítica de la Inteligencia Artificial

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Por Gabrielle Chou, Le Monde Diplomatique. Convertirse en “el principal centro de innovación en materia de inteligencia artificial en el mundo en 2030”: tal es el objetivo enunciado con claridad por el Consejo de Estado (el gobierno) que, desde el 24 de octubre de 2017, elevaba a este sector al rango de “prioridad nacional”. El desafío es de envergadura porque la inteligencia artificial china, con sus aplicaciones médicas, industriales y de transporte, en particular en los vehículos autónomos, podría convertirse en uno de los principales motores del crecimiento nacional.

Más allá de afirmar su voluntad política, China dispone de ventajas indiscutibles. Sus consumidores son los primeros en el mundo en utilizar masivamente el smartphone para pagar bienes y servicios en línea (1) y los primeros en utilizar programas de reconocimiento vocal o asistentes virtuales. La robótica es ampliamente aceptada por la población para reemplazar la mano de obra faltante en hoteles, hospitales y bancos: no es raro que los servicios de recepción o entrega desde el hall de entrada hasta la puerta de una habitación sean cubiertos por un robot (2). Esta tecnología también se usa en la construcción, la explotación minera o incluso para ayudar a los socorristas en caso de catástrofe.

Con 800 millones de usuarios de smartphones sobre 1.410 millones de habitantes censados en 2021, el país se beneficia de un volumen considerable de informaciones digitales, ampliamente accesibles debido a una regulación que, si bien protege los datos de los consumidores, con frecuencia se matiza en caso de “necesidad de Estado” (en el campo de la salud, por ejemplo). Incluso existe un apartado regulatorio específico para la biotecnología, la bioingeniería y la biofarmacia que incita a las empresas, los investigadores y los poderes locales a trabajar conjuntamente. Y su asociación estrecha atrae a los inversores: muchos logros biotecnológicos de primer orden vieron la luz gracias a ella, como el tratamiento automático del lenguaje natural y el aprendizaje automático que permite recolectar y analizar datos médicos a fin de predecir los resultados de los ensayos clínicos y optimizar la concepción de los estudios clínicos.

El país puede contar con una amplia reserva de trabajadores calificados. Cada año, se reciben alrededor de 1,4 millones de ingenieros, seis veces más que en Estados Unidos, entre los cuales al menos un tercio se formó en inteligencia artificial (3). Además, como observa el periódico económico japonés Nikkei Asia, “China es la campeona indiscutida en cantidad de artículos de investigación publicados sobre inteligencia artificial que superan de lejos a los de Estados Unidos en cantidad y calidad”(4). Tencent, Alibaba y Huawei figuran actualmente entre las diez primeras empresas mundiales que proveen este tipo de producción.

Estas investigaciones tienen como resultado, a veces, aplicaciones en el mundo real que superan los modelos mundiales ya existentes. Es el caso de la aplicación móvil para compartir videos TikTok (ver recuadro), pero también de la división de la informática en nube(cloud) de Alibaba (líder del comercio electrónico), que propone actualmente 62 servicios basados en su inteligencia artificial, contra 47 de su competidor estadounidense Microsoft Cloud. Sus programas inteligentes de conversación (chatbots) para el servicio de consumidores, o sus soluciones para habilitar herramientas de enseñanza personalizadas en el campo de la educación se utilizan para acelerar y personalizar las comunicaciones con los usuarios. Se puede citar nuevamente el caso de Alibaba que, gracias a su programa “City Brain” mejoró la circulación automovilística al punto de hacer retroceder a la ciudad de Hangzhou (6,97 millones de habitantes) del 5º al 57° lugar en el ranking mundial de ciudades más congestionadas (5). El sistema gestiona de modo automático los semáforos en función de los puntos de congestión que detecta, una optimización que se reveló particularmente útil para el desplazamiento de las ambulancias en plena crisis sanitaria, cuando ciertos barrios permanecían en aislamiento total, mientras el resto de la ciudad seguía funcionando con normalidad.

El “arma secreta estadounidense”

Los ejemplos de éxito son múltiples, particularmente en el campo de la ciberseguridad, con cuatro grandes compañías (Bairong, TransinfoTech, Dahua Technology, Hikvision). Sin hablar de SenseTime, ya en camino a capturar la mayor parte del mercado interno de las tecnologías de inteligencia artificial valiéndose de la visión por computadora. Esta compañía, dominante en el campo de la seguridad por reconocimiento facial, optimiza su savoir-faire aplicándolo a otros sectores. Desarrolló particularmente un programa capaz de identificar el rostro o de evaluar la edad de las personas cruzándolos con datos comerciales, con lo que ayuda a los comerciantes a detectar a los clientes más susceptibles de comprar sus productos.

La industria china se desmarca de sus competidoras internacionales a través de su capacidad para fusionar la potencia digital y la venta al por menor, gracias al éxito de la integración en una cadena de valor única de los datos del comercio en línea, fuera de línea y de la logística. Acoplada a la inteligencia artificial, esta integración permitió la organización de un modelo de entregas ultra performativo. Así, un pedido de un lápiz labial en J.D., otro gigante del e-commerce, puede ser entregado en seis minutos por el operador que dirige uno de los centros logísticos calificado como más de punta del mundo. En mayo de 2022, Baidu, el “Google” chino, lanzó taxis sin conductor en Pekín mientras que WeRide realizó más de 150.000 trayectos con sus taxis-robot en la ciudad de Cantón (Guangzhou, 14 millones de habitantes), sin que se haya reportado ningún accidente.

Ciertamente, en el campo de la inteligencia artificial generativa (rama que utiliza contenidos existentes para generar nuevos), la herramienta estadounidense ChatGPT –capaz de sostener conversaciones inteligentes con sus usuarios– marcó varios puntos. Sin embargo, los gigantes chinos crean nuevas aplicaciones y buscan lanzar plataformas competidoras. Es el caso de Tencent, cuyo generador de imágenes animadas Different Dimension Me llegó a las plataformas sociales mundiales a fines del año 2022 para crear avatares comparables a personajes manga a partir de fotos de rostros, o de Baidu, que despliega un modelo de 10.000 millones de parámetros (ERNIE-ViLG), cuyo lanzamiento se dio este marzo.
También hay que citar Idea, un laboratorio de investigación dirigido por el célebre experto en informática Harry Shum, que inventó Taiyi, otro modelo de conversión texto-imagen a gran escala.

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A pesar de un terreno favorable y de numerosas iniciativas, el ministro de Ciencias y Tecnologías Wang Zhigang reconoció no obstante este marzo que “China debe esperar”antes de “ver resultados” (6) como los del ChatGPT. De hecho, todos pudieron constatar que la inteligencia artificial china no fue de ninguna utilidad en el tratamiento de la pandemia de Covid-19. Ciertamente sirvió para las medidas de restricción de circulación de las poblaciones y para la previsión de la evolución de los focos de enfermedad. Pero no ayudó a la elaboración de vacunas de efectos creíbles, contrariamente a la start-up estadounidense Moderna.

Varios factores explican los fracasos de este movimiento a marcha forzada que lanzaron los poderes públicos. En primer lugar, aunque cerca de un tercio de los mejores investigadores mundiales en este campo provienen de China, sólo la décima parte trabaja realmente allí. La mayor parte de los talentos chinos se encuentra en Estados Unidos, al punto de que constituyen “el arma secreta estadounidense en la inteligencia artificial”, según un estudio del think tank estadounidense Marco Polo (7). A esta fuga de cerebros se suma el desajuste entre las inversiones anunciadas y las sumas realmente asignadas, hábilmente revelado por los actores de la industria informática nacional para hacer presión. Es el caso de los 16.000 millones de euros que anunció en 2018 la municipalidad de Tianjin, en el noreste de país, respecto de los cuales nadie sabe si finalmente fueron desbloqueados; y, si así fuera, si llegaron a sus destinatarios y fueron exclusivamente consagrados a la inteligencia artificial.

Además, la política muy rigurosa de Pekín para regular dicha rama terminó penalizando ciertos avances. A Ant Group, el brazo financiero de Alibaba, cuya doble cotización en Hong Kong y Shanghai fue suspendida en noviembre de 2020 (8), le recortaron las alas. Llueven multas pesadas sobre los actores industriales juzgados culpables de no haber respetado las reglas de la competencia. Así, en julio de 2022, después de una larga investigación, el organismo regulador de Internet infligió una contravención de 8.000 millones de yuanes (cerca de 1.200 millones de euros) a Didi, la “Uber” china. A los dos gigantes de los videojuegos Tencent y NetEase, penalizados por violaciones de las leyes antitrust en 2021, se les impidió colocar en el mercado nuevos juegos hasta fines de 2022, con lo cual sus cotizaciones en la Bolsa se derrumbaron. Por miedo a ser detenidos, varios directivos de la industria “tech” renunciaron, como, en noviembre de 2021, Zhang Yiming, el fundador de ByteDance, la casa matriz de TikTok; muchos otros se refugiaron en el exterior, en Japón o Singapur. El 1º de noviembre de 2021 entró en vigor la gran ley sobre la protección de la vida privadaen línea adoptada por la Asamblea Nacional Popular, y sus términos borrosos ponen en mayor riesgo aun a los operadores que manipulan datos de los consumidores. Este refuerzo del control del Estado podría desmotivar a los gigantes de la industria digital.

Ambiciones de autonomía

Como si esto fuera poco, apenas iniciado el año, el gobierno interrumpió bruscamente el plan de inversiones de 148.000 millones de dólares destinado a la industria de los semiconductores que agrupaba varios programas de ayuda, principalmente mediante subvenciones y créditos impositivos, para sostener la producción y la investigación. La causa: la corrupción revelada por una oleada de investigaciones sobre numerosas personalidades, entre ellas Xiao Yaqing, por entonces ministro de Industria y Tecnologías de la Información, y Ding Wenwu, gerente general del Fondo de Inversión de la Industria China de los Circuitos Integrados. Conocido con el nombre de “Big Fund” y dotado de 45.000 millones de dólares, este fondo es desde el año 2014 el instrumento oficial del gobierno para gestionar sus colosales inversiones en el campo de los semiconductores. Presenta una red compleja de intereses y cuenta, entre sus accionistas, al Ministerio de Finanzas, al prestamista del Estado China Development Bank, al poderoso monopolio China Tobacco y al gigante de las telecomunicaciones China Mobile.

Este freno cae mal para el presidente Xi Jinping y sus ambiciones de autonomía tecnológica. Los semiconductores son esenciales para las innovaciones en curso alrededor del 5G, de la nube, de la Internet de las cosas y de numerosos sectores en plena mutación, como el sector militar y espacial. Desde los smartphones hasta las computadoras, pasando por los misiles balísticos y la industria del automóvil, los semiconductores son indispensables y China representa el mayor mercado consumidor de semiconductores y de circuitos integrados del mundo.

Ahora bien, su cadena de valor se caracteriza por una combinación de tecnologías interdependientes con puntos críticos que suministran una ventaja estratégica a quienes los controlan (9). Una falla, la escasez, una avería o un embargo sobre un simple eslabón de la cadena tiene repercusiones considerables. Respecto de ciertos elementos, sólo un pequeño puñado de empresas detenta un savoir-faire único. Los semiconductores se obtienen al término de tres etapas principales: la concepción, la fabricación y la fase del montaje-test-acondicionamiento. Los puntos críticos se concentran en los programas de concepción y en la técnica de la litografía (máquinas de fabricación); dos segmentos especializados en los cuales China acusa un pesado retraso pese a sus esfuerzos y que están todos situados en países aliados de Estados Unidos: Japón, Corea del Sur, Taiwán y algunos países europeos.

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Ahora bien, Washington decidió un embargo cada vez más severo. A principios de octubre de 2022, la Casa Blanca prohibió a las empresas estadounidenses exportar hacia China las herramientas necesarias para la fabricación de semiconductores esenciales para los cálculos de alta performatividad y para las supercomputadoras (10), así como también de semiconductores cuyo tamaño sea menor o igual a 14 nanómetros, los más necesarios para las industrias de punta. La prohibición se extiende de facto a las empresas no estadounidenses. Esto le impide a Pekín encontrar soluciones. El presidente Joe Biden llegó incluso a aliarse con los Países Bajos, donde se ubica la fábrica de máquinas para las fundiciones de los semiconductores de punta ASML, y con Japón, que posee Electron y Nikon. En enero de 2023, los tres países firmaron un acuerdo de cooperación que ratificaba el bloqueo. El enfoque cada vez más restrictivo de la administración estadounidense reaviva considerablemente la voracidad china respecto de Taiwán, donde se encuentra la más performativa de las fundiciones, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), poseedora de la mitad de los segmentos del mercado mundial de semiconductores más sofisticados.

El refuerzo de las sanciones afecta a un sector nodal y estructural en China: en 2020, el país detentaba el 9% del mercado mundial de los semiconductores, o sea 39.800 millones de dólares de ventas anuales totales, contra solamente 3,8% en 2015. Pero los importa masivamente: representan 378.000 millones de dólares, o sea 18% de las importaciones totales (incluida la energía). Sus exportaciones de ahora en más se ven afectadas. El año último, cayeron dramáticamente (72, 8% menos en relación con 2021). Los clientes extranjeros se ven obligados actualmente a diversificar sus cadenas de abastecimiento. Así, la compañía estadounidense Dell prevé no usar más chips fabricados en China de aquí a 2024, y ya solicitó a sus proveedores que redujeran la cantidad de otros componentes producidos allí (11). Uno de sus rivales, Hewlett Packard, también empezó a sondear a sus proveedores para evaluar la factibilidad de una transferencia de la producción y el montaje.

Un freno a la innovación

Por su parte, las grandes empresas tecnológicas chinas actúan, también, para preservar sus intereses comerciales internacionales. Algunas start-up eligen abandonar el país: Movio (ex Surreal), especializada en la creación de avatares para videos profesionales, prefirió mudarse a Los Ángeles para vender sus servicios en el mercado mundial, y esto pese a su gran éxito en el mercado doméstico durante la pandemia.

Por ahora, la industria china dispone todavía de reservas no desdeñables de semiconductores en los laboratorios privados y púbicos. Pero, a largo plazo, la escasez entraña el riesgo de amenazar su capacidad para desarrollar sus propios algoritmos poderosos, indispensables para el desarrollo de una inteligencia artificial competitiva. Esto podría afectar a las empresas que usan material de origen estadounidense, particularmente en el campo de los vehículos autónomos y la logística, así como a aquellos centros de investigación que utilizan la inteligencia artificial para el descubrimiento de medicamentos.

Por supuesto, Pekín no se queda de brazos cruzados. Las autoridades les piden ahora a los proveedores locales que reduzcan los precios de los componentes destinados a los clientes nacionales que fabrican semiconductores, tanto para sostener la competitividad en la exportación como para reducir las compras al exterior, hasta entonces más baratas. No obstante, la cuestión de cómo reaccionar ante las decisiones estadounidenses divide a los líderes. Algunos alientan inversiones aun más masivas para recuperar el retraso –se habla de un plan suplementario de 145.000 millones de dólares, a pesar del caso del Big Found, que suena como un llamado de atención–; otros apuestan al apoyo indirecto a los grandes proyectos consumidores de semiconductores producidos en China, como el 5G. Lo que es seguro es que el rumbo del desarrollo de la inteligencia artificial se mantiene: Xi Jinping mencionó 40 veces el término “tecnología” en su informe al XX Congreso del Partido Comunista en octubre último, contra 17 en 2017.

Ciertamente, la actitud agresiva de Washington demorará, sin probablemente hacer descarrilar, estos nuevos esfuerzos. Puede llevar a Pekín a desacoplarse del resto del mundo y esto implicaría normas técnicas diferentes que obstaculicen el potencial mundial de cooperación en las nuevas tecnologías. Llevará un tiempo discernir los efectos en su conjunto, pero al menos hace más lenta, en el corto plazo, la innovación china. γ

1. “Payment Methods in China: How China became a mobile-first nation”, Daxue Consulting, 3-8-22, daxueconsulting.com

2. Barry van Wyk, “As China’s population ages, medical robots and devices are booming”, The China Project, 2-11-22, thechinaproject.com

3.Handel Jones y David P. Goldman, “US-China AI rivalry a tale of two talents”, Asia Times, Hong Kong, 2-7-22.

4.Kotaro Fukuoka, Shunsuke Tabeta y Akira Oikawa, “China trounces U.S. in AI research output and quality”, Nikkei Asia, Tokyo, 16-1-23.

5.Josh Chin y Liza Lin, “In China, surveillance crushes lives – and improves them”, The Economist, Londres, 22-9-22.

6.Xinmei Shen, “China’s ‘two sessions’ 2023: ChatGPT-like artificial intelligence is ‘difficult to achieve’, China’s tech minister says”, South China Morning Post, Hong Kong, 5-3-23.

7.Paul Mozur y Cade Metz, “A U.S. secret weapon in A.I.: Chinese talent”, The New York Times, 9-6-20.

8.Véase Jordan Pouille, “Alibaba debe volar más bajo”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, marzo de 2021.

9. Véase Evgeny Morozov, “Geopolítica de los chips”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2021

10. “Commerce implements new export controls on advanced computing and semiconductor manufacturing items to the People’s Republic of China (PRC)”, Bureau of Industry and Security, Washington, 7-10-22, bis.doc.gov

11. Cheng Ting-Fang, “Dell looks to phase out ‘made in China’ chips by 2024”, Financial Times, Londres, 11-1-23.

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