Agotada de los números, decidió dejar la contaduría y dedicarse al arte y la vitrofusión
El matemático español, Eduardo Saenz de Cabezón, explicó una vez durante su charla TEDx Río de la Plata, que lo único realmente eterno, son los teoremas, inclusive más que los diamantes. Ya sea una relación amorosa, de amistad, un trabajo y hasta una vocación, son propensos a culminar y ser reemplazados (o no) por otras.
Lorena Jacob estudió, se graduó y ejerció de contadora por más de doce años, hasta que la presión de los números, liquidaciones de sueldo, nuevas disposiciones tributarias, entre otras cosas, la empezaron a fatigar y encontró un cable a tierra con artes plásticas. Actualmente Lorena abandonó los libros contables, se alejó del trabajo en relación de dependencia y se dedica al arte de la vitrofusión.
Platos para sushi o picadas, fuentes, llaveros, bachas de baño, llamadores de ángeles, esculturas y un sinfín de productos más se encuentran en el taller que Lorena tiene en la sala de su casa en Villa Sarita, Posadas. Sobre la mesa de trabajo, que no fue pensada como tal, pero terminó oficiando de tal, se encuentran algunas herramientas de trabajo y un atril que sujeta una pintura circular de unos 20 centímetros de diámetro. “Ahora también estoy incursionando en la pintura, me sirve para quitarme la ansiedad, ese y estos otros los pinte anoche, cuando llegué a casa”, explica, señalando otras pinturas que están sobre otra mesa.
Lorena habla tranquila, sin disimular si algo no la agrada por completo y no tiene reparos en decir si algún comentario la incomoda o si algún tema en específico desea evitar. Sonríe lo necesario y sus ojos están siempre atento a su interlocutor, evaluando no sólo las palabras que le dirigen, también el lenguaje corporal, pero sin incomodar.
El arte ingresó a su vida cuando ya tenía una carrera profesional establecida, a través de las mandalas. Realizó talleres sobre cómo dibujarlas, pintarlas y de a poco vio que el hobby se iba transformando en algo más, hasta que descubrió la vitrofusión, que sería posteriormente la disciplina a la que se dedicaría con mayor entusiasmo.
La vitrofusión es el arte de unir, fusionar, modelar y superponer vidrio con calor. Es un proceso donde se calientan dos o más vidrios a altas temperaturas hasta que estos se junten logrando como resultado final una pieza homogénea y libre de tensiones. La técnica consiste en el uso de un horno que logre altas temperaturas para fundir el vidrio y que permite obtener piezas únicas con distintas texturas, colores, relieves y formas y con el uso de diversos pigmentos de colores, pinturas esmaltadas, vidrio molido, hilos de vidrio y metales para obtener piezas utilizadas para decoración del hogar, diseño de joyería y accesorios.
Para Lorena se trató de un mundo nuevo, donde la lógica de los números no tienen lugar ya que son ocupados por la inspiración y la necesidad de crear, de dar forma y plasmar en diferentes piezas lo que piensa y siente en ese momento. Es por eso que, a pesar de realizar varias piezas similares, en una misma tanda, todas son diferentes unas con otras. “Por más que lo intente hacer, no me saldrán dos platos iguales, no hay una matriz y en eso también está lo lindo de lo artesanal”, reflexionó.
El proceso de creación de las piezas varía partiendo del objeto final, de si es a pedido o si lo realiza para abastecer el stock de obras que luego venderá en ferias o tendrá para cuando alguien le escriba solicitando un regalo de cumpleaños o cualquier otro tipo de celebración. El vidrio lo adquiere en, valga la redundancia, vidrierías locales, las pinturas son traídas de buenos aires y luego empieza el proceso en su taller, un proceso de creación que puede llegar a los dos o tres días como mínimo, para llegar al producto final.
Al tratarse de producciones que se realizan a altas temperaturas, el proceso es más duradero y amerita un cuidado especial, donde Lorena debe controlar la humedad del aire para que la pintura se impregne de la manera correcta, hasta la temperatura del horno durante la preparación y su posterior enfriamiento. Un proceso tedioso, pero que a Lorena le genera esa satisfacción que otros trabajos no lograron.
“Lo bueno es que soy mi propia jefa, pero también mi propia empleada; pero todo lo que acá genere es para mí, si me quedo hasta altas horas de la noche trabajando, sé que lo hago porque quiero y no porque tengo la obligación de. Yo sé que puede ser más fácil trabajar en relación de dependencia y tener un sueldo fijo todos los meses, pero ahora ya me costaría y prefiero esta libertad de acción”, señaló.
A pesar de llevar ya algunos años en el rubro, Lorena considera que todavía tiene cosas que aprender y desea ampliar su taller, tal vez sumar otro horno para trabajar la cerámica que es otra de las artes del fuego. No obstante, desde que se inició en el rubro, no paró de trabajar y capacitarse, como cuando la pandemia obligó a todo el mundo a encerrarse, ella aprovechó ese tiempo para realizar seminarios online, donde pulió su técnica.
Lorena menciona en más de una oportunidad a Ernesto Engel, con quien dio sus primeros pasos en el mundo del arte y con quien también aprendió sobre otro tipo de expresiones artísticas, como ser cuadros de pinturas abstractas. “Me gusta que la gente venga e interprete lo que mejor le parezca las obras, el otro día un arquitecto vio en una de mis pinturas un mapa de Posadas y yo vi otra cosa, la interpretación es libre de cada uno, algo muy subjetivo”, expresó.
Los estantes, abarrotados de diferentes obras son el claro reflejo de una mente que no para de imaginar, no para de crear ideas innovadoras, dentro de las posibilidades que le permite el material y las herramientas que posee. “Una vez me pidieron una tapa de baño, claramente no la hice, podría llegar a lastimarse alguien”, recordó divertida.
Aunque en sus inicios producía para vender en ferias, luego de la cuarentena decidió cambiar el sistema de ventas y trabajar más con redes sociales y pedidos. “Ir a una feria implica mucho gasto que a veces no compensa, ir, pagar el puesto y llevar productos que no siempre se venden, por ejemplo, llevás un plato con un lindo diseño pero justo el que pasaba lo quería de otro color, es difícil y muchas veces no amerita el gasto y el esfuerzo”, indicó.
No obstante, eso no le impidió vender algunas obras a turistas que vinieron de Europa y otras partes del mundo, como así también entregar productos que se exhiben en el mercado que tiene Ademis en el aeropuerto de Puerto Iguazú. “Trabajo más por pedido a través de las redes, este plato, por ejemplo, tiene como destino Córdoba”, resalta mientras señala un plato con hojas pintadas que está sobre la mesa escuchando la entrevista.
Lorena mantiene una calma digna de quien trabaja con materiales delicados como el vidrio y sobre todo vidrio que se somete a altas temperaturas. Aunque asegura todavía seguir aprendiendo, su amor por el arte que produce es directamente proporcional a la calidad de los mismos.
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