La colecta del 1%

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Continuando con el mensaje del Papa que nos ubica en el escenario espiritual del desierto y  nos recuerda la experiencia liberadora del Pueblo de Israel, nos dice: «Dios no se cansa de  nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de  nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de  esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad […]En Cuaresma, encontramos  nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes  habíamos recorrido. 

Esto implica una lucha, que el libro del Éxodo y las tentaciones de Jesús en el desierto nos  narran claramente. A la voz de Dios, que dice: “Tú eres mi Hijo muy querido” (Mc 1,11) y  “no tendrás otros dioses delante de mí” (Ex 20,3), se oponen de hecho las mentiras del  enemigo. Más temibles que el Faraón son los ídolos; podríamos considerarlos como su voz  en nosotros. El sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás:  todo ser humano siente en su interior la seducción de esta mentira. Es un camino trillado. Por  eso, podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a  una tradición e incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos  paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán. Existe, sin embargo, una nueva  humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira.  Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal  115,8), los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza  silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo. 

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Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para  acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a  Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de  Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios  independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que  nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se  despertará. Por tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que la  Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios  nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en  lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el  sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud. (cf. Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2024

El tiempo de la cuaresma es una invitación privilegiada a vivir con más intensidad la caridad.  Este fin de semana, en la diócesis queremos realizar un gesto penitencial que exprese la  búsqueda de conversión personal y comunitaria. Por eso, como todos los años realizamos la  colecta cuaresmal que llamamos «del 1%». Proponemos compartir con nuestros hermanos  más necesitados por lo menos el uno por ciento del total de nuestro ingreso. Esta ofrenda  estará destinada especialmente a aquellos hermanos necesitados a quienes se ayudará a  construir casas o mejorar techos, pisos o letrinas. Con esto obviamente no solucionaremos el  problema de la vivienda de tantos hermanos, pero como diócesis realizamos un gesto  concreto de caridad y justicia. 

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Un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!  

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