La crónica de la llegada de las yaguaretés Juruna y Mariua a los esteros del Iberá
Por Alicia Delgado. Bióloga. Son las 4:30 de la mañana, el sol aún no asoma pero el día promete un calor abrazador. Preparo el equipaje mínimo e indispensable para una jornada que será larga: mate, gorra, protector solar y mucha agua. Una mezcla de emociones acompaña el arranque del motor de la camioneta: es que hoy, 8 de febrero, es el Gran día.
El punto de encuentro es en la Cuarentena Internacional de Felinos ubicada en el Parque Provincial San Cayetano, a las 5:30 de la mañana. Allí esperan ellas, Juruna y Mariua, dos hembras de yaguareté, que aunque no saben que ese día será diferente a los 48 anteriores, algo presienten.
Fueron rescatadas por autoridades brasileras siendo muy pequeñas luego de que cazadores mataran a su madre. Desde ese momento las criaron en NEX con el mínimo contacto humano y con el único objetivo de mantener su silvestría intacta.
Su llegada a Argentina fue un 22 de diciembre, casi en vísperas de Navidad. Después de unos 2.100 km desde el Criadouro Científico NEX, cerca de Brasilia, Juruna y Mariua llegaban a Corrientes para ser incorporadas al “equipo Yaguareté” del Proyecto de Reintroducción de la especie en esta provincia, donde hace más de 60 años sus pisadas no dejan huellas
Al llegar a Corrientes ingresaron a la Cuarentena donde pasaron el tiempo necesario para ser evaluadas sanitariamente y monitoreadas a través de un sistema de cámaras, lo que ayudaría a conocerlas y poder emitir un primer análisis sobre su comportamiento. El manejo fue diferente a los demás ejemplares, cuyo origen era de cautiverio y traían consigo una impronta difícil de borrar.
Con ellas se evitó el contacto visual y auditivo, ofreciendo desafíos de alimentación y “ejercicios de entrenamiento” mediante el enriquecimiento ambiental para mantener despierto su instinto natural, rompiendo rutinas a diario para que no se acostumbraran. Para ellas fue un gran cambio, y para nosotros un gran desafío manejar en simultáneo dos ejemplares de la especie evitando todo tipo de contacto con nosotros.
Es la hora del encuentro y el equipo muestra ansiedad y algo de nervios, ¿por qué negarlo? Los pasos a seguir fueron estudiados y repasados: paso 1, se las encierra en el cuarto de manejo; paso 2, se aseguran las cajas de transporte y se coloca comida en su interior; paso 3, paciencia hasta que entren a las cajas y se cierren las guillotinas.
Y como si ellas hubiesen ensayado con nosotros: 6:00 am ingresan al manejo donde permanecen tranquilas mientras ajustamos y aseguramos las cajas; 6:40 am ambas ya se encuentran en sus respectivas cajas de transporte. Eso sí, Mariua, a pesar de encontrarse separada de su hermana, no entra a la caja hasta que Juruna lo hace, y, como si lo hubieran charlado previamente, Juruna entra y no pasan 5 minutos hasta que su hermana hace lo mismo.
Con todo listo empieza el ansiado viaje con destino al corazón de Iberá. Los pequeños orificios de ventilación de las cajas les ofrecen una imagen donde el aglomerado de la ciudad poco a poco da paso a casas más distanciadas y, finalmente, a un paisaje infinitamente verde. Los olores también cambian y todo lleva a esa tierra silvestre que las espera. Cuatro horas después llegamos a la recta final, dejamos las camionetas para continuar con la balsa que nos llevará hasta la Isla de San Alonso a través del arroyo Carambola, donde el aroma del agua se mezcla con el de la abundante fauna que allí transita sus días, todavía con absoluta tranquilidad, quizás sabiendo que aún el gran depredador no los puede acechar. Juruna y Mariua empiezan a impacientarse, como pidiendo que apuremos el lento andar de la balsa. Es que todo alrededor se ve tan bueno que es como si ya quisieran palparlo con sus propias patas.
En el Centro de Reintroducción de Yaguareté sus corrales están preparados con abundante vegetación y agua fresca para apagar el calor del viaje. Primero sale Mariua, temerosa y alerta, y entre la curiosidad que la invade por su nuevo hogar, busca a su hermana. Juruna, como lo ha demostrado, sale con pisada fuerte y segura, aunque precavida. Pronto se juntan de nuevo, se olfatean, se limpian y se sienten aliviadas por tenerse. Son las 5:30 pm, pronto nuestro fiel compañero se meterá nuevamente en el horizonte. Juruna y Mariua ya están en su nuevo hogar donde, si todo va bien, los límites ya no serán barreras. Sólo pasaron 12 horas desde que empecé el día, pero siento que hoy dimos otro gran paso para la conservación del yaguareté.
Alicia trabaja en CLT desde el año 2006. Es responsable de la gestión de la cuarentena de yaguaretés y tapires, y del Centro de Rescate de Osos Hormigueros ubicados en San Cayetano..