La fiebre del tesoro paraguaya: ‘Todos los que saben que existe andan tras él’

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CAPIATÁ, Paraguay, New York Times — En las profundidades del corazón subtropical de Sudamérica es temporada de caza.

Enterrados debajo de las calles de tierra color ocre, o tal vez bajo la sombra de los mangos en los campos cercanos, esparcidos en cientos de kilómetros, se encuentran tesoros opulentos… al menos según una fábula que ha inundado el imaginario colectivo de Paraguay durante generaciones.

Los tesoros se conocen como plata yvygüy, en guaraní, el idioma nacional de Paraguay. Principalmente, se cree que el gobierno y la élite asustada de Asunción, la capital, los escondieron a tan solo 20 kilómetros al noroeste, cuando las fuerzas de ocupación avanzaron durante la Guerra de la Triple Alianza, que se peleó contra Brasil, Argentina y Uruguay hace 150 años.

Sin embargo, el paso del tiempo no ha menguado la esperanza de desenterrar toneladas de lingotes, tesoros de monedas de libras británicas y, lo más codiciado de todo, piñas decorativas hechas de oro.

“Paraguay está lleno de plata yvygüy”, comentó Juan Alberto Díaz, de 57 años, buscador de tesoros de tiempo completo que vive en un rincón rural de Capiatá. Los vecinos de Díaz fabrican ladrillos, ahí donde el calor se extiende hasta la tierra como el aliento de un horno. “Todos los que saben que existe andan tras él”.

En años recientes, oficiales de alto rango del ejército, alcaldes, el hermano de un presidente, arquitectos, médicos y jornaleros por igual se han dejado llevar por la leyenda: han planeado expediciones, han descifrado mapas, han barrido sitios con detectores de metales y han cortado franjas de tierra.

En ciertas maneras, es una de las cacerías de tesoros más grande de la era moderna en el continente americano. En distintos países, la naturaleza de estas cacerías ha variado. En Estados Unidos, la búsqueda de un cofre del tesoro escondido por un marchante de arte excéntrico continúa en las Montañas Rocallosas. En Perú, el saqueo de sitios ancestrales en décadas recientes algunas veces ha puesto en peligro la conservación arqueológica del país.

Ana Rosa Lluis O’Hara, directora de Patrimonio en la Secretaría de Cultura, encabeza la lucha para evitar que ocurra algo similar en Paraguay. Tiene un expediente de 64 páginas sobre Díaz y rechaza solicitudes de autorización para hacer excavaciones desde su oficina ubicada en el sótano de la Biblioteca Nacional, amparándose en una ley que protege los artefactos y sitios arqueológicos.

“Es una amenaza para nuestro patrimonio cultural”, exclamó Lluis O’Hara.

La polémica surge debido a que el código civil del país incluye disposiciones que otorgan derechos de propiedad a aquellos que encuentren tesoros escondidos. Sin embargo, las disposiciones no aplican a artículos que tengan valor histórico, incluyendo la mayoría de los artefactos de guerra, según los asesores legales del gobierno.

 

Sentado cerca de un orificio de tres metros de profundidad, cubierto parcialmente con acero corrugado —vestigios de una excavación fallida reciente— Díaz, quien era vendedor de aparatos electrónicos, recordó una audaz excavación que dirigió en 2013 y atrajo la curiosidad de todo el país.

En aquel intento, Díaz y otros varios buscadores de tesoros, autorizados por el entonces alcalde de Capiatá, Antonio Galeano, abrieron un pozo con excavadoras, donde pensaban que habían detectado 13 toneladas de lingotes de oro.

En dos semanas, descubrieron un pesado cofre de acero, recordó Díaz. Sin embargo, para entonces, un fiscal federal había puesto un alto a la búsqueda tras acusar a Díaz de poner en riesgo un importante acuífero, además de ordenar que se rellenara el pozo.

Otro caso sonado se dio en 2006 y contó con la participación de un importante grupo de funcionarios, entre los que se encontraban un juez de la Suprema Corte de Paraguay y un general del ejército, a los que un dentista les había entregado un mapa del tesoro.

Enrique Riera, quien en aquella época era alcalde de Asunción, les otorgó un permiso para buscar en el Parque Caballero, ubicado en el centro de la capital, a condición de que parte de lo que encontraran fuera para la ciudad. No obstante, la búsqueda se vio interrumpida cuando los vecinos llamaron a una estación de radio local, exponiendo al grupo y alertando a los fiscales públicos.

Más recientemente, en 2014, tres hombres murieron en una excavación para buscar un tesoro en uno de los pueblos aledaños a Asunción.

La mayoría de los paraguayos parecen creer la teoría de la plata yvygüy, considerando que es factible que, en medio de una guerra brutal, la élite de Asunción enterrara pequeñas fortunas y los tesoros del Estado se enviaran fuera de la ciudad en vagones de tren y después se escondieran al lado de las vías o en colinas cercanas.

Ahora, los mitos de todo tipo dan color a la búsqueda.

 

“Hay tantas fantasías, cuentos y rumores”, comentó Jorge Rubiani, de 71 años, arquitecto y exsecretario de Cultura de Asunción que ha escrito sobre los tesoros. “La historia se ha reducido a un relato bobo”.

Algunos creen que los tesoros están bajo el resguardo de duendes locales como Karai Pyhare, el llamado Pombero o Señor de la Noche, asignado a proteger la naturaleza. Otros dicen que familias o incluso el gobierno mataron a soldados paraguayos y los enterraron junto con las fortunas con la esperanza de que sus espíritus fungieran como guardianes. Se dice que en medio de la noche, aparecen misteriosas llamaradas fugaces en los lugares donde se encuentran los tesoros.

En sus expediciones, muchos buscadores de tesoros contratan a clarividentes locales para encontrar las fortunas escondidas. Otros recurren a expertos como Francisco Moreno, de 68 años, un trabajador portuario jubilado que tiene una fascinación por la plata yvygüy desde que su abuela le contó de un tesoro que descubrió hacía unos 80 años: una urna de barro llena de monedas españolas.

Los paraguayos que sienten que podría haber un tesoro enterrado en su patio trasero le pagan a Moreno 175 dólares al día para que les haga una visita en su camioneta Mitsubishi equipada con detectores de metales, que también vende a los buscadores de tesoros en ciernes.

Mientras hacía una demostración del funcionamiento de los detectores en su casa de Asunción, flanqueada por higueras y palmeras, Moreno dijo que había desenterrado monedas aquí y allá, aunque nunca había encontrado un botín mayor. A pesar de ello, no desiste.

“Un pesimista nunca triunfa”, dijo Moreno con una sonrisa de oreja a oreja, dejando ver el destello de un diente de oro.

Incluso hay rumores de un conjunto de mapas de origen incierto que detallan las ubicaciones de los tesoros a lo largo de todo el centro de Paraguay, supuestamente elaborados por Domingo Francisco Sánchez, vicepresidente de Francisco Solano López durante la Guerra de la Triple Alianza.

La búsqueda masiva de tesoros envuelve a esta nación a tal grado que cineastas y guionistas se han abocado al tema.

“Se encuentra en el ADN de Paraguay”, explicó Miguel Rodríguez, de 37 años, director de Latas vacías, un largometraje de bajo presupuesto de 2014 sobre buscadores de tesoros rurales. “¿Quién no quiere ganarse la lotería?”.

Las teorías sobre los orígenes de los tesoros abundan, con explicaciones oscuras que incluyen faraones egipcios y placas tectónicas desplazadas. Una teoría popular es que durante la era colonial varios galeones españoles que se dirigían al Atlántico con cargas de metales preciosos de las minas bolivianas se hundieron en el río Paraguay. Otros apuntan a los colonizadores jesuitas en el siglo XVII.

Sin embargo, la principal creencia popular, respaldada por importantes historiadores locales como Alfredo Boccia Romañach, es que familias adineradas enterraron reliquias que incluían joyas, relojes y porcelana durante su escape de Asunción en 1868, cuando Paraguay perdió una batalla decisiva contra los ejércitos dirigidos por los brasileños y el gobierno ordenó que se evacuara la ciudad. Los historiadores afirman que también es muy probable que el presidente en aquellos tiempos de guerra, López, escondiera las reservas gubernamentales de metales preciosos.

La mayoría de estos tesoros, algunos de los cuales se escondieron en cavidades de las paredes, fueron robados por las tropas enemigas que saquearon la ciudad, comentó Boccia Romañach.

“Los brasileños destruyeron Asunción, incendiaron las casas para seguir buscando durante la noche”, comentó Rubiani, el arquitecto. “Probablemente encontraron la mayor parte de los tesoros”.

No obstante, esto no ha disipado el interés de aquellos que andan en busca de un tesoro escondido.

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