La necesidad de un nuevo esquema jurídico político para el mundo, la región y el país
Escribe Sergio Cesar Santiago
Muchos se preguntan sobre la utilidad del derecho internacional luego de producida la invasión rusa a Ucrania: “si Rusia puede hacer esto, ¿para qué sirven Naciones Unidas y todas esas instituciones internacionales?”.
Los hechos parecieran demostrar que el derecho internacional no existe o que es irrelevante, análisis que nace de una visión idealizada sobre el funcionamiento del derecho en la sociedad, una lectura falsa tanto del derecho nacional como del internacional.
El derecho internacional no es un elemento mágico que transforma la realidad, tampoco el derecho penal por sí solo elimina la criminalidad, ni el derecho tributario impide la evasión de impuestos.
En el caso de Ucrania, el derecho internacional sirve en primer lugar para saber que la invasión no es justificable (brinda certeza moral). En segundo lugar, brinda herramientas para imponer sanciones y, finalmente, permite coordinar y legitimar la imposición de esas sanciones.
El panorama internacional está cambiando. Putin decidió atacar y justificó esta decisión apelando a una interpretación amplia y errada del derecho a la legítima defensa (consagrado en el Artículo 51 de la Carta de la ONU) y de la protección contra el genocidio (Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio). De igual forma, justificó el reconocimiento de Lughansk y Donetsk como repúblicas a partir del principio de libre determinación de los pueblos, tal como lo establece la Carta de la ONU.
Hay un peligro de vaciamiento de los contenidos y principios jurídicos, que so pretexto de interpretaciones amplias y hasta antojadizas, generan la decadencia del sistema internacional, fenómeno que se traslada peligrosamente a los estados nacionales.
Este proceso comenzó el 11 de septiembre de 2001. Los pilares internacionales comenzaron a ser desmontados mediante la llamada “Guerra contra el Terrorismo” que justificó dejar de lado al Consejo de Seguridad de la ONU y usar interpretaciones amplias del derecho a la legítima defensa, como la teoría de la legítima defensa preventiva. La posterior expansión del nacionalismo agresivo de Donald Trump y sus imitadores, mostró el rechazo al consenso de que el orden jurídico internacional era algo deseable. Poniendo en crisis el corazón del sistema internacional.
Ahora cualquiera viola la Carta de la ONU y usa cínicamente los argumentos jurídicos humanitarios creados para justificar anteriores usos de la fuerza, y patea una de las últimas columnas del derecho internacional.
Comienza un abrupto proceso extremadamente rápido de redefinición de los pilares de un orden jurídico eficaz y válido, con verdaderas posibilidades de ser impuesto, respetado y cumplido, extraño fenómeno que debe cumplirse en las regiones y ordenamientos jurídicos nacionales, provinciales y municipales antes de sucumbir por ineficacia e ineficiencia. Los liderazgos se pondrán en crisis, o las cuestiones de hecho podrán en evidencia su inexistencia, finiquito o necesidad de reemplazo por consensos o renovaciones de dirigencia que puedan conducir el proceso de cambio.
El orden impuesto al mundo después de la segunda guerra mundial ha caído estrepitosamente, y los liderazgos aun los que presumen de democráticos, han ido cediendo espacio a concentraciones de poder que los nuevos derechos no aceptan o al menos los empiezan a poner en crisis. La hipocresía pone al mundo en un dilema porque algunos usan las normas del derecho internacional para criticar y sancionar a los demás, pero únicamente para legitimar sus propios ejercicios abusivos de la fuerza ya sea militar o aplicada a través de formas jurídicas irrevisables, por ausencia, inercia o deserción de los poderes constituidos.
La otrora ilicitud, los procedimientos violatorios del estado de derecho se han vuelto lícitos en apariencia, quebrando el estado ideal de convivencias a partir del derecho de gentes, en función de la paz y el desarrollo con igualdad de oportunidades.
El sistema de derechos humanos en América Latina, como de los derechos individuales en Europa, Rusia o China quedan inermes frente al vaciamiento de la asamblea de las Naciones Unidas y la inexistencia del Consejo de Seguridad, poniendo en crisis la importancia del derecho internacional, pues nos debería permitir debatir y rechazar las acciones violatoria de los derechos elementales con la misma certeza.
El cambio profundo de la arquitectura internacional que traerá este conflicto tardará en cristalizarse. Pero ya es posible ver algunos cambios profundos que se acelerarán. El primero es la revelación de que puede aislarse a Rusia del sistema económico. No hay duda de que la invasión a Ucrania cambia el cálculo jurídico y geopolítico en otras áreas del mundo, cuya estabilidad han dependido hasta el momento de la proyección de hegemonía militar de Estados Unidos, hoy a nuestro juicio en franca decadencia, por ello habría que prestar mucha atención a China.
Podemos afirmar que esta guerra es el evento con implicaciones jurídicas internacionales más importante de esta generación. El derecho internacional conserva así una importancia crucial en los conflictos extremamente politizados, pues, aun cuando la solución definitiva sea política, el derecho impone no sólo su negociación, sino también, en cierta medida, las condiciones de su realización.
Salvando las distancias, el cimbronazo que implica para estados nacionales y regiones no es menos importante. La globalización está también de mudanza, y los esquemas de poder monopólicos entrarán en discusión. Asimismo, el destinatario de los bienes que debe asegurar el estado de derecho como los derechos básicos y fundamentales, se deben recrear en un esquema de libertad, alternancia política, equidad económica. La pregunta es quiénes son los líderes que podrán gestionar ese cambio que requiere el mundo, antes de que la anarquía y el vale todo se imponga.
Una vez más el derecho es la salida, la sujeción a la ley y los valores, no como una cáscara. Los cambios producen miedo, pero son el reaseguro de recuperar la humanidad.
*Sergio Santiago, abogado. Estudio Jurídico Santiago y Asociados.