La rebelión de los velos

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El 2022 vuelve a marcar un quiebre en Irán. Sin embargo, esta revuelta de mujeres tiene un carácter de crítica estructural hacia el régimen teocrático que puede hacer tambalear los cimientos que se han construido con firmeza desde 1979. Es preciso hablar de un suceso creador de época, en el contexto de una oleada de reivindicaciones históricas que viene golpeando fuerte en el mundo árabe desde 2010 (Primavera Árabe). 

Mujeres iraníes a las calles 

La muerte de Mahsa Amini, una joven kurda iraní de tan solo 22 años, en manos del aparato represivo expresado en la policía de la moral iraní, por el simple hecho de llevar mal puesto el hiyab (velo islámico), generó un revuelo de dimensiones internacionales, y que trae a colación un sinfín de consecuencias que pone en estado de alerta a los líderes políticos y religiosos de Irán. Este aberrante hecho ocurrió el 16 de septiembre, y desde ese momento convocó a las mujeres a levantarse contra un régimen opresor, en términos de abismales diferencias con Occidente. 

En principio, el hecho fue cometido por un agente de la policía de la moral, un estamento que forma parte de este modelo político. Para comprender el trasfondo de lo acontecido, es preciso decir que desde 1979, mediante la Revolución Islámica de Irán, ese país tuvo un giro de 180 grados en materia de estructura estatal, política y de manejo del poder. 

De la mano del ayatola Ruhollah Jomeini, Irán destrabó un proceso de occidentalización forzada, con fuerte presencia de intereses estadounidenses. Ante la aparición de esta ruptura de continuidades en el orden político, Irán viró hacia un modelo político abiertamente teocrático. Esto significa que el poder político se encuentra a la par del religioso para el manejo del poder estatal. Desde ese momento y hasta la actualidad, se afianzó un régimen que tiene al Islam como su religión oficial, con casi el 90% de chiítas. Sin embargo, la religión pasa a un segundo plano cuando se trata de asuntos políticos. 

Irán: mucho más que la religión 

El manejo de este gobierno teocrático tiene una premisa clave a la hora de hablar de la repercusión de sus prácticas políticas en la sociedad. Irán, al igual que muchos países musulmanes, aplica la Ley de la Sharia. Este reglamento no escrito y preislámico opera y afecta a las relaciones sociales internas de este tipo de países, a tal punto que las interpretaciones conllevan a cometer actos absolutamente condenables en Occidente. Algunos de estos ejemplos pueden ser actos de discriminación y violencia hacia las mujeres, llegando hasta el extremo del femicidio, sin olvidar una situación que puede ser entendida como reducción a la servidumbre. Pero nuevamente, la religión no es el meollo de la cuestión, sino más bien su utilización política en el marco de la interpretación de esta ley. De esta forma, también se comprende la existencia de la policía de la moral, que “vela” por nimiedades como el correcto uso del hiyab, y donde no escatiman en el uso de la coerción de la fuerza física para imponer el dictamen de este régimen teocrático. 

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Asimismo, cabe comprender que la sociedad iraní, como así también gran parte de Medio Oriente, son países modernos, pero no modernistas. Aceptan el imperante avance de la tecnología y la ciencia, pero su entramado social sigue correspondiendo a un eje ideológico fuertemente arraigado en preceptos religiosos interpretados por una cúpula política. 

Más allá de esta breve descripción interna de la situación iraní, su contexto es mucho más complejo cuando se analiza su devenir histórico con un creciente Estado de Israel, la formación de grupos de acción, considerados terroristas por Occidente, como Hamás, Hezbolá, Al Qaeda e ISIS, la constante intervención de Estados Unidos y el desequilibrio provocado por enfrentamientos de carácter belicistas, el constante vaivén del consumo, la producción y distribución del petróleo, y también la constante opinión occidental, motivada y diseminada gracias a las tecnologías de la comunicación. Este sinfín de situaciones afecta por completo al ensamblaje geopolítico de Irán, más allá de las cuestiones teocráticas que hacen al poder en Teherán. 

Rebelión for export 

Un ítem de notable peculiaridad de esta revuelta de mujeres en Irán, es su condición de exportación de ideas. Tal y como sucedió con la Revolución Islámica de Irán en 1979 y las Primaveras Árabes en 2010, esta rebelión de los velos pareciera correr la misma suerte. Su efecto fue inmediato y efectivo en los países de la región y también en Europa. Esto se dio a tal punto que países de la zona vieron un levantamiento casi paralelo de las mujeres, quitándose los velos, cortándose el cabello y llevando pancartas de ataque a este tipo de regímenes. 

Fue tan grande el impacto que inclusive llegó a Afganistán, ese país dominado por los talibanes. En todos los lugares, la respuesta fue la misma: represión. De hecho, en el caso iraní, la cifra de fallecidas está cerca del número 200, y pareciera ser que la teocracia de Teherán no dará el brazo a torcer. 

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Europa también se manifestó, desde las comunidades musulmanes hasta los propios occidentales. Las manifestaciones se concentraron alrededor de las embajadas iraníes, provocando respuestas represivas, como así también un reflote de reclamos diplomáticos impartidos desde el viejo continente y teniendo a Irán como destino final. 

Esta rebelión de los velos tiene un carácter rupturista. Esto se explica a través del día después de lo sucedido, en donde pareciera ser que es inagotable el modo de vida bajo el extremismo, que poco tiene que ver con lo espiritual y mucho se relaciona con el poder político. 

Internet aporta su grano de arena, entendiendo que las redes sociales han sido, desde las Primaveras Árabes hasta la actualidad, los escenarios elegidos para poder expresar su ideario político contrario a un régimen. La velocidad con la que vuelan las noticias y el impacto en Occidente son herramientas que cuenta una población enredada en conflictos completamente sensibles. 

La demostración laxa de apoyo desde Occidente se cae de cuajo con las prácticas islamofóbicas que tienen lugar, fundamentalmente, en Europa y Estados Unidos. Es un momento clave para comprender un cambio histórico, de carácter estructural y que poco tiene que ver con el que piensa o siente distintos, sino más bien con las prácticas distorsionadas desde el cuadro político gobernante. Las mujeres en las calles, los velos utilizados a elección y el respeto a la otredad. 

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