Remolcadores de ira

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El ingeniero Hugo Balboa es otro gerente abnegado. De los que dejaron la actividad privada para ofrendarse -patrióticamente- por el ámbito público.
Por la “última oportunidad de hacer algo por el país”. ¡Cambiemos!
“Aunque ahora trabaje el doble y cobre menos de la mitad”, confirma.
Hoy Balboa, por pedido de su amigo Juanjo Aranguren, es presidente de Enarsa (empresa estatal de Energía fundada por el kirchnerismo, que el senador Juan Carlos Romero prefería llamar “En Farsa”).

Los vikingos

Balboa necesita que esté resuelto, en abril, el complejo berenjenal de los remolcadores. Indispensables para arrastrar los barquitos que vienen cargados de gas natural licuado, el GNL.
El litigio se tramita en la Justicia Federal y deriva en un escándalo contenido, con carnadura internacional.
Ocurre que la Cámara de Armadores de Remolcadores le plantó una doliente denuncia a Svitzer Américas. Es la empresa ganadora que integra el conglomerado Moller Maersk, principal armador de Dinamarca.
“Llegamos a Argentina con intenciones de quedarnos”, confirma Martin Helweg. Es el gerente de Svitzer, asociada para el negocio con la Agencia Marítima Meridien, del Grupo Samarín, padre e hijos.
En precipitada licitación, con el nombre de fantasía “Logística y Servicios Marítimos” -y con la ostensible predilección de los altos funcionarios del Tercer Gobierno Radical-, el conglomerado se quedó con los remolcadores de ira (para parafrasear “Viñas de ira”, la novela gloriosa de John Steinbeck).

 

Para Trans Ona, la empresa perdedora, el consorcio se impuso gracias al festival inagotable de irregularidades. La cuestión que, sin gran esfuerzo, embalaron a la Cámara de Armadores de Remolcadores para clavarles a los daneses porteños la deshonrosa cautelar. Por haber violado una ley tan visible como la “carta robada” del cuento de Edgar Allan Poe. Pero llamativamente no supieron contemplarla los dignos prohombres del TGR, los que irrumpieron en el Estado para cambiar. Para modificar y hacernos, a todos, trasparentes. No se dio cuenta ni Juanjo Aranguren, el ministro de Energía, ni tampoco el superministro de Transporte, Guillermo Dietrich, El Guiyo. Y menos le llevó el apunte a la ley el árbitro poderoso Gustavo Lopetegui, encargado de auditar ambos ministerios (entre otros tantos) y de tomarles pruebas de eficiencia, junto con Quintana, con su tablero de control, cargado de variables que arrastran con rueditas por diversas mesas examinadoras. Hay maliciosos que aseguran que, si los examinados contratan los servicios de determinada consultora, que no es McKenzie, aprueban la exigencia con facilidad.
La Ley 26.659 impide operar, en los puertos argentinos, a los servidores y despachantes de quioscos de las dos islitas estratégicas que los ingleses caprichosamente aun denominan Falklands. Las Malvinas.
“¿Pero cómo se les pudo haber escapado esa tortuga a estos improvisados?”, indaga un asesor enojado de En Farsa. Un tabicado, sin acceso a la información sensible.
Si en Malvinas, a través de centenares de muertos dolorosos, se diluyó una violenta dictadura en banda, perfectamente aún puede diluirse un negocio portuario, de los históricamente explotados por truhanes.
Por si no bastara, los vikingos de Moller Maersk reconocen que sus embarcaciones AHTS Maersk Traveller y AHTS Maersk Pacer, operaron en los quioscos de Malvinas. Procedentes de la atlántica Isla Ascención, situada entre América y África.

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Los boleteados

Significa confirmar que al Superministro Guiyo ya lo atormentan no sólo los desbarajustes de “la revolución del aire”. Es como denominan con El Mauri, el Presidente, a la grandiosa subasta del espacio aéreo, con la atractiva zanahoria del low cost. Entre las empresas que “revolucionan el aire” del Guiyo se encuentra la conflictiva nimiedad del Caso Avianca, una tontería culposa que no saben explicar. Y por Avianca ya tienen imputaciones, sin ir más lejos, del propio Mauri. También está, entre los dossier conflictivos, el caso de la enigmática Fly Bondi, con audaces que pidieron 75 rutas sin tener aún aviones. No obstante, el litigio permanente lo centraliza siempre Aerolíneas Argentinas, la gigantografía que siempre molesta, más por las conquistas de los gremios que por los desperdiciados aviones.
Consta que Mario Quintana, Luz de mis Ojos I, el compañero de ala de Lopetegui, Luz de mis Ojos II, tuvo la osadía de despedir a la señora Isella Costantini. Otra abnegada que había dejado el ámbito privado para enrolarse en el Gorro Frigio. Aunque el que sabía de temas aeronaúticos era Lopetegui, el encargado de despachar a Isella fue Quintana, en nombre del Guiyo y por lo tanto del Mauri. Pero pronto Lopetegui iba a devolverle el favor al boletear del PAMI, por su parte, al Tano Regazzoni, por una cuestión genérica de medicamentos que se resistía recortar (tema de Quintana). El mismo Quintana se encargaría también de comunicarle la boleta a Carlitos Melconián, con quien el tablero de control dictó un aplazo fulminante. En cambio a Prat Gay quien lo masacró, en persona, fue Marquitos, El Pibe de Oro.

A los tres boleteados (Melconián, Prat Gay y Regazzoni) El Mauri les iba a otorgar el penúltimo premio consuelo. Un caramelito amargo de entusiasmo. Separadamente, según nuestras fuentes, más o menos les dijo: “Preparate que te voy a necesitar para la campaña”.

Pero al Guiyo -pobre- lo atormenta también la cuestión del agua. Aquí sin ninguna cosmetología revolucionaria. Se trata del negocio sobrepreciado de un par de cientos de palos verdes anuales, que en adelante deberían destinarse al tablero de control danés. El episodio consolida el decadente retroceso de la energía en el país, que se consume todo el GNL que le enchufen. Y del que no se puede prescindir. Aunque la maldita cautelar de la Cámara Remolcadora se interpuso para obstaculizar la epopeya, por el tradicional deporte de poner palos en la rueda al gobierno que pretende aplicar los cambios para ponerla a la Argentina definitivamente pié, al borde de la ciénaga.
Para no paralizarse y cumplir, ante el fierrerío inhabilitado de la Maerks, Los Samarín decidieron alquilar remolcadores, para usar sólo cuatro por barquito metanero en lugar de los usuales cinco. A los efectos de recibir dos barquitos exiguos con GNL de Trinidad Tobago, que complementa el gas cotidiano que suministra Bolivia, y también suministra Chile, el país que antes, cuando padecía el frío, nos compraba el gas, y con magnífica superioridad ahora nos lo vende. Es que Argentina se consumió todas las golosinas del quiosco instalado en los años noventa, y no pudo reponerlas.
La declinación energética es ejemplar.

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“A re-gasificar/ a re-gasificar”

Sin embargo en abril comienzan a llegar los barquitos metaneros en procesión, con su correspondiente turno para re-gasificarnos.

En 2017 llegan alrededor de 80 barquitos. Aparte de Trinidad Tobago, proceden de Qatar, de Nigeria, y hasta de Guinea Ecuatorial, el paisito africano donde se habla un español perfecto. Hace algunos años llegó de visita Obiang, su presidente, para que La Doctora, con aquel sublime dedito categórico, le brindara una magistral lección de democracia y derechos humanos. Mientras Obiang, según nuestras fuentes, los miraba con ira a De Vido y a Baratta, con deseos de estrangularlos. “¿Para qué m… me trajeron aquí?”.

Una fiesta del color acontece en abril cuando llegan los barcos cargados de GNL. Para ser enchufados en los dos buques regasificadores, situado uno en el puerto de Bahía Blanca, y el otro en el de Escobar.
Los buques re-gasificadores no dan, según nuestras fuentes, abasto. En cualquier momento quedan fuera del juego y la patria será invadida por las sombras. Re-gasifican casi 24 por 24 para que el GNL enchufado se transforme en el gas indispensable para el hogar y las maquinarias industriales (cada vez con menos uso).
Se re-gasifica con el placer de la permanencia. Con la convicción de que el negocio de los barquitos metaneros nunca se va a acabar porque aquí, sin riesgo, no hay inversiones nuevas.
La mediocridad persiste en el cosmetológico esquema de la fantasía. No se pudo culminar el gasoducto kirchnerista del NEA y apenas se continúan las construcciones eternas de Ensenada de Barragán y Brigadier López. Dos emprendimientos que ya le costaron, al Gorro Frigio, el equivalente a tres Sillicon Valley. Se robó con énfasis y con alegría.
Pero los barquitos metaneros a veces se acumulan en la cercanía de Bahía Blanca o de Escobar. Y a los artesanos que manejan los fondos del Gorro Frigio les conviene que los barquitos esperen. Aunque le cuesten, al Gorro Frigio, 50 mil dólares por día, y los marinos precarios, encerrados y sin actividad, deban perforarse entre ellos o arriesgarse en el traslado bote hacia los tristes puertos, con el objetivo explícito de re-gasificar lo que fuera, hombre o mujer.

 

Mientras tanto Balboa aguarda que se resuelva el complejo berenjenal de los remolcadores. Y se esfuerza con prolijidad en materia de ahorros, al menos para tomar distancia de “la pesada herencia” que le dejaron los muchachos que volvieron al llano.
En los pasillos del edificio de Libertador trasciende que los funcionarios de Cambiemos pretenden evitar que se robe tanto como antes. Por ejemplo con las Unidades de Generación Móvil, las tan redituables UGEM, con la que se hicieron, según nuestras fuentes, estragos, que derivaron en sigilosas fortunas.
Pensar que la formidable legión de incautos suponía que con la prisión de Omar Suárez, El Caballo, los desajustes portuarios iban a cesar. Al contrario. El astuto Caballo podía recaudar con frenesí, pero la tortuga de los remolcadores nunca -pero nunca- se le iba a escapar, como se les escapó al Guiyo y a Juanjo, al equilibrado Balboa, incluso hasta a los vikingos de Dinamarca.

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