Lo que cuesta estar al día con el auge de la inteligencia artificial

La expansión global de los centros de datos genera tensiones energéticas y ambientales. Argentina busca posicionarse con el acuerdo de OpenAI para instalar una planta tecnológica en el país.

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En distintas partes del mundo, el auge de la inteligencia artificial (IA) está reconfigurando economías, consumiendo recursos y profundizando brechas. El caso de México es un ejemplo: poco después de que Microsoft abrió un centro de datos cerca de La Esperanza, la zona comenzó a sufrir cortes de electricidad. En una clínica local, los médicos atendían a la luz de linternas y los equipos se detenían por falta de energía.

Estos problemas son la contracara del nuevo mapa global de la IA, donde los centros de datos -que requieren enormes volúmenes de energía y agua- se expanden hacia regiones que muchas veces no cuentan con infraestructura adecuada.

Durante el último año, diversos países han intentado atraer inversiones en centros de datos con subsidios, cesión de terrenos y exenciones fiscales. La esperanza es que estas inversiones traigan empleos, startups y una posición más sólida en la economía digital. Pero los costos ambientales y sociales son altos.

En México, la región de Querétaro se convirtió en el epicentro de estos desarrollos, con Microsoft, Amazon y Google entre los protagonistas. Sin embargo, los habitantes denuncian que la escasez de agua y los cortes de luz empeoraron. Microsoft sostiene que sus instalaciones consumen un mínimo de recursos, pero expertos advierten que construir en zonas con redes frágiles puede agravar la presión sobre servicios básicos.

Casos similares se repiten en Irlanda -donde los centros de datos consumen más del 20% de la electricidad nacional- y en Chile, donde preocupa el impacto sobre los acuíferos, señala un artículo escrito por Adam Satariano y Paul Mozur para el The New York Times.

Sus debates se derivan de momentos como el que vivió Álvaro Soto, director del Centro Nacional de Inteligencia Artificial de Chile, en 2023. Ese año, se dio cuenta de que Chile podía quedarse al margen de la IA cuando probó una versión temprana del chatbot ChatGPT y le preguntó sobre literatura chilena.

ChatGPT atribuyó gran parte de los logros literarios de Chile solamente a Pablo Neruda, el renombrado poeta y autor del siglo XX. Era una señal de que los modelos de IA no se estaban creando para reflejar la cultura y la lengua de lugares como Chile, dijo Soto.

Hoy en día, él y un equipo de investigadores entrenan su propio modelo de IA con datos de América Latina que se pasan por alto. En junio, Gabriel Boric, presidente de Chile, dijo en su discurso sobre el estado de la nación que el país debe adoptar la IA. Su gobierno trabaja para agilizar el proceso para que las empresas extranjeras construyan centros de datos e integren herramientas de IA en la gobernanza cotidiana.

Pero, a pesar de toda la voluntad política, los barrios afectados por los centros de datos de IA están profundamente insatisfechos. En el norte de Santiago, un grupo comunitario está protestando contra unas instalaciones de Amazon que considera una gentrificación destructiva para el medioambiente. Cerca de allí, otro grupo se manifiesta contra un centro de datos de Google que podría afectar un humedal. Un tercer grupo, que trabaja en las afueras al sur de Santiago, ha provocado que Google retire sus planes de construir un segundo centro de datos en Chile.

Soberanía de la IA: el desafío del Sur Global

La carrera por el control de la inteligencia artificial también expone una brecha de soberanía tecnológica. Estados Unidos y China concentran la mayor parte de la infraestructura, mientras que el resto del mundo intenta no quedar relegado.

En Argentina, Nicolás Wolovick, profesor de informática, lo resume con una frase: “Estamos perdiendo a nuestros mejores estudiantes por falta de computadoras potentes”. Desde una sala improvisada, dirige uno de los sistemas de IA más avanzados del país, mientras OpenAI -la creadora de ChatGPT- levanta centros de datos del tamaño del Central Park en Estados Unidos.

Sin embargo, la reciente confirmación del acuerdo entre el Gobierno argentino y OpenAI para instalar una planta tecnológica en el país podría marcar un punto de inflexión. El proyecto -anunciado como parte de una estrategia de cooperación público-privada- busca desarrollar infraestructura local y reducir la dependencia de potencias extranjeras. Aún no se precisaron la ubicación ni el monto de inversión, pero se estima que incluirá un centro de datos de gran escala y programas de formación en IA aplicada.

En África, la empresa Cassava desarrolla centros de datos regionales para startups e investigadores, mientras que en Chile se debate exigir a las grandes tecnológicas que compartan recursos de IA a nivel local. En todos los casos, la discusión es la misma: cómo aprovechar la promesa de la inteligencia artificial sin agravar desigualdades ni dañar el ambiente.

El dilema es global, pero también argentino. El país se enfrenta ahora a una elección estratégica: apostar por la soberanía digital, con inversiones que implican alto consumo energético y grandes costos iniciales, o quedar rezagado en la carrera tecnológica más decisiva del siglo XXI.

Datos clave del auge global de la IA

Centros de datos, consumo energético y el caso argentino

Indicador Dato Descripción
Consumo eléctrico de centros de datos en Irlanda +20% Del total nacional, provocó una moratoria en Dublín.
Deforestación o escasez de agua en México y Chile Alta presión Impacto ambiental en zonas con recursos limitados.
Países dominantes en infraestructura IA Estados Unidos y China Concentran la potencia de cómputo y las inversiones globales.
Brecha de soberanía tecnológica En expansión Afecta la competitividad de América Latina y África.
Nueva planta de OpenAI en Argentina En desarrollo Proyecto para instalar un centro tecnológico con inversión y capacitación local.
Potencial impacto regional Alto Argentina busca reducir dependencia y ganar soberanía digital.

Fuente: The New York Times / Edición Argentina – Economis

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