Los cuerpos en el desierto de Trump

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Por Manny Fernández desde Falfurrias, Texas, New York Times. La semana pasada, durante su visita a San Antonio, el presidente estadounidense Donald Trump les dijo a los reporteros que estaba consternado porque se enteró de que los migrantes morían en el desierto al sur de Texas después de cruzar la frontera de manera ilegal.

“No tenía idea”, dijo Trump. “Nadie sabe lo mal que están las cosas”. Y agregó: “Muchos, muchos mueren. Eso fue lo que me sorprendió”.

Trump estaba dando un discurso en un club privado el miércoles pasado a las 12:56 y, en ese preciso momento, a 299 kilómetros al sur, Bianca Mora, quien trabaja como asistente del alguacil del condado de Brooks, conducía una patrulla por un camino rústico. Estaba respondiendo a una denuncia de que se había encontrado el cuerpo de una migrante en un rancho. Era el segundo caso que atendía ese día en el que había un cadáver involucrado.

“No sé cómo explicarlo, pero una se acostumbra”, dijo Mora, de 25 años. “Acudí a una denuncia el año pasado y no tuve suficientes bolsas para meter los cuerpos. No estaba preparada para la cantidad de personas que encontramos. Inicialmente fuimos por uno pero levantamos tres”.

El condado de Brooks se encuentra en la zona desértica del sur de Texas: una inmensa franja de ranchos donde abundan los arbustos espinosos, los cactus y los robles. La cabecera municipal, Falfurrias, tiene una población de 4981 habitantes. Un solo rancho tiene 3840 hectáreas, más de diez veces el tamaño del Central Park de Nueva York. Brooks está más al norte de la frontera —como a una hora en automóvil—, pero ahí se encuentra un ajetreado puesto de control de la Patrulla Fronteriza.

Los migrantes, guiados por traficantes de personas, tratan de rodear el control fronterizo. Cientos de ellos, mal preparados para la travesía de varios días en el desierto inhóspito, algunas veces sin suficiente agua ni comida, han muerto en los ranchos privados del condado de Brooks, lo que ha convertido a este lugar en uno de los más mortíferos de la frontera sur de Estados Unidos.

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Desde enero de 2009, en Brooks se han encontrado los cuerpos o restos óseos de 642 migrantes. El frío los mata en el invierno y el calor en el verano. Mueren de deshidratación, insolación e hipotermia. En general fallecen solos. Pero algunas veces mueren juntos, como los cinco migrantes cuyos cuerpos se encontraron bajo un árbol durante un invierno. En lo que va de año se han encontrado ocho cuerpos. En 2018, la oficina del alguacil recuperó cincuenta; en el 2017 fueron 52 y en 2016, 61.

Esos 642 cadáveres son solo una fracción del total a lo largo de toda la frontera. De octubre de 1997 a septiembre de 2018, la Patrulla Fronteriza registró 7505 muertes de migrantes en sus nueve sectores a lo largo de toda la frontera sudoeste. La cantidad real de muertes tal vez sea mayor, debido a que la cifra de la Patrulla Fronteriza solo incluye los casos que se informan a las autoridades (nadie sabe cuántos cuerpos se encontraron).

El alguacil de Brooks, Urbino “Benny” Martínez, dijo que no le sorprendía que algunas personas no supieran lo que estaba sucediendo en su condado, incluido el presidente de Estados Unidos.

“Es el típico problema de siempre, pero que nadie ve; algo en lo que no se piensa y a lo que no se le presta atención si no ocurre en tu patio trasero”, dijo Martínez.

El día del discurso del presidente, la primera llamada llegó a la oficina del alguacil poco antes de las 10 de la mañana, unas cuantas horas después que empezara el turno de Mora, de doce horas. Los agentes de la Patrulla Fronteriza llamaron para informar sobre el hallazgo del cuerpo de una mujer cerca de una barda de alambre en el extremo trasero de un rancho. Su esqueleto estaba boca abajo. Llevaba dinero de Honduras, México y Estados Unidos. A su alrededor había tarjetas con oraciones esparcidas en la tierra y también había algunas en los bolsillos de sus jeans.

“Los agentes de la Patrulla Fronteriza estaban siguiendo a un grupo de migrantes indocumentados que se dirigían al norte, hacia la autopista, y el grupo se encontró con el cuerpo y siguió adelante”, afirmó Mora. “Los agentes se toparon con el cadáver y nos llamaron”.

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Mora estaba de vuelta en su oficina, escribiendo un informe, cuando llegó la segunda llamada poco antes del mediodía. Un trabajador había encontrado el cuerpo de un hombre en otro rancho. El migrante estaba boca arriba, con los brazos extendidos, sobre un camino arenoso. En su cartera tenía una identificación hondureña.

Corinne E. Stern, jefa del servicio médico forense del condado de Webb en Laredo, quien realiza las autopsias para el condado de Brooks, dijo que los cuerpos todavía no se habían identificado de manera segura. Era posible que la mujer fuese una persona desaparecida en Honduras. Y era muy probable que el hombre fuese hondureño por lo que decía la identificación, afirmó Stern.

“La causa de muerte más probable es la deshidratación”, sugirió Stern sobre ambos cuerpos.

Unos familiares en Honduras dijeron que creían que el hombre que fue encontrado la semana pasada era su pariente, Rudy Donaldo Martínez Arias, de 21 años, un esposo y padre que vivía en la ciudad de San Pedro Sula, al norte de Honduras. Los familiares de Martínez afirmaron que él había muerto de sed en el sur de Texas después de que el coyote lo abandonara a él y a otros migrantes.

 
Rudy Donaldo Martínez Arias y su hija en una foto que publicó en Facebook en enero.

 
 
 
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Rudy Donaldo Martínez Arias y su hija en una foto que publicó en Facebook en enero.

“Se fue de nuestro país, Honduras, porque los sueldos no alcanzan para nada aquí”, dijo en una entrevista por Facebook Maricela Amador, de 24 años, prima de Martínez. “Es pobreza pura. Por eso la gente emigra a Estados Unidos sin saber lo que le espera. Quería irse para encontrar un buen empleo con el que le alcanzara para mantener a su familia”.

La hija de Martínez tiene 3 años. En enero, publicó una selfi con ella en su página de Facebook. Una pariente publicó un comentario sobre lo bonita que se veía la niña.

“Así es”, escribió en español Martínez, “la más bella mi princesa”.

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