Una alumna de la escuela rural Attilio Benedetti de Vacaria, Rio Grande do Sul, camina por campos de cultivo camino a su casa. En este municipio agrícola, muchos cultivos se tratan con plaguicidas, que según algunos han causado graves problemas de salud a sus hijos (Imagen: Anna Ortega)

Una alumna de la escuela rural Attilio Benedetti de Vacaria, Rio Grande do Sul, camina por campos de cultivo camino a su casa. En este municipio agrícola, muchos cultivos se tratan con plaguicidas, que según algunos han causado graves problemas de salud a sus hijos (Imagen: Anna Ortega)

Los niños enfermos de la agricultura brasileña

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Por Sílvia Lisboa y Carla Ruas, Dialogue EarthMaría nació con una grave afección que limitó su desarrollo en los años siguientes. Aunque los médicos trabajaron rápidamente para drenar el exceso de líquido que se había acumulado alrededor de su cerebro, un trastorno conocido como hidrocefalia, no pudieron superar los graves daños que ya había sufrido la recién nacida. Más tarde, María se sometería a otras operaciones para intentar contrarrestar los daños musculares en sus pies, pero nunca llegaría a caminar, ni a hablar, y a medida que crecía fue perdiendo los pocos movimientos que antes había conseguido. Su mirada era distante, recuerda su familia.

Poco después de nacer María, los médicos informaron a sus padres de la posible causa de su estado: la contaminación por pesticidas. Son agricultores de frutas y verduras en Vacaria, una ciudad rural de 64.000 habitantes en Rio Grande do Sul, el estado más meridional de Brasil, y utilizan estos productos a diario.

“Se sienten culpables, ha sido un dolor enorme”, dice una de las tías de María, que pide no ser identificada en interés de sus padres, que autorizaron la entrevista pero siguen sufriendo dos décadas después del diagnóstico. “Son víctimas, no se advierte de los riesgos”.

Con el paso de los años, María ―cuyo nombre se ha cambiado para este reportaje― fue entrando gradualmente en un estado vegetativo y murió en 2020, a los 21 años.

No se trata de un caso aislado. Una nueva investigación de Dialogue Earth, en colaboración con Tatiane Moraes, investigadora en salud ambiental de la Universidad de São Paulo, ha explorado los impactos de los pesticidas en la salud infantil. El análisis realizado por Moraes para este informe revela una fuerte asociación entre la aparición de anomalías congénitas, como la de María, y la proximidad a zonas agrícolas en Brasil. También se observó una asociación similar entre dicha proximidad y las muertes fetales, después de la semana 28 de embarazo.

El riesgo para la salud infantil es mayor en los principales estados agrícolas brasileños

Análisis sugiere mayor riesgo de muerte fetal y anomalías congénitas en estados productores de soja, maíz y caña de azúcar en las regiones Sur y Centro-Oeste

Utilizando la plataforma MapBiomas, Moraes identificó los estados brasileños en los que más de la mitad de los municipios tienen al menos el 5% de su superficie ocupada por la agricultura. A continuación, utilizando datos de 2013 a 2021 del sistema nacional de salud Datasus, comprobó si la tasa de anomalías congénitas y muertes fetales ―condiciones ya asociadas a la exposición a plaguicidas― había aumentado en estas ciudades.

El análisis detectó un mayor riesgo de estas afecciones en Rio Grande do Sul y Santa Catarina, en la región Sur del país, así como en Goiás, Mato Grosso y Mato Grosso do Sul, en la región Centro-Oeste. Estos estados son grandes productores de soja, maíz y caña de azúcar, según el estudio de Moraes.

Los mismos estados figuran entre los en los que más pesticidas se venden desde 2013, según datos del Ibama, el organismo de inspección medioambiental de Brasil. Mato Grosso ―primer productor agrícola del país― encabeza esta clasificación, mientras que Goiás, Mato Grosso do Sul, Santa Catarina y Rio Grande do Sul figuran entre los diez primeros.

“Los resultados refuerzan la necesidad de reevaluar el uso masivo de pesticidas en la agricultura brasileña”, afirmó Moraes, que también fue becaria del Departamento de Salud Global y Población de la Universidad de Harvard en Estados Unidos.

En Mato Grosso, en ciudades como Sinop y Sorriso, donde la agroindustria domina la economía, el riesgo de anomalías congénitas es un 20% mayor que en ciudades sin plantaciones, y el de muertes fetales, un 30%. 

mujer embarazada con una camiseta de punto rosa y su mano en el vientre
Una mujer embarazada espera en una clínica de la sede del Sindicato de Trabajadores Rurales de Vacaria. El análisis de Moraes muestra que en los municipios donde hasta un tercio de la tierra se dedica a la agricultura, como Vacaria, el riesgo de desarrollar anomalías congénitas es un 2% mayor (Imagen: Anna Ortega)

En Rio Grande do Sul, en los municipios donde más de la mitad de la superficie está dedicada a la agricultura, el riesgo de muerte antes del nacimiento era un 73% mayor que en las zonas sin plantaciones. En las ciudades con hasta un tercio de su superficie dedicada a la agricultura ―como Vacaria, donde nació Maria― se comprobó que el riesgo de desarrollar anomalías congénitas era un 2% mayor entre 2013 y 2021.

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Moraes señala que esta gran variación en el riesgo podría deberse a otros factores, como el acceso a la atención sanitaria en determinados municipios, y afirma que sería necesario seguir investigando para comprender estas cuestiones en profundidad. “Lo importante era demostrar que existía una asociación positiva y medir el riesgo de vivir en un municipio agrícola teniendo en cuenta a los niños”, añade.

El glifosato, peligroso y extendido

El glifosato, el pesticida más utilizado en el país, y otros productos químicos como el 2,4-D, la atrazina, el mancozeb, el clorotalonil y el acefato, interfieren en la regulación hormonal y pueden provocar anomalías, según el Atlas de Agrotóxicos. A excepción del glifosato y el 2,4-D, el uso de estas sustancias químicas está prohibido en la Unión Europea.

La investigación en Brasil y en el extranjero ha hecho hallazgos similares al trabajo de Moraes. En un estudio de 2019, la Fundación Oswaldo Cruz, con sede en Río de Janeiro, reveló que las microrregiones (es decir, regiones dentro de los estados) con mayores niveles de producción de cereales y exposición a plaguicidas presentaban tasas más elevadas de anomalías congénitas.

En un estudio similar de 2023, investigadores estadounidenses hallaron tasas de leucemia linfoblástica aguda superiores a la media en niños que viven en zonas donde se está expandiendo la producción de soja en los biomas de la Amazonía y el Cerrado de Brasil. Estimaron que entre 2008 y 2019 podría haber habido 123 muertes adicionales por encima de la media en niños menores de 10 años por esta enfermedad, vinculada a la exposición a la producción de soja.

Para una de las autoras, Kaitlyn Margaret Sims, profesora de microeconomía y política pública de la Universidad de Denver, el resultado fue sorprendente. “Habíamos oído rumores de que cuando llega la soja, el cáncer le sigue de cerca. Pero no pensábamos encontrar resultados tan significativos”, declaró a Dialogue Earth.

Otro estudio, publicado en la Revista de Estudios Económicos en 2023, mostró que incluso los niños que viven lejos de las plantaciones podrían verse afectados, ya que los residuos de glifosato son arrastrados por los ríos. Los resultados mostraron un mayor número de bebés nacidos prematuramente y con bajo peso, así como un aumento del 5% de la mortalidad infantil entre 2000 y 2010 en las regiones Centro-Oeste y Sur de Brasil.

“Incluso a distancias de hasta cien kilómetros de la zona de uso, seguimos encontrando algún efecto negativo”, explicó Mateus Dias, uno de los autores del estudio y profesor adjunto de economía de la salud en la Escuela de Negocios y Economía Católica de Lisboa.

Los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) muestran que Brasil es el líder mundial en el uso de pesticidas. En 2022, el país aplicó más de 800.000 toneladas de pesticidas a una amplia variedad de cultivos, superando el total utilizado por China y Estados Unidos juntos.

“Estos datos hay que leerlos en su contexto: Brasil es un país tropical muy propenso a las plagas”, explica Décio Karam, investigador de Embrapa, la agencia federal de investigación agrícola. “Además, plantamos cuatro o cinco cosechas al año, a diferencia de países con inviernos rigurosos que solo plantan una. Aun así, hay mucho margen para reducir el uso de pesticidas con una gestión adecuada”.

El crecimiento del uso de pesticidas en Brasil coincide con la introducción de la soja modificada genéticamente y la adopción del glifosato a finales de los años noventa. Entre 2000 y 2022, según datos de la FAO, su consumo por hectárea plantada se ha quintuplicado en el país.

En Vacaria, la superficie plantada con soja creció 13 veces entre 1985 y 2022, y hoy ocupa 70.000 hectáreas, un tercio del municipio. Las manzanas, por su parte, que también requieren la aplicación intensa de pesticidas, ocupan casi 7.000 hectáreas. 

En esta localidad, los campos pulverizados con pesticidas se encuentran muy cerca de las zonas pobladas. Cuando Dialogue Earth la visitó a mediados de junio, vimos nabina ―un cultivo de cobertura que fertiliza y descomprime el suelo, preparándolo para la siembra de soja― entrando en las instalaciones y el patio de la escuela rural Attilio Benedetti.

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Un niño pateando una pelota
Un niño juega al fútbol en la escuela rural Attilio Benedetti de Vacaria, rodeada de plantaciones de soja. Un cultivo de cobertura que fertiliza el suelo, preparándolo para la siembra de soja, se puede ver entrando al patio de la escuela (Imagen: Anna Ortega)

La directora Leila Tais Fernandes explicó que el terreno había sido donado por un agricultor cuya granja linda con la escuela, y que la mayoría de los 75 alumnos son hijos de su personal.

La búsqueda de respuestas de una madre

Juliana Pedroso sospecha que los pesticidas están detrás del diagnóstico de su hijo de 7 años, João Otávio, que padece un síndrome neurodegenerativo extremadamente raro cuyos efectos incluyen paraplejia, discapacidad intelectual y obesidad. “Fue una mutación genética durante el embarazo, pero los médicos nunca dicen qué la causó. Me he preguntado si podrían ser los pesticidas que afectaron a su padre agricultor”, especula la técnica de enfermería, que vive en la zona urbana de Vacaria, también rodeada de plantaciones.

Una mujer y un niño jugando con un polvo blanco
João Otávio (izquierda) y su madre Juliana Pedroso juegan juntos con un globo reventado lleno de harina de maíz en su casa en Vacaria. Pedroso sospecha que los pesticidas son la causa del síndrome neurodegenerativo extremadamente raro que le diagnosticaron al su hijo de 7 años (Imagen: Anna Ortega)

João Otávio nació prematuro y pronto mostró síntomas preocupantes. “Tenía las manitas hacia dentro y no podía mover el lado izquierdo”, recuerda su madre. Luego vinieron las convulsiones y las visitas cada vez más regulares a médicos y hospitales.

A pesar de sus dificultades, y gracias al empeño de su familia, João ha desarrollado bien el habla y los movimientos. Su mayor afición es su canal de YouTube dedicado a los videojuegos. En una fría tarde en la que los visitamos, João Otávio mostró orgulloso su habitación llena de animales de peluche y entretuvo a los periodistas reventando un globo lleno de harina de maíz que parecía nieve cayendo.

Tras 23 años al frente del Sindicato de Trabajadores Rurales de Vacaria, Sérgio Poletto está decidido a entender si los pesticidas pueden haber contribuido a la aparición del síndrome que afecta a João Otávio, así como a las condiciones de otros niños de la localidad que esperan una plaza en Apae, un centro de rehabilitación e inclusión de personas con discapacidad del municipio.

Un hombre a punto de agarrar a niño saliendo de un gran tubo azul
Un trabajador durante una sesión con un niño en Apae, un centro para la rehabilitación e inclusión de personas con discapacidad. La demanda de plazas en el centro se ha disparado en los últimos años, lo que preocupa a su coordinadora pedagógico (Imagen: Anna Ortega)

La organización ha visto cómo se disparaba la demanda de plazas en los últimos años, y ha recurrido a Poletto para que investigue qué puede estar contribuyendo a ello. “Estamos muy preocupados por el aumento de niños discapacitados en los últimos 10 años”, afirma Maria Aparecida Fabris, coordinadora pedagógica de Apae, que actualmente atiende a 80 niños, mientras que otros 20 están en lista de espera. “No tenemos capacidad para acoger a más, porque todos se quedan con nosotros mucho tiempo”.

Con los hombros ligeramente inclinados, Poletto tiene un aspecto tímido que contrasta con sus valientes acciones. Ha asumido la tarea de “cuestionar lo que nadie cuestiona”, como él mismo dice. En 2013, ayudó a organizar un amplio estudio de más de 980 trabajadores rurales: el 95% dijo que utilizaba agroquímicos, y la mayoría los aplicaba con pulverizadores atados a la mochila, sujetos al cuerpo y utilizados sin protección.

Durante las visitas a fincas rurales, el dirigente sindical quedó asombrado por el uso intensivo de productos químicos, la falta de cuidado en su manipulación y el desconocimiento de sus riesgos. Neice Muller, médico de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, dirigió la investigación.

Un hombre hace cuentas con una calculadora y cuadernos a su alrededor
El presidente del Sindicato de Trabajadores Rurales de Vacaria, Sérgio Poletto, inició una campaña de concienciación entre los trabajadores sobre el uso de equipos de protección individual al pulverizar plaguicidas, y nombró a un técnico para ayudar a los agricultores a orientarse hacia la agricultura ecológica (Imagen: Anna Ortega)

Poletto decidió utilizar la estructura del sindicato para concienciar a sus 7.000 afiliados de los riesgos de los pesticidas. Imprimió folletos y organizó charlas sobre la importancia de utilizar equipos de protección individual, además de nombrar a un técnico para ayudar a los agricultores a cambiar sus prácticas hacia la agricultura ecológica. Sin embargo, debido a la resistencia interna, solo pudo empezar ayudándoles a reducir el uso de pesticidas, en lugar de eliminarlos. “Tuvimos que suavizar el discurso para no perder miembros”, dijo.

Incluso Silvandro Fonseca, secretario municipal de Salud de Vacaria, confía a Poletto la búsqueda de explicaciones. Fonseca dice que le alertaron las tasas superiores a la media de muertes fetales, cánceres y problemas renales en el municipio, pero reconoce que la ciudad no tiene ningún programa de prevención. “Es difícil establecer una causa, por lo que también es difícil poner en marcha un programa”, dijo el secretario en una reunión en el ayuntamiento, convocada por Poletto y a la que asistió Dialogue Earth.

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