Los pacientes con asma tienden a subestimarla, lo que impacta en el adecuado control de la enfermedad

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“Voy al arco, que soy asmático”; “subamos por el ascensor, que si no me agito”; “llevo el inhalador siempre en la cartera”: estas frases son recurrentes entre las personas con asma. De hecho, el 71% de quienes tienen síntomas frecuentes cree que tiene bien controlada su enfermedad y se resigna a vivir con síntomas limitantes, o usan en exceso los broncodilatadores de rescate y, aun así, consideran que el control de su enfermedad es ‘bueno’ o ‘muy bueno’1. Desde la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC), remarcaron que en la actualidad el asma se puede controlar y alcanzar una mejor calidad de vida.

Estas cifras surgen de un estudio europeo publicado en 2019, que se llevó adelante en 4274 pacientes con asma del España, Francia, Italia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y Suecia. Asimismo, una encuesta anterior, con 804 pacientes en 2017 ya había mostrado que casi todos (97%) los que viven con asma grave no controlada consideran que sus síntomas limitan sus tareas diarias y 8 de cada 10 (83%) confirmaron que afectan sus relaciones personales[3]. En ese mismo sondeo, llevado adelante por la Fundación Americana de Asma y Alergia, más del 50% de quienes viven con asma grave no controlada manifestó haber desarrollado depresión por no lograr un buen control de su enfermedad[4].

Si el asma no está bajo control, se pueden ver alteradas actividades de todos los días como subir escaleras, dormir de noche, tener mascotas, compartir espacios con fumadores, sentirse independiente, realizar bien el trabajo o tareas domésticas, seguirles el ritmo a los hijos, salir del hogar, tomar el tren o colectivo, hacer ejercicio de manera regular o disfrutar del aire libre[5].

“En el consultorio, a diario vemos lo mismo que muestran estos relevamientos internacionales: muchas veces, los pacientes se acostumbran a vivir con síntomas y consideran que tienen un buen control de su enfermedad, cuando en realidad su asma no está controlada y les impide realizar con plenitud diversas actividades. La buena noticia es que hoy se pueden controlar inclusive los casos más complejos; contamos con múltiples herramientas para alcanzar un muy buen manejo del asma y que la persona viva sin síntomas”, sostuvo el Dr. Pablo Moreno, presidente saliente de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC).

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No se trata únicamente de contar con un medicamento para las exacerbaciones, sino que el abordaje para lograr el control del asma debe ser más abarcativo. Idealmente, tal como proponen las Guías de Prácticas Clínicas del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos, los pacientes deben acercarse a la consulta con el especialista y hablar sobre los síntomas y las alternativas terapéuticas, mantenerse actualizados acerca de la enfermedad y el autocuidado, identificar los desencadenantes, ya sean personales o ambientales, e intentar evitarlos. La adherencia al tratamiento es fundamental e implica la correcta utilización de los medicamentos recetados[6].

Las principales metas del tratamiento del asma incluyen reducir la frecuencia y gravedad de los episodios, disminuir los síntomas y el uso de corticoesteroides orales y mejorar la función pulmonar2. Por otra parte, en la consulta con el especialista se puede diagramar un plan de acción personalizado, teniendo en cuenta las características de cada paciente, su estilo de vida y sus síntomas. Sobre este punto, un estudio de 2013 en el Reino Unido había demostrado que nueve de cada diez personas (90%) que lograron concretar un programa, lo habían encontrado útil, aunque solamente el 28% de quienes viven con asma había hablado con su médico sobre implementar un plan concreto[7].

Ese trabajo había buscado profundizar en las discrepancias entre la percepción de los pacientes sobre el control de su asma y la persistencia de los síntomas en la vida de todos los días. Respecto de la implementación de un plan o programa de abordaje del asma, sugirió que éste puede incluir que el especialista indique medicamentos de uso diario, otros específicos ante exacerbaciones o empeoramiento de los síntomas, la identificación de los desencadenantes individuales, llevar un registro del progreso, números de contacto y de emergencia y un sistema de categorización de la severidad de los síntomas[8].

Otra investigación anterior ya había sugerido los beneficios de adoptar un plan, dado que había mostrado que entre quienes siguieron uno, junto con un verdadero compromiso de automanejo, disminuyó un 42% el riesgo de hospitalización, un 22% las visitas a servicios de emergencias y un 27% el riesgo de visitas no programadas al especialista[9].

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“La diferencia que obtienen los pacientes al consultar a un especialista y consensuar un plan integral de manejo del asma es notable. La ciencia ha avanzado mucho para acercarnos al control de esta condición, por lo que quienes vean afectada su calidad de vida por el asma sin dudas se beneficiarán de un mejor abordaje, más personalizado”, concluyó el Dr. Maximiliano Gómez, presidente electo de la AAAeIC.

Algo que muchos pacientes desconocen, agregó el Dr. Moreno, es que “no existe un solo tipo de asma, sino que son varios y sus síntomas pueden variar. Por ejemplo, se ha identificado que la inflamación de tipo 2, que es un proceso adonde se sobreactivan determinadas proteínas (citoquinas) vinculadas a una respuesta exagerada del sistema inmune, causa la enfermedad en más de la mitad de los casos en adultos”. Este hallazgo da la pauta de que esos cuadros requieren un enfoque diferente[10].

“Conocer qué mecanismos intervienen en el desarrollo del asma de cada paciente suele acercarnos a su control, porque nos permite orientar el tratamiento y utilizar las herramientas que mejor lo beneficiarán. Este punto es crítico en especial en casos de asma severa, donde la enfermedad no logra ser controlada con la medicación habitual”, concluyó el Dr. Maximiliano Gómez.

Alrededor de 339 millones de personas en el mundo viven con asma[11] y se calcula que hasta 167 millones tienen asma de tipo 2[12], que a menudo se asocia con otras enfermedades que comparten el mismo proceso inflamatorio subyacente como rinosinusitis, poliposis nasal[13], alergias alimentarias y dermatitis atópica[14],[15],[16]. En la Argentina, si bien no contamos con un registro epidemiológico, distintos estudios permiten estimar que alrededor de 4 millones tienen asma en sus diferentes niveles de intensida

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