Luigi Mangione, el “Bombita Darín” de Estados Unidos
Diciembre tuvo como titular en los diarios, canales de noticias y sobre todo en redes sociales, un asesinato que conmocionó al mundo entero. Un joven de 26 años asestó una serie de disparos sobre la humanidad del CEO de la compañía de salud más importante de Estados Unidos, Brian Thompson. Lejos de ser una muerte más o un tiroteo de los que abundan en el país del norte, el asesinato tiene una trama que toca de cerca las inequidades del sistema de salud y su accesibilidad.
Mangione, el “mártir” del 2024
Tras este hecho, las redes sociales explotaron en comentarios o memes que, lejos de causar indignación, fueron fuente de innumerables apoyos hacia Luigi Mangione, aún cuando no se sabía de su existencia. Tras ser capturado por la policía, su rostro y su vida fueron transformados en un mito de orden público.
Una gran incógnita se presenta al ver que este hecho tuvo un efecto completamente contrario al que podría haber causado, entendiendo que casi nadie se pone a vanagloriar a un asesino y menos en un tiroteo en Estados Unidos. Sin embargo, la clave para entender este fenómeno pasa por analizar la figura de la víctima, en primer lugar.
Brian Thompson era el CEO de UnitedHealthcare, la aseguradora de salud privada más importante de Estados Unidos. Tiene cerca 49 millones de afiliados en el país y, más allá del servicio que brindan, hay un sinfín de cuestionamientos de índole social y hasta filosóficos.
Transformar a la medicina en un negocio es una de las tantas polémicas que se deslinda de este hecho. Ante este escenario, la figura de Thompson emerge como el líder del grupo que decidió, con amparo del sistema, mercantilizar la salud de los estadounidenses. La ecuación del que tiene dinero tiene salud y el que no, no la obtiene, es un tema recurrente en las críticas al sistema estadounidense, y que, además, cuenta con un punto de contacto con la realidad. En paralelo, United Healthcare atiende a 1 de cada 5 adultos mayores en Estados Unidos.
Parece ser un buen indicador que una empresa funcione bien y sea efectiva, sin embargo cuando de salud se habla, todo cambia. De ahí viene la reacción genuina de los estadounidenses.
Una muerte (nunca celebrada) que se toma como el punto de partida para expresar un hartazgo generalizado contra el sistema. En este caso, el hito principal es el sistema de salud, desigual e inaccesible para quien no tiene cómo pagar un plan integral, individual o familiar. El hartazgo pasa por el rezago de una gran parte de la sociedad en pos de aquellos que pueden pagar el mejor servicio sanitario de Estados Unidos. No hay problema con quien pueda pagar eso, el problema es el abismo que genera el propio sistema por el cuál millones de estadounidenses son coartados de una atención sanitaria mínimamente digna.
No es culpa del que trabajó a destajo en gran parte de su vida para tener la mejor cobertura de salud para su familia, sino del propio entramado político, social y económico que deja a la deriva a un sector enorme de la sociedad.
Con todos esos condimentos, el refugio para estas personas, en cuanto libertad de expresión se habla, son las redes sociales y allí, justamente, es donde entronizaron a la figura de Luigi Mangione. Un joven licenciado en ciencias de la computación que asesinó a balazos al CEO de la compañía más grande de salud privada de Estados Unidos y que, sin querer, materializó de la manera más trágica, el descontento popular con un sistema sanitario absolutamente desigual.
El sistema de salud estadounidense
Gozar de bienestar físico, mental y espiritual es uno de los pilares de la vida humana, de eso no quedan dudas, el problema es cuando la propia salud se transforma en un negocio.
Estados Unidos cuenta con una combinación de salud pública y privada, siendo la primera muy disminuida en cuanto a su calidad y brindada por el mismo Estado, por ejemplo con Medicare para mayores de 65 años y Medicaid para familias de escasos recursos.
La realidad es que, el sistema sanitario de Estados Unidos, tiene un complejo entramado de laberintos en instituciones y programas donde lo privado prima por sobre el resto. Quien tiene dinero goza de buena salud o al menos buenos tratamientos, el resto, está a la deriva.
Si vamos a los números, la cuestión parece ser más fácil aún de entender. Una consulta médica puede valer hasta 200 dólares, una radiografía hasta 1000 dólares, el uso de una ambulancia hasta 1200 dólares, una tomografía hasta 5 mil dólares, una noche internado hasta 10 mil dólares y un paso por la sala de emergencias puede tener el elevado costo de hasta 20 mil dólares.
Es, literalmente, el servicio de salud más caro del mundo, y con estas cifras siderales, es más simple entender el descontento con el sistema sanitario, de manera generalizada.
Ante semejante situación, el asesinato del CEO de United Healthcare en manos de Luigi Mangione fue la martirización mediática de una persona que, sea la razón por la que obró, se terminó transformando en un hito de lucha. Los procesos de cambios son inevitables, y una vez que están en marcha, todo se genera como un efecto dominó, en mayor o menor tiempo. El caso de Mangione provoca cierto estupor en las autoridades, ya que podría replicar otros atentados o acciones que tengan como destinatario final a quienes manejan el sistema de salud.
El hartazgo contra un sistema desigual llegó al límite de vanagloriar a un asesino. Literalmente, bienvenidos a Estados Unidos.