Las buenas señales que dejó el tercer trimestre
El país está todavía, ya cerrando el año, lidiando con los efectos de una feroz recesión inducida de inicios de año, inflación que se fue moderando aunque todavía en niveles muy superiores a cualquier país de referencia, salarios que intentan sacar la cabeza del pozo y actividad que se mueve de manera heterogénea.
Aún con eso, el tercer trimestre y los primeros datos que corresponden al cuarto muestran que podríamos estar frente a las instancias finales del padecimiento para pasar a un proceso de recuperación.
Se puede pensar en la analogía de las inundaciones: primero hay que rogar que deje de llover y una vez que eso ocurre, hay que comenzar a sacar el agua de adentro de la casa e intentar recuperar lo perdido. El escenario actual muestra que dejó de llover.
El primer dato alentador lo conocimos a inicios de semana: el PIB, si bien aún por debajo de los niveles del año pasado, se incrementó 3,9% en el tercer trimestre contra el trimestre anterior. Se trata de la suba trimestral más fuerte desde la salida de la pandemia. Naturalmente, ante períodos de fuerte crisis y caída, la normalización (o el intento dé) produce rebotes importantes. No por ello hay que esperar niveles similares de suba para los trimestres venideros, pero es un excelente punto de partida para alentar el crecimiento.
De la mano de eso, este viernes conocimos el dato del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), que corresponde a octubre. Este es un indicador adelantado que permite anticipar la forma en que se está moviendo el PIB y la actividad económica, pero a diferencia del dato definitivo del PIB, se lo mide a nivel mensual. El EMAE en el tercer trimestre había mostrado una suba del 3,9% contra el trimestre anterior, por lo que anticipó de manera precisa el alza del producto. Ahora conocimos el dato de octubre, que mostró un crecimiento mensual del 0,6% y si bien sigue debajo de igual mes del año anterior, recortó mucho la caída (estaba en -8,4% en marzo y quedó -0,7% en octubre).
Pero lo más importante que dejó el EMAE de octubre es que el nivel de actividad en ese mes ya superó el de noviembre de 2023, es decir, previo al cambio de gobierno. En otras palabras: la actividad económica ya recuperó todo lo perdido durante la actual gestión de gobierno.
Dato alentador, desde ya, aunque hay que ser prudentes en este caso: la suba de la actividad es altamente heterogénea: lideran sectores como la minera y el agro, mientras que la industria, comercio y construcción siguen atrasados.
Esto genera el desafío de continuar expandiendo la actividad para abarcar a los sectores más sensibles al mundo económico nacional (y los que generan más empleo).
Por otro lado, conocimos los datos del mercado de trabajo también del tercer trimestre: la desocupación sigue en niveles superiores a igual período del año anterior (6,9% vs. 5,7%) aunque desaceleró bastante en relación con el trimestre anterior (era 7,6%), mientras que la tasa de empleo está 0,5 puntos debajo del 2023 pero +0,2 respecto al segundo trimestre del corriente. Podemos inferir que la mejora en la actividad redundó en el mercado de trabajo, aunque en una intensidad mucho más leve.
En este caso, vale la pena profundizar el desempeño de Posadas. En términos generales, hay sentimientos encontrados: si miramos las tres principales tasas del mercado de trabajo, Posadas mostró una baja en la tasa de desocupación (de 6,3% del segundo trimestre al 3,4% en el tercero). Eso se celebra, pero se prenden ciertas alertas cuando ahondamos en las razones de esa baja: concluimos que se debió no a un aumento del empleo (que se mantuvo constante) sino un aumento en la inactividad. Dicho de manera simple: hubo seis mil personas que dejaron de ser desocupadas no por haber pasado a ser ocupadas, sino porque se retiraron del mercado de trabajo (es decir, dejaron de buscar trabajo) pasando a ser inactivos. Es difícil distinguir razones concretas de ese movimiento y solo podremos saberlo con mayor precisión cuando el INDEC abra los datos crudos de la Encuesta Permanente de Hogares para el período analizado (lo que sucederá recién a principios de febrero de 2025).
En resumen: el empleo se mantuvo estable, que podría ser algo destacado si miramos el vaso medio lleno desde una perspectiva de la estabilidad, aunque el deseo naturalmente era lograr la expansión. La desocupación bajó, lo cual es positivo en el sentido de no agrandar la población desocupada, pero no lo es tanto si miramos las razones de la baja. En el contexto en que se produjo este resultado, no es para nada malo; por el contrario, permite sentar mejores condiciones para lograr mejoras genuinas hacia adelante.
Pero ahondemos un poco más y se van a observar ciertos indicadores que resultan de interés. En primer lugar, la tasa de ocupados demandantes de empleo en Posadas (es decir, aquellos que tienen una ocupación pero están buscando otra) cayó del 14,2% al 11,9%. A su vez, la tasa de subocupación (ocupados que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias) bajó del 15,1% al 12,8% y la tasa de subocupación demandante de empleo (es decir, las personas subocupadas que están buscando una segunda ocupación) cayó del 11,6% al 10,5%.
¿Por qué esto es relevante de analizar? Vayamos punto por punto. Cuando la tasa de ocupados demandantes crece, normalmente ocurre porque esas personas, teniendo un trabajo de tiempo completo, buscan cambiar ese trabajo para tener mayores ingresos. El hecho de que la tasa haya caído podría indicar cierta mejora en la situación de ingresos de esos trabajadores, lo que ahondaremos un poco más adelante.
Sigamos con la situación de la subocupación: considerando que la tasa de empleo se mantuvo estable, la caída en la subocupación podría inferir que hubo personas que eran subocupadas y pasaron a ser ocupados plenos: es decir, pasaron a trabajar en puestos de tiempo completo. Esto, naturalmente, implica una mejora en las condiciones de empleabilidad. Por ende, podemos pensar que la baja en la tasa de desocupación redundó en una mayor calidad en la tasa de empleo.
En tercer lugar, vayamos a los subocupados demandantes. En línea con lo que se explicó para el caso de los ocupados demandantes, en este caso el trabajador, que trabaja a medio tiempo (recordamos, menos de 35 horas semanales por razones involuntarias) busca una segunda ocupación (ya que tiene el tiempo para ello) que le genere mayores ingresos. Cuando crece la tasa de subocupación demandante de empleo, se lo asocia a un escenario de crisis de ingresos por lo que más personas buscan tener más horas de trabajo para poder gozar de mayores ingresos. En el caso de Posadas durante el tercer trimestre, esa tasa cayó, por lo que podría vincularse al hecho de que los ingresos mostraron cierta estabilidad tendiente a la mejora, provocando que existan menos personas que se vuelquen a buscar un segundo empleo.
Entonces, en resumen: hay menos ocupados buscando cambiar su trabajo; y hay menos subocupados porque mejoraron las condiciones de empleo y, dentro de estos, hay menos que están buscando un segundo empleo. Detrás de esto, se puede inferir una mejora en los ingresos.
¿Cómo podemos respaldar esas conclusiones? Básicamente, en dos indicadores. Uno aplicado a la cuestión local y uno a nivel nacional (y no aún en lo local por falta de datos). El primero hace referencia a la evolución del salario en el sector privado formal, algo de lo que hablamos acá la semana pasada: durante el tercer trimestre, en este segmento el salario misionero mostró fuerte mejora contra el trimestre anterior: +4,8% en julio, +0,3% en agosto y +0,8% en septiembre, cerrando el trimestre acumulado con una mejora del 7,3%. Si bien el sector privado es solo una parte del mercado de trabajo global, podría ser un buen indicador para ver la evolución de los ingresos.
El segundo indicador no tiene todavía alcance local pero sí marca una situación generalizada a nivel nacional. Según datos del INDEC, el Ingreso medio per cápita familiar del tercer trimestre creció, respecto al anterior, un 27%, con mayor fuerza en el decil de menores ingresos (+32%) y algo más moderado en los deciles medios (23%). ¿Esto significa que los salarios crecieron a esos niveles? No necesariamente, ya que el ingreso per cápita familiar contempla la totalidad de ingresos tanto laborales como no laborales. Aun con eso, podemos ver una clara mejora. No es preciso afirmar que esa misma mejora se aplica para Posadas, pero considerando una mejora en el escenario nacional, es factible que la misma, aunque en otras intensidades, también alcance al aglomerado misionero.
Esto nos lleva al otro tema relevante de la semana vinculado a las novedades destacadas del tercer trimestre. Conocidos los datos de la distribución del ingreso de ese período, difundidos por el INDEC, comenzamos a ver diferentes estimaciones de niveles de pobreza. Si bien no se trata de datos oficiales (que son semestrales y que recién los conoceremos en marzo del año que viene) son estimaciones con dos virtudes: están basados en datos oficiales y son realizados por profesionales de reconocidísima trayectoria y prestigio en el campo de los indicadores socioeconómicos. El que fue más difundido fue el de Leopoldo Tornarolli, reconocido economista del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad Nacional de La Plata. Tiene una amplia espalda que avala su trabajo: fue una de las personas que reconstruyó las estadísticas del INDEC de todo el período en el que el organismo estuvo intervenido políticamente y cuando se rompieron muchas series de medición. Tornarolli tomó los datos de ingresos, cruzó con los de canasta básica y así estimó que, en el tercer trimestre, la pobreza se ubicó en torno al 38,5%, cayendo muy fuerte desde el 54,8% del primer trimestre del año. Recordemos que estamos hablando de trimestres y no de semestres, que es como lo publica el INDEC.
Otro economista que estimó los niveles de pobreza según los mismos datos oficiales fue Martín Rozada, especialista en econometría de la Universidad Torcuato Di Tella. Todos los meses, en base a datos de inflación, canastas básicas e ingresos, realiza su nowcast de pobreza. Rozada habitualmente difunde sus datos no por trimestres, sino por semestres móviles; de ese modo es más fácil comparar los resultados respecto a los publicados con INDEC dos veces por año. Para este profesional, el semestre junio-noviembre 2024 registró una tasa de pobreza del 40,5%, reduciéndose en más de diez puntos respecto al 52,9% del semestre enero-junio, que fue el dato oficial de INDEC.
Puntos más, puntos menos, incluyendo los márgenes de error estimados para cada caso, las conclusiones muestran de manera casi unánime que hay una importante reducción de la pobreza respecto a períodos previos. Este proceso puede trasladarse a Posadas según lo que indicábamos antes: dada su contundencia, es inevitable que el aglomerado siga la misma tendencia, que podría ser de manera más intensa o menor.
Es claro que todavía vemos dos Argentinas: una que muestra una importante recuperación en diversos indicadores con ineludible derrame y otra que todavía exhibe signos de importante retraso sin horizonte claro. Pero se empiezan a ver con más fuerzas las primeras, generando que las señales para el 2025 sean mucho más positivas que hace un año atrás.