Lula da Silva y Cristina Kirchner: un encuentro con fuerte carga simbólica y política
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En el cierre de una intensa jornada diplomática marcada por la Cumbre del Mercosur, el presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva, protagonizó en Buenos Aires un gesto de alto impacto político y simbólico: visitó a la ex presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner en el departamento donde cumple prisión domiciliaria, en la calle San José 1111. “Estoy muy feliz de encontrarla bien, con fuerza y ganas de luchar”, declaró Lula tras el encuentro, que se difundió con una foto conjunta cargada de significado.
La visita no fue un hecho más. Ocurrió pocas horas después de que el mandatario brasileño asumiera la presidencia pro tempore del Mercosur, y marcó una explícita diferenciación respecto a su relación con el actual presidente argentino, Javier Milei. A diferencia de las frías imágenes institucionales con el jefe de Estado libertario, Lula difundió la fotografía con Cristina en un tono íntimo, amistoso y claramente político. “Nos une el afecto, el cariño de muchos años, como compañeros de un campo político y de ideas de justicia social”, escribió, en clara contraposición con la retórica de Milei, quien ha definido a la justicia social como “una aberración”.
El gesto de Lula tiene una densidad especial a la luz de su propia historia. Encarcelado en 2018 por causas que luego fueron anuladas por parcialidad judicial, el líder del Partido de los Trabajadores no pudo competir en las elecciones de ese año. Más de 500 días después, recuperó su libertad, reconstruyó su imagen pública y volvió a la presidencia por la vía electoral. Con esa experiencia a cuestas, se permitió una frase con peso testimonial: “Le expresé mi solidaridad por todo lo que está viviendo. Le di fuerzas para seguir luchando con la misma firmeza que ha sido una marca de su carrera política”.
La visita también implicó una excepción al estricto régimen de visitas impuesto por el Tribunal Oral Federal N°2, encabezado por el juez Jorge Gorini, que instruyó la prisión domiciliaria de la ex mandataria. Desde el entorno de Cristina se había denunciado públicamente que ese régimen restringe sus derechos políticos, y la defensa presentó un recurso ante la Cámara de Casación para su revisión, que será tratado la próxima semana.
Minutos después del encuentro, Cristina Fernández de Kirchner publicó un texto en el que calificó la visita como “mucho más que un gesto personal: fue un acto político de solidaridad”. Recordó la persecución judicial sufrida por Lula —enmarcada en lo que se ha denominado lawfare— y afirmó: “No pudieron callarlo. Volvió con el voto del pueblo brasileño y la frente en alto. Nosotros también vamos a volver”.
Sus palabras reforzaron el tono político del encuentro, pero también sirvieron de plataforma para una crítica de fondo al rumbo institucional que, según su visión, transita la Argentina bajo el gobierno de Javier Milei.
Una denuncia por “terrorismo de Estado de baja intensidad”
Cristina trazó un diagnóstico grave: acusó al gobierno actual de protagonizar una “deriva autoritaria” que encarna un nuevo tipo de “terrorismo de Estado de baja intensidad”. Denunció que se están desmantelando progresivamente las garantías democráticas en nombre de una libertad que —sostiene— sólo beneficia “a los más ricos”.
Para sustentar su afirmación, enumeró hechos recientes: la detención de militantes peronistas acusadas de escrachar al diputado José Luis Espert, las atribuciones conferidas al nuevo Plan de Inteligencia Nacional que permitirían el espionaje interno, y la posibilidad de vigilancia digital sin orden judicial que impulsa la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. “¿Te quejás de cómo va el país? ¿Te burlás del oficialismo en una red social? Entonces, tal vez la policía llame a tu puerta”, advirtió.
También mencionó la presión sobre la prensa, citando el informe de Reporteros Sin Fronteras que ubica a la Argentina como el país con mayor retroceso en libertad de prensa en lo que va de 2025.
En su diagnóstico, la expresidenta no duda en considerar al actual gobierno como un caso testigo de neoliberalismo extremo en la región: “Están convirtiendo al país en un experimento continental con Milei y los Caputo Boys”, dijo. Y vinculó ese modelo con lo que definió como un paquete de “privatización total, salarios de hambre y entrega absoluta al FMI”.
Advirtió que, tras las elecciones de octubre, el gobierno planea avanzar con las reformas estructurales más controversiales: previsional, laboral y fiscal. “Ahí vendrá la verdadera motosierra”, ironizó.
“Este nosotros siempre vuelve”
Pese a la dureza de su diagnóstico, el mensaje de Cristina culminó con un tono desafiante. Convocó a “la organización popular” y a la unidad social frente a lo que considera una ofensiva regresiva. Citó la masiva movilización del 18 de junio como ejemplo de resistencia y concluyó con una frase que condensa el espíritu del encuentro con Lula: “Tenemos algo que ellos jamás van a tener: un nosotros. Y este nosotros siempre vuelve. Lula lo demostró en Brasil. Nosotros también lo haremos”.
Epílogo: una cumbre con doble narrativa
La jornada del 8 de julio dejó así dos postales contrapuestas: la formalidad distante del encuentro Lula–Milei en la Cumbre del Mercosur y la calidez simbólica del encuentro Lula–Cristina. Entre ambas, se dibujan dos narrativas políticas en pugna por el alma de América del Sur: una que promueve la integración con eje en la justicia social, y otra que apuesta por la desregulación total, la austeridad extrema y el repliegue nacional.
En ese cruce de caminos, la visita del presidente brasileño a San José 1111 se inscribe como una jugada política de alcance regional, con ecos que resonarán mucho más allá del protocolo diplomático.
