Marine Le Pen, pragmática
El mes pasado, la lÃder del Frente Nacional (FN) Marine Le Pen aseguró que ella no permitirá que ciudadanos franceses tengan doble nacionalidad de paÃses no europeos y agregó que “Israel no es un paÃs europeo y no se considera a sà mismo como uno”. Ergo, si ella se hace con la presidencia y honra esta advertencia, aquellos judÃos franceses que tengan también nacionalidad israelà deberán renunciar a la segunda si anhelan preservar la primera, caso contrario tendrÃan estatus de residentes foráneos sin derecho a voto en su propio paÃs. La semana previa habÃa dicho al canal 2 de la televisión israelà que los judÃos de Francia no deberÃan usar un solideo (kipá) sobre sus cabezas en público como parte de su compromiso nacional de prohibir sÃmbolos religiosos.
Estas dos declaraciones sucesivas resuenan con el pasado antisemita y la cultura xenófoba del Frente Nacional, comenzando por su génesis misma en manos del fundador (y padre de Marine), Jean-Marie Le Pen, un notorio negador del Holocausto para quien los campos de concentración nazis fueron “un detalle” en la historia de la Segunda Guerra Mundial. Debe reconocerse, sin embargo, la distancia que la actual lÃder ha buscado poner entre el partido y sus remanentes fascistas, que alcanzó su clÃmax cuando Marine expulsó a su propio padre de las filas partidarias por minimizar públicamente los estragos de la ocupación nazi de Francia. Llamativamente, también ha prometido ser “el mejor escudo para los judÃos” si llegara al poder.
Estas posturas antagónicas se pueden explicar mediante el simple pragmatismo polÃtico. El verdadero objetivo del Frente Nacional no son el casi medio millón de judÃos que viven en Francia, sino los más de cinco millones de musulmanes que los rodean. Las polÃticas de prohibir vestimentas y sÃmbolos religiosos apuntan claramente al islam (pensemos en el debate acerca del velo y la burkini), en tanto que la restricción de la doble ciudadanÃa es indudablemente una medida contra los inmigrantes musulmanes de paÃses árabes, musulmanes y africanos que han estado presionando las fronteras europeas. Pero si el FN fuera a identificar inequÃvocamente a la comunidad islámica como la fuente de su preocupación y objeto de sus medidas, recibirÃa acusaciones de manifiesta discriminación. Al incluir a otra minorÃa religiosa el FN busca evitar etiquetas de islamofobia.
Le Pen lo admitió sin vueltas años atrás en la televisión local: “Los solideos judÃos no son obviamente un problema en nuestro paÃs”, dijo, pero opinó que Francia tiene que prohibirlos “en nombre de la igualdad”. Y también: “¿Qué dirÃa la gente si yo sólo hubiera pedido la prohibición del atuendo musulmán?”. AsÃ, los judÃos quedan envueltos en su polÃtica contra el islam en Francia.
A pesar de su celo laicista, Marine Le Pen nunca ha bregado por vedar cruces en Francia pues, como ha dicho coloridamente, “la religión católica no tiene sÃmbolos conspicuos”. Y, a pesar de su patriotismo, convenientemente eximió a Rusia de la regla de la doble nacionalidad, alegando que es parte de la “Europa de las naciones”.
AsÃ, esta astuta polÃtica resguarda el núcleo duro de sus partidarios católicos y protege la alianza ideológica que la une con la Rusia de Vladimir Putin. Los judÃos son otra historia. Los puede ofender. No está en esa comunidad la fuente de sus votos.