Obispos argentinos reconocen que: “Reconciliación no es olvido”

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“La cultura del encuentro” es más que una frase para Jorge Omar Bergoglio sino su reclamo a todos los obispos argentinos, más allá de la polémica sobre los contenidos de la asamblea plenaria de los obispos, que sesiona en la Casa La Montonera, en Pilar. Desde Ciudad del Vaticano, Vatican Insider/La Stampa realizó algunas precisiones al respecto.

En el Vaticano ya está en marcha la preparación de la recepción a Donald Trump, presidente de USA, que visitará al papa Francisco el miércoles 24/05 a las 8:30 hora local en el Palacio Apóstólico.

Luego de encontrarse con Francisco, Trump se reunirá con el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, a quien acompañará el secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Paul Gallagher.

Pero Francisco no pierde su interés por los sucesos en la Argentina.

El Papa fue informado que los obispos argentinos reunidos en la asamblea plenaria N° 113 de la Conferencia Episcopal, que sesiona en Pilar, provincia de Buenos Aires, irán a fondo contra los abusos a menores, aprobando un comité institucional para combat ir ese flagelo, que pretende repetir la experiencia de la Comisión para la Tutela de los Menores creada por el Papa en el Vaticano.

El otro tema del que fue informado el pontífice de los católicos apostólicos romanos fue la actividad con Graciela Fernández Meijide, madre de un desaparecido; Cristina Cacabelos, hermana de dos desaparecidos y de un tercero muerto en un enfrentamiento; y del general de Brigada (R) Daniel D’Amico, hijo de un coronel asesinado por Montoneros: actores de la más reciente dictadura cívico-militar en el país, iniciativa mal comunicada y muy criticada fuera del cónclave, según ha reconocido el Vaticano.

El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, aclaró, a través de la Agencia Informativa Católica Argentina, que no hubo “ninguna convocatoria” para reconciliar a familiares de desaparecidos con militares, sino que “inició un camino de reflexión interno en el marco de la cultura del encuentro a la que nos llama el papa Francisco”, motivo por el cual los obispos escucharon el “testimonio de víctimas de la violencia de los años ’70”.

“Hubo un enorme malentendido sobre el objetivo de este camino de reflexión, que no tiene otra intención que hacer un examen de conciencia, sanar y cerrar nuestras heridas sobre aquellos años”, dijo Ojea.

Vatican Insider fue más allá y publicó una entrevista a Ojea de Andrés Beltramo Álvarez:

-¿Cuál fue el objetivo del encuentro con víctimas del tiempo de la dictadura?

-Forma parte de un proceso que llamamos “de reconciliación”, aunque esa palabra se puede entender mal en este momento de la vida de nuestro país, se puede interpretar como un decir: “acá no pasó nada”. En realidad, nosotros entendemos por reconciliación el abrirnos a recorrer un camino nuevo para suturar las heridas del pasado, en el cual debe intervenir la gracia de Dios. Es un camino largo, que supone primero hacer memoria, reconocer la verdad, respetar la justicia (que incluye la reparación ) y abrirse al diálogo para poder construir fraternidad, siguiendo la invitación del Papa a la cultura del encuentro.

-¿Cómo se desarrolló?

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-En este proceso invitamos a víctimas de la represión y víctimas del terrorismo. No para hacerlas dialogar entre ellas, porque nosotros conocemos la desproporción en la gravedad del delito que existe entre el terrorismo de Estado y la guerrilla. Sin embargo, hubo muchísimas heridas y pensamos que estas, a través del tiempo, deben ser suturadas. Por eso escuchamos los relatos de las víctimas, sus pérdidas familiares, su mirada sobre las circunstancias, su opinión sobre este momento histórico. Hicimos preguntas para, luego, hacer nosotros un examen de conciencia y revisar nuestra situación en aquel entonces: las cosas que pudimos haber omitido, no dicho o dicho mal, las circunstancias en las cuales no intervenimos cuando hacía falta hacerlo. Todo eso motivó un diálogo interno que seguirá dándose.

-¿Cómo fueron elegidas las personas que participaron en el diálogo? ¿Por qué no se incluyeron a organismos históricos de defensa de los derechos humanos?

-La decisión sobre las personas la tomó la comisión encargada de la pastoral social y responsable de este proceso. Se invitó a estas personas, pero eso no quiere decir que en el futuro no se vaya a invitar a otras. Se eligió a personas víctimas del terrorismo de Estado: la señora (Graciela) Fernández Meijide que perdió un hijo, la señora (Cristina) Cacabelos, que perdió tres hermanos y luego Daniel D’Amico, familiar de un militar muerto. Tienen distintas ideologías y ocuparon distintos lugares de la sociedad en aquel momento, pero ellos para nada agotan toda la historia, simplemente se las llamó. Podemos invitar a otros el día de mañana.

-¿Por qué generó tanta controversia?

-No sé cómo ocurrió, tal vez por una mala comunicación, seguramente nosotros hayamos comunicado mal, no teníamos voluntad de dar una idea equivocada, simplemente llamamos a algunas personas para escuchar, nada más, pero eso dio lugar a malentendidos muy grandes. Por ejemplo, en estos días un preso por delitos de lesa humanidad salió beneficiado por la ley del 2×1 (rebaja de pena ndr) y en algunos medios de comunicación se dejó entender que nosotros éramos el sostén ideológico de eso, pero esas interpretaciones no tienen sentido.

-También llegó a decirse que el Papa Francisco dio la orden para que se realizase este ejercicio, ¿fue así?

-Nada que ver, pobre Papa Francisco, se lo usa para todo y para decir cualquier cosa. La propuesta de un diálogo surgió de la comisión permanente de la conferencia y ahí se aprobó la agenda de la asamblea. El Papa habla continuamente de la cultura del encuentro, de cómo encontrarnos desde nuestras profundas diferencias. En ese sentido, podemos decir que estamos siguiendo su inspiración, pero no hubo una intervención directa.

-¿Por qué existe esta lectura de que reconciliación significa impunidad o un perdón a fuerza, como si la Iglesia impusiese perdonar obligatoriamente?

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-Las heridas que produce el terrorismo de Estado son tremendas. Es desgarrador no saber quién ha muerto y quienes mataron. Toda esta no responsabilidad s obre los crímenes ha producido un enorme dolor, entonces eso hace que cada vez que se hable del perdón o con la posibilidad del perdón surja una sensibilidad a resistirlo. Son procesos que deben cicatrizar con el tiempo, que no son nada fáciles y comprensibles, pero la Iglesia no puede dejar de trabajar por la reconciliación porque los hijos de esta gente, de un lado y del otro, conviven en un mismo país.

-¿Ustedes plantean el olvido o apoyan la llamada “teoría de los dos demonios”?

-De ninguna manera. Ni siquiera hicimos dialogar entre ellos a las personas que vinieron a dar los testimonios. Cada una dio el suyo, sin intercambiar opiniones entre ellos.

-La Iglesia fue actor de un actor importante en tiempos de la dictadura, ¿tampoco ella ha logrado digerir las sombras del pasado?

-Seguro, la Iglesia forma parte del país y lo que dice usted es verdad. Hay obispos que tienen una mirada y una sensibilidad muy a flor de piel por este tema, algunos incluso perdieron familiares. Otros tienen una mirada más comprensiva con la situación de la Iglesia en aquel tiempo. Por eso, justamente, quisimos hacer este ejercicio al interno de la Iglesia. No pretendíamos que a esto se le diera una publicidad amplia y que repercutiera tanto.

-¿Cómo sigue el proceso?

-En las reuniones de las regiones pastorales, que son ocho en el país, los obispos vamos a continuar tocando este tema entre nosotros. Veremos cómo está repercutiendo esta realidad de los crímenes de los años ’70 puertas adentro de la Iglesia. Los testimonios fueron un disparador que nos ayudó a reflexionar, seguiremos abiertos a conversar.

-La Iglesia ha sido acusada de nunca haberse deslindado de las atrocidades, ¿este diálogo puede llevar a una declaración formal para aclarar ese punto? ¿Tiene ese objetivo?

-Nosotros hicimos un pedido de perdón en el año 2000, aunque es posible que no haya sido suficiente. Es una probabilidad que este proceso pueda encaminarse a una declaración final, pero aquí ya me estoy aventurando a hablar de algo que debo consultar con mis hermanos obispos. Pienso que eso puede ser posible, pero no me quiero adelantar.

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