Otoño demográfico: Argentina tendrá una revolución de la población adulta a partir del 2040
En los últimos 120 años la población del planeta tierra sufrió una explosión demográfica, un crecimiento desmedido producto de los avances científicos, tecnológicos, la mejor alimentación, los avances de la genética y los sistemas de salud, y los procesos migratorios de las zonas rurales a las urbanas.
Históricamente, la estructura poblacional mundial se ha caracterizado por tener muchos jóvenes (0 a 20 años), esa situación ha empezado a cambiar. Europa y Japón marcan tendencia en este aspecto, con un fuerte envejecimiento de su población, cada vez más las personas en esos países superan la barrera de los 90 o 100 años. Michel Schooyans, Filósofo, profesor universitario, teólogo y sacerdote católico ha acuñado el término “Invierno Demográfico”, hipótesis según la cual la tasa de natalidad, lejos de igualarse a la tasa de mortalidad al final de la transición demográfica, seguiría descendiendo de manera rápida incidiendo en el envejecimiento de las poblaciones y el decrecimiento demográfico.
En los próximos 17 años, la situación de Argentina también se encaminará a lo que podríamos denominar nuestro “otoño demográfico”, ya que según las proyecciones del INDEC hacia el 2040 nuestro país seguirá los pasos de Europa aunque en una forma más moderada. La población menor a 20 tendrá una reducción del 5%; los de 50 a 79 años crecerán en un 38,3%; los de 80 hasta los 89 años marcarán un cambio importante, crecerán un 72%; y el dato llamativo los de 90 y mayores de 100 años crecerán 115%, aumentando la población de este grupo con respecto al presente año en 290.854 personas.
Esta nueva estructura poblacional de Argentina nos obligará a un cambio de paradigma en la planificación en los más diversos sentidos y en la lucha contra una estigmatización que hoy sigue socialmente inalterable, la discriminación etaria conocida como edadismo, que según la OMS tiene consecuencias graves y amplias para la salud y el bienestar de las personas.
Un claro ejemplo sobre lo que está pasando en otras naciones se puede observar en Japón, donde los mayores de 65 años representarán en el 2040 el 38% de la población, lo que está modificando las prioridades de un sector tradicional de la industria, al punto que empresas automotrices, como Toyota y Honda se encuentran embarcadas en una fuerte competencia para desarrollar robots para acompañar a los adultos de la parte superior de la pirámide, los mayores de 80.
Con este incremento de la población de mayores de 50 años en nuestro país, se generará una revolución senior como lo titula en su libro, Sebastián Campanario. La longevidad de la población provocará importantes cambios en el empleo y en los hábitos de consumo de productos y servicios. También deberemos debatir si la Población Económicamente Activa (PEA) seguirá siendo de los 16 a los 60 años o el techo será a los 70/75 años.
Debemos pensar en áreas de fomento de empleos y emprendedurismo con muchos programas orientados a gente de 50 a 70 años que buscarán estar muy activas. El sector de los servicios como ser el de los seguros también deberá cambiar sus previsiones y productos para adaptarse a esta nueva realidad. El turismo vinculado a estos grupos mayoritarios, deberá tener un nuevo modelo de negocio. Los centros deportivos y de recreación, la planificación de las ciudades, edificios, casas tendrán que ser pensadas para parejas de dos con los requerimientos para atender a estos grupos que serán mayoritarios.
Pero sin lugar a dudas la batalla más grande, estará en el campo social y cultural, por la discriminación que existe en relación al edadismo o viejismo. Las políticas públicas tendrán un titánico desafío, del cual hoy se habla muy poco, y será como aprovechar la fuerza laboral adulta, la que representará la mayor parte de la población.