¿Para cuándo un vino misionero?

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Argentina celebró esta semana el día del Vino en honor a la bebida nacional que compite con el mate en los hogares del país.  Cuando se habla de vino, se piensa obviamente en Mendoza, San Juan, Salta u otras provincias del norte. Pero ¿por qué no Misiones? ¿Qué falta para tener un vino misionero? ¿Sabía que allá por los 60´ el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) tuvo una sede en Posadas? Misiones tenía uvas y producía vinos artesanales certificados que podían seducir a paladares exigentes. Luego de muchos años, llegó una época en la que, si bien no se buscaba mover la aguja de la producción de vinos a nivel nacional, sí se impulsó la producción de vinos artesanales con impronta misionera y certificados, con foco en el agro-turismo y promoviendo la diversificación productiva en las chacras. 

La Bodega Escuela, un gran proyecto co-diseñado en 2005 y gestionado con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM) y el Ministerio del Agro, en la estación experimental Cerro Azul.  

En aquel entonces, significó un futuro promisorio para las más de 100 familias que cosechaban uvas en la región centro y sur de la provincia, ya que el objetivo era que la Bodega Escuela opere como una suerte de espacio productivo compartido, para que los productores logren vinos con certificados y que puedan ingresar a los mercados de comercialización, tanto provincial y nacional. 

Economis entrevistó con Félix Bogado, ex referente del Ministerio del Agro y la Producción y uno de los principales actores vinculados a la producción de uvas en la provincia. Con experiencia en áreas de diversificación productiva y fruticultura, recuerda el Programa de Créditos para productores con el que “trajeron las variedades de uva a la provincia, en 1.995 con la idea de impulsar la producción”.  

¿Por qué hacer uvas en Misiones?. “Eso es lo que muchos se preguntan e inclusive piensan que es una locura”, indicó Bogado, al tiempo que destacó que en aquel entonces buscaban alternativas mediante la diversificación o la reconversión. “Probamos de todo, frambuesa, ciruela, durazno y uvas. En su momento llegamos a tener esparcidos en la provincia 100 hectáreas, a un promedio entre 5 y diez mil kilos por hectárea, con un potencial de hasta 20 mil kilos por hectárea. Todo se vendía en Misiones, principalmente en Misiones”, señaló. 

Bogado prestó especial atención al concepto de minifundio y a la necesidad de generar cultivos de ingreso en las unidades productivas. “Con los años, los cultivos de renta fluctuaron y cambiaron las escalas de producción. Allá por los 60, un productor tenía 5 hectáreas de pino, 10 de yerba,  y algo de tung… la gente vivía muy bien. Cuando cambió la escala productiva y hay forestaciones de 1.000 hectáreas, la cosa cambia porque cambia el precio de lo que los productores tienen. Hoy hay empresas que tienen 1.000 hectáreas y producen 15 o 20 mil kilos por hectárea”, indicó. 

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Explicó también que hay una ecuación muy difícil de cerrar: desarrollar en poco espacio un cultivo que resulte de alta rentabilidad. “Eso requiere capital y tecnología. Para poder aplicar la tecnología, se requiere conocimiento. Esa es una ecuación muy difícil de cerrar con productores mayores, sin la escolaridad necesaria como para hacer entender cuál es la tecnología”. 

Con cierto pesar, el ex director del Agro, aseveró que tuvieron más fracasos que éxitos pero que “muchos productores lograron buenos ingresos y pudieron adquirir la tecnología”. 

Extensionismo desmedido versus capacidad instalada. La historia de las uvas misioneras, como la de tantas otras producciones, incluye al extensionismo como uno de los actores centrales. 

El secreto está en que el productor no dependa del técnico. El productor tiene que tomar decisiones en el cultivo y no puede esperar que llegue el técnico”, aseveró Bogado. La capacidad instalada es sin dudas un factor crucial que debe ser producto del extensionismo y el intercambio con los productores. 

Actualmente, Félix asesora a un amigo en la producción de uvas comestibles con parrales en la zona de San José. El productor logra anualmente más de 10 mil kilos y su producción va creciendo paulatinamente. La comercialización la realiza en Posadas y zona sur fundamentalmente. ¡La asistencia técnica va dando sus frutos!

La uva, su rentabilidad y su comercialización. En esta época, por cada kilo de uva misionera se paga 250 pesos al productor, y la yerba está a 43. “Por cada kilo de uvas, usted tiene 5 kilos de yerba. En 20 mil kilos de uva en una hectárea, usted tiene la plata que equivale a 100.000 kilos de yerba en 10 hectáreas. A eso apuntábamos”

La comercialización de las uvas, como las de todas las frutas, requiere tecnología de cámaras que puedan enfriar con humedad del 80%, por lo cual tampoco puede realizarse en cualquier camión. Por otra parte, “con un camión de 2.000 cajas, se satura por ejemplo el mercado posadeño. Y para poder llegar a Buenos Aires, no se puede llegar con volúmenes bajos”.  

Suele suceder en varias producciones que, cuando el consumo es mayormente familiar, no hay grandes preocupaciones por mejorar el producto final. Éste es el salto que faltó dar, en opinión de Bogado: “el vino podría generar rentabilidad en las chacras, siempre y cuando su producción se adecúe a la fabricación, los tiempos y los requerimientos del mercado”. 

Uvas misioneras. Algunos tipos de uvas producidas en Misiones son la niágara y venus. “De las uvas que se cosechan en la provincia, aproximadamente un tercio se destina a la vinificación, dos tercios a la venta para consumo en fresco y un resto pequeño se dedica a jugos, mermeladas o destilados, siendo esta una opción aprovechada por algunos colonos”, indica una revista especializada en la temática.

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Antonio Joves es uno de los productores más conocidos por Parrales del Puerto, emprendimiento que desarrolla en Santa Ana desde 2.013. Nieto y aprendiz de enólogos catalanes y gallegos por generaciones, Joves produce el vino de forma natural y en sus variedades tinto, dulces y secos. En ocasiones, realiza vino blanco y champagne. “Comencé en el 2.013 a partir de un proyecto del gobierno provincial que impulsó la producción de vinos en Misiones”, comentó Joves. Anualmente produzco entre  cinco y 10 mil litros de vino”. 

Al llegar al territorio, los inmigrantes europeos fomentaron la producción de vinos en el territorio, sobre todo para consumo. Aún hoy, esa tradición sigue siendo moneda corriente en muchísimas familias a lo largo y ancho de la provincia a través de la producción casera de vinos.  

En Misiones el cultivo de la vid se introdujo con los jesuitas, donde años posteriores con la llegada de inmigrantes europeos el cultivo comenzó a tomar mayor relevancia, luego vino un período de decadencia de la actividad y abandono de los parrales limitándose principalmente a producciones de autoconsumo en pequeños volúmenes. En el año 2000 vuelve a presentarse un pico en la producción debido a programas de financiamiento provincial donde se incorporaron nuevas variedades adaptadas a la región acompañado de un paquete tecnológico.

En la actualidad, Misiones cuenta con alrededor de 60 hectáreas, distribuidas en 50 unidades productivas, principalmente en los departamentos de 25 de Mayo, Cainguás y Leandro N. Alem.

El cultivo de la vid, tiene varios destinos, entre los cuales los principales son: consumo de la uva en fresco, elaboración de vinos artesanales, jugos, mermeladas y jarabes.

En la provincia se produce principalmente la variedad Isabel, o Francesa o también llamada “chinche” la cual se utiliza para la elaboración del vino de “colonia” o jugo, también las variedades Niágara y Concord presentan excelentes condiciones para la elaboración de jugos. En lo relativo al mercado fresco, toma relevancia la variedad Venus cuya entrada en producción en noviembre resulta primicia respecto a los viñedos de las demás provincias productoras. En cuanto a variedades utilizadas para producción de vinos, existen dos cepas Riesling y Tannat, y también la Niágara rosada, con la que se puede lograr un buen espumante.

La ingeniera Paula Sanchez Kunin explica que “el cultivo de la vid en Misiones se debe asumir con gran responsabilidad ya que requiere de un adecuado manejo para que el parral genere rendimientos óptimos, sobre todo se debe tener en cuenta que por las características climáticas que presenta la provincia hay que realizar un exhaustivo monitoreo y posterior control de enfermedades principalmente fúngicas y es aquí donde el rol de las/os técnicos es fundamental”.

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