El candidato presidencial paraguayo Efraín Alegre, de la coalición opositora Concertación Nacional, agita una bandera durante un mitin de campaña, en Asunción Paraguay, el 16 de abril de 2023.REUTERS/Cesar Olmedo

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El domingo 30 de abril es el día apuntado para que los paraguayos puedan decidir sobre el futuro de su país. Dos grandes candidatos y dos modelos de país distintos. 

Si bien, Paraguay cuenta con un abanico de nombres que movilizaron su capacidad de captación para intentar hacerse con el poder nacional, dos de ellos destacan y lo remiten a un cuasi bipartidismo de características históricas. Por un lado, Santiago Peña del Partido Colorado y del otro lado del ring electoral, Efraín Alegre. 

Peña posee experiencia en la dirección política, como funcionario claro está, ya que fue ministro de Hacienda entre 2015 y 2017, durante la presidencia de Horacio Cartes. Es economista y es el “pollo” del líder y conductor del Partido Colorado.

Este dirigente es tristemente célebre por una desafortunada frase xenofóbica hacia la Argentina, cuando hizo mención que “el argentino no quiere trabajar”. Está a la vista de todos que, en una brújula ideológica, Peña responde a la derecha, en consonancia con la tesitura histórica de su partido político. 

Efraín Alegre, en tanto, es el gran candidato opositor. Un abogado con sobrada calle en el campo político paraguayo. Fue diputado, senador, ministro de Obras Públicas y dos veces candidato a presidente de la Nación. Alegre integra y lidera el tradicional Partido Liberal, reconvertido, en 2023, como una alianza política amplia llamada Concertación Nacional. 

Asimismo, este candidato ha tenido una cercanía política importante a Fernando Lugo, el último presidente paraguayo que no fue del Partido Colorado. 

Aunque existan otros tantos candidatos, algunos muy llamativos como José Luis Chilavert, el mítico ex arquero de la selección de Paraguay y Vélez Sarsfield, la intención de voto daría una victoria a Santiago Peña, al menos a priori y según los datos que se manejan de manera preliminar. 

El paraguayo no solamente decidirá cual será el apellido que conduzca los rieles de su país hasta el 2028, sino que además tiene una bifurcación en dos modelos políticos contrapuestos. 

La continuidad del Partido Colorado solamente perpetuaría la hegemonía que la derecha y la centro-derecha tienen en su país, inclusive con un candidato presidencial que hizo ponderaciones positivas a la figura del fatídico dictador, Alfredo Stroessner

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Las propuestas de Santiago Peña no escapan a esa penosa forma de pensar, entendiendo su proyecto “más linces, menos motochorros”, donde simplemente busca combatir la delincuencia con mayor presencia policial. Está demostrado que esa fórmula no funciona sino está acompañada de políticas sociales que respondan a los sectores más vulnerables, salvo que este mismo sea una consecuencia del “efecto Bukele”, que, básicamente, es la sobredimensión del aparato represivo contra delincuentes. Demagogia, es otra de las palabras que describe a esta propuesta de Peña.

En términos económicos, ambos candidatos coinciden en el problema de Paraguay. La diferencia radica en que Peña busca combatir la inflación con la famosa fórmula de atracción de inversiones extranjeras, en tanto que Alegre apuesta a una visión mucho más humanitaria de la economía popular, involucrando a los sectores más golpeados de la sociedad. El último tiene un puntal social interesante y sumamente pedido por los paraguayos: salud pública gratuita. 

Pero, ¿qué necesita la región? Son claves estas elecciones para la movilización de Sudamérica como bloque ante el mundo. 

Con el retorno de Lula a Brasil, se retomó una perspectiva plural de trabajo con el “mundo”, no solamente como patio trasero de Estados Unidos. En este mundo multipolar, es fundamental conocer el movimiento de las naciones y economías pujantes. 

Hoy en día, China representa un gran socio comercial para el Mercosur, por ejemplo, a tal punto que el mandatario brasileño aclaró que luego de cerrar acuerdos con la Unión Europea, el próximo sería con el gigante rojo de Asia. Asimismo, India es otra de las grandes economías pujantes, en conjunto a una Rusia en guerra, pero siempre presente en la mesa chica de los gigantes del globo. 

Dicho esto, parece una obviedad que, gane quien gane en Paraguay, deberá conformar una serie de alianzas para sostener una visión multipolar del mundo. Sin embargo, una victoria de Santiago Peña podría ser fundamental para Estados Unidos, quien solamente tiene a Luis Lacalle Pou y Guillermo Lasso como aliados estratégicos en esta parte del mundo.

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Es imposible dejar de pensar en Misiones cuando se habla de una movida política tan grande en Paraguay. Hoy, la provincia mantiene una asimetría enorme, tanto con Paraguay como con Brasil, e inclusive con Buenos Aires. Quien maneje las riendas de Asunción puede modificar sustancialmente las relaciones en la frontera. Hoy en día, con un Guaraní mejor posicionado que décadas atrás, pero con una inflación in crescendo, las medidas monetarias de Paraguay lo encuentran en una encrucijada. Si bien, el flujo de paraguayos comprando en Misiones es enorme y produce un gran movimiento económico, también es cierto que al argentino se le dificulta en el extranjero. 

Otro tópico de vital importancia es la salud gratuita. ¿Qué pasaría si Paraguay accede a esta reivindicación histórica? Es conocida la situación de que Misiones abre sus brazos a los extranjeros que necesiten atención sanitaria, con el mejor equipamiento del Parque de la Salud en Posadas, pero un cambio tan profundo, significaría un giro de 180 grados. Ni hablar del combustible. Paraguayos abarrotan las estaciones de servicio en varias ciudades misioneras, ya que con el cambio se les hace mucho más favorable, a tal punto de que extendieron el fenómeno del tráfico de combustible. 

Dicho esto, cualquier decisión al otro lado del Río Paraná modifica sustancialmente el contexto de Misiones, aunque, en una visión más amplia, Argentina se juega unas elecciones presidenciales claves, la continuidad del peronismo o el retorno de la derecha, con el fantasma del abominable Milei. Esto también va a variar en términos de intereses. Aunque, más allá de eso, algo queda claro: el paraguayo, nos guste o no, es “derechoso”, casi por definición.

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