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A estas alturas resulta difícil establecer si a la oposición la dividieron o se dividió sola. Adjudicarle todo el trabajo a Cartes suena igualmente desmesurado, pero es evidente que algo de eso hubo.

Todavía no está clara la jugada de la Enmienda pro reelección, que terminó con un muerto, disturbios y represión. Tampoco el papel del vicepresidente Juan Afara en la interna colorada. Hay quienes lo ven como un quintacolumna. Ni que hablar de liberales e izquierdistas, que se devoran a sí mismos.

Hace unos días, el senador luguista Hugo Ritcher argumentaba que el sector opositor que, supuestamente, forzó la caída del proyecto de reelección presidencial, ganó la pulseada pero al costo de “despedazar a la oposición”.

Las afirmaciones guardan su lógica. La Enmienda constitucional, impulsada por el cartismo aliado al luguismo y la disidencia liberal, terminó en una carnicería de todos contra todos en filas liberales y de la izquierda.

La interna liberal, entre el sector que lidera Efraín Alegre, presidente del Partido y presidenciable, y el Equipo Joven, del senador Blas Llano, escaló hacia posiciones irreconciliables, incluso con adolescentes episodios como trancar puertas para que el otro no pueda entrar, y desligar llaves de luz y agua.

En la izquierda, dividida desde fines de 2012 entre el Frente Guasú, de Fernando Lugo, y Avanza País, de Mario Ferreiro, intendente de Asunción y carta ganadora de su concertación para el 2018, ninguno de los caminos conduce a alguna parte.

La tormenta política provocada por la Enmienda constitucional separó más las aguas. Después, la renovación de las mesas directivas del Congreso, donde Fernando Lugo fue elegido presidente del Parlamento, y el impuesto a la exportación de soja, que en teoría debería haberlos entusiasmado a todos, volvió a encontrarlos enfrentados. Este tema, incluso terminó de desatar una crisis que venía ya materializándose en Avanza País, y que derivó en una sangría de una de sus agrupaciones más emblemáticas, el Partido del Movimiento al Socialismo (Pmás), que experimentó la deserción masiva de dirigentes, entre parlamentarios, concejales y decenas de activistas.

Incluso, renunció la presidenta del partido, la diputada Rocío Casco. Pero la idea que sugiere que el cartismo metió mano en las internas de la oposición, que incluso Cartes nunca tuvo la intención de reelegirse y que su proyecto de “rekutú” (reelección, en guaraní) no fue más que una maniobra para minar la figura de Lugo, que lideraba la intención de voto en todas las encuestas, y terminar de desbandar a una oposición de liberales e izquierdistas enfrentados a muerte, no aparece tan descabellada, teniendo en cuenta la manera en que Cartes llegó al poder y cómo fue haciéndose con el control absoluto del escenario político, a tal punto que hoy todos parecen jugar para él, incluidos Lugo y Ferreiro.

Al mejor postor

Con Asunción sitiada por miles de pequeños agricultores que reclaman la condonación de sus deudas y políticas públicas, dramáticos índices de crecimiento de la pobreza, y sondeos de opinión que muestran a su gobierno como el peor de toda la transición que sucedió a la dictadura, Horacio Cartes y su movimiento hacen como si nada, y su candidato, el ex ministro Santiago Peña, funge de sonriente bombero de los incendios de su mentor.

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Nada parece inmutar a Cartes. Ni siquiera las encuestas, que ubican a su joven delfín casi 20 puntos abajo de su principal  contrincante en las internas partidarias de diciembre próximo, el senador Mario Abdo Benítez, “Marito”, como se lo conoce aquí, hijo homónimo de quien fuera mano derecha del dictador Alfredo Stroessner, y por caso “heredero natural” del stronismo.

Las encuestas, divulgadas por la prensa esta semana, pusieron en entredicho el mito de la imbatibilidad de Peña, tan fácilmente instalado por el cartismo desde días después que Cartes hiciera pública su decisión de no ir por un segundo mandato, a comienzos de abril pasado.

La rapidez con que Cartes reaccionó a la retirada del “rekutú”, sacando la carta de Peña como si la hubiera tenido todo el tiempo en la manga, es algo por lo menos llamativo. Peña, no llega a los cuarenta años. No tiene todavía un año como colorado. Se afilió en octubre del año pasado. Lo afilió el mismo Cartes, convirtiéndose así en su padre político. En teoría, no podría ser candidato, ya que el Estatuto partidario, que se reformó para que Cartes pudiera postularse, pide un mínimo de un año de afiliación.

Pero, esto sería lo de menos. Su mayor contrasentido estriba en el hecho que hace un año, Peña era liberal. Proviene de familia liberal y estaba afiliado al PLRA. Y así como para “un colorado no hay nada mejor que otro colorado”, tampoco hay nada peor que un liberal, después de los comunistas, claro. Esto es, prácticamente, una máxima partidaria, y estarían confirmándolo de nuevo las encuestas.

Cartes, no sabe, no contesta. No habla con la prensa. Es dueño luego de la mitad de la prensa. Compró la Presidencia en 2013 y siguió comprando; compró un holding de medios, radios, tv, diarios, internet. Lo compró al Tacuara Cardozo para su equipo Libertad. Ahora, espera poder comprarle el sillón a Peña, para después… seguir comprando.

Deshojando la margarita

Otra encuesta que debería inquietar a Cartes, es la que pone al intendente de Asunción, el periodista Mario Ferreiro, a la cabeza de la intención de voto para las elecciones presidenciales de abril del año que viene.

Ferreiro, es la carta ganadora de la izquierda nucleada en Avanza País, concertación que prácticamente maneja junto a su hermano, el senador Adolfo Ferreiro, un hombre conservador, aliado de los sojeros, enemigo declarado de Venezuela y todos los gobiernos progresistas del continente.

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Mario llegó a la Intendencia de Asunción hace un año y medio de la mano de una alianza con el oficialismo liberal, y ahora su imagen se consolida como potencial candidato a Presidente de un gran frente opositor que repita la hazaña de 2008, cuando Fernando Lugo derrotó al Partido Colorado por primera vez en 60 años.

Los sondeos de la consultora First Análisis y Estudios para el diario ABC de Asunción y difundidos esta semana, dan a Ferreiro el 29,9% de la intención de voto. En segundo lugar se ubica el colorado disidente Mario Abdo Benítez, con 19,9%. Tercero, el liberal Efraín Alegre, con el 16,4%, y último aparece el cartista Santiago Peña, con el 15,3%.

Las encuestas se divulgaron días después que Ferreiro anunciara en conferencia de prensa su decisión de no renunciar a la Intendencia para pugnar por la Presidencia, y volvieron a abrir la puerta a una reconsideración de su parte si pudiera modificarse positivamente el escenario de la oposición.

Ferreiro, que ya perdió la Presidencia en 2013 en un escenario muy parecido a éste, con la izquierda dividida y los liberales pegados con moco, no quiere volver a morder el polvo de una derrota segura, sin mencionar el hecho de cómo puede impactar su renuncia a la Municipalidad para nada.

En conferencia de prensa dijo que no, pero luego de conocerse los sondeos, volvió a especular con la posibilidad de postularse. Su figura además es clave para que quienes ostentan hoy cargos parlamentarios por Avanza País, puedan retener esas bancas. Es el único nombre de peso de la concertación.

En el Frente Guasú pasa algo similar. Todos necesitan que Fernando Lugo encabece la lista para el Senado. Su figura arrastra un importante caudal de votos, como se demostró en 2013, cuando la chapa presidencial del luguismo obtuvo muchísimos menos votos que la lista de senadores con Lugo a la cabeza.

Si las encuestas resultan ciertas, Mario Ferreiro es la figura opositora para 2018. Por supuesto, en un escenario con la oposición unida, un requisito que hoy aparece como un horizonte lejano, no tanto por los tiempos, sino por la predisposición de los sectores en pugna.

Decir qué puede pasar es difícil, sino imposible. La famosa “unidad granítica” de los colorados siempre fue el secreto de su larga permanencia en el poder. Hoy, sin embargo, no es tal. La izquierda y los liberales repiten la fragmentación. Todos están divididos y dependen de un hombre. Entre los colorados es probable que luego de las internas se de el también famoso “abrazo republicano”. Los liberales no tanto. Y Mario, Mario, me quiere, no me quiere…

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