Penato: 47 años de historia salvadas por el cooperativismo

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En un rincón del casco céntrico posadeño, unas luces se encendieron en un antiguo local que supo ser muy popular en la ciudad. La cartelería nueva y unas luces led indican que el lugar está renovado, pero en el interior, las mesas, sillas, bodegas, cuadros y mostrador mantienen la esencia del bodegón que se mantiene abierto hace más de 40 años sobre la calle Catamarca al 1255, entre la avenida Roque Sáenz Peña y la calle General Paz.

Se trata de Penato, un restaurant de ambiente familiar, que se jacta de ser el bodegón más antiguo de Posadas y que lucha por mantener su vigencia, a pesar de las vicisitudes, crisis económicas y tempestades que azotaron al país en los últimos años. Lo que años atrás fue un negocio familiar, hoy es una empresa recuperada, administrada por los tres trabajadores más antiguos que tuvo el comercio: Diego Lencina, Felipe Caballero y Mario Urbieta.

Penato surge de la mano de Adolfo Iberti a quien apodaban como el nombre de su local, con un servicio de viandas. Con el tiempo decidió instalar uno de los locales más emblemáticos de la capital provincial. Con el correr de los años, algunas cosas cambiaron, como lo es actualmente la administración a cargo de quienes fueron sus últimos empleados, pero la esencia la mantienen, comer como en casa.

El complejo escenario económico nacional, sumado a la cuarentena por la pandemia del Covid-19 hizo que el mantenimiento del negocio no sea redituable para la hija de Iberti, quien había heredado de su padre la empresa familiar. Sin embargo, los trabajadores no querían perder su fuente de ingreso y acordaron arreglar la indemnización con el fondo de comercio, así lo podían seguir explotando, no perderían sus puestos de trabajo y la ciudad no perdería un patrimonio histórico de la gastronomía posadeña.

Los tres tenemos más de 40 años y este trabajo es lo único que teníamos, iba a ser muy difícil para nosotros conseguir otra cosa”, explicó Diego Lencina. Al principio no fue sencillo, fueron meses de trámites, de arreglar todo para que legalmente Penato quedara a sus nombres y debían trabajar para mantener los ingresos. “Por fortuna pudimos mantener el nombre del lugar, mantiene la identidad y esencia de lo que somos y ofrecemos”, agregó.

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Diego Lencina es quien más tiempo trabajó en el bodegón, con 24 años atendiendo a cada familia que se acercaba a probar las tradicionales pastas o milanesas de Penato. Con una sonrisa que se puede apreciar a pesar de la mascarilla, recorre las mesas como el que mejor sabe y atiende de manera personalizada a cada uno de los comensales, como siguiendo directivas de un patrón que ahora ya no está.

Felipe Caballero, por otra parte, trabaja en el mismo lugar hace 20 años y Mario Urbieta hace 17. Juntos son los encargados de preparar los platos característicos del bodegón, pastas, milanesas, lomitos y algunos platos fuera de la carta, pero siempre con la impronta de comida casera, como ser el hígado encebollado o el estofado de pollo con arroz que preparaban la primera noche del año que decidieron abrir.

A pesar de la copiosa lluvia, varios clientes se acercaron esa noche de reapertura al local a cenar. Una familia que presumiblemente vuelva de los ensayos de artes marciales de su hijo, debate tranquilamente mientras esperan sus platos, una pareja llega curiosa por ver el lugar y pide unas pastas y el estofado de pollo con arroz, acompañados de un Malbec. Diego les cuenta sobre el cambio de administración, dialogan sobre los nuevos desafíos que implican y le brindan buenos deseos.

 Varios minutos después, ingresa al local otra pareja, jóvenes que no llegan a los 40 años. El muchacho parece estar presentando a su cita, el lugar. Al acercarse a estos últimos para alcanzarles una carta, Diego reconoce al joven y se saludan afectuosamente. El muchacho le cuenta que tenía programado un asado, pero que al enterarse de que abrían nuevamente por las noches, decidió cambiar de planes. “Cuando era chico venía a comer milanesas y no podía creer que sigue acá este lugar”, le cuenta al mozo y actual administrador de Penato y vuelve a pedirse una milanesa con guarnición.

Diego contaría más tarde que esa secuencia la vivió más de una vez. Una de las primeras veces que abrieron las puertas del local, post cuarentena, una familia que vino de Buenos Aires llegó a comer y el padre explicó emocionado que encontró el lugar por los mapas de Google. Lencina recordó que el hombre quería mostrarle a la familia donde iba a comer cuando era más chico, junto a su padre y que no podía contener las lágrimas al corroborar que la comida se mantenía igual que en aquellos años.

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Una nueva identidad

Trabajar de manera cooperativa es una alternativa que optaron varios grupos de trabajadores que se encontraron en una situación similar a los empleados de Penato. En este caso los tres compañeros vieron la posibilidad no sólo de mantener sus puestos de trabajo, sino que también de ampliar los servicios y la cantidad de socios para volver a los mejores años del local.

Es por ello que sumaron a siete socios para que colaboren los días con más trabajo y para impulsar nuevamente el servicio de organización de eventos. Para algunos de ellos será su primer trabajo, mientras que otros ya se desempeñaban como cocineros, mozos entre otras tareas similares. Se trata de Teresa Cabrera, Yanina Núñez, Silvia Smith, Evelyn Caballero, Loren Fernández, Iván Muñoz e Ignacio González, quienes forman parte activa ahora de la cooperativa.

Como mencionaba anteriormente Lencina, la situación del local no era la más óptima, pero ellos estaban decididos a mantener el lugar que los vio crecer profesionalmente. “Hablamos con la ministra de Trabajo, Silvana Giménez, que nos ayudó a conectar con otros organismos provinciales y municipales para mejorar lo que teníamos y con eso le dimos una lavada de cara al lugar; cambiamos el cartel de entrada, también la luminaria y pintamos todo el local”, explicó.

Penato guarda en su cocina, en su salón y en sus comidas casi cincuenta años de historia posadeña. Generaciones enteras crecieron con sus tradicionales milanesas a caballo con fritas o sus ravioles con salsa boloñesa, platos que guardan en su sabor ese andar por los años dorados y por otros menos favorecidos., pero que se mantienen más vigentes que nunca.

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