Perú, donde el presidente no preside

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Un huracán político terminó determinando la salida del poder de Pedro Castillo, el ahora ex presidente de Perú. La situación, pareciera ser previsible, entendiendo las mociones de censura que tuvo que padecer antes, como así también una persecución judicial y mediática hasta el hastío. Perú, donde el presidente no preside. 

Se derrumbó el “Castillo” peruano 

Un año y 130 días es lo que duró la gestión del “maestro”, Pedro Castillo. Un gobierno signado por el disenso generado en los medios de comunicación desde el primer minuto, pese a que fue electo por el voto popular. De hecho, durante su mandato tuvo que enfrentar dos mociones de censura (procesos de destitución) y una tercera que no tuvo lugar por la vorágine política de la última semana, que derivó en el fin de su gobierno. 

Este trajín político se basó en una apresurada y hasta casi desmedida situación de reestructuración política en Perú de la mano de Pedro Castillo. A horas de afrontar una nueva moción de censura, tomó la precipitada decisión de disolver el Congreso, gobernar por DNU y declarar un toque de queda. Esto abrió paso a un descalabro político de monumental magnitud, que llevó a que esta situación se de vuelta en poco más de dos horas. Estrictamente, el Congreso peruano llamó a una sesión extraordinaria en donde se resolvió la salida de Castillo del poder, con una mayoría abrumadora. 

Luego de los vaivenes entre los congresales y el saliente presidente, Perú fue un caos total. La gente salió a las calles, a favor y en contra de Castillo. Lima se vio colapsada, los comercios abarrotados, la incertidumbre se apoderó de una población peruana abombada por informaciones encontradas. Inclusive, la movilización y el despliegue de las Fuerzas Armadas y de Seguridad tuvieron lugar en varias ciudades. Pero algo presentían, desde el seno político, y fue justamente que algunas embajadas en la capital peruana fueron atiborradas de agentes ante una posible salida de Pedro Castillo hacia otros países, buscando asilo político. De hecho, esta conjetura fue correcta, ya que el “maestro” buscaba conseguir una salida rápida y apoyo político en México, a tal punto de que el mismísimo presidente del país azteca, Andrés Manuel López Obrador, certificó que está dispuesto a asilar políticamente a Castillo.

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Finalmente, el ahora ex presidente de Perú, fue detenido y arrestado, puesto a disposición de la justicia y esperando el devenir de una historia institucional peruana que pareciera vivir en “loop”, repitiéndose una y otra vez.  A todo esto, y quizás no de la mejor manera, el país incaico ahora es gobernado interinamente por Dina Boluarte, la vice de Castillo, siendo ella, la primera mujer en acceder a la presidencia en la historia de su país. 

Perú y el desprecio presidencial

Desde hace 6 años que este país no tiene un mandato presidencial completo, el último fue de Ollanta Humala, quién gobernó desde el 2011 hasta el 2016. Es justamente desde este último año hasta el 2022, que Perú tuvo 6 presidentes en total. Pero, ¿qué pasa en Perú? Pareciera ser que la investidura presidencial es un sinsentido que solamente cumple un rol comunicacional y la democracia está disfrazada ante los ojos de todos. Lima tiene un “super – congreso”, es decir, una cámara de representantes exacerbadamente poderosa y con una herramienta golpista tremenda: la moción de censura. Aquí hay posturas encontradas, por un lado, hay quienes hablan de un golpe parlamentario contra Pedro Castillo, y por otro lado quienes hablan de un intento de auto – golpe del ex presidente. Pero lo cierto es, que más allá de las causas de corrupción de Castillo y de su dificultosa capacidad de gobernar, hay un punto en común para analizar en varios casos, y es la imposibilidad de presidir un país en donde el recinto congresal tiene más peso que el despacho presidencial. Esta decisión, hasta casi soberbia, de perseguir hasta el hartazgo a sus presidentes es motivada por los medios de comunicación, quienes sobreexponen, a veces sin fuentes inclusive, lo que hacen o no hacen sus mandatarios. En el juego de la libre expresión todo es válido, pero la ingeniería de la opinión pública tiene un costo muy alto, y termina derivando en la inestabilidad institucional. Es Perú, un país que goza de cierto bienestar económico, aunque la redistribución de la riqueza no forme parte de esa ecuación. Sin embargo, en materia política deja mucho que desear, sobre todo en la búsqueda de motivos detrás de las persecuciones del “super – congreso”. Es el establishment, quien es el artífice de todos estos golpes, en connivencia con la presencia de la OEA (Organización de Estados Americano), la cual, país que pisa, gobierno que se derrumba. Ahora bien, en términos generales, Pedro Castillo no pareciera ser una figura que haga temblar los cimientos de este poder real que pulula en Perú. Uno podría pensar que se trata de una recurrente persecución porque proviene del socialismo, de una cuna humilde y tiene bancada de los sectores populares, pero la mirada debe ser más abarcativa. Este “establishment” opera de manera internacional, mediante empresarios, jueces y moderadores de opinión, lo hacen en Argentina en este momento y lo hicieron en Brasil hace algunos años. La cuestión aquí es mover el tablero geopolítico y mantener a Perú bajo los intereses de una agenda global manejada por el poder real. No es la figura de Pedro Castillo lo que molesta, sino el potencial de poder haber levantado a los sectores postergados en contra de quienes lo manejan. Lógicamente, que esta lectura es paralela a los hechos y acusaciones de corrupción que recaen sobre Castillo y su familia. 

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Latinoamérica, en su totalidad, asolada por un gobierno sin gobernante, que decide, aunque no tenga rostro, y Perú lo volvió a padecer. 

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