Pitanga y cosméticos: el cuidado de la selva misionera como fuente de ingresos

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“Al poco tiempo de tener Aponapó hubo una gran sequía, al punto tal que floreció y se secó toda la caña de tacuara. Ese hecho fue determinante y lo primero que comprendí verdaderamente es hasta qué punto las comunidades dependen del bosque, porque sin la caña no podían hacer artesanías, ni techos, ni muchas otras cosas”.

Quien habla es Carlos Persini, quien en 2004, junto a Verónica adquirió Aponapó: unas 52 hectáreas en la zona de amortiguación de la Reserva de Biosfera Yabotí, en plena selva misionera. Fue toda una decisión familiar porque tenían bien claro que comprar esa propiedad a 1.200 kilómetros de donde vivían era para apostar a un proyecto vinculado a la naturaleza. Desde el 2011 Aponapó se encuentra bajo la administración de la ONG Fundación Huellas para el Futuro que Carlos preside.

Huellas para un Futuro es una Organización Focalizada del FCPF en Argentina y realiza trabajos de conservación y restauración de bosques nativos en distintos predios, en el marco del Programa de Fortalecimiento de Capacidades REDD+ para Organizaciones de la Sociedad Civil, pobladores locales y comunidades indígenas de Centro y Latinoamérica del Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques (FCPF).

“En ese contexto de sequía contratamos gente de la comunidad guaraní para tumbar la caña seca y ahí `descubrí´ el monte: llegamos a lugares a los que yo no tenía acceso (porque había estado invadido por la caña hasta ese entonces), identificamos una serie de ambientes del bosque, se fortaleció el vínculo con las comunidades y vi en Aponapó el valor de una zona muy poco alterada por la actividad humana. Hoy, el objetivo de la reserva es constituir un lugar para la generación de conocimiento, disponemos de refugio y estación biológica, parcelas de monitoreo permanente del bosque y diversas áreas como ecosistemas de referencia“, recuerda Persini en una entrevista con el diario El Cronista.

“Los bosques desempeñan una importante función en la regulación del clima de la tierra debido a su relevancia en el ciclo de carbono global, ya que poseen la capacidad de absorber y almacenar dióxido de carbono de la atmósfera, uno de los principales gases de efecto invernadero responsable del cambio climático”, describe Sabrina Vaccaro, asistente técnica y operacional REDD+ de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Argentina y enfatiza: “Pero las bondades de los bosques no se agotan allí: se estima que una tercera parte de la población mundial depende directamente de ellos para obtener sus alimentos, medicinas, combustibles, empleo, medios de subsistencia e ingresos, por lo cual también contribuyen a la seguridad alimentaria, a la erradicación de la pobreza , al desarrollo económico de muchas comunidades y por lo tanto al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas”.

Tal es la importancia de la conservación de los bosques, que en mayo de este año se dio inicio al Proyecto de Pagos Basados en Resultados de REDD+ de Argentina por reducciones de emisión de gases de efecto invernadero gracias a la deforestación evitada en el país entre 2014 y 2016. El proyecto es liderado por el Gobierno de Argentina a través del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, cuenta con el acompañamiento de la FAO y se adhirieron las 23 provincias argentinas.

El financiamiento está a cargo del Fondo Verde para el Clima (GCF, por sus siglas en inglés) que otorgó u$s 82 millones a la Argentina como retribución a la reducción de 18 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) por la disminución en deforestación en las regiones del Parque Chaqueño, en la Selva Tucumano Boliviana, en el Espinal y en la Selva Misionera.

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Stevia y pitanga

“Los bosques nativos en Argentina, con su gran variedad de ecosistemas que incluyen desde selvas subtropicales hasta bosques subantárticos, brindan a la sociedad diferentes servicios ecosistémicos (alimentos, agua, madera, regulación del clima, control de la erosión, aspectos recreativos, belleza escénica, formación de suelos y el ciclo de nutrientes). Sin embargo, existe una pérdida de cobertura forestal de los bosques nativos asociada a factores naturales y antrópicos”, detalla Pablo Peri, coordinador del Programa Nacional Forestal del INTA. “En este contexto, consideramos a los sistemas sostenibles de manejo del bosque nativo a aquellos que son económicamente viables, que permiten elevar el bienestar humano, que mantienen, recuperan o mejoran la calidad de los servicios ecosistémicos que brinda el bosque nativo y que perduran a través del tiempo y las generaciones”.

Persini explica que la reserva es proveedora de recursos genéticos dentro del marco del protocolo de Nagoya, un acuerdo complementario al Convenio sobre la Diversidad Biológica que tiene como objetivo la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos: actualmente se continúa el proceso de investigación y desarrollo de especies vegetales junto a un laboratorio cosmético (Novachem) e identificando técnicas de abordaje sustentable para que el recurso en cuestión no se vea afectado. El primer caso de implementación de Nagoya en Misiones se basó en la pitanga y ya se obtuvo el certificado internacional para uso cosmético.

En línea con el desarrollo sustentable, en Aponapó se produce pitanga y están gestionando, además, en la Comisión Nacional de Alimentos la autorización de la hoja seca como producto comestible (el fruto ya está aprobado) porque la idea es utilizarla para infusiones. Trabajan junto a las comunidades guaraníes para que sean productoras, llevándoles las plantas y brindando capacitación e infraestructura para que realicen el secado de la hoja y luego reciban un ingreso económico importante por la hoja seca recolectada. También, junto a la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM) se están realizando capacitaciones en identificación, recolección y conservación de semillas de especies nativas en las comunidades mbya guaraní.

Otra producción es la de stevia, una planta nativa de la selva paranaense. La iniciativa nació con la idea de identificar una especie que pudiera reemplazar al cultivo del tabaco, que lo triplicara en rentabilidad, que fuera libre de agroquímicos, generara arraigo y que pusiera en valor el rol de la mujer. Esta actividad se realizó con fondos de la embajada de Nueva Zelanda que acompañó las tres fases del proceso (2015-2021).

En la primera fase se adquirió una variedad de plantas del INTA que tenía la ventaja de que no se reproducen por semilla sino por esquejes, lo cual mantiene inalterable la genética y, además, demanda mano de obra y trabajo diario. Se distribuyeron las plantas madre entre las comunidades guaraníes y pobladores locales cercanas a la reserva ocurrió algo inesperado: lo que les había parecido una ventaja resultó jugar en contra: al necesitar tanto trabajo diario, muchas plantas no prosperaron porque – en ese momento- al no haber “garantía de venta” las familias no estaban incentivadas para dedicarle el tiempo suficiente al cultivo.

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“Con estas lecciones aprendidas empezamos una nueva fase: ampliamos el cultivo de plantas madre, hicimos dos tinglados y un secadero de uso comunitario para facilitar infraestructura a la gente que la producían en su propiedad y aseguramos la venta del producto a las familias involucradas”, cuenta Persini.

“Cuando fue momento de salir al mercado lo hicimos luego de haber creado una empresa de triple impacto donde el 30% de la rentabilidad vuelve a la Fundación para seguir aumentando la cantidad de beneficiarios”.

Además de pagarles por su producción, a las familias se las capacita en forma permanente para que sigan expandiendo sus posibilidades de trabajo e ingresos. Por ejemplo, en las aldeas Pindó Poty y Jejy se los capacitó en apicultura (manejo de yateí, una abeja nativa y sin aguijón) como alimento y a su vez agente de polinización de los cultivos de pitanga y para fortalecer la comercialización de artesanías se han inaugurado dos escuelas de arte guaraní.

“A la vez, participamos de la CONADIBIO (Comisión Nacional de Diversidad Biológica) y recientemente, somos integrantes del Consejo Consultivo Local de Misiones, comité asesor para la asignación de fondos en el marco del Proyecto de Pagos por Resultados de REDD+ de Argentina (Fondo Verde para el Clima) ya que cada provincia dispone de determinado monto para usar en el cuidado de sus bosques. Además del financiamiento generado por captura de carbono hay un componente de fondos para fortalecer a las organizaciones, pobladores locales y comunidades indígenas, y es razonable que así sea, porque si pensamos que el objetivo es la reducción de las emisiones, para eso hay que trabajar con la gente para encontrar el valor del monte en pie, disminuir la presión sobre la deforestación y potenciar el uso no maderable de la selva”, resume Persini.

El Proyecto de Pagos Basados en Resultados de REDD+ es un gran apoyo al cuidado del bosque ya que tendrá una duración de seis años y busca fortalecer la Ley N° 26331 para lograr un manejo sostenible de bosques nativos, aumentar las reservas de carbono y reducir las emisiones derivadas de la deforestación y degradación forestal. En términos numéricos, representa 23 provincias participantes, más 7000 familias que se beneficiarán directamente del proyecto, 2900 comunidades locales, mujeres rurales y pueblos originarios que viven y dependen de los bosques, el desarrollo de 7 cuencas forestales sostenibles, 95 planes integrales de manejo comunitario, y 92 planes integrales de manejo de bosques y ganadería. A todo esto se suma el desarrollo de estrategias para la prevención de incendios y el fortalecimiento de los gobiernos locales y provinciales para avanzar en el desarrollo sostenible de los territorios.

“En el monte misionero yo encontré un ambiente que me parecía mágico. Apenas llegué me impactó el lugar y hoy, que lo conozco, sé que es mágico”, reflexiona Persini. “En este tiempo vi todos los animales que podía ver y eso implica que el ambiente está sano; a la vez empecé a tener una comunión con los árboles y con el manejo de los renovales: hace 20 años vi nacer un cedro que hoy tiene 15 metros; es un gigante con vida propia, y esa es una enorme gratificación“.

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