Paraguay: planes B, o cuando lo peor es nada
La novela de la enmienda se alarga. Ya casi se agotan los tiempos, y el polémico proyecto para introducir la figura de la reelección presidencial en la Constitución paraguaya, de cara a las generales de abril del año que viene, sigue siendo un borrador que alimenta todo tipo de especulaciones.
Así, el tema parece diluirse en el horizonte político, dejando espacio a lo que podría ser un escenario sin rekutú (reelección, en guaraní), y en el que nadie tiene asegurado nada. Ni el liberal Efraín Alegre, ni el cartismo, como tampoco la oposición colorada, y la izquierda, irreconciliablemente dividida.
Tener y no tener
Según la prensa de Asunción, el oficialismo colorado tiene prácticamente afinado un Plan B para el caso que el rekutú del presidente Horacio Cartes no salga. HC, no piensa en relegar un espacio por el que pagó millones de dólares, además de lo que significa el poder para un hombre sospechado, investigado, por vinculaciones con el narcotráfico y el lavado de dinero. Retirarse, y pasar a ser una figura decorativa en el Parlamento, como Senador Vitalicio, no aparece entre sus opciones.
El nombre elegido encaja perfectamente en el retrato que hiciera, en su momento, el dirigente colorado stronista, Blas N. Riquelme, de la figura de Juan Carlos Wasmosy, candidato a presidente por el Partido Colorado en las elecciones de 1992. “Ivaí ramó je la ja reková, por lo menos ja rekó” (“Por más feo que sea lo que tenemos, por lo menos tenemos”), dijo Riquelme, y la frase quedó para el folclore.
Enrique Riera Escudero, actual ministro de Educación, es el Plan B del cartismo, el hombre elegido para tomar la posta de un proyecto político neoliberal, que repite las recetas económicas de ajuste de sus vecinos argentinos y brasileños, a la par que toma deuda de los centros financieros internacionales, y hace y patrocina grandes negocios con el sector privado corporativo, mientras crecen la pobreza y el desempleo.
Riera, es un hombre relativamente joven. Fue legislador, Intendente de Asunción, titular del Consejo de la Magistratura. Hace menos de un año, reemplazó en Educación a Marta Lafuente, obligada a renunciar por el movimiento estudiantil, que tomó más de 100 colegios en todo el país. Riera, tampoco se lleva bien con los chicos. Vivió ya varios episodios donde le hicieron saber de reivindicaciones pendientes. Pero, hasta ahora pudo capear un temporal que acabó con su predecesora.
Riera, tiene más sombras que luces. Su responsabilidad política en el incendio del supermercado Ykua Bolaños, en 2004, cuando era Intendente de Asunción, es innegable, y lo colocó en el ojo del huracán de un crimen que se saldó con 400 muertos, y por el que nadie nunca pagó, salvó las víctimas y sus familias.
De hecho, llegó a ser casi invisible. Por una buena temporada, mantuvo un perfil bajísimo para lo que era su performance de aparición pública, hasta que ahora despunta como el favorito para suceder a HC. Incluso, sobre Santiago Peña, el joven Ministro de Hacienda y niño mimado de Cartes, pero muy resistido por el coloradismo más ortodoxo, donde la militancia y los vínculos sanguíneos son factores preponderantes. Peña, sin embargo, podría acompañar a Riera en una eventual chapa colorada, de cara a las generales de abril de 2018.
La estrella que no brilla
En la oposición, el horizonte aparece todavía más desdibujado. La sensación es que la estrella del liberal Efraín Alegre se apagará más temprano que tarde, y el desenlace será otro. La Convención de semanas atrás, donde hizo valer su postura y se proyectó como presidenciable indiscutido, supuso también un realineamiento de sus opositores, liderados por el senador Blas Llano, partidario de la enmienda constitucional y de una concertación con el ex presidente Fernando Lugo a la cabeza.
En estos días, por lo menos seis diputados efrainistas se pasaron al llanismo, deserciones que podrían llegar a minar las aspiraciones de Alegre de encabezar la alianza electoral. De no poder acompañar a Lugo a falta de enmienda, el gobernador de Central, Blas Lanzoni, podría disputarle la candidatura presidencial, con ciertas posibilidades de obtenerla.
Para desgracia de Alegre, está también la estrella del periodista Mario Ferreiro, Intendente de Asunción, a quien los últimos sondeos difundidos ubican con un 47,3% de intención de voto, en caso que la reelección no salga y Lugo no sea candidato.
Ferreiro es un socialdemócrata, que ha conseguido aglutinar un puñado de fuerzas progresistas, nucleadas en la concertación Avanza País, con la que fue candidato a Presidente en 2013. Hace un año, en una alianza con el liberalismo, le arrebató la Municipalidad de Asunción al cartista Arnaldo Samaniego, que iba por otro mandato.
De ofrecerse como Vice de Alegre, Ferreiro se presenta ahora con pretensiones de encabezar una eventual alianza. Su único respaldo son las encuestas. Su concertación política no tiene base social, ni estructura, con la excepción del Partido Revolucionario Febrerista (PRF) y el Pmas, que tampoco tienen mucho predicamento electoral. Llegó a la Intendencia aliado con el Partido Liberal. Su única posibilidad es reeditar la alianza. Le encargó la tarea de mediador con el liberalismo a su hermano Adolfo, senador por Avanza País.
No es mucho lo que el hermano pueda hacer, en un escenario donde la mitad del liberalismo no abandona todavía la idea de volver a llevar a Lugo como bandera, y donde el sector más cercano a Ferreiro lo ve como segundo de Alegre, y nunca como cabeza de la chapa.
En la “mansión guasú”
Mientras tanto, las mismas encuestas que esgrime Ferreiro, hacen más desconcertante la posición de Lugo. El ex presidente se dice y se desdice contra la enmienda, cuando sus partidarios en el Frente Guasú (Frente Grande) discuten un proyecto común con el oficialismo colorado, cuya presentación al Parlamento sigue siendo incierta.
El ex obispo no tiene un Plan B. O en todo caso, su segunda opción, sea retener su banca en el Senado. Los sondeos lo sitúan en la cima de la intención de voto, así que su continuación como parlamentario estaría garantizada.
Contrario a la enmienda constitucional en sus apariciones públicas, Lugo reafirma, sin embargo, que de prosperar el polémico proyecto reeleccionario volvería a presentar su candidatura a la Presidencia.
A menos de 14 meses para las elecciones, el tablero electoral es el de mayor incertidumbre en toda la larga transición política paraguaya iniciada en 1989. Nunca antes, ni siquiera en 1992, cuando el histórico caudillo colorado Luis María Argaña veía birlada su candidatura mediante un fraude que se ventilaría una década después. Ni en 1999, cuando el argañismo consiguió dejar fuera de competencia al vencedor de las internas, el general Lino Oviedo, metiendo a Argaña en la chapa partidaria, en un aventurado plan que salió mal, y resultó en un baño de sangre conocido como “marzo paraguayo”.