Productores yerbateros apuestan a la producción agroecológica como herramienta para la transformación social

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En el 2014, en Misiones se crea la Ley Provincial de Fomento a la Producción Agroecológica, Nº 68. La misma estipula, mediante la regulación, la promoción e impulso de actividades, prácticas, procesos de producción, comercialización y consumo de alimentos saludables con sostenibilidad ambiental, económica, social y cultural, teniendo en consideración el ordenamiento productivo de cada región.

Es por esto que, bajo este marco regulatorio, en el 2018 cinco familias productoras de yerba mate de las localidades de Oberá, Guaraní y General Alvear decidieron aunar esfuerzos y crear el grupo Oberá Agroecológico. De esta manera, este grupo de productores yerbateros, entre los que se encuentran “Nuestra Chacra”, “Yemarí”, “Agua Escondida”, “El Viejo Roble”, “Alma Anette” y “Yerbal Viejo”, decidieron apostar por este tipo de desarrollo para, de esta manera, recibir la correspondiente certificación otorgada por la Secretaría de Agricultura Familiar, del gobierno provincial.

Johan Sand, es un joven productor de “Yerbal Viejo” e integrante de este grupo que debe mantener reuniones mensuales, como uno de los requisitos para obtener esta certificación. “Vamos rotando, una vez por mes, visitando a cada una de las chacras, donde compartimos experiencias prácticas y teóricas de lo que va sucediendo en cada producción y, además, fomentamos la participación grupal”, explicó a Economis.

“Por el momento estamos en transición agroecológica, hasta que recibamos el certificado que depende de los tiempos de la Secretaría de Agricultura Familiar, que es el organismo encargado de certificar las chacras”, explicó Johan, quien agregó que además también hay una comisión zonal compuesta por productores, consumidores locales e ingenieros agrónomos y forestales que es la encargada de visitar las chacras y corroborar que las prácticas agrícolas, que se están llevando a cabo en cada una de las chacras, se corresponden con los métodos agroecológicos.

Este sistema, explica Johan, se llama Certificación Participativa y se diferencia de la certificación orgánica que compete a otras instituciones que cuentan con la patente para certificar bajo este concepto, mediante un pago y cumpliendo ciertos requisitos exclusivos. En ese caso, es una relación del productor con la empresa certificadora, sin intervención de los organismos mencionados anteriormente.

“En el proceso de certificación agroecológica que estamos llevando a cabo, nosotros nos relacionamos con otros productores, con otras instituciones, con consumidores y con el Estado Provincial que es el ente que va a terminar de certificar y va a darnos los sellos que después vamos a poder colocar en cada uno de los productos que salgan de esas chacras certificadas”, ratificó Johan.

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Para los productores involucrados en la certificación agroecológica, la etiqueta va más allá del marketing, tiene un contenido más profundo de lo que se quiere decir y el proceso trabaja tres dimensiones: la económica y productiva, la ecológica y la socio cultural.

En la primera dimensión mencionada, la económica y productiva, el objetivo es dejar de usar en la producción insumos externos a las chacras, es decir, eliminar el uso de fertilizantes sintéticos, herbicidas, etc, para empezar a producir con las herramientas disponibles. “Ahí es donde más se trabaja con abonos, con biofertilizantes para no tener que ir a una agro veterinaria y comprar esos insumos, porque son caros y terminan no siendo lo mejor para las chacras en transición”, reflexionó.

La segunda dimensión, la ecológica, trabaja específicamente en restaurar todo el ecosistema de la chacra que es vista como un sistema en sí mismo. A partir de esto, se intenta restaurar la tierra, el monte, los cultivos y, al mismo tiempo, estimular a que haya mayor biodiversidad natural. Se empieza a cultivar árboles para traer más aves, se cultivan especies florales, para traer más insectos y abejas, porque, mientras más biodiversidad haya en las chacras, mejor va a ser para todo el sistema ecológico.

“Todo cultivo en la chacra debe ser transformado en policultivo, ya no se debe tener una hectárea sólo de yerba o te, sino que, dentro de esa misma hectárea, se deben plantar árboles, hacer huertas, trabajar con protección de vertientes. Mientras más diversas especies vegetales haya en un mismo lugar, mejor va a ser para la chacra, porque va a aumentar la resiliencia que van a tener esos cultivos, ante la emergencia climática”, explicó Johan.

Y la tercera dimensión, lo socio cultural, busca es establecer nuevas relaciones laborales basadas en el respeto por la diversidad de los productores y también el comercio, que debe ser basado en un precio justo en los productos, ya sea para los productores o para los consumidores. “Esto es una clara diferencia con los productos orgánicos que terminan siendo muy elevados en su precio y solamente pueden acceder consumidores que tiene un alto capital económico”.

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“En la agro ecología no se plantea producir alimentos sumamente caros, sino poder alimentar a toda la población, porque una de las bases esenciales de la agro ecología es lograr la soberanía alimentaria. Es necesario que el mundo rural y el mundo urbano estén más interconectados, pero que, en esa interconexión, no haya una desigualdad entre los actores rurales y los urbanos”, agregó.

Por eso, desde la concepción agroecológica, se revaloriza la cultura local, los movimientos sociales y las luchas sociales. “Son herramientas y son procesos que la agro ecología siempre va a estar poniendo el ojo, porque son esos momentos de crisis donde se puede transformar la realidad para mejorar”.

Las familias productoras

Las cinco chacras tienen yerbales bajo sombra y trabajan en el mantenimiento del suelo. Cada uno es independiente a la hora de comercializar su producto, por lo que no hay una marca en común. Cada uno trabaja de manera particular, cada uno tiene la autonomía de cómo y a qué mercado vender su producción.

Las cinco familias de productores tienen las chacras y las plantaciones, se dedican a cultivarlas, cuidarlas, cosecharlas y llevarlas a secaderos locales. En algunos casos, hay familias que tienen la posibilidad de tener su propia marca y pueden abarcar otro eslabón, que es la comercialización de la yerba y no sólo vender la materia prima.

La decisión de inclinarse por este tipo de producción viene de muchos motivos, pero todo recae en el compromiso político, desde el plano social, de entender la situación de emergencia climática, la inestabilidad política y las injusticias sociales, producto de un sistema que se intensifica y no discrimina a ningún sector de la comunidad.

“Al conocer estos métodos agro ecológicos y las prácticas agro ecológicas en sí, teniendo la chacra, la posibilidad de seguir trabajando en ello, nos comprometemos con nuestro granito de arena en trabajar de una forma del cual podemos seguir viviendo en la chacra, pero también podamos difundir otras prácticas, otras formas de relacionarnos como personas, entre las personas con la naturaleza que nos rodea. Es un compromiso que atender, que queremos llevar a cabo siempre”, finalizó Johan.

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