Se ordenaron dos nuevos sacerdotes en Posadas

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El llamado es fruto del amor… En la calurosa noche del viernes 1 de diciembre, Monseñor Juan Rubén Martínez ordenó dos nuevos sacerdotes para la diócesis de Posadas. Se trata de Juan Antonio Ruiz Díaz y Cesar Benítez Martínez. La celebración eucarística se  realizó en la parroquia Santa Rita de Casia en la ciudad de Posadas.

La misa fue presidida por Monseñor Juan Rubén Martínez quien estuvo acompañado por los sacerdotes diocesanos y también de las diócesis hermanas de Oberá y de Encarnación (la diócesis de origen del nuevo sacerdote César). Estuvieron presentes los seminaristas del Seminario Diocesano Santo Cura de Ars, y también los diáconos permanentes de nuestra diócesis.

Se trató de una misa muy emotiva, con mucha simbología y con palabras del Obispo dedicadas de manera especial a los neo-presbíteros.

Durante la homilía, Monseñor Juan Rubén Martínez, recordó la importancia del llamado, la importancia de decir que si con un corazón dispuesto al servicio y al amor a la comunidad. En el rito de ordenación sacerdotal, César y Juan recibieron el orden sagrado, la unción en las manos con el crisma, y también los elementos litúrgicos con los que celebraran misa (el cáliz y la patena). Además también recibieron los ornamentos sacerdotales de mano de sacerdotes amigos que fueron los que acompañaron en su formación.

Compartimos algunos fragmentos de la homilía de nuestro obispo Juan Rubén Martínez: Aquí estamos con una especial alegría, en esta noche para celebrar un gran y maravilloso momento de nuestra diócesis y de nuestros jóvenes. Ellos hace muchos años experimentaron el llamado al sacerdocio y fueron experimentando el llamado en sus vidas por gracia de Dios. Hoy podemos decir que hay muchas experiencias en el corazón de ellos, que siguen respondiendo a este llamado.

Cuando escuchamos la palabra, escuchamos que Jesús llama a los apóstoles, y ellos responden. Les dice por su nombre. Cuando celebramos ordenaciones sacerdotales nos damos cuenta de que tenemos que celebrarlo con gozo, porque es como nuestra vida misma, tenemos momentos de alegría y de gozo, pero también de tristeza.

Queremos de manera especial agradecerle a Dios que hoy estemos acá como pueblo de Dios, queremos agradecerle a los hermanos sacerdotes, en realidad hoy tenemos que decir un Gracias grande, un gracias enorme a Dios.

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Es importante destacar la existencia de nuestro Clero, que es bastante joven como una gracia de Dios particular. Es bueno ver como los sacerdotes se van multiplicando, no tanto como crece el pueblo. En el Amén a Dios, también le decimos gracias a Dios por los sacerdotes jóvenes. Agradecemos la providencia por traerlos acá, por tenerlos en nuestras vidas. Agradecemos a las familias, los dos vienen de familias numerosas, agradecemos a los amigos y a las familias. Es bueno ver como tanta gente que los conoce, y que hoy los acompaña. Esa gente y nosotros los sacerdotes formamos parte del Pueblo de Dios.

Es bueno también que reflexionemos juntos sobre la ordenación y sobre lo que nos ha dicho la palabra, y sobre todo lo que viviremos en la celebración. Ellos reciben un sacramento en el segundo grado. Este era su llamado. Esa es una de las experiencias del llamado, que la expresa un momento culminante y trascendental que es la eucaristía.

Ese hecho del llamado expresa la caridad pastoral, en lo específico del sacerdote. Porque cuando el sacerdote celebra la misa, actualiza el misterio de la Pascua.

Si hacemos un poco de memoria, tenemos que hablar del jueves santo, donde se instituye la eucaristía y el sacerdocio. Allí están los signos, allí está Jesús dando el mismo, su propia vida para que seamos salvados. El sacerdote que nos salvó y los redimió es Jesús. Y ese es el centro. Jesús siguió llamando y siguió haciendo elecciones. Cristo fue llamando y sigue llamando a jóvenes. En esta sucesión apostólica seguimos ordenando sacerdotes y sigue llamando. Los jóvenes experimentan el llamado que el señor realiza y allí entregan su vida.

El apóstol es él que es llamado por dios. Es importante recordar que una vocación nunca puede ser fruto de algo que le gusta a alguien “quiero ser sacerdote porque me gusta”. Eso no es suficiente. El llama a los que quiere llamar. Es el llamado fruto de su amor. A cada uno en su propio camino y en su propia vida y con su propia vocación. En el llamado uno experimenta la poquedad en el amor de Dios. Eso nos permite experimentar nuestra pequeñez frente a su llamado.

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El vínculo de la caridad pastoral, los sacerdotes la sentimos en nuestra cotidianidad, todos los días en nuestra vida. Es estar con los hermanos, con los más pobres, con los presos. El vínculo es un momento que vamos experimentando y vamos fortaleciendo como sacerdotes y como personas.

Las demandas a los sacerdotes son muchas por eso tenemos la necesidad de ser más contemplativos. El Cardenal Pironio decía en un libro “en la caridad pastoral encuentran su sentido hoy algunas exigencias para los sacerdotes: ser contemplativos, la  obediencia y el
celibato hay valores absolutos que no pueden ser perdidos como el silencio, la oración, la contemplación”. Estos valores exigen ser vividos de una manera más Honda y más encarnada en el mundo. Solo en el silencio se engendra la palabra. Solo la oración y la contemplación nos capacitan para entender al hombre.

A los sacerdotes les falta el silencio y es necesario para asimilar lo que debemos afrontar. El sacerdote debe amar la fecundidad del silencio. Solo es fecundo el silencio que termina en LA Palabra.

Tenemos una vocación y tenemos y envío y hoy ellos, César y Juan, experimentan un camino y son enviados. Esto es clave porque Francisco nos envía, nos vuelve a hablar del llamado. Porque él nos llama a evangelizar, ser como el buen pastor.

La caridad personal. El buen pastor da la vida, su vida por la oveja extraviada. Se la carga al hombro. El pastor le dice a sus ovejas, aquí estoy, yo mismo cuidare de mí rebaño. No es fácil seguir a dios en una época tan materialista pero hay muchos que tienen gestos
reales, en nuestro pueblo nos enseña tanto y los sacerdotes somos llamados a servirlo. Hay jóvenes que experimentan el llamado y le dicen que si como lo dijeron César y Juan.

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