Según el Banco Mundial la economía Argentina frenará su caída en el 2020

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El informe de perspectivas económicas mundiales para el 2020 del Banco Mundial detalla que Argentina cerró el 2019 con una caída del -3,1%. Para este año proyecta un repunte, pero aún con un saldo negativo del -1,3% y recién habría saldo positivo en el 2021.

El informe detalla que la crisis financiera Argentina continuará durante este año y ha impactado en la economía de sus vecinos a través del comercio y el envío de remesas. El caso más notorio es el de Paraguay, que si bien cerró 2019 con saldo positivo de 0,7, muestra una caída muy grande en relación a 2018 que cerró con un incremento de 3,7 puntos.

En cuanto al crecimiento mundial, describe un “repunte modesto del 2,5 % en 2020 con aumento de la deuda y menor incremento de la productividad”. Indicando que “el crecimiento de las economías emergentes y en desarrollo repuntará hasta ubicarse en un 4,1 % en 2020, pero este rebote no será generalizado”.

En 2020 el crecimiento de la economía mundial se acercará, según las previsiones, al 2,5 % a medida que las inversiones y el comercio se recuperen gradualmente de la significativa debilidad que mostraron en año pasado. Sin embargo, aún persisten riesgos de que la situación empeore, afirma el Banco Mundial en la edición de enero de 2020 de Perspectivas económicas mundiales.

Asimismo, se prevé que el crecimiento de las economías avanzadas en su conjunto decaiga al 1,4 % en 2020, en parte debido a que persiste la debilidad en las manufacturas. En los mercados emergentes y las economías en desarrollo, por otro lado, se espera que este año el crecimiento se acelere hasta ubicarse en un 4,1 %. Este repunte no es generalizado, y para establecer esta proyección se da por supuesto que mejorará el desempeño de un pequeño grupo de economías grandes, algunas de las cuales están saliendo de un período de debilidad considerable. Se prevé que cerca de la tercera parte de los mercados emergentes y las economías en desarrollo se desacelerarán este año como consecuencia de que el volumen de las exportaciones y las inversiones será menor al esperado.

“En vista de que el crecimiento de las economías emergentes y en desarrollo probablemente se mantendrá bajo, los responsables de formular políticas deberían aprovechar la oportunidad para encarar reformas estructurales que impulsen un crecimiento de base amplia, factor esencial para reducir la pobreza”, afirmó la vicepresidenta de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Grupo Banco Mundial, Ceyla Pazarbasioglu. “Las medidas dirigidas a mejorar el clima para los negocios, el Estado de derecho, la gestión de la deuda y la productividad pueden contribuir a lograr un crecimiento sostenido”.

En 2019, el crecimiento de América Latina y el Caribe se desaceleró marcadamente y se ubicó en un valor estimado del 0,8 %. Esta desaceleración fue generalizada y afectó a numerosas economías y sectores. Las tres principales economías de la región (Brasil, México y Argentina) crecieron significativamente menos de lo proyectado debido a factores idiosincráticos. El aumento de las exportaciones de la región se desaceleró como consecuencia de la merma en el comercio mundial.

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Esta desaceleración también refleja el surgimiento, a fines de 2019, de disturbios sociales en Bolivia, Chile y Ecuador. En Venezuela, las condiciones económicas y sociales siguen siendo calamitosas. Los episodios de graves crisis financieras registrados en Argentina desde comienzos de 2018 han afectado a los países vecinos, entre otras cosas, a través del comercio y el envío de remesas.

Al mismo tiempo, en la región se han producido varios acontecimientos de gran importancia en el ámbito de las políticas. Se avanzó hacia la ratificación del acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá. Brasil aprobó una reforma jubilatoria largamente esperada. El Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) logró en junio de 2019 un acuerdo comercial (aún no ratificado) con la Unión Europea que había estado preparándose durante 20 años

A nivel global

Según las proyecciones, el crecimiento de Estados Unidos se desacelerará a un 1,8 % este año, como reflejo del impacto negativo de los incrementos en las tarifas fijados anteriormente y del aumento de la incertidumbre. En la zona del euro, las previsiones sobre crecimiento se han modificado a la baja y se han establecido en un 1 % para 2020 en un contexto de actividad industrial débil.

Por otro lado, predominan los riesgos de que las perspectivas mundiales empeoren, y la concreción de dichos riesgos podría desacelerar el crecimiento de manera considerable. Entre estos riesgos se incluyen una nueva escalada de las tensiones en las relaciones comerciales y la incertidumbre respecto de las políticas en esta área, y las conmociones financieras en los mercados emergentes y las economías en desarrollo. Aun si estos mercados y economías se recuperan tal como está previsto, el crecimiento per cápita se mantendrá muy por debajo de los promedios de largo plazo y de los niveles necesarios para alcanzar los objetivos vinculados con el alivio de la pobreza.

“Las bajas tasas de interés mundiales ofrecen solo una protección precaria contra las crisis financieras”, sostuvo el director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, Ayhan Kose. “La historia muestra que las oleadas de acumulación de deuda no suelen tener final feliz. En un entorno mundial frágil, es fundamental implementar mejoras en las políticas a fin de minimizar los riesgos asociados con la actual ola de endeudamiento”.

Miradas del informe:

En las secciones analíticas de esta edición de Perspectivas económicas mundiales se abordan diversos temas clave de la actualidad:
• La cuarta oleada: La reciente acumulación de deuda en las economías emergentes y en desarrollo. En los últimos 50 años se han registrado cuatro oleadas de acumulación de deuda. La más reciente, que comenzó en 2010, ha sido la más grande, la más rápida y la más generalizada de las cuatro. Si bien los bajos niveles actuales de las tasas de interés mitigan algunos de los riesgos asociados con un endeudamiento elevado, las oleadas previas desembocaron en crisis financieras de amplio alcance. Entre las políticas que pueden reducir la probabilidad de que surja una crisis o que pueden atenuar sus impactos en caso de que se produzca, se incluyen la elaboración de marcos fiscales y monetarios resilientes, la instauración de sólidos regímenes regulatorios y de supervisión, y la aplicación de prácticas transparentes de gestión de la deuda.
• La promesa se desvanece: Cómo reactivar el aumento de la productividad. La desaceleración del aumento de la productividad, fuente fundamental del incremento de los ingresos y motor de la reducción de la pobreza, producida desde la crisis financiera mundial ha sido la más abrupta y la más generalizada de las últimos 40 años. En los mercados emergentes y las economías en desarrollo, esta desaceleración ha reflejado la debilidad de las inversiones y la merma en los aumentos de la eficiencia, así como una menor reasignación de recursos entre los distintos sectores. El ritmo de las mejoras en relación con numerosos factores clave de la productividad laboral (incluidas la educación y las instituciones) ha decaído o se ha estancado desde la crisis financiera mundial.
• Controles de precios: Buenas intenciones, malos resultados. Los controles de precios son una herramienta ampliamente utilizada en los mercados emergentes y las economías en desarrollo. Si bien en ocasiones se emplean como instrumento de la política social, los controles de precios pueden disminuir la inversión y el crecimiento, empeorar los resultados referidos a la pobreza, llevar a los países a generar una pesada carga fiscal y complicar la aplicación eficaz de la política monetaria. El reemplazo de estos controles por redes de seguridad social mejor orientadas y más extensas, reformas que alienten la competencia y un entorno regulatorio sólido puede resultar favorable para los pobres y el crecimiento.
• ¿Tasas bajas durante cuánto tiempo más? La inflación en los países de ingreso bajo. En los países de ingreso bajo, la inflación ha caído a una mediana del 3 % a mitad de 2019, después de ubicarse en el 25 % en 1994. Esta reducción tuvo como base regímenes de tipo de cambio más flexibles, mayor independencia de los bancos centrales, menor endeudamiento de los Gobiernos y un entorno externo más benigno. Sin embargo, para mantener niveles de inflación bajos y estables en un contexto de presiones fiscales crecientes y de riesgo de crisis cambiarias, los funcionarios responsables deben fortalecer los marcos de política monetaria y la capacidad de los bancos centrales, y reemplazar los controles de precios por políticas más eficientes.

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