Señales de diferenciación
La cuenta regresiva hacia el nuevo Gobierno transita en medio de una ansiedad desmedida por conocer el rumbo que le dará Alberto Fernández a la economía, a la sazón, la peor herencia del mejor equipo que se despide con indicadores que reflejan una tierra arrasada: asfixia por endeudamiento, caída del PBI, pobreza, desempleo y una inflación largamente superior a la que causaba resquemor en 2015.
El futuro Presidente no da pistas definitivas sobre su equipo, pero marca territorio. “Vamos a proponer un plan económico sostenible y un acuerdo de pago que podamos cumplir, pero sin más ajuste”, definió en el primer contacto directo con Kristalina Georgieva, la nueva jefa del FMI, de la que esta vez, parece, no será necesario enamorarse.
Hay distintas versiones sobre lo que piensa hacer con la deuda Fernández. Pero la frase “sin más ajuste”, define con claridad los primeros pasos que dará.
“Me han conmovido sus prioridades: la reducción de la pobreza y la lucha contra el hambre en un entorno económico que permita crecer y generar empleo, para mejorar la vida del pueblo argentino”, dijo Georgieva.
Para el nuevo Gobierno, más allá de la necesaria renegociación de la deuda, será vital lograr aunque sea una mínima recuperación de la economía. Los pronósticos no son buenos: la Argentina está atada a la deuda y sin acceso a nuevo financiamiento externo.
El propio FMI anticipa que el año que viene también habrá recesión -será el tercer año consecutivo y Argentina será el único emergente en esa agonía-. Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico prevé una caída de hasta el 3% del Producto Bruto Interno (PBI) para este año y un deterioro de 1,7 por ciento para 2020. Para tomar dimensión del desastroso año económico, la perspectiva anterior de la misma OCDE, proyectaba una caída del PBI del 1,8% e iba a dejar atrás la recesión “con holgura” en 2020, con un crecimiento del 2,1%.
Esa desventaja es al mismo tiempo, una posibilidad de éxito para Fernández: cualquier punto de recuperación, será un bálsamo en comparación con los meses finales de Cambiemos.
Los cuatro años liderados por Mauricio Macri rompieron varios récords. Una deuda externa de 103.808 millones de dólares, a un ritmo superior al de la última dictadura, hasta ahora el momento histórico de mayor endeudamiento: USD 32.500 millones anuales, contra USD 7.192 millones anuales de la gestión verde oliva.
En este período, el PBI per capita cayó 8,8 por ciento y la inflación acumulada es del 300 por ciento. Si fuera una empresa, estaría casi fundida. Aunque algunas no podrán estar más que agradecidas con el Gobierno: las energéticas aumentaron sus ingresos en 995 por ciento.
El desempleo casi se duplicó y la pobreza roza un vergonzante 40 por ciento. Y no es un número más: la pobreza había alcanzado el techo de 59,7 por ciento en 2003, de ahí se bajó a 29,3 en 2015 y ahora ya está en 38 por ciento, aunque la Universidad Católica Argentina anticipa que será superior al fin de año.
Mirando el contexto regional, es un milagro que no haya habido una escalada de protestas similar a la que sacude a Chile, hizo tambalear a Ecuador y ahora extiende el enojo hasta las tierras cafeteras. Causalidad, gobiernos con políticas económicas muy parecidas y respuestas calcadas: militarización para reprimir las protestas y un poder demasiado alejado de las bases de la sociedad como para entender los reclamos. Las respuestas, obviamente, no satisfacen ninguna demanda y los conflictos no hacen más que recrudecer.
Chile, aunque haya dejado de estar de las pantallas de televisión todavía arde diariamente y lejos está de haber un acuerdo. Del otro lado del continente, en Colombia, el presidente Iván Duque Márquez tuvo una respuesta idéntica a la de Miguel Juan Sebastián Piñera en Santiago: rodearse de militares, toque de queda y menospreciar el origen de los reclamos. La imagen es sorprendentemente parecida. Las protestas en el sur idénticas a las del norte, con la desigualdad como común denominador. Chile y Colombia han aplicado políticas muy similares y los resultados no son muy distintos. Élites enriquecidas y pobrezas profundas. “Gracias al trabajo de los policías y soldados, la ciudadanía recibió un mensaje de tranquilidad y se garantizó la efectividad de las medidas adoptadas para preservar el orden público en Bogotá”, fue la primera reacción de Duque. En la calle se vivió de otra manera: una brutal represión.
El congresista Mauricio Toro, líder opositor, intentó hacer un resumen: “Salieron a las calles los trabajadores que exigen condiciones laborales y pensionales realmente equitativas para superar la brecha escandalosa de desigualdad que hay en Colombia”. Alzaron su voz indígenas, afrocolombianos y campesinos, así como mujeres, la comunidad LGTBI y el movimiento estudiantil.
Colombia es un país muy desigual, y aunque la economía creció el 3,3% en el tercer trimestre, el desempleo ha aumentado hasta volver a la cifra simbólica de los dos dígitos.
Causalidad, Evo Morales, que en Bolivia había iniciado un proceso de inclusión, sufrió un golpe de Estado que trajo al presente los peores horrores de un pasado que se creía olvidado. Ejército en la calle, muerte, persecución y proscripción a quien intente defender al indio cocalero.
¿Qué habrá tenido Argentina para eludir esos estallidos? El rol de la oposición y de los gobernadores fue vital para sostener la gobernabilidad de Macri en los momentos duros. Podría reprocharse un exceso de condescendencia, pero en la inestabilidad, las pérdidas serían mayores, mucho más para los estratos más bajos de la sociedad.
¿Tendrá esa misma actitud Macri como líder de la oposición? Ascender a la presidencia del PRO a Patricia Bullrich no parece ser una señal muy amigable. La actual ministra de Seguridad es acérrima enemiga del kirchnerismo y sus actitudes lejos están de ser contemplativas o negociadoras. ¿Será Macri un articulador de políticas? “Que el kirchnerismo no insista en políticas que no funcionaron”, disparó el viernes en un diálogo por “redes” con sus votantes.
Es apenas un dato, pero las políticas que él llevó adelante, empeoraron todos los malos indicadores que había dejado el kirchnerismo y trajeron problemas nuevos, como el excesivo endeudamiento que acorralará a las futuras generaciones.
Misiones no es una isla, pero la paz social y la convivencia son valores que se deben custodiar celosamente. Pero también son consecuencia de decisiones políticas. Es una de las pocas provincias que no está agobiada por el endeudamiento -alentado incluso por el gobierno de Cambiemos- y que tiene la economía bajo control con un rol muy activo del Estado. Sueldos al día, planes de incentivo y un diálogo permanente con todos los actores sociales, incluidos los de la oposición. Misiones tiene, a diferencia de épocas pasadas, motivos para hinchar el pecho: la pista de atletismo profesional inaugurada el viernes en el Centro Provincial de Alto Rendimiento Deportivo -antes de la pileta olímpica-, es una perla que se suma a los galardones obtenidos por la Escuela de Robótica como corolarios de políticas públicas y gratuitas que se sostienen contra viento y marea, en contra del ajuste imperante y de los siempre defensores de “las prioridades son otras”.
Ese rol activo permite tener un bajo desempleo y, en medio de una feroz recesión, contener los indicadores de pobreza que crecen en el resto del país. Según el último estudio del Instituto Provincial de Estadística y Censos, sobre pobreza e indigencia multicausal en los hogares del aglomerado Posadas, en el segundo trimestre de 2019 dichos indicadores se ubicaron en 34,2% y 17,2%, respectivamente.
Esta información verifica un descenso de la pobreza de 1,8 puntos porcentuales entre el segundo trimestre de este año y el trimestre anterior. En tanto que, si se compara el dato más reciente con igual período de 2018, el indicador de pobreza multicausal muestra un aumento de 0,2 punto porcentual. Asimismo, la indigencia se mantuvo relativamente estable, aumentando 0,1 punto porcentual respecto al trimestre anterior. Por su parte, si la comparación es con el mismo período del año anterior, el nuevo dato es idéntico al de 2018.
La simbiosis de la Renovación es un elemento central observado desde distintos ángulos. Herrera Ahuad ostenta la victoria más abultada sobre la oposición, con un 73 por ciento de los votos y Hugo Passalacqua dejará el poder con una imagen positiva altísima.
No es casual que Fernández haya fortalecido la cercanía con Oscar Herrera Ahuad más allá de sus propios respaldos en el peronismo y el Frente de Todos. El gobernador electo de Misiones tiene un diálogo permanente con el futuro presidente y seguramente habrá actores locales en el gabinete nacional -el nombre de Sergio Lanziani es el que más se nombra como ministro de Energía-.Si se concreta la llegada de Lanziani al gabinete, será también un premio al rumbo misionero.
El ingeniero nuclear es el primer ministro de Energía de Misiones y fue el encargado de pelear las regalías mal liquidadas de Yacyretá, que terminaron con una conquista histórica para la provincia.
Como carta de presentación, propuso revisar las tarifas y compatibilizarlas con las variables macroeconómicas, las tasas de interés y los valores de lo que consume la gente, llamar a una gran mesa de concertación para armar un proceso energético de 20 años.
El misionero sería también “el recién llegado” en el gabinete de Fernández que todavía no termina de aparecer, pero que tendrá figuras relevantes como Santiago Cafiero como jefe de Gabinete, Eduardo “Wado” de Pedro en Interior y Felipe Solá en Cancillería. ¿Será Gabriel Nielsen el ministro de Economía? Hasta ahora persisten las dudas y asoma Martín Guzmán, un economista argentino que trabaja junto al premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, uno de los pocos que aplaudió políticas económicas del kirchnerismo. Esa también es una definición del nuevo programa económico.