Sobre la Ley de Educación sexual integral
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 24° domingo durante el año [16 de septiembre de 2018]
En esta reflexión dominical quiero recordar y agradecer a nuestros maestros y profesores.
A todos, pero particularmente a los maestros de zonas rurales y a los que con tanto sacrificio viven la vocación maravillosa de la docencia. En mis recorridas pastorales por la Diócesis, cuando me encuentro con ellos, no dejo de asombrarme y valorar el trabajo, la
entrega y la significación que tiene la presencia de la misión que realizan.
Quiero señalar también la preocupación que en estos días nos genera el proyecto de ley que pretende vulnerar los derechos constitucionales que garantizan la existencia de los idearios educativos, con la reforma de la llamada Ley de ESI (educación sexual integral).
En nuestra diócesis hace varios años que la estamos aplicando desde nuestros idearios. Lamentablemente, se quiere imponer como pensamiento único el de la «perspectiva de género» a la que intentan contraponer la que llaman erróneamente «perspectiva
religiosa».
Nuestra perspectiva no es religiosa, es, en todo caso, «personalista». Integramos el valor de la sexualidad en la persona humana y su maravillosa dignidad. De este modo se considera a la persona como sujeto de derechos y no meramente como un objeto que, más que construirse culturalmente, es expuesto a la manipulación ideológica.
Pedimos que la Ley de ESI continúe siendo democrática y plural y no instrumento de manipulación ideológica.
En este tiempo y especialmente desde el aporte del acontecimiento y documento de Aparecida tenemos una certeza más profunda sobre la necesidad de asumir nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, cada uno desde nuestra vocación, llamado y misión. En definitiva, es señalar que nuestra evangelización será consistente asumiendo el llamado a la santidad, de todos, pero especialmente de los laicos que son la gran mayoría del pueblo de Dios. No dudamos que hay muchos laicos que son católicos practicantes de su fe.
Testimonios que aún en el silencio de la cotidianidad y sin ser noticia, no dejan de ser fecundos y seguramente verdaderos constructores del Reino.
Pero lamentablemente en la necesaria evangelización de la cultura de nuestra Patria y Provincia, sobre todo en la dirigencia social, política, económica, comunicacional… notamos que falta mayor presencia de laicos, cristianos practicantes de su fe, desde sus opciones, criterios, acciones que humanicen y pongan valores cristianos en nuestra sociedad. Las luchas de poder, las excesivas estrategias y pragmatismos, oscurecen el que podamos tener horizontes de esperanza en nuestra Provincia y Patria.
Es probable que todos, incluidos los sacerdotes, debamos poner más atención en acompañar con una espiritualidad apropiada a nuestros laicos, para que logren vivir la santidad desde su vocación y misión. Es cierto que algunos laicos cuando se inician en el proceso de conversión tienden a encerrarse en la dimensión religiosa, especialmente a profundizar actos de piedad y a ligarse con aquellos con quienes se sienten contenidos, y con quienes comparten la misma fe.
Pero ocurre que a veces no ligan suficientemente esa fe y el llamado a la santidad en las cosas de la vida diaria, tanto familiares como sociales, en criterios y opciones ligados a la justicia, a la verdad, a compromisos de ciudadanía. Desde ya que la fe que no es practicada, o se va perdiendo, o bien se va tornando en algo ideológico, o en una religiosidad ritualista y pagana.
El Señor en el texto del Evangelio de este domingo (Mc 8,27-35), señala las exigencias del discipulado: «El que quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí y la Buena Noticia, la salvará».
Sin una fe simple y humilde es difícil entender que amar es dar la vida, y este es el código de la verdadera felicidad. Aunque es difícil, muchos cristianos entienden este llamado y lo viven en la cotidianidad.
Aun sabiendo que muchas veces el medioambiente es adverso a las propuestas del cristianismo, también sabemos que es posible ser mejores cristianos.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas