FMI: ¿un acuerdo sin devaluación?

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El ultimo informe de Analytica Consultora hace foco en la búsqueda de acuerdo del Gobierno Argentino con el FMI.

 La semana pasada Martín Guzmán presentó ante los gobernadores los primeros lineamientos del acuerdo que espera alcanzar con el FMI. Sin pronunciamientos sobre los objetivos cuantitativos de cuyo cumplimiento dependen los futuros desembolsos, la única excepción fue una mayor definición acerca del sendero de acumulación de reservas internacionales. La propuesta argentina busca evitar una aceleración de la depreciación cambiaria que es usual en los acuerdos con el organismo. ¿Cómo? Mostrando la factibilidad de acumular entre U$S 3.000 y 4.000 millones por año y, en paralelo, subiendo las tasas de interés como en estos días. El equipo económico intenta así torcer las expectativas privadas, reflejadas en el REM-BCRA, respecto de una devaluación proyectada del 60% para el año.

 En este informe analizamos en qué condiciones podría ser factible que el acuerdo no contemplara ajustes del tipo de cambio y, por ende, evite las tradicionales contracciones sobre la actividad y una nueva ronda de inflación. Partimos de un ejercicio de robustez para el superávit comercial, el cual, según los dichos del ministro Guzmán, es el determinante del objetivo de tipo de cambio. Los precios y las cantidades del comercio exterior, incluso ante una corrección fuerte de las tasas de interés a nivel internacional y más retraso cambiario, permiten ser optimistas; la acumulación de reservas podría en parte ser garantizada por los ingresos en la cuenta capital.

 En concreto, una posibilidad es que la meta de acumulación de reservas se cumpla mediante desembolsos netos del FMI bajo el supuesto de que se reestructurará el monto vigente al momento de la suspensión del acuerdo (U$S 44.489 millones). Esto implica que al menos una parte de los U$S 4.552 millones pagados al organismo en 2020 y 2021 por capital e intereses deberían reingresar en la forma de nuevos desembolsos, permitiendo el cumplimiento del objetivo de reservas sin un salto cambiario de magnitud.

 Según los lineamientos esbozados por Guzmán la semana pasada, el gobierno tiene tres objetivos centrales:
a) La citada acumulación de reservas por entre U$S 3.000 y 4.000 millones al año.
b) El equilibrio fiscal en 2027, indicado por el propio ministro como la principal fuente de conflicto. Medido en relación al PIB, para 2022 el gobierno aspira a mantener el nivel de déficit del año pasado.
c) La reducción del financiamiento monetario al Tesoro, un objetivo sobre el que no parece haber mayores discrepancias entre el organismo y las autoridades.

 Entonces, ¿por qué el único objetivo cuantitativo expresado en línea con las apetencias del Fondo es la acumulación de reservas? ¿Qué implica para la evolución del tipo de cambio? ¿Se pueden inferir las intenciones del gobierno? Luego de los anuncios del BCRA del jueves pasado y analizando las declaraciones del ministro Guzmán en detalle creemos que sí.

 El ministro dijo explícitamente que el objetivo del tipo de cambio debe ser garantizar el superávit comercial, no la acumulación de reservas. Entre uno y otro objetivo se esconde un sin número de líneas del balance de pagos, todas reguladas por el cepo (por caso, préstamos financieros, dólares para atesoramiento, turismo, etc.).

 A partir de nuestras proyecciones del balance comercial para 2022 y con este diagnóstico oficial en escena, es posible imaginar qué se puede esperar para la política cambiaria. En el ejercicio se consideraron factores locales e
internacionales, a saber:
a) Las cantidades exportadas e importadas crecerían bastante menos respecto a 2021, pasando de 10-11% a la zona del 5%.
b) Los precios de las exportaciones caerían cerca de 15%, luego de crecer más de 20% en 2021.
c) Los precios de las importaciones se mantendrían sin grandes cambios.

 Estos supuestos cuentan con los siguientes fundamentos:
a) La Reserva Federal de los Estados Unidos se reuniría siete veces más en 20221 y el consenso de mercado espera al menos tres subas de la tasa de referencia2
. Los datos de inflación en Europa dejan de ser alentadores. Los aumentos esperados de los precios de diciembre fueron revisados al alza, hasta tocar 5% interanual (desde 4.9% en noviembre). La suba de tasas en las economías avanzadas implica menores precios internacionales para las materias primas.
b) En línea con el ajuste fiscal y el endurecimiento de la política monetaria a nivel local, podría haber un mayor control sobre los pagos de importaciones. A su vez, la mencionada suba de tasas a nivel internacional lleva a una ralentización del ritmo de crecimiento mundial. Ambos factores limitan el crecimiento de las cantidades importadas y exportadas respectivamente.
c) La corrección fiscal incluye a los subsidios, lo que a su vez reducirá las importaciones de combustible. Por lo tanto, la caída esperada en el precio del petróleo, debido a la suba de tasas, afectaría mayormente a las exportaciones, en tanto las importaciones sólo tendrían impactos por caídas en las cantidades.

 El gráfico siguiente sugiere por qué la visión oficial de alinear el resultado comercial con el tipo de cambio y acumular reservas podría cumplirse. Según nuestras estimaciones, incluso en un escenario de una apreciación real en torno al 10%, mayor a la que busca el gobierno según surge del nuevo esquema de tasas del BCRA, el superávit comercial sería superior a los U$S 500 millones mensuales en promedio.

 La figura contiene la evolución de la media móvil mensual de 12 meses del balance comercial que reporta el INDEC, el cual suele depender de los embarques del comercio exterior. La acumulación de reservas depende de una multiplicidad de factores, pero el objetivo de tipo de cambio parece mirar a este indicador. En consecuencia, más allá de su impacto en la brecha cambiaria y el resto del mercado de cambios, hay espacio para cierta apreciación del tipo de cambio. De todas formas, es válido resaltar que en todos los acuerdos recientes con el Fondo en países con controles de cambio el ajuste cambiario fue superior al 100%

 Ahora bien, ¿por qué es tan relevante seguir la dinámica de precios y cantidades del comercio exterior? Básicamente porque muestra que, a pesar de la apreciación del tipo de cambio, dejan un colchón importante para 2022. En el siguiente gráfico se muestra la evolución comparada del tipo de cambio y el balance comercial, medido tanto en dólares corrientes como en moneda constante para eliminar el efecto de los precios internacionales. En el ejercicio se mantienen los precios a niveles de 2015, cuando había déficit comercial. Entre ese año y 2021 los precios de las exportaciones y de las importaciones crecieron 26% y 14%, respectivamente. Ambas series del balance comercial se reportan como el promedio móvil de 12 meses de las series mensuales.

 Se observa claramente que, incluso eliminando por completo la suba de los precios, hoy existiría superávit comercial a este tipo de cambio. Difícilmente los precios vuelvan a niveles de 2015, lo que implicaría que la soja se ubicara por debajo de los 400 dólares por tonelada, cuando ahora está por encima de los 500.

 Un deterioro de los precios internacionales en conjunto con una apreciación del tipo de cambio real ejercería una presión a la baja en las cantidades exportadas y sobre el resultado comercial. Sin embargo, el punto de partida es favorable. La ampliación en las cantidades exportadas desde 2015, en particular de bienes diferenciados cuya elasticidad-precio es baja, y las perspectivas de la cosecha para el año corriente, excepto en el escenario de una sequía dura, también van hacia el mismo lado. Al adicionarle la dinámica de los precios, incluso descontando la reversión por las expectativas de suba de tasas de interés en las economías desarrolladas, es evidente que la balanza comerciar seguirá siendo superavitaria, incluso en un escenario de apreciación cambiaria.

 ¿Esto significa que el tipo de cambio real se va a seguir apreciando? ¿De dónde saldrán las reservas si el objetivo cambiario pasa sólo por mantener el superávit comercial?
a) Un indicio proviene de la reciente suba de tasas decidida por el Banco Central. Las tasas nominales activas pasan al 41% 3 en tanto que las pasivas van al 39%4, lo que supone un ritmo mensual de cobertura de la devaluación del 3,4% para las primeras y del 3,2% para las segundas. Así, el tipo de cambio oficial podría subir entre 45,9% y 49,4%, con una inflación proyectada de al menos 53%: una apreciación real de entre 2,4% y 4,6%.
b) Por otra parte, la meta de acumulación de reservas coincide aproximadamente con el monto de los DEGs ingresados en agosto (U$S 4.326 millones). Pero además podría considerarse que los pagos por capital e intereses desde el nuevo gobierno (U$S 5.644 millones incluyendo los de enero y febrero de este año) se hicieron respetando el acuerdo original por U$S 57.000 millones, cuando lo efectivamente utilizado fueron U$S 44.489 millones. La apuesta oficial parece ser que parte de esos pagos retornen bajo la forma de nuevos desembolsos.

 El informe interno de evaluación del préstamo de 2018, donde se argumentó en favor de los controles de capitales, el estancamiento secular argentino y los efectos de la pandemia podrían ayudar a convencer al FMI de que no es momento de exigir un salto del tipo de cambio, a diferencia de los acuerdos previos (Angola, Egipto, Ghana, Malawi y Pakistán). En las actuales circunstancias de fragilidad social y un mercado de trabajo que recuperó puestos laborales, pero no calidad, las consecuencias serían devastadoras sobre la pobreza. La suba de tasas y la apuesta a recuperar parte de los dólares pagados al organismo en estos dos años buscan evitar el peor de los caminos.

1 Calendario de reuniones FOMC-FED
2 Noticia anuncios FED
3 Tasa LIP para capital de trabajo
4 Tasa para plazo fijo hasta $10M para personas humanas

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Matías Kulfas: “Necesitamos que el acuerdo con el FMI no ahogue la reactivación”

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El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, aseguró hoy que “la voluntad (del Gobierno) es de acordar” con el FMI un nuevo programa financiero por la deuda de US$ 44.000 millones contraída durante la administración de Mauricio Macri y subrayó que el entendimiento no debe ahogar la reactivación de la economía.

“Necesitamos que el acuerdo con el FMI no ahogue la reactivación”, dijo el ministro tras destacar la recuperación “intensa” que tuvo la actividad económica en 2021, con un crecimiento del Producto Bruto Interno de cerca de 10%, lo cual implicó haber recuperado en menos de un año y medio los niveles pre pandemia a pesar de que “a mediados de año nos decían que Argentina recién en 2026 se iba a recuperar”.

“Necesitamos, en esto de seguir reactivando y que la reactivación llegue a todos los hogares, que el acuerdo con el FMI sea compatible con ese crecimiento, que no ahogue la reactivación, y que equilibremos las cuentas públicas porque se necesita, no se puede siempre en déficit, pero hacerlo con crecimiento”, afirmó Kulfas en diálogo con radio La Red.

“Si Argentina crece lo que va a pasar es que el déficit se va a reducir como ocurrió el año pasado, porque crecen más los ingresos fiscales que los gastos. Por este camino, que es un camino virtuoso de recuperación económica, estamos de acuerdo en ir hacia ese equilibrio fiscal, y eso es lo que está terminando de discutir y negociar el ministro de Economía”, afirmó.

En esa línea destacó la recuperación del sector productivo, que incluyó la creación de más de 40.000 nuevos empleos en el sector industrial y la caída del desempleo en el tercer trimestre del 2021 al 8,2%, uno de los más bajos de los últimos tiempos.

“El año pasado cerramos con una industria arriba del 15% del 2020, y más del 6% arriba del 2019, o sea que esta industria con pandemia y todo ya produce más que en el último período del gobierno de Macri”, dijo Kulfas, aunque planteó como necesidad para el crecimiento económico “que los salarios también crezcan más que la inflación”.

Al respecto, dijo que se hizo “un gran esfuerzo en el 2020 que permitió bajar la inflación, la bajamos 18 puntos, del 53% en 2019 a 36% en 2020” y que si bien en el 2021 “fue difícil”, están teniendo conversaciones con el sector empresario y gremiales para que en 2022 “podamos tener un aumento salarial por arriba de la inflación, no un empate sino ganarle claramente”.

“En los momentos en donde el país logró contener o bajar la inflación es cuando logra estabilizar el tipo de cambio, pero para hacer eso hay que tener un nivel de reservas importantes que tampoco lo tenemos, porque venimos de un desequilibrio externo muy fuerte y un crédito del FMI que no resolvió nada, al contrario, generó más problemas”, afirmó.

Justamente, sobre el dólar dijo que “hay una pauta planteada en la proyección del Ministerio de Economía que se viene cumpliendo y que el año pasado se cumplió”, aunque para darle más sustento a ese esquema también será necesario “generar más previsibilidad, como con el acuerdo con el FMI que es importantísimo para construir esta previsibilidad, y también herramientas puntuales como Precios Cuidados”.

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El arreglo con el FMI es el camino menos doloroso

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Más allá de las tensiones típicas de un cierre de negociación, todo conduce a pensar que el acuerdo con el FMI está más cerca. Los resultados del viaje presidencial en la reunión del G20 son una señal en tal sentido, pese a las dudas que aún existen dadas las resistencias, en especial del cristinismo, sobre su verdadera necesidad. Lo concreto es que en Roma se observaron indicios relevantes, mas no concluyentes, respecto de algunas posiciones públicas argentinas, como la de limitar los sobrecargos en la tasa de interés del préstamo a reestructurar o la de crear un fondo de “resiliencia” para países en desarrollo.

¿Qué significa un acuerdo con el Fondo? ¿Hay alguna alternativa por fuera de él? Algo es claro: con o sin acuerdo, el FMI será el gran protagonista de la economía argentina al menos por una década. Tres gestiones de gobierno estarán bajo sus reglas y lo que ahora se acuerde tendrá impactos por largo tiempo, aun incluso -como sucedió siempre- si se incumplen los objetivos.

Ante un escenario de malas opciones, un acuerdo razonable con el FMI es el mejor camino. El Fondo no resolverá ninguno de los desequilibrios (ni la inflación, ni la escasez de dólares, menos aún la baja productividad), pero un default abierto con el mayor acreedor hará muy crítico el devenir.

Pueden pensarse tres razones ordenadoras para justificar la necesidad de un acuerdo: la imprescindible estabilización de las expectativas privadas (sobre la inflación y el tipo de cambio), la sustentabilidad de cierto financiamiento privado y de organismos multilaterales y la proclamada búsqueda de arreglos políticos básicos para darle gobernabilidad al sistema político en 2022 y 2023.

En relación con estabilizar las degradadas expectativas, un programa con el FMI puede servir como una suerte de sustituto del plan económico que los decisores privados le vienen exigiendo al gobierno desde hace tiempo. Paradoja mediante, un gobierno que resistió siempre a presentar un programa formal y consistente terminará utilizando el paraguas de Washington a los mismos fines.

Al fijar metas sobre déficit fiscal, agregados monetarios, variación de reservas e inflación, ingredientes de cualquier plan, el acuerdo podría contribuir a una coordinación más eficiente de las “creencias” de los mercados financieros y a ordenar las cotidianas decisiones de precios de los sectores productivos y de servicios.

Respecto de la sustentabilidad del financiamiento, un default con el FMI también implica perder fondos de otros organismos internacionales de crédito como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento (CAF). Hasta junio ingresaron usd 330 millones en desembolsos de préstamos con esos organismos.

Y quizás más importante son las consecuencias para el financiamiento del sector privado. Desde septiembre de 2019, cuando la Argentina fue declarada en default selectivo por las agencias de calificadoras de riesgo, la cuenta de préstamos financieros del mercado de cambios acumula un déficit de usd 13.700 millones, unos usd 6.350 millones por año. En contraposición, en los últimos dos años de gobierno de CFK, también con cepo cambiario y una macro deteriorada, esa cuenta dejaba un saldo positivo anual de usd 1.300 millones. Si tomamos como supuesto que acordar con el FMI habilita condiciones para flexibilizar el cepo y reducir a su vez el riesgo país, pueden ingresar usd 7.650 millones más por año, similar al saldo anual de los préstamos financieros en 2014 y 2015.

Un flujo de dólares necesario para desarrollar proyectos importantes en la transformación de nuestra estructura productiva como son Vaca Muerta y el litio.

Todo será peor sin acuerdo. Además, es el cierre, o el inicio, según se mire, de un proceso que tiene responsabilidades compartidas entre el estado argentino y el organismo. El diagnóstico de asumir la capacidad de refinanciar los fabulosos vencimientos de 2022 y 2023 (usd 19.250 millones por año) en un eventual segundo gobierno de Mauricio Macri fue tan poco consistente como la liviandad del Fondo para exponer nada menos que 35% de su cartera a la economía argentina. Aunque ya sea historia, los efectos de estos dislates reverberan en estas negociaciones, donde unos y otros admiten por lo bajo su propio error.

Estas líneas no pretenden ser una apología de estos programas sobre las economías endeudadas; todo lo contrario. Existe mucha evidencia internacional acerca de sus impactos regresivos sobre el ingreso y el crecimiento. Por caso, en un escenario positivo el FMI le puede pedir al gobierno bajar 1 punto porcentual de déficit primario en dos años. Para dimensionar, el total del gasto de capital (energía, transporte, vivienda, etc.) en los primeros nueve meses del año representó esa proporción.

Es evidente que si aún no se llegó a un acuerdo es por lo que no se conoce, aunque se intuye. El sendero hacia el equilibrio fiscal y una devaluación para aumentar las reservas del Banco Central y facilitar el propio ajuste del gasto, lo habitual en estos programas. Sin embargo, la acumulación de desequilibrios macroeconómicos desde 2018, y potenciados por la pandemia y por los errores no forzados del gobierno, exige un cierre consistente del problema.

¿Cómo transitar un ajuste fiscal y una devaluación con los niveles actuales de pobreza, inflación y salarios y con una perspectiva limitada de flujos comerciales en dólares, sin que puedan esperarse los precios de las commodities de este año y frente a un eventual endurecimiento monetario en el mundo ante los temores inflacionarios? En los primeros momentos, los clásicos programas con el Fondo reducen la actividad económica y los salarios. ¿Por qué sería distinto esta vez? Los consensos políticos de los que tanto se habla (y que necesariamente tendrán que incluir al sector privado, gremios y movimientos sociales) deberían servir para encontrar mecanismos que suavicen estos impactos iniciales a través de transferencias monetarias directas direccionadas a evitar que aumente aún más la pobreza.

En el recetario tradicional del FMI también figura la unificación cambiaria. ¿Cómo hacerlo si no hay dólares suficientes para “todos y todas”? Hoy el Banco Central sacó un comunicado que obliga a los bancos a mantener su posición global en moneda extranjera hasta fin de mes. El objetivo es evitar que los bancos modifiquen su cartera apostando a un salto en el tipo de cambio.

En este contexto, una devaluación a secas que persiga comprimir la brecha con los tipos de cambio alternativos sólo aceleraría la inflación. El acuerdo, entonces, también requiere una mirada profunda para bajar la inflación, que se entienda que se trata de un fenómeno macroeconómico y no tanto de pujas con algunos sectores industriales (alimenticias, en particular), y que devaluar sin plan (de una vez o acelerando los ajustes mensuales) sólo conduce a un nuevo fracaso.

Vinculado con el frente cambiario, el Fondo habitualmente exige objetivos de acumulación de reservas internacionales. El riesgo está en que, si esa meta resulta muy ambiciosa, la recuperación de la actividad económica de los próximos años sea muy mediocre. No habría dólares para todos los usos y el tipo de cambio real seguiría en niveles incompatibles para recuperar los salarios. El ajuste clásico se repetiría. Con todo, en los acuerdos recientes comparables al caso argentino (Pakistán, Egipto, Ecuador y Angola), el Fondo fue razonablemente laxo y, de hecho, todos lograron sobrecumplir con los objetivos de acumulación de divisas.

El FMI puede servir de excusa para comenzar a ordenar los desequilibrios macro. Los costos de no hacerlo, además de volver a incumplir contratos, son muy superiores a los sacrificios necesarios para corregirlos.

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