El Gobierno afirmó este jueves que la pobreza disminuyó al 38,9% en el tercer trimestre de 2024, un dato que surge de un trabajo del Ministerio de Capital Humano, a cargo de Sandra Pettovello, través del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales (CNCPS).
El cálculo se basa en la publicación del Informe de Distribución del Ingreso (INDEC). A partir de eso, el CNCPS proyectó que en el período que va de julio a septiembre de 2024 la pobreza estuvo en el orden del 38,9%.
“Gracias a la implementación de políticas económicas que han contribuido a reducir la inflación y estabilizar la economía, la pobreza continúa descendiendo en el año, tras haber pasado del 54,8% el primer trimestre al 51% en el segundo, y con proyección del 38,9% para el tercero”, informó la cartera que conduce Pettovello a través de un comunicado.
Descenso contundente de la pobreza, cifras que confirman una mejora trascendental.
Pobreza estimada tercer trimestre 2024: 38,9%. Indigencia estimada mismo período: 8,6%. pic.twitter.com/WbTChD0h7w
El CNCPS proyectó además que la indigencia se ubicó durante este período en 8,6%, después de haber registrado 20,2% en el primer trimestre y 16% en el segundo.
Según el Gobierno, este descenso se explica por dos factores clave: las políticas económicas que lograron equilibrar la macroeconomía y poner un freno a la inflación, y la focalización de transferencias hacia los sectores más vulnerables, directas y transparentes.
“Al inicio de la gestión el 50% de los recursos destinados a las poblaciones más vulnerables se distribuía a través de intermediarios, como Unidades Ejecutoras del programa Potenciar Trabajo, comedores y cooperativas, mientras que el otro 50% se transfería directamente. Hoy el 93,5% de los recursos alimentarios son transferencias directas a las familias que más lo necesitan”, indicaron desde Capital Humano
“Los montos de la Prestación Alimentar llevan acumulados un 137,5% en esta gestión y se extendió la cobertura a más de 600.000 adolescentes de entre 14 y 17 años. Además, la AUH creció un 340% en 11 meses, lo que significa un crecimiento real del poder adquisitivo del 107%”, añadió el Gobierno.
6 de cada 10 empresas prevén sostener el ritmo de contratación en 2023 según los resultados de la Encuesta de Capital Humano de PAE Argentina.
El 60% de las empresas argentinas preveen sostener en el próximo año el mismo nivel de contratación del 2022. Las expectativas de aumento de contratación de personal se acentúan en las organizaciones de Producción y en las de hasta 1.000 empleados.
Los datos surgen de la encuesta de PAE Argentina, empresa global de Capital Humano con más de 29 años de trayectoria y presencia en 12 países, que periódicamente consulta a referentes de Recursos Humanos para detectar tendencias en la gestión de las personas.
En lo que constituye otro dato significativo que pone de relieve la necesidad de desarrollar las “habilidades blandas” en quienes lideran equipos: el 82% de los ejecutivos implementará programas de reskilling y upskilling: El 43% mencionó la necesidad de Fortalecer nuevas habilidades en los líderes y el 39% optó por Recapacitarlos en comportamientos empáticos.
Al opinar sobre qué implica una gestión proactiva de cara a los sindicatos, el 78% optó por Adelantarse a posibles conflictos y prever soluciones, mientras que un 20% apoyó la idea de Mejorar la comunicación con los representantes gremiales.
En cuanto a las áreas de mejora para optimizar los costos laborales, el 68% seleccionó el Automatizar tareas y optimizar procesos, mientras que el 48% eligió la Optimización del control de gastos. Un 42% señaló Reducir el ausentismo y la rotación del personal y el 38% optó por Incorporar nuevas tecnologías.
La Encuesta PAE de Prioridades en Capital Humano (PCH) es un estudio permanente que pondera las prioridades de la gestión en ese ámbito. Los datos se recogieron de una muestra de 125 empresas: 57% de Producción y el 53% de Servicios. Si se analiza la muestra por el volumen de las dotaciones, el 63% de las organizaciones consultadas tiene hasta 1.000 colaboradores, y el 37% restante más de 1.000.
Gestionar la retención y fidelización del talento clave y Administrar un sistema de compensaciones competitivo siguen ocupando los primeros lugares en materia de prioridades para los referentes de Capital Humano, con el 63 y 61% de las respuestas, respectivamente.
Le siguen gestionar la atracción del talento y la marca empleadora, y la gestión del bienestar emocional de los empleados, con el 40 y 35% de las respuestas, respectivamente.
Gestionar la innovación y la digitalización de los procesos en el área de Recursos Humanos fue evaluada como prioridad por el 28% de los consultados, mientras que la gestión proactiva de la relación sindical concentró el 25% de las respuestas.
“PAE continúa trabajando para identificar los desafíos del Capital Humano para el 2023. Estamos orgullosos de compartir estos datos, aportando una herramienta de valor a las compañías”, explicó Oscar Silvero, Gerente Corporativo de Relaciones Públicas de PAE Argentina.
Al comparar las prioridades por tipo de actividad, las empresas de productos y las que ofrecen servicios están alineadas con resultados muy similares. Las mayores diferencias se dan al consultar sobre la Gestión de los procesos de reestructuración y optimización de los costos laborales, donde se observa que es prioridad para el 6.6 de la muestra en el caso de las empresas de Productos, contra un 7.1 en el caso de las de Servicios.
En cuanto a la Gestión de las estructuras de trabajo híbridas y colaborativas, los resultados arrojan que es más prioritario para las empresas de Servicios (7.4) que para las de Productos (6.9).
Las prioridades son relativamente similares al comparar las empresas por cantidad de empleados. En el caso de las de menos de 1,.000 empleados, las mayores diferencias se registran en los rubros Gestión del bienestar emocional de los colaboradores, mientras que en las de más de 1.000 se producen en los ítems Gestión proactiva de la relación sindical y Gestión de programas de inclusión y diversidad.
Por Pablo Besmedrisnik y Slomit Milchiker de Invenómica – La pandemia generó un impacto notable en la salud y en la economía de los argentinos, un golpe letal que se aprecia de forma instantánea en las estadísticas de muertes y en el nivel de actividad. Sin embargo, hay una tragedia que se está gestando pero que sus efectos se apreciarán sólo en el mediano y largo plazo: la degradación del principal activo de la Argentina, su capital humano.
Un año entero sin clases presenciales, y la perspectiva incierta sobre su reinicio en el 2021, no será gratis para el entramado social y productivo argentino. Esta realidad terminará lesionando con fuerza la competitividad y el crecimiento futuro de la economía, afectará los indicadores sociales y empeorará notablemente la distribución del ingreso.
Parte de las instituciones educativas y sus estudiantes han logrado transitar de forma acelerada la curva de aprendizaje, fueron exitosos en implementar herramientas para el estudio de forma remota, y compensaron en buena parte los huecos de una enseñanza sin contacto personal. De hecho, muchos alumnos han disfrutado de recursos y profesores de elite inaccesibles en momentos pre pandemia. Por otro lado, la necesidad hizo que muchas escuelas hayan dado un salto tecnológico y metodológico inédito y un viraje en el rol docente, que hubieran llevado décadas en un contexto normal. Se ha dado un avance complejo e irreversible, que cambió la educación y conmueve muchos de los paradigmas hasta ahora incuestionables, incluyendo el concepto de la presencialidad permanente.
Sin embargo, las instituciones que son el sostén educativo de los sectores económicos más apremiados no tuvieron esa posibilidad.
La oferta educativa, principalmente la enfocada en estudiantes de bajos ingresos, no estaba preparada para enfrentar semejante cambio profundo e intempestivo. La demanda de esa educación, los estudiantes, mucho menos.
Si consideramos el estrato poblacional del 20% con menores ingresos, se descubre que no hay posibilidad fáctica de que exista un proceso de aprendizaje exitoso y masivo: solo el 25% de los estudiantes argentinos de ese quintil de ingresos inferiores tiene acceso al menos a una computadora; poco más del 30% tiene un escritorio; y menos del 60% tiene un espacio físico para estudiar en su hogar[1]. No hay infraestructura educativa para sostener la enseñanza virtual para los alumnos menos favorecidos económicamente.
A la falta de un acceso pleno a las herramientas básicas para mantener un cursado razonable, se le agregan otros factores que complejizan aún más la situación: la escasez de recursos y de gimnasia para la educación remota (aun cuando el sistema educativo ha hecho un esfuerzo enorme), el stress familiar y la inseguridad económica. Tampoco se puede soslayar el rol que cumplían las escuelas públicas como proveedoras de contención y alimentación a los sectores sociales más castigados, que dejaron de atender y que servía como incentivo para alentar la asistencia y el empeño escolar.
Estos largos meses sin la posibilidad de contar con una educación integral dejarán secuelas fuertes en los futuros ciudadanos mayores de edad, trabajadores y profesionales. La velocidad con la que cambian las necesidades del mercado laboral y el requisito de flexibilidad mental y capacidad de adaptación, son características salientes del siglo XXI. Para que los niños puedan incorporar esas habilidades es ineludible una alfabetización plena, el desarrollo de un razonamiento lógico y la incorporación de las nuevas tecnologías, y esto se logra únicamente en el marco de una educación completa, sin baches.
Los niños que no se alfabeticen plenamente y que no incorporen habilidades mínimas de razonamiento y tecnológicas estarán fuera del mercado laboral de valor agregado en serio. Para ir al extremo, nadie puede programar en Phyton o en Java si no lee correctamente o no razona con destreza. Por ejemplo, por más que la economía del conocimiento atraviese un presente soñado, no tendrá el futuro que se merece si antes no se remedian los efectos directos e indirectos de la falta de escolaridad corriente.
Desaprovechar la riqueza y la capacidad de aprendizaje de los niños de hoy, no es ni más ni menos que una descapitalización fortísima de la Argentina, es limitar el potencial de desarrollo, es relegarse a ser un país más básico y precario. Y un año de virtual blackout educativo para una franja importantísima de la sociedad es demasiado.
Y claro, no se trata solo de crecimiento, sino de una situación que terminará afectando socialmente a los estratos que quedaron marginados de la educación. Un año sin estudios para los grupos más desfavorecidos dificultará con creces cualquier posibilidad de salir de la trampa de la pobreza. Y potenciará la desigualdad social, otro activo notable que hace tiempo estamos perdiendo. Hoy el 20% más rico de la sociedad (el que perdió muy poco de escolaridad en 2020), tiene un ingreso mensual de casi 7 veces el del 20% más pobre (el que no tiene las herramientas para estudiar desde su casa).
La Argentina no se puede permitir iniciar otro ciclo lectivo con restricciones educativas extremas. Tampoco puede recomenzarse la educación sin considerar los grandes cambios y avances que se registraron. Se deben ultimar los esfuerzos de todos los actores (gobierno, docentes, padres y alumnos) hoy, para que el inicio de clase en condiciones óptimas sea una prioridad, pero también potenciando las bondades tecnológicas y metodológicas que sin querer está dejando la pandemia. Y no se trata de volver a la normalidad, sino de recuperar el terreno perdido, adaptarse y democratizar los avances registrados. Se trata de que todos los protagonistas realicen un esfuerzo extra para evitar condicionar el estilo de vida futuro de los sectores más postergados y la salud económica de largo plazo de la Argentina.
[1] Se tomaron los datos citados en Unicef – PNUD LAC C19 PDS No. 20 – Sandra García Jaramillo (2020): «COVID-19 y educación primaria y secundaria: repercusiones de la crisis e implicaciones de política pública para América Latina y el Caribe». Esta fuente utiliza información estadística de las pruebas PISA del año 2018. Si bien las pruebas PISA están enfocadas en alumnos de nivel secundario de 15 años, se supone que son extrapolables a toda la población educativa.