Según el Indec, se perdieron 44.465 empleos privados durante 2016

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El empleo registrado en el sector privado cayó 0,7% interanual durante 2016, por lo que 44.465 personas quedaron desocupadas. Asimismo, la cantidad de empresas disminuyó en 2016 0,5% interanual, lo que significó el cierre de casi 2.772 compañías. En Misiones la caída del empleo fue del 3,7 por ciento.

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) difundió datos según los cuales el empleo formal privado terminó el año pasado en alza, aunque moderada (de sólo el 0,1% en el cuarto trimestre contra el tercero), tal como sostiene el Gobierno, pese a mostrar una caída internual del 1% para el promedio de puestos de trabajo los últimos tres meses del 2016.

El empleo registrado en el sector privado cayó 0,7% interanual durante 2016, por lo que 44.465 personas quedaron desocupadas. Sin embargo, la caída es más brusca si se compara el cuarto trimestre con el mismo período de 2015: hay 68.314 trabajadores menos.

Según los datos oficiales, en promedio, los trabajadores recibieron incrementos salariales del 35,3 por ciento, por debajo de la inflación, que alcanzó el 40 por ciento según las estimaciones más optimistas.

 

Las empresas que han presentado las declaraciones juradas a la AFIP cayeron -0,8% respecto al primer trimestre del año anterior. Sin embargo, el organismo sostiene que “la no presentación de las declaraciones juradas, que puede deberse a retrasos o a otros motivos, no necesariamente implica el cierre de las empresas”.

De todos modos, hay 4.462 empresas registradas menos en el último trimestre del año pasado, en relación con el último de 2015. Son 829 menos que en el tercer trimestre del año pasado.

Las caídas más fuertes se sintieron en la construcción, con una retracción del ocho por ciento y la explotación de minas y canteras, pese a la eliminación de retenciones, que expulsó al 6,9 por ciento de sus trabajadores.

En cuanto a la composición sectorial, los sectores que mayor crecimiento experimentaron en la generación de puestos de trabajo en términos porcentuales fueron Servicios sociales y de salud (3,8%), Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (2,2%), Electricidad, gas y agua (1,9%).

Entre las provincias, las que más sufrieron el primer año de gestión de Mauricio Macri, se encuentran Santa Cruz, que perdió 9,9 por ciento de empleo, San Luis, con 7,3 por ciento menos y Formosa, con 6,9.

Misiones está en el lote intermedio, con una caída del empleo registrado del  3,7 por ciento. Según esos datos, se perdieron, 4.096 puestos de trabajo. El pico se dio en el tercer trimestre de 2015, cuando había registrados 117.435 trabajadores, contra los 106.733 actuales. En promedio, el costo salarial es de 21.719,2 pesos, el tercero más bajo del país, apenas por encima de Tucumán con 21.705,8 y Santiago del Estero, con 20.095,9 pesos.

Sin embargo, el salario promedio en Misiones es de 14.688,5 pesos y la remuneración neta de solo 12.653,7 en promedio, la más baja del NEA.

Los datos difieren de los presentados por el Instituto Provincial de Estadística y Censos, que a diciembre del año pasado, contabilizaba 99.921 trabajadores asalariados registrados en el sector privado. En la comparación interanual, se advierte una contracción neta de 2.291 asalariados formales con respecto al mismo mes del año anterior, lo cual implica una reducción anual del 2,2% del total de los trabajadores bajo relación de dependencia. 

Según los cuadros anexos al reporte, el sector con mejor sueldo promedio a fin del año pasado era el de extracción y exploración de carbón, crudo y gas y servicios relacionados (con un neto de $ 80.887,8), mientras que el salario más bajo era el de restaurantes, bares y cantinas (con $ 10.403,5 de bolsillo por mes).

La mayor variación salarial en el sueldo neto, en tanto, la tuvieron el año pasado los trabajadores de fabricación de muebles y colchones y otras industrias manufactureras (56% en el último trimestre del 2016 con respecto al mismo período del 2015), mientras que en la otra punta quedaron los de reciclado, con una suba internual promedio para esos tres meses del 24%.

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Un entorno laboral feliz hace la diferencia

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El ambiente laboral ha cobrado notoriedad mediáticamente ante los elevados índices de suicidios de empleados en France Telecom, que han llevado a la conciencia pública la importancia de tener un adecuado ambiente laboral, pero muchas empresas no sienten ni piensan lo mismo. Un ambiente laboral inapropiado puede desde llevar a un empleado a un bajo rendimiento, lo cual resulta económicamente costoso para la empresa.

Las empresas descuidan el ambiente laboral porque consideran que se requiere mucha inversión para algo que no es primordial, pero se equivocan rotundamente, puesto que los costos de un ambiente laboral pésimo harán que el desempeño y productividad de los empleados disminuya considerablemente, lo que resultará más costoso que si se hubiera invertido en el mejoramiento del ambiente laboral.

El ambiente laboral es uno de los elementos más importantes en el día a día de la empresa. Para que un trabajador rinda, no basta con que tenga el entrenamiento y las herramientas necesarias. Hace falta también que se siente cómodo en su trabajo, en el medio, con sus compañeros de trabajo y sobre todo, con sus jefes o líderes.

Desafortunadamente muchas empresas tratan a sus empleados como una mercancía más, olvidando que son humanos y que tienen necesidades especiales, necesidades que sin no son satisfechas, no rendirán al 100% como espera la empresa.

Y es que la empresa no debe procurar un ambiente labora saludable por humanidad, debe hacerlo por objetivos financieros prácticos y tangibles: la empresa ganará más dinero.

Hay 3 conductas básicas que son el nexo entre la persona y el trabajo:

> la complacencia hacia el trabajo: Si una persona está satisfecha con el trabajo que realiza su conducta será positiva hacia la propia organización y hacia su propio quehacer diario dentro de ésta:

> el apego por el trabajo: explica la compenetración que la persona siente hacia el trabajo que desarrolla, lo que provoca que se comprometa de una forma dinámica y se responsabilice por su productividad; y

> la dedicación a la organización: el propio trabajador reconoce una afinidad con la organización a la que pertenece lo que provoca en él un deseo de seguir en ella por mucho tiempo y sobre todo una simbiosis con las metas que se pretenden conseguir.

 Y hay 3 aspectos para construir un buen ambiente laboral:

> El reconocimiento como forma de motivación: elogiar los buenos resultados contribuye al buen clima laboral.

> La amistad en el trabajo: para la mitad de los trabajadores sus compañeros de oficina son importantes para su felicidad.

> Optimizar la comunicación (en especial cuando se trata de distintas generaciones): los conflictos a menudo se producen por la diversidad generacional en el ambiente de trabajo. Una comunicación ágil y que tenga en cuenta las percepciones y necesidades de cada generación es imprescindible.

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Brotes verdes, amarillos y rojos: ¿qué pasa con el empleo en Argentina?

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El pasado jueves 16 de marzo el INDEC dio a conocer datos de desempleo del cuarto trimestre, que dieron una baja respecto al tercero (7,6% contra 8,5%). Unas horas antes de que el organismo de estadística publicara el dato, el diputado oficialista Luciano Laspina tuiteó: “Tengo una buena noticia. El desempleo está bajando en la Argentina. Bajó a 7,6%, casi un punto menos respecto al tercer trimestre”. Sin embargo, a las pocas horas lo borró: quizá porque no corresponde que alguien que no sea el INDEC comunique ese tipo de datos o, quizá, porque la baja del desempleo no se dio por un motivo positivo (como la creación de empleo), sino por otro (personas que no tenían trabajo y buscaban activamente dejaron de buscarlo), como se conoció horas después en el informe del INDEC. Ahora bien, por esta razón es muy errado entender el mercado de trabajo argentino (o el de cualquier país) en base a una sola variable como la tasa de desempleo. En lo que sigue, procuraremos analizar qué está pasando con el mercado de trabajo en la coyuntura actual, tratando de sacar el mayor jugo posible a los datos oficiales.

Los indicadores del mercado laboral

Un niño de 12 años que va a la escuela y por tanto no trabaja, ¿es un desocupado? Un jubilado que trabajó 40 años y ahora tiene 80, ¿lo es?

El desempleo no implica sólo no tener trabajo. También hay una segunda condición: no tenerlo y, además, buscar activamente empleo. Las personas que no trabajan ni buscan activamente empleo se denominan “inactivas” (es el caso del niño y del jubilado mencionados recién, pero también de muchos adultos que, por diversas razones -discapacidad, son amas de casa, desaliento a buscar empleo por falta de oportunidades, etcétera-, no trabajan ni buscan empleo). Por el contrario, los ocupados (se considera ocupado a toda persona que haya trabajado una hora en la semana en la que el INDEC le hace la encuesta -salvo que esté de vacaciones o licencia laboral-) y los desocupados componen lo que se denomina “población económicamente activa (PEA)” o “fuerza laboral”. La “tasa de desocupación” es el porcentaje de los desocupados sobre la PEA, no sobre el total de la población. El 7,6% actual significa que de cada 1000 activos, 76 son desocupados y 924 ocupados.

Como decíamos antes, la desocupación entre el tercer y cuarto trimestre no bajó porque desocupados se transformaran en ocupados, sino que pasaron a ser inactivos. Aún más, los datos del INDEC muestran que hubo 29.000 ocupados menos en el cuarto trimestre respecto al tercero. Este dato debe tomarse con ciertas pinzas, por razones que detallaremos luego.

Volvamos por un minuto a las medidas que se usan para analizar el mercado de trabajo. Además de la tasa de desocupación, hay otras que son muy importantes. Por ejemplo, una de ellas es la “tasa de actividad”, que mide cuántas personas son activas (ocupados más desocupados) cada 100 habitantes. Entre el tercer y el cuarto trimestre, tal cifra cayó del 46% al 45,3%. De ahí que haya bajado la desocupación en simultáneo con el empleo. Otro indicador muy relevante es la “tasa de empleo”, que muestra cuántos ocupados hay cada 100 habitantes. Quizá esta medida es mejor indicador de la situación económica que el desempleo, ya que efectivamente nos muestra qué porcentaje de la población trabaja. Teniendo en cuenta que la población argentina crece al 1% por año, ello significa que el empleo debiera crecer al mismo ritmo para que la tasa de empleo se mantenga constante. Habida cuenta de que tenemos poco más de 18 millones de ocupados, eso implica que tendríamos que crear 180.000 puestos de trabajo al año para mantener la tasa de empleo constante. “Se sostuvo el empleo”, frase que diversos gobiernos han destacado como una noticia positiva en algunos contextos, no es algo demasiado promisorio: si el empleo se sostiene (sin crecer), la tasa de empleo empeora. En otras palabras, se mantienen los ocupados pero las nuevas personas que ingresan al mercado laboral no logran insertarse. La variable demográfica es clave en los análisis económicos: de ahí que tampoco sea del todo útil decir “mienten cuando dicen que la economía no creció durante el último gobierno de Cristina, ya que el PBI creció 0,2% por año”. Crecer al 0,2% por año implica una caída del 0,8% anual en términos per cápita. Del mismo modo, si el PBI creciera 2,5% en 2017 y volviera a los niveles de 2015, estaríamos 2% abajo en materia per cápita (por el crecimiento demográfico de 2016 y 2017). Nada que festejar.

Hay diversas variables adicionales que importan en el mercado de trabajo. Hay dos de ellas que suelen tener rebote mediático (aunque menor al de la desocupación): la subocupación y la informalidad. Un subocupado es un tipo específico de ocupado: aquel que trabaja menos de 35 horas semanales por causas involuntarias, y que además está dispuesto a trabajar más horas. La tasa de subocupación -al igual que la de desocupación- se calcula como porcentaje de la PEA, y no sobre la población total (como ocurre con la tasa de actividad y la tasa de empleo). Entre el tercer trimestre y el cuarto casi no cambió: pasó del 10,2% al 10,3% (por debajo del 11,2% del segundo trimestre).

Por su lado, la informalidad es muchas veces tomada como síntoma de precariedad laboral o empleo vulnerable. Dentro de los asalariados (esto es, los ocupados que están en relación de dependencia, a diferencia de los patrones -que tienen personal a cargo- y cuentapropistas -que no tienen personal a cargo pero no están en relación de dependencia-), tenemos los “en blanco” o “formales” o “registrados”, que son aquellos que aportan al sistema jubilatorio (y que además suelen tener obra social y vacaciones pagas, por ejemplo), y los “en negro” o “informales” o “no registrados”, que no aportan al sistema jubilatorio (y no tienen obra social y, en muchos casos, tampoco vacaciones pagas). Lo que conocemos como “tasa de informalidad” refiere al porcentaje de asalariados que no aporta al sistema jubilatorio: en el cuarto trimestre, tal cifra estuvo en el 33,6% (la última medición kirchnerista daba 33,1% en el segundo trimestre de 2015). Tal 33,6% esconde heterogeneidades regionales: el noroesta (NOA) superó el 40% y en la Patagonia rondó el 17%.

El problema de la “tasa de informalidad de los asalariados” es que se dejan afuera a los trabajadores no asalariados (también llamados trabajadores independientes, que son aproximadamente el 24% del total), para los cuales medir formalidad es más complejo (puede ser como aportantes a la seguridad social vía regímenes como monotributo, aunque otros análisis definen informalidad no asalariada en función del nivel de calificación del ocupado). Si tomáramos a los no asalariados (recordemos, patrones y cuentapropistas) de baja-media calificación como informales y a los de alta calificación como formales, la informalidad en Argentina (contando todo) estaría en torno al 40%. Tomando a la fuerza laboral en su conjunto (esto es, ocupados más desocupados), tenemos que alrededor del 45% de la PEA tiene problemas de empleo (esto es, son desocupados o asalariados informales o trabajadores independientes informales). El Gráfico 1 a continuación muestra el mapa del empleo en Argentina al segundo trimestre de 2016 de acuerdo a microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC. Si bien el desempleo entonces era del 9,3% y en el cuarto trimestre del 7,6%, el diagnóstico no cambia en lo esencial. Cambiar para bien significativamente ese mapa del empleo sólo se puede dar en el largo plazo por medio del desarrollo económico y productivo; hacerlo para mal puede hacerse más rápidamente por medio de catástrofes económicas (algo que por suerte no ocurrió en el segundo semestre de 2016).

Gráfico 1: Composición de la fuerza laboral en Argentina (segundo trimestre de 2016), en porcentaje

 

Fuente: elaboración propia en base a INDEC

Ay, INDEC

¿Cómo podemos analizar en el tiempo lo que pasa en el mercado de trabajo argentino? En primer lugar, vale aclarar que hay dos grandes fuentes de información para monitorear las tendencias del mercado de trabajo. La más famosa es la EPH que realiza el INDEC, que cubre 31 aglomerados urbanos del país que representan el 62% de la población nacional. Al encuestar unos 26.000 hogares por trimestre, la EPH permite conocer múltiples aspectos de la población, como por ejemplo las mencionadas tasas de desocupación, subocupación, empleo, actividad o informalidad.

Lamentablemente, es difícil tener una comparabilidad fiable con los datos de la EPH 2016 con la de los años previos. ¿Por qué pasa esto? Básicamente porque es difícil poner las manos 100% al fuego por la EPH del período 2007–2015, de la intervención kirchnerista en el INDEC. Es complicado saber bien qué se manipuló (si es que efectivamente se manipuló) de la EPH durante los últimos años kirchneristas. Existen ciertos indicios de que se toqueteaba “quirúrgicamente” la tasa de desempleo, por medio de por ejemplo la “oficina matadesocupados” (que llamaba a los que eran desocupados y les hacían una serie de repreguntas para ver si los transformaban en “inactivos”). Sin embargo, no podemos saber a ciencia cierta cuánto incidía ello en el desempleo (mi intuición: en torno a 0,5 y 1 punto porcentual, al menos a partir de comparar los datos de desempleo de CABA según la EPH y la Dirección de Estadísticas de CABA, que tiene su propia medición del mercado laboral porteño).

Si la tasa de desempleo del cuarto trimestre de 2016 estuvo en el 7,6% (en un contexto recesivo), no suena del todo descabellado que el desempleo durante los últimos años kirchneristas estuviera en torno al 6/7%, tal como mostraban las cifras oficiales. Luego, el resto de los datos de la EPH de los años kirchneristas (tasa de informalidad, porcentaje de ocupados, ingresos, etcétera) luce medianamente razonable. He pasado días enteros comparando la EPH 2016 (sin sospechas de intervención K) con la de los años anteriores y -salvo en lo mencionado del desempleo- no vi nada extraño. Si los ingresos de la población hubieran estado muy inflados durante los años kirchneristas (para amplificar mejoras en el salario real por ejemplo, aún tomando datos alternativos de inflación), tendríamos que haber encontrado que entre 2015 y 2016 habrían subido muy poco según la EPH. No ocurrió ello: por el contrario, los salarios según EPH subieron poco más del 30% entre esos años (segundos trimestres), cifra razonable, a tono con los registros administrativos del Estado y las paritarias.

De todos modos, en lo que concierne a desempleo, no podemos saber exactamente qué pasó. El último dato oficial del INDEC kirchnerista dio un desempleo del 5,9% en el tercer trimestre de 2015. No tenemos datos oficiales del cuarto trimestre de 2015, comparable -por razones estacionales- con el cuarto trimestre actual (la comparabilidad del mercado de trabajo siempre es mejor hacerla con el mismo trimestre de años anteriores y no contra otros trimestres del mismo año). Del cuarto trimestre de 2014 sí tenemos datos: 6,9%. Pero lamentablemente no podemos poner las manos en el fuego por ellos, al menos en lo que concierne al desempleo. ¿Qué podemos hacer, entonces, para analizar comparativamente?

El SIPA: virtudes y defectos

Hay una segunda gran fuente de información para analizar el mercado de trabajo argentino, que es el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), la cual tiene dos grandes ventajas y una gran desventaja respecto a la EPH. La desventaja es que el SIPA solo capta el empleo registrado, dejando fuera de cobertura a todos los informales y, obviamente, a los desocupados. Por su lado, la primera gran ventaja del SIPA es que no se trata de una encuesta (que tiene errores muestrales –de ahí que no podamos decir con precisión que entre el tercer y el cuarto trimestre de 2016 se destruyeron 29.000 empleos, como surge de la EPH, ya que hay un margen de error estadístico importante). Por el contrario, los datos de SIPA surgen de registros administrativos del Estado (CUIT y CUIL), de modo que conocemos con exactitud la cantidad de asalariados formales (y monotribustistas/autónomos). Aun más, hasta podemos tener un alto detalle de lo que pasa en cada provincia o en cada rama de actividad. Otra gran ventaja del SIPA es que durante el período 2007–2015 sus datos no han sido impugnados por nadie, a diferencia de los del INDEC.

¿Qué dicen los datos del SIPA, en lo que concierne al empleo asalariado formal en el sector privado -que es el que todos los gobiernos dicen querer fomentar, a diferencia del empleo público, que muestra más divisiones ideológicas-? El Cuadro 1 exhibe la variación del empleo asalariado formal privado en el cuarto trimestre de 2016 respecto al mismo período de 2015, para el total del país y para las 24 jurisdicciones del país. Los datos efectivamente no son nada buenos: el empleo asalariado “en blanco” del sector privado (poco más de 6 millones de personas) cayó 1,1% interanual, la cifra más fuerte que 2009, por encima de los recesivos 2012 y 2014, cuando el empleo se mantuvo estable. La hipótesis de Sergio Berensztein, consultor cercano al PRO, no es irrazonable, aunque sí insuficiente: antes de 2016 las empresas se cuidaban de despedir por temor a las represalias del gobierno anterior. Sin embargo, 2016 se caracterizó por algo que 2014 (de caída similar del PBI y del mercado interno) no tuvo: mayor apertura comercial, que afectó severamente a diversos segmentos industriales, muchos de ellos intensivos en empleo (como calzado, textiles o metalurgia). En efecto, 2016 fue un año anómalo: las cantidades importadas subieron en conjunción con una recesión. Sólo en 1916, 1925, 1945 y 1975 se había dado ello.

La dinámica del empleo en 2016 fue muy desigual a nivel regional y sectorial. En el Cuadro 1 vemos un dato muy importante (recomendamos tenerlo en el radar habida cuenta de que en unos meses tenemos elecciones): en 8 de los 24 distritos (Chaco, Santiago del Estero, Río Negro, Misiones, Catamarca, San Luis, Formosa y Tierra del Fuego, en donde el empleo asalariado formal privado se contrajo un dramático 12,9%, de la mano de la crisis del ensamble de electrónicos), la merma del empleo asalariado formal privado fue la peor desde 2002. En la petrolera Santa Cruz, la caída del 10% es la peor desde que se tiene registro (1996). En estas provincias, el principal factor que explica la caída del empleo formal es el parate en la construcción (en Santa Cruz el empleo en este sector cayó ¡40%! entre el cuarto trimestre de 2015 y el tercero de 2016 de la mano del freno a la obra pública), salvo en Tierra del Fuego (donde primó la destrucción de empleo manufacturero). En Chubut, Neuquén, Corrientes y Buenos Aires se dio algo similar al país, en el sentido de que la destrucción de empleo formal privado fue la peor desde 2009. En provincias agroindustriales como Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos o La Pampa, la situación fue mucho menos dramática (de hecho La Pampa es la de mejor performance relativa, con crecimiento del empleo del 1,9%). Jujuy y Tucumán -también de base agroindustrial- acompañaron a La Pampa en el club de las ganadoras de empleo en 2016.

Las heterogeneidades del empleo formal (proxy de las de la actividad económica) no sólo se dieron a nivel regional, sino también a nivel sectorial (Cuadro 2). Sectores como la salud y la educación privada, el agro, el financiero o el comercio incrementaron su empleo en 2016, aunque a tasas menores que en 2015 (salvo el agro, que lo hizo a tasas mayores). En contraste, la construcción tuvo un pésimo año (-7,1% cayó el empleo formal privado entre el cuarto trimetre de 2016 respecto al mismo período de 2015), debido al parate de una obra pública que recién comenzó a reactivarse gradualmente hacia el final del año (el argumento oficial fue la auditoría de los proyectos de obra pública que había iniciado el kirchnerismo). En la industria, azotada por la caída del mercado interno, las altas tasas de interés, la suba de costos energéticos y la apertura comercial, ocurrió algo similar: la caída del empleo en blanco en el sector fue de casi el 4%, la peor desde 2002, y todavía no se vio el punto de inflexión hacia la recuperación (a diferencia de la construcción). El sector petrolero sufrió una aguda crisis (-6,7% cayó el empleo en blanco), debido a la dinámica de precios internacionales. Esta baja es la peor desde que se tenga registro (1996).

¿Qué 2017 se nos viene?

Los datos de actividad económica del INDEC muestran que la economía tocó fondo a mediados de año, y que en el cuarto trimestre creció un 0,5% contra el tercero (sin estacionalidad). Los datos de empleo asalariado formal privado muestran algo similar: lo peor se dio hacia mediados de año. ¿Cómo puede ser entonces que los datos del INDEC hayan mostrado una caída del empleo en el cuarto trimestre respecto al tercero? La razón principal es que, al parecer, las mejoras registradas en el empleo formal en SIPA fueron más que compensadas por destrucción de puestos de trabajo informales (sólo captables por la EPH). En efecto, la EPH sugiere que en el cuarto trimestre hubo 13.000 asalariados formales más (públicos y privados) que en el tercero, pero que eso se vio compensado por la destrucción de 35.000 puestos de trabajo asalariados informales y 7.000 no asalariados. De todos modos, estos guarismos deben ser tomados con cautela, habida cuenta de que la EPH tiene el mencionado “error muestral”, por medio del cual no podemos saber con 100% de precisión de cuánto fue la caída del empleo en el cuarto trimestre (quizá fue menos que 29.000 puestos, o quizá más).

En resumen, la información disponible permite ver que en 2016 el mercado de trabajo no “explotó” como sí lo hizo en recesiones como 1995 o la de la crisis de la Convertibilidad. Sin embargo, sí se precarizó. En el segundo trimestre de 2015, de cada 1000 ocupados, 513 eran asalariados en blanco. En 2016, tal cifra estuvo en torno a 500 (Gráfico 2). Por el contrario, los que ganaron mayor peso son los “no asalariados” (cuentapropismo, mayormente), cuya fragilidad laboral suele ser más grande. La información disponible también nos permitió ver una enorme heterogeneidad tanto regional como sectorial en lo que concierne al empleo (asalariado formal privado).

Gráfico 2: Composición de los ocupados en Argentina (2015 y 2016)

Fuente: elaboración propia en base a EPH-INDEC. El número romano indica el trimestre.

2017 probablemente sea un año de crecimiento: algunos, más cautos, lo ubican más cercano al 2% (como la Consultora Contexto); otros, más optimistas como Miguel Bein, por arriba del 4%. En promedio, las consultoras -la mayoría de ellas afines al gobierno actual- pronostican un crecimiento del 3%. Si ello efectivamente es así, probablemente el mercado de trabajo tenga una dinámica más auspiciosa que la de 2016, habida cuenta de que el crecimiento económico es una variable crucial por detrás de las tendencias del mercado de trabajo. Sin embargo, es factible que tal crecimiento sea heterogéneo, con sectores como el agro con bonanza y otros (como algunos sectores industriales sensibles a la competencia extranjera y castigados por la apertura comercial y la apreciación del tipo de cambio) que pueden agudizar los problemas de 2016. El perfil sectorial del crecimiento no es un dato menor, pues hay sectores que crean mucho empleo indirecto (por ejemplo, cada puesto de trabajo creado en la industria suele implicar 2,5 puestos adicionales a raíz de las múltiples demandas que genera a otros sectores) y otros que no (es el caso, por ejemplo, del sector educativo).

Por último, una reflexión final: si la población crece al 1% al año (2% desde 2015) y el empleo formal privado asalariado se contrajo 1,1% a lo largo de 2016, entonces debiera crecer 3,1% en 2017 para volver a la situación de 2015 (en lo que concierne a la cantidad de asalariados privados formales cada 100 habitantes). Ello implicaría una generación de poco más de 180.000 puestos de trabajo formales privados nuevos. ¿Será posible? Difícil con una economía creciendo al 2/3%; más factible con una creciendo por encima del 4%, y de la mano de sectores traccionadores del empleo (como por ejemplo el industrial). Crecer al 4% es más probable si los salarios reales y el gasto público se expanden (ya que son componente clave de la demanda); en tanto, el perfil sectorial del crecimiento tendrá mucho que ver con las políticas productivas del gobierno.

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Empleo: qué sucede con los jóvenes argentinos a la hora de buscar trabajo

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En el país 7 de cada 10 jóvenes no encuentra trabajo, pero muchos otros ni siquiera buscan insertarse en el mercado. Cuáles son las posibles soluciones a un problema que afecta a toda la región.

En medio de la discusión paritaria con los docentes en la Provincia de Buenos Aires, estas semsnas se puso el foco en lo que cobran los educadores, pero también en la calidad de educación que se les brinda. Como un tema paralelo, a esta discusión, surge la problemática de los jóvenes que no estudian ni trabajan.

En Argentina hay más de 1 millón de jóvenes “ni-ni”, y de ellos, más de 700 mil que ni siquiera están buscando insertarse en el mercado laboral.

Según un estudio realizado por Adecco Argentina, casi 7 de cada 10 jóvenes argentinos no encuentra trabajo por carecer de experiencia laboral, por lo que se evidencia una brecha entre las habilidades con las que cuentan los jóvenes y  las que demandan tanto el mercado laboral como las empresas y el sector público. Por esta razón, potenciar a esa masa de trabajadores para desarrollar su talento y capital humano se ha convertido en el mayor desafío, sostienen los especialistas.

“La región presenta las brechas más amplias del mundo entre las habilidades que poseen los jóvenes y aquellas que demanda el mercado. Estudios como el “Global Talent Competitiveness Index”, elaborado anualmente por el Grupo Adecco, demuestra que cuanto más tiempo permanecen los jóvenes en la categoría ni-ni, menos posibilidades tienen de desarrollar habilidades, por lo que representan una pérdida de capital humano para la economía”, manifestó David Herranz, CEO de Adecco LATAM.

En este sentido agregó que “en la región hay cerca de 30 millones de jóvenes no estudian ni trabajan”.

¿Qué sucede hoy en Latinoamérica?

Cerca de 30 millones de jóvenes en Latinoamérica forman parte del grupo denominado “ni-ni”, que ni estudian ni trabajan; asimismo, la región muestra altos índices de abandono escolar en el nivel secundario. Además, de los jóvenes que trabajan, cerca de la mitad se encuentran en el mercado de trabajo “informal” no regulado.

¿Cómo hacer frente a esta problemática?

Un primer paso para combatir el mercado de trabajo informal requiere simplificar y desenredar normas y estándares laborales complejos y altamente burocráticos, que en la mayoría de los países latinoamericanos ahogan las economías y la innovación. Es necesario que el enfoque esté en una regulación apropiada para el mercado laboral, mejorando la competitividad y garantizando los derechos de los trabajadores, sostienen desde Adecco.

Además, combinar la educación en las aulas con la formación profesional y el desarrollo de habilidades para el mercado se presenta como una de las recetas más efectivas y ya aplicadas por países como Suiza o Alemania que cuentan con bajos índices de desempleo juvenil.

Fuente: ElCronista

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El salario privado en Misiones está 43 por ciento debajo del promedio nacional

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En el mercado laboral del sector privado registrado a nivel nacional para el mes de diciembre del 2016 la provincia de Misiones posee salarios promedio 43% inferiores al promedio nacional, mientras que en el caso de la provincia de Corrientes la diferencia es del 38%, en Chaco asciende a 34% y en la provincia de Formosa la diferencia con respecto al promedio nacional ascendió al 29%. Al analizar las posibles causas que hacen que las provincias del NEA se encuentren en los últimos puestos del ranking de salarios registrados del país tendríamos que mencionar, entre otras cosas, la baja tasa de actividad (cuantos personas trabajan o buscan trabajo sobre el total de la población total) existente en la región y las causas que la generan. En esta línea, la baja tasa de actividad de las ciudades que componen el NEA obedece a la baja productividad que poseen los trabajadores de esta región del país (explicada por el bajo nivel de capacitación formal promedio registrada) y a las diferencias existentes entre las habilidades ofrecidas por aquellos que buscan empleo y las habilidades o la calificación requerida por aquellas empresas que demandan mano de obra (lo cual genera el fenómeno denominado “desempleados desanimados”).

 

Se aprecia que la tasa de actividad en el total país entre el 3º trimestre del 2016 y el 4º trimestre del 2016 disminuyó 1,6%, en la región noreste del país fue igual al total país en donde esta tasa disminuyó 4%, la ciudad de Corrientes tuvo una leve variación negativa del 0,2%, en Formosa esta variable disminuyo 9,4%, Gran Resistencia su retroceso fue de 6,1%, y la ciudad de Posada fue de 3,4%.

 

La tasa de empleo en el total país entre el 3º trimestre del 2016 y el 4º trimestre del 2016disminuyó el0,5%, en la región noreste tuvo un comportamiento similar al total país en donde esta variable tuvo una variación negativa del 3,3%, Gran Resistencia con 5,2%, Formosa 8,9%, Posadas con 2,6% y la excepción fue Corrientes con leve crecimiento del 0,2%

 

La tasa de desempleo en el total país entre el 3º trimestre del 2016 y el 4º trimestre del 2016 en el total país disminuyó 10,6%, en la región noreste al igual que el total país tuvo un comportamiento similar para esta variable, el cual mermó 21,1% mostrando igual resultado en todas sus ciudades integrantes, Posadas 27% Gran Resistencia 24,2% Formosa un 16,7% y la ciudad de Corrientes 11,9%.

 

La tasa de subempleo en el total país entre el 3º trimestre del 2016 y el 4º trimestre del 2016se incrementó un 1%, en cambio en la región noreste este indicador disminuyó 11,1% dentro de las ciudades que la componen, en Posadas31,2%, Corrientes 15,9%, Formosa 10% y el caso opuesto fue Gran Resistencia en donde este indicador se incrementó 30,3%.

 

En el mercado laboral del sector privado registrado a nivel nacional para el mes de Diciembre del 2016 el promedio nacional fue de 19.587 pesos y la provincia de Misiones posee, las remuneraciones ante última (13.702 pesos, 43% debajo del salario bruto promedio nacional) la provincia de Corrientes (con 14.182 pesos, 38% debajo del salario bruto promedio nacional) se ubica un puestos más arriba que Misiones y Chaco es la provincia que precede a la mencionada anteriormente con un salario bruto de 14.633 pesos y 34% debajo del salario bruto promedio nacional.

 

Por último encontramos a la provincia de Formosa con 15.218 pesos, un 29% debajo del salario bruto promedio nacional y se ubicó en el ranking nacional número 18. Cabe aclarar que estas remuneraciones son brutas, las cuales para tener una remuneración neta tendríamos que descontarle aportes y contribuciones que en promedio suelen ser cuarenta por ciento.

 

Buscando las causas que hacen a que las provincias del NEA se encuentren en los últimos puestos del ranking de salarios del país tendríamos que buscar entre otras cosas, la tasa de actividad (cuantos personas trabajan o buscan trabajo sobre el total de la población total) de las distintas ciudades que componen la región NEA (el cual se puede apreciar en este documento), en donde para el cuarto trimestre del 2016, solamente dos ciudades pudieron tener una tasa de actividad mayor al cuarenta por ciento mientras que las dos restantes se encuentran debajo del cuarenta por ciento, mientras que en el total país esta tasa se ubica por arriba del cuarenta y cinco por ciento.

 

Esta baja tasa de actividad de las ciudades que componen el NEA obedece, entre otras razones, a la baja productividad que poseen los trabajadores de esta región del país (explicada por el bajo nivel de capacitación formal promedio registrada) y por las diferencias existentes entre las habilidades ofrecidas por aquellos que buscan empleo y las habilidades o la calificación requerida por aquellas empresas que demandan mano de obra (lo cual genera el fenómeno denominado “desempleados desanimados”).

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