Iberá

Reintroducción del guacamayo rojo en el Iberá: primeros resultados alentadores

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El 29 de octubre de 2015 fue una fiesta en el sector norte del Parque Iberá. Más de 100 personas observaron emocionadas como, por primera vez, una especie completamente extinta en Argentina retornaba a nuestro país. Ese día, siete guacamayos rojos salieron de su jaulón de presuelta y surcaron los cielos correntinos. La noticia fue ampliamente cubierta por medios periodísticos y más de medio millón de personas la vieron a través de las redes sociales. Sin embargo, un mes después, tres de las aves habían sido depredadas, tres habían dispersado sin conocerse su paradero y una séptima fue recapturada y vuelta a ingresar al jaulón.

El proyecto no había comenzado de la mejor manera. Las iniciativas de reintroducción de especies no resultan empresas fáciles y muchas de ellas fracasan. Cuando se analizaron estos resultados resultó obvio que varios aspectos clave a tener en cuenta habían sido omitidos o subestimados, sobre todo en lo concerniente a la liberación de aves adultas provenientes de cautiverio, que llegaban con poca o nula capacidad de vuelo (entre otras habilidades faltantes) en un sitio donde la especie ya no estaba presente.

Las alternativas eran dos: dar por finalizado el proyecto o redefinirlo para intentar una nueva suelta. Se optó por la última opción, lo que implicó realizar cambios profundos: asumir la coordinación del proyecto de manera directa, y reevaluar y mejorar el equipamiento, la infraestructura y las metodologías de trabajo. Como resultado de esto, el proyecto fue replanteado en tres etapas. Una primera etapa de entrenamiento intensivo de las aves cautivas para que, entre otras cosas, aprendan a volar largas distancias, desarrollen habilidades de vuelo (por ejemplo, realizar maniobras complejas en el aire), aprendan a distinguir potenciales depredadores y reconozcan el alimento que encontrarán en el campo una vez que estén libres. Una segunda etapa donde las aves serán liberadas progresivamente para que se fijen al sitio de suelta por una largo tiempo una vez que se encuentren libres, lo que permitirá someterlas a un manejo muy activo.

Y una tercera etapa, donde se espera que las aves ya puedan vivir de forma independiente en un territorio mucho mayor, sin necesidad de intervención humana.

El proceso completo llevará sin dudas varios años hasta que se pueda establecer una población totalmente autosuficiente y viable en el largo plazo.

Para la primera etapa se recurrió a la ayuda del biólogo Fabián Gabelli, un especialista en comportamiento y entrenamiento animal, muy conocido por su participación en comerciales y películas que involucran animales alrededor del mundo; alguien que podría ayudarnos a entrenar a nuestros guacamayos para la vida en un ambiente silvestre.

Para el entrenamiento de vuelo hubo que construir un túnel de red de 25 metros de largo, al que se le fueron agregando obstáculos móviles y que actualmente posee en los extremos alimentadores que se activan a control remoto y que incitan a las aves a volar de un extremo a otro del túnel. Durante varios meses, las aves fueron entrenadas para subir a una balanza (para registrar su peso previo a cada entrenamiento) y pasar luego al túnel de vuelo donde, en sus idas y vueltas, llegaban a volar algunos kilómetros cada día.

Con la colocación de nuevos y más complejos obstáculos cada semana, el vuelo se complicaba y sus habilidades mejoraban. Para que aprendieran a huir de los predadores, Fabián trajo a aves rapaces y gatos especialmente entrenados que simulaban el ataque a maquetas de guacamayos enfrente del grupo de aves a liberar.

Poco a poco, estas aves que no volaban o lo hacían muy mal, que no reaccionaban a la presencia de peligros y que solo conocían alimento proveniente de verdulerías, comenzaron a transformarse en animales aptos para ser liberados. Hoy consideramos que esta etapa se encuentra concluida exitosamente.

Hace más de 190 años fue el último registro de un guacamayo volando libre por los cielos de Argentina. Por sus plumas rojas, la caza furtiva y la deforestación, se había extinguido y sólo había ejemplares en algunos zoológicos del país.

Los guacamayos cuentan con habilidades de las que antes carecían para tener la oportunidad de desenvolverse en libertad. Actualmente está en marcha la segunda etapa: de suelta progresiva. Las aves presentes en el sector Cambyretá del Parque Iberá cada día salen del túnel de vuelo y se desplazan por el exterior, sin barreras, volviendo a entrar al mismo cuando termina el entrenamiento. Cada semana, las aves vuelan libres por más tiempo y mayores distancias. Incluso algunas han pernoctado fuera del jaulón por algunos días.

La primera etapa ha sido concluida en forma exitosa gracias a la ayuda de expertos en entrenamiento, del cuidado de los veterinarios de CLT y sobre todo de la incansable dedicación de Noelia, Leandro (los dos técnicos que llevan adelante el manejo de las aves) y sus voluntarios.

Seguramente el conocimiento adquirido va a servir también como herramienta para rehabilitar otras aves cautivas (no solo guacamayos rojos) y poder reinsertarlas en la naturaleza como parte de otros proyectos de conservación. “Observar cómo cada día aves que estuvieron confinadas por años en peque- ñas jaulas ya vuelan entre los montes de Cambyretá nos alienta a encarar los pasos siguientes con buenas expectativas, a pesar de los tropiezos iniciales. Sabemos que el camino a recorrer es arduo y largo, y que pasará un buen tiempo hasta tener nuevamente una población de guacamayos rojos bien establecida y totalmente independiente en Argentina. Para eso estamos trabajando”, aseguró Sebastián Di Martino, Coordinador Programa de Restauración de Fauna Amenazada, CLT.

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Un triángulo amoroso en los Esteros del Iberá

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Un nuevo integrante se sumó al romance que tiene en vilo a los Esteros del Iberá. Desde Paraguay llegó un macho paraguayo para intentar conquistar a Tobuna y lograr el esperado resultado de cachorros que puedan después ser dejados en libertad para repoblar de yaguaretés a Corrientes, donde la especie fue extinguida desde hace más de 60 años.
Se trata de “Chiqui”, un imponente macho de ocho años que en poco más de un mes se integrará al centro de recría de Conservation Land Trust, en la isla San Alonso, en medio de los Esteros del Iberá. Allí deberá competir con Nahuel, el yaguareté que está desde hace un año con Tobuna, con quien ya mantuvo varias cópulas, pero hasta ahora sin éxito.
Chiqui es un ejemplar de ocho años y 80 kilos que fue “rescatado” después de que cazaran a su madre en Paraguay. Vivió un tiempo atado a una silla hasta que las autoridades ambientales del vecino país lo pusieron al cuidado del Refugio Faunístico de Atinguy, en la ciudad de Ayolas. Desde allí, gracias a un acuerdo entre la Entidad Binacional Yacyretá y CLT, fue trasladado a Corrientes, donde se quedará a “préstamo reproductivo” por al menos un año. Después del periodo de cuarentena en la estación biológica de San Cayetano, a poca distancia de Corrientes capital, el felino será trasladado a la reserva de San Alonso, unos 200 kilómetros al norte de la provincia vecina, en medio de los inabarcables esteros.
Los especialistas de la ONG ambientalista fundada por el fallecido Douglas Tompinks, tienen elevadas esperanzas de que Chiqui tenga éxito en conseguir preñar a Tobuna y que haya descendencia. En realidad, su presencia en los Esteros del Iberá estaba pensada como pareja de Isis, una yaguareté brasileña que también sería incorporada en los próximos meses. Pero como los encuentros entre Tobuna y Nahuel no tuvieron los resultados esperados, se probará con Chiqui hasta que llegue Isis.


Chiqui fue el protagonista de una inédita experiencia diplomática. Hasta aquí no había experiencia entre Argentina y Paraguay de cooperación ambiental con animales vivos, por lo que hubo mucho trabajo por parte de los representantes de CLT, Yacyretá y los gobiernos de ambos países, a nivel cancillería. Lo mismo sucede con Brasil, donde la legislación ambiental es muy severa y hasta ahora no contemplaba la posibilidad de dejar salir del país a un ejemplar vivo. Sin embargo, la importancia del proyecto de recría del yaguareté logra derribar barreras.
El macho paraguayo pasará unos 40 días en el centro biológico de San Cayetano, donde convivirá con cuatro enormes tapires traídos desde Salta para ser reintroducidos en los Esteros del Iberá. Además, hay ejemplares de osos hormigueros, que están ya en la etapa del “engorde”, previa a la liberación en San Alonso.
Una vez que pase la cuarentena, período en el que se elimina la posibilidad de transmisión de alguna enfermedad externa que pueda afectar al medioambiente de los Esteros, Chiqui finalmente pasará una temporada junto a Tobuna y Nahuel en un escenario natural que será toda una novedad para el yaguareté criado en cautiverio. Solo resta esperar que tenga éxito en dejar un heredero, lo que marcaría un hito en la conservación de especies: el del Iberá es un proyecto único en el mundo con grandes felinos.

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